lunes, julio 08, 2013

Así conquista la alta cultura a las nuevas generaciones

El Mercurio

Ni conciertos populares en programa ni "alivianar" el repertorio. Los grandes teatros y las sociedades de países desarrollados invierten en el público que viene, incorporando la publicidad y el mundo tecnológico en el que nacieron los jóvenes. Las estrategias de financiamiento son claves en el éxito de sus temporadas. Es probable que, para los cánones convencionales chilenos, algunas de estas cosas resulten insólitas. Pero en ellas hay visión de futuro. Daniel Barenboim, al abrir la Scala para los jóvenes, da en el blanco: "Hoy este teatro es nuestro y de ustedes. Dentro de unos años será solo vuestro y de una generación que todavía no conocemos". Juan Antonio Muñoz H.


Tuits publicados en el foyer
El proyecto "Scala Under 30" es una realidad sorprendente y audaz que motiva a muchos que nunca han pisado un teatro de ópera a vivir la experiencia. Y para ellos, lo mejor: el inicio de la temporada. Y responden: van vestidos de gala, con tuxedo o con jeans y corbata de humita, pero todos "producidos" para la ocasión.

Algunos son entendidos en ópera, pero muchos más no han visto nunca una en vivo, a pesar de ser italianos. Se han preocupado de los zapatos y el peinado, y también de llevar su teléfono móvil y su cámara fotográfica. Sacan fotos a la sala y posan con los bustos de Puccini, de Verdi o del director Victor de Sábata. Están felices y se sienten honrados pues han podido llegar hasta ahí inscribiéndose por internet y pagando apenas 10 euros (cerca de $7.000). Incluida Barbara Berlusconi, 28 años, hija del ex Premier.
La Fundación Teatro alla Scala sabe que es imprescindible crear público nuevo y por eso pone todo a su disposición. Tanto así, que en los foyers de cada piso se proyecta en pantallas digitales los tuits que los propios jóvenes envían a lo largo de la función. Algunos ejemplos: "Este cisne de Wagner más bien parece un ganso", "sublime escena del matrimonio, pero por qué se dan tantas vueltas", "Jonas Kaufmann es mejor si está sin zapatos".

Es muy divertido todo, porque los jóvenes después buscan sus tuits y posan junto a ellos para una fotografía.

La ciudad incorporada
Un sentido claro de unión entre las artes se vive también en las ciudades de países desarrollados. Así debiera ser también en las que aspiran al desarrollo. En Londres, por ejemplo, ya que se celebra el jubileo de diamantes de Isabel II, la Royal Opera House monta "Gloriana" (Britten), comisionada hace 60 años para su coronación. Tal es la apertura, que el propio teatro resuelve hacer una puesta en escena que incorpora como personaje mudo a la propia soberana actual. Así el público hace relaciones, reflexiona hasta de política y aprende.

Ocurrió algo parecido en 2012, cuando Londres preparaba los Juegos Olímpicos y la casa de ópera montaba "Los Troyanos" (Berlioz): Covent Garden decidió montar una exhibición con objetos de las Olimpíadas desde la Antigüedad hasta el siglo XXI. Coexistieron ánforas griegas, antorchas olímpicas desde 1936, guantes de box de grandes figuras y medallas de oro.

La Scala ofrece un maravilloso ejemplo de integración ciudadana pensada, no populista, seria y orientada a elevar el nivel cultural y no a rebajarlo: mientras abría su ciclo 2012-2013 con "Lohengrin", justo en frente del histórico teatro, en el Palacio Marino, la exposición "Amor y Psique", traída desde el Louvre, abordaba el mismo asunto que mueve a la ópera de Wagner: aquel tan controvertido del amor que no hace preguntas y que no necesita "conocer".

Cursos enteros de niños de seis años en adelante hacían fila para conocer la historia que motivó tantas obras musicales y plásticas, y podían ver "Amor y Psiqué" según el óleo de François Gérard y la escultura de Antonio Canova.

Y para que nadie quedara fuera del acontecimiento, la RAI 5 transmitía "Lohengrin" en directo a toda Italia y Europa, con pantallas en el octógono de la galería Vittorio Emanuele, exhibición en 600 salas de cine y también en la cárcel de San Vittori. ¡Cómo estarían contentos nuestros presos si alguna vez se les transmitiera en directo 'La traviata' desde el Teatro Municipal!

¿Cómo comunicar?
Este es otro punto clave. Y aquí si que hay que dejar atrás las convenciones. Hay que explorar nuevas maneras de decirle a la gente qué está viendo. El propio Barenboim, medio en serio medio en broma, y también preparando los ánimos para recibir una puesta en escena difícil como la de Claus Guth, dice a los medios: "Lohengrin es como James Bond; él nunca les dice a las mujeres de donde viene ni quien es. Debe ser una herencia wagneriana".

Encuentra al propio Claus Guth de cómplice: "Lohengrin me fascina por su complejidad. Es un personaje dividido en dos; por una parte, un héroe divino que custodia el Santo Grial, y por otra, un hombre capaz de perder la cabeza y enamorarse, sin poder, sin embargo, revelar quién es... Una situación difícil que demuestra que los superhéroes no deben tener familia. Lohengrin sabe hacer milagros, pero no está preparado para enfrentar a las mujeres. James Bond mismo debe haber hecho muchas cosas mal antes de convertirse en 007".

Vale decir, los códigos de uso común, popular, al servicio de algo superior. Lo prosaico sirviendo al arte. Una vuelta de tuerca.

Las platas que no abundan
Siempre falta la plata. No cabe duda. Pero en lo fundamental no se puede ceder. Y fundamental es que lo que se haga esté hecho al mejor nivel. Y aquí otra vez están todos involucrados, pero cabalmente.
Hay amantes de la música, del ballet, de la ópera y del teatro que tienen medios, y ellos mismos participan de la creación del espectáculo con su dinero. En el programa se anuncia, a veces con nombre, a veces sin nombre: "El rol del Abbé de Chazeuil es generosamente financiado por un donante anónimo" (se refiere a la actuación de Bonaventura Bottone en "Adriana Lecouvreur", de Cilea, en Covent Garden en 2010).
El Metropolitan tiene en plena vigencia una campaña para sostener el teatro "con sus 28 nuevas producciones, programas de divulgación, series The Met Live en HD, modernización de los equipos escénicos y la creación de la Arnold and Mary Schwartz Gallery".

Se da cuenta con toda claridad, sin cohibiciones de ningún tipo, que "Ann Ziff y su familia" dieron 50 millones de dólares o que "Mercedes and Sid Bass" y "un donante anónimo" aportaron 30 millones más.
También se exhiben los aportes empresariales para proyectos especiales, con agradecimientos explícitos a "Bloomberg, Rolex y Toll Brothers Inc.", por ejemplo. "Las funciones de 'Pársifal' se deben al aporte de Gramma Fisher Foundation, Marshalltown y Iowa".

Todo se destaca: "Yamaha es el piano oficial del MET".
También Covent Garden promociona su "Discover arts philanthropy".

Para construir The Globe en Londres, los amantes de la obra de Shakespeare podían comprar hasta un ladrillo y ahora el teatro londinense hace lo mismo para recolectar el dinero necesario para su sala techada. Es posible comprar hasta butacas que lleven el nombre de quien se quiera. El Teatro del Lago de Frutillar trabaja en esta línea. Y esto no es solo en lugares donde la falta de recursos es imperativa. Un teatro dispendioso como el de la Ópera de Munich hace lo mismo, e incluso sus propios artistas financian un par de butacas cuyo recaudo irá en beneficio de algún aspecto.
¿Quién compuso la fanfarria?
También los teatros se preocupan en serio de los nuevos artistas y no solo de los que ya son parte de sus elencos estables.

Parten en la infancia.
Por ejemplo, la Royal Opera House hace que los niños que estudian música en las muchas escuelas del Reino Unido puedan empezar a dar a conocer sus pequeñas obras. Así, la fanfarria que anuncia que el intermedio de una función está terminando es compuesta especialmente y se anuncia en el programa de mano: "La fanfarria ejecutada esta noche fue compuesta por Jack Somerset Scott, de 13 años, alumno del Trinity School, Croydon". Cada producción tiene una diferente. Notable. La experiencia -y la gratificación- para el niño es simplemente inolvidable.
El Metropolitan de Nueva York, en sus programas de mano, da cuenta también de dónde provienen los jóvenes artistas que participan en una producción. Por ejemplo: "Ginger Costa-Jackson, que encarna a la esclava Smaragdi ("Francesca da Rimini") es graduada del Lidemann Young Artist Development Program".

Los programas de mano y la historia
Los programas de mano son un verdadero libro. Los teatros saben que lo que están haciendo es historia de la cultura y por lo mismo no escatiman presupuesto. Buen papel, buenas fotos, formato grande, libreto completo incluido, textos profundos de análisis, sustento intelectual detrás de la puesta en escena. Se entiende que sin el programa de mano, el espectáculo no está completo. Esto es especialmente notable en Londres, Milán, Munich, París, Viena, Bayreuth y Berlín. Los del Metropolitan de Nueva York están al debe en este aspecto.

También los teatros no dejan de preocuparse de mostrar lo que han podido hacer desde sus inicios. El MET, por ejemplo, montó una gran colección de fotos permanente en homenaje a los grandes artistas que han desfilado por su escenario. Ahí está -junto a Maria Callas, Plácido Domingo, Leo Nucci e Ileana Cotrubas, entre cientos de otros cantantes- la chilena Cristina Gallardo-Domâs como "Madama Butterfly".
Es un placer recorrer las galerías fotográficas permanentes y las eventuales en Covent Garden, exhaustivas respecto del trabajo de gente como Rudolph Nureyev, Margot Fonteyn, Joan Sutherland o Monica Manson.

En teatros como el Liceo de Barcelona, la Ópera de Munich y muchos otros ya es habitual que un entendido hable al público acerca de lo que va a ver o a escuchar. Como las conferencias que realiza el Teatro Municipal de Santiago y su ciclo "Detrás del telón".

Publicidad ad hoc... y formativa
En la misma Scala se vende champagne , vino rojo y blanco, panecillos y dulces, y un poco más allá una larga fila espera café, que prepara la marca Kimbo, con publicidad al tono, operática por supuesto: "Pinkerton, decídete a volver porque se enfría el café". Firma, "Madama Butterfly". Unos preguntan quién es Pinkerton, pero otros, que saben, les explican. "¿Un marine que abandona a una japonesa en Nagasaki?", dice uno. "Parece presagio de la Segunda Guerra", comenta otro.
Así, la cultura se integra.

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