miércoles, julio 11, 2007

INTI ILLIMANI ARGENTINA

El director y el quenista de la legendaria banda chilena dan cuenta del debate interno que sufrió hace años Inti Illimani, que derivó en una división hoy irreconciliable. Su “fracción” conserva los viejos aires andinos, pero mixturados con otros ritmos latinoamericanos y europeos. Eso es lo que verá el público en su nueva visita a Buenos Aires.


Inti Illimani regresó de su exilio italiano hace 19 años. Hoy y el próximo miércoles actuará en ND Ateneo.



Por Cristian Vitale
Nieva en Buenos Aires y Horacio Salinas mete un chiste de copetín, un tanto bizarro: “que se recaliente de una vez este planeta maricón, dice un amigo”. El fundador y director de Inti Illimani recién llega de Chile, tirita de frío y está a horas de presentar el flamante Esencial (CD y DVD) en el ND Ateneo –hoy a las 21 y el próximo miércoles–. Tiene al lado a otro miembro de vieja data: el quenista José Seves y ambos, más Horacio Durán, son la columna vertebral del legendario grupo, hoy dividido “a muerte” en dos fracciones: ellos, los históricos, y el “nuevo” Inti Illimani, encabezado por los hermanos Coulón. El concepto de recalentamiento, entonces, toma otro significado cuando Salinas decide explicar qué pasó. “Esto parece peor que una disputa matrimonial... he logrado asomar a lo que sería atravesar una experiencia así con mi mujer”, se ríe.
Los Inti, nacidos en 1967, se divorciaron en el 2000 y los dos bandos entraron en un combate judicial; un abogado árbitro determinó que ninguna de las dos agrupaciones podía llamarse Inti Illimani a secas. “Ellos son los nuevos, porque la batuta musical no la llevan los Coulón sino muchachos jóvenes que plantean una propuesta que a nosotros nos parece insensata. No coincide con nuestra raíz. Ellos reinterpretan el patrimonio desde un punto de vista que nos parece absurdo”, dispara, con munición pesada, el guitarrista y cantante.
–Quilapayún atraviesa una situación similar: se partió en dos. ¿Qué factores explican estas divisiones en los dos grupos más significativos de la música popular chilena?
Horacio Salinas: –En nuestro caso, la crisis se venía arrastrando desde hacía tiempo. Se desató cuando nos pusimos en la disyuntiva de pensar el futuro, y al pensar el futuro vinieron todos los nudos a la peineta, como dicen los italianos. Mi propuesta fue refundar el grupo con el objetivo de ser fieles a nuestra historia. Y para lograrlo, era indispensable que algunas personas salieran y entraran otras..., una concepción opuesta a la del grupo como ministerio, donde uno entra y piensa que nadie lo va a sacar. Había problemas de solvencia, hubo intransigencia de una de la partes y estalló la crisis. Desde 1986 veníamos con problemas y nunca pudimos resolverlos.
Esencial es el tercer disco que editan los Inti Illimani históricos de la separación. Le sucede a un compilado con canciones clásicas renovadas y a Inti Maquilla, un CD compuesto a dúo con la fracción “amiga” de Quilapayún. Consta de 12 canciones que representan, engloban y expresan vivencias –estéticas y humanas– de este largo camino de 40 años. Subyacen aires andinos –claves–, pero también estelas de la nueva canción chilena, ritmos brasileños, “nostalgias” italianas, valses y boleros. En suma, el fresco muestra la tensión entre innovación y tradición que sustenta el grupo, al menos, desde su regreso del exilio italiano, hace 19 años. “Es cierto que el disco es ecléctico, porque nuestra labor más estratégica siempre ha tenido que ver con el mundo andino, pero paradójicamente, el primer disco que grabamos fue de canciones mexicanas y se insertaba dentro de una efervescencia mundial que enlazaba con el Mayo francés, la reforma universitaria y el Che: fue de puros corridos y rancheras. Desde el principio, tenemos distintas inquietudes...”
–¿En qué lugar lo ubicarían dentro de la discografía del grupo?
H. S.: –Yo creo que tanto como Autores chilenos, que hicimos junto a Luis Advis en 1972, y Palimpsesto, ocho años posterior, refleja momentos de reposo y también una mirada hacia situaciones que nos han despertado curiosidad. Es como un calidoscopio de nuestros intereses, donde está lo andino, el exilio y la canción social... pero también hay un giro hacia lo romántico. Esencial es de esos discos en los que tratamos de abarcar todos nuestros intereses, y contar la vida que llevamos hasta ahora. Hay otros enteramente instrumentales (Imaginación), o de canciones (Chile resistencia, 1976), o temáticos. Este plantea otra cosa.
–Un tema significativo es “Danza verde”, con letra de Patricio Manns, donde subyace una referencia directa a la unidad latinoamericana: “América es verde / verde americano / y esa luz me sale de las manos / que son tus manos / y reúnen / esta vastedad salvaje / de este continente / que amo”. ¿Cómo se originó?
H. S.: –La canción estaba destinada para que la cantara un coro de niños, durante un evento que se hizo en Santiago con coros infantiles de toda Latinoamérica. La idea era mostrar cómo veíamos nosotros el continente, desde este extremo austral... por eso se mezclan ritmos. Explica la apropiación que nosotros hemos hecho, como músicos chilenos, de distintos ritmos e instrumentos. A Patricio le pareció que había que hacerle un homenaje a este verdor que hay en el continente... por eso nos nace este amor y esta exaltación de nuestra conciencia latinoamericana.
–Hubo un momento, en la historia reciente, que plantear la unidad latinoamericana como fin había desaparecido, al menos desde los centros de producción de sentido. ¿Ustedes creen que ha cambiado la situación?
H. S.: –Yo creo que en parte es discursivo, y lo seguirá siendo en la medida en que no se salte una valla muy compleja, que es la desafección hacia lo nativo: esta cultura de no apropiarnos de lo nuestro. Esto es complicado, sobre todo en Chile, que es un país extremadamente clasista, donde hablar de la música popular es hablar de algo menor. Esto nos diferencia de Argentina. Los chilenos tenemos una gimnasia de desamarnos, cierto training de tirarnos abajo. Hay una cultura de tratar al pobre como el roto, que nace de una frustración de nuestra clase dominante.
–¿Cuál?
–La de no ser europea... de no tener un conservatorio como el de París. ¿Cómo se puede considerar a Violeta Parra como una mujer desaseada y no como el baluarte de la revolución estética que fue? El gran problema en Chile es que Pinochet nos desgajó de América latina, sembró la pretensión de que éramos algo superior al resto de los países, y eso es terrible. Por eso, la manera de superar lo meramente discursivo sería superar esa falacia, potenciar cualidades, como la tradición popular.
–¿Los esperanza, en este sentido, el proceso de cambio que está encarando Chávez en Venezuela?
José Seves: Hay una recuperación, con él, de esta mirada que hubo sobre América Latina durante los ’60 o los ’70, que en el fondo era una reivindicación de nuestra cultura. Hace poco estuvimos en Venezuela y, aunque Chávez parece un personaje díscolo, expresa la oposición a una historia tremenda de gobiernos derechistas y dictatoriales, que avasallaron los derechos fundamentales de la gente. En este sentido, el gobierno de Chávez ayuda a mirar con más respeto nuestra cultura. También estuvimos en la asunción de Evo Morales y la irrupción política de lo nativo nos lleva a la idea concreta de crear la hermandad entre lo criollo y lo indígena, que el continente necesita.
H. S.: –Me molesta mucho el alegato que hacen contra Chávez sectores interesados de Venezuela, que no consideran que cierta rabia suya está en perfecta sintonía con el desgarro enorme de esa seguidilla de gobiernos ladrones que tuvo ese país: gente que se ha llevado la riqueza para Europa y Miami. No hay autoridad moral para criticar a una persona que se yergue como un libertador... claro, a nosotros nos suena como medio caricaturesco, como una especie de pequeño Fidel, pero detrás de eso hay un icono que resume la frustración de millones de personas. Eso sí, el cambio no tiene que ser un volador de luces y hay que incluir las consideraciones que el derrumbe de las ideologías nos propone. Este cielo en la tierra que planteaba la revolución no parece ser tan inmediato. Todos abrazamos la utopía socialista, pero es mucho mejor que los gobiernos latinoamericanos representen a las mayorías. En Chile y en Brasil hay una expectativa muy fuerte porque quienes están en el gobierno tuvieron una juventud revolucionaria, y tienen una responsabilidad tremenda de ser consecuentes con ese pasado. Es complicado, porque en Chile un porcentaje mínimo de la población es dueño de todo el país.
–Hablando de revolución, han elegido una canción de Víctor Jara para incorporar al disco. ¿Por qué optaron por “El lazo”?
J. S.: –Cuando nos conocimos con él, allá por fines de los sesenta, compartíamos este criterio de ensamblar instrumentos distintos para generar sonoridades nuevas. Después de su asesinato, nos nació naturalmente ir eligiendo canciones suyas y hacer arreglos sobre ellas. “El lazo” la tomamos porque es un tema dedicado a su padre campesino, que además concuerda con esta intención estética. Es del tipo de canciones de Víctor que abren el mundo rural a los que no somos del campo... muestra esa inclinación a hablar de los oficios, descubrir el país.
H. S.: –Expresa parte del cambio que se produce con la nueva canción chilena, que inaugura Violeta Parra. Ella, en el fondo, anuncia que en Chile también hay lavanderos, chilotes, mineros... los muestra distintos que el folklore del “arroyito perfumado”. Violeta mete al ser humano en su desgarro. Ella, Manns y Víctor son los tres grandes catalizadores de esa realidad; por eso la vamos a homenajear con estos conciertos.

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