martes, abril 23, 2013

Alfredo Castro anuncia el cierre del Teatro La Memoria

El Mercurio


"Los teatros independientes vivimos un momento de crisis que pone en evidencia el fracaso de las políticas culturales del Estado", asegura el director.

Juan Antonio Muñoz H.

Alfredo Castro se define "destrozado". Si bien su carrera como actor de teatro, cine y televisión está en plenitud, su certidumbre de que no hay espacio para la formación y la investigación teatral independiente, y de que no hay una política cultural "que proyecte con seriedad y continuidad el desarrollo del teatro", lo obligan a anunciar el cierre, a partir de diciembre de 2013, del Teatro La Memoria como centro de estudios.
La decisión sigue en inmediatez al anuncio del término de funciones del Teatro del Puente. "Esa triste noticia nos obliga a adelantar la comunicación de nuestro cierre", dice.

Así, tras ocho años de labor en pos de la creación, el intercambio y la reflexión en torno al hecho teatral, La Memoria pondrá término a sus seminarios de formación permanente. ¿Las razones? "Son factores comunes -señala Castro- a otras salas y compañías teatrales que tienen sumido a este sector en una grave crisis de sustentabilidad y que afectan gravemente al teatro chileno".

El diagnóstico del director de "La manzana de Adán", "Historia de la sangre" y "Casa de Muñecas", entre otros destacados montajes de las tablas chilenas, es desolador, y alcanza también a los cientos de jóvenes que cada año resuelven estudiar para ser actores: "La realidad del teatro en Chile es asquerosa, horrenda, y está camuflada detrás de lo que pasa en televisión. La mayor parte de los actores que egresan de las universidades, las academias y los institutos van a la cesantía. Nadie se ha puesto a pensar para intervenir positivamente en cómo reparar esto, que va a reventar en cualquier momento".

Alfredo Castro arguye que el cierre de su centro se debe a la "no obtención de recursos en los fondos concursables, durante dos años consecutivos, de ninguno de los proyectos presentados como Teatro La Memoria, ni tampoco los presentados por profesores de nuestro teatro. Tampoco la realización de proyectos que nos han sido solicitados por el Consejo de Cultura ni las postulaciones a becas presentadas a estos fondos concursables por nuestros estudiantes. Esto hace inviable la continuidad. Yo me pregunto para qué el Fondart me da plata para armar este centro si después me dice que no hay plata para sustentarme. Es absurdo y significa no entender lo que son las políticas culturales. Estamos hablando de proyectos que necesitan poco dinero. Cinco o seis millones al mes, cifra con la que se pueden pagar sueldos y las cuentas mínimas. Yo puedo demostrar que he puesto en esto, de mis recursos personales, más del doble de lo que el Fondart me otorgó en un inicio. Y yo no he ganado ni un peso con lo que se ha hecho aquí, y tampoco los profesores".

También agrega que "en esta crisis que enfrentamos los teatros independientes queda en evidencia el fracaso de las políticas culturales del Estado. Quiero ser muy claro en que esto no se debe a un gobierno específico, porque se arrastra desde hace años. No hay conciencia de lo que se hace, y nada tiene un sentido de futuro. Insisto: ya que el Estado ha aportado para la habilitación de varias instituciones, ¿cómo es posible que no se haga cargo ni participe en apoyar la continuidad?", cuestiona el director, quien además apunta a lo que define como "el desgaste natural de concursos como el Fondart, cuyos montos son irrisorios para la demanda existente, además de que los parámetros de evaluación, segmentación y representatividad ya no son coherentes con las exigencias artísticas y éticas de nuestro tiempo".

La Memoria ya ha reducido al mínimo su estructura y ha tenido que despedir a algunos de sus trabajadores para velar por los estudiantes que permanecerán en los meses que restan de actividades.

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