jueves, enero 19, 2012

El gran concierto que Barroco Andino ofrece una vez al año

El Mercurio

El histórico conjunto, que ejecuta obras de cámara con instrumental altiplánico, espera 800 personas para hoy.

IÑIGO DÍAZ
Es un símbolo impreso en los programas y afiches del grupo Barroco Andino a través del tiempo, y siempre es en Europa donde mayor repercusión tiene esa imagen: un dibujo de Bach soplando una zampoña. "Como ellos lo reconocen inmediatamente, les llama la atención ese instrumento", señala Jaime Soto León, director y fundador de este ensamble en 1973.

La viñeta no es casual. Barroco Andino nació para tocar música de Bach, Haendel y Vivaldi con instrumental altiplánico. Treinta y ocho años más tarde, y tras el paso de unos 50 músicos por sus líneas, sigue en la defensa de ese mestizaje. Hoy, el grupo da su concierto anual para un gran público.

El concierto es gratuito, y se realizará a las 20:00 horas en la Parroquia del Hospital del Salvador, con capacidad para unas 800 personas. La primera parte presenta obras barrocas, y una segunda incluye música de los rusos Tchaikovsky y Prokófiev, además de canciones con textos de Neruda, Mistral y García Lorca.
Todas las adaptaciones son originales de Soto León, el único sobreviviente de la formación original. "Mantenemos el contrapunto de las obras barrocas, pero adaptamos la tonalidad para acomodarla al registro de los instrumentos andinos. Cuando Bach escribe para clavecín, lo reemplazamos por el tiple. Las flautas dulces, oboes y fagotes, los sustituimos por quenas y zampoñas. Y completamos el frente instrumental con charango, tiple, guitarra y contrabajo, el único invitado a este universo andino", dice.

El primer concierto de Barroco Andino se celebró en febrero de 1974, en La Serena. En su formación original actuaban músicos que derivarían en Quilapayún -Patricio Wang, Ricardo Venegas y Fernando Carrasco- e Inti-Illimani: Renato Freyggang. "Un decreto prohibió la quena y el charango en los medios de comunicación durante la dictadura. Pero a nosotros no nos podían decir nada, porque los tocábamos en las iglesias. Era otra forma de ser subversivos", dice Jaime Soto León.

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