El Mercurio
Los trámites con la aseguradora permitirán iniciar una rehabilitación de su edificio incendiado por las manifestaciones en la Zona Cero en febrero de 2020. Sin embargo ronda la duda de si el museo debe volver o no a su domicilio original.
IÑIGO DÍAZ
Nada más que 215 metros separan el edificio de Vicuña Mackenna 37 y el punto de la protesta en Plaza Italia. Y 112 días después del estallido del 19 de octubre de 2019 se registró el primero de los tres incendios que afectaron las dependencias del Museo Violeta Parra.
Hoy, un equipo de 10 personas del museo trabaja en dos oficinas del Centro de Extensión del Instituto Nacional (Ceina). Desde allí continúan sus actividades educativas, sociales y culturales, la mayoría telemáticas debido a las restricciones sanitarias. Otras, como “La maleta de Violeta” o “El baúl de Violeta”, han sido presenciales en momentos de reapertura.
En la etapa actual de la emergencia sanitaria se anticipa la realización de nuevas actividades en espacios del mismo Ceina, y para final de año una gran muestra de regreso al ruedo en el Museo de la Memoria (ver recuadro).
La obra de Violeta Parra que se conservaba en Vicuña Mackenna fue rescatada la madrugada siguiente del incendio del 7 de febrero de 2020 y puesta a resguardo en depósitos del MAC. El edificio ardió nuevamente los días 28 y 29 de febrero, consolidando las pérdidas de infraestructura, especialmente en el auditorio Antar Parra y en la primera planta.
“Pero la estructura y la obra gruesa se mantuvieron en pie. Durante el confinamiento pudimos retirar los escombros y se encuentra limpio. No hay vidrios ni puertas. Actualmente estamos terminando la tramitación con la compañía de seguros para comenzar una rehabilitación del edificio”, confirma Cecilia García-Huidobro, su directora.
Según explica, el espacio se construyó en un terreno perteneciente al Instituto de Previsión Social (IPS). Los contratos suscritos señalan que ante cualquier eventualidad se debe entregar el edificio en las condiciones en que se recibió. Pero ello conlleva a otra disyuntiva: ¿Debería el museo continuar operando en esas instalaciones?
Isabel Parra, hija de Violeta Parra, integrante del directorio del museo y presidenta de la Fundación Violeta Parra —dueña de gran parte del legado—, ha planteado la idea de no rehabilitar el museo. “Como fundación, no queremos reconstruir el museo, considerando en el estado catastrófico en que se encuentra la economía chilena (…). Ese museo fue destruido. La intención que tenemos como fundación es seguir mostrando la creación de la Violeta, pero de otra manera”, dijo hace un año a “El Mercurio”.
El directorio del Museo Violeta Parra, formado por siete personas, deberá deliberar sobre el futuro, independiente de la reconstrucción del edificio. ¿Qué pasaría si se vota un éxodo? La Fundación Violeta Parra cedió parte de su acervo para la exhibición al público en esas instalaciones, aunque el museo es propietario de otras piezas, como la arpillera “La rebelión de los campesinos”.
“La colección del museo se vería muy reducida si hay un retiro. Lo que yo he planteado al directorio es que Violeta Parra no es solo ella. Es ella, sus hermanos y sus hijos. El museo podría ser un espacio para contar la historia de este árbol Parra y sus muchas ramas”, dice el musicólogo Juan Pablo González, de esa mesa directiva. “Yo apoyo que se mantenga ahí, porque el museo debe trascender a la coyuntura política”, agrega.
De la misma idea es Carmen Luisa Letelier, premio nacional de Música 2010 y presidenta del directorio: “Hay que defender este espacio, que es de todos. No podemos dejar que este punto central de la ciudad desaparezca por una situación de protesta. Allí están el museo, el Teatro U. de Chile, el nuevo edificio del Ceac, el centro GAM. Entiendo a la familia que quiera proteger las obras, pero el museo debe continuar. Si es con menos obras, se podría incluir a otras mujeres notables o artistas chilenas”, define.
Y como director del Servicio del Patrimonio Cultural, Carlos Maillet también integra dicha mesa. “Siempre voy a defender el patrimonio. No sería una buena noticia cerrar un museo. Aquí hay un compromiso del Estado con el país. Si las condiciones de la reconstrucción del edificio son satisfactorias, conviene que el museo permanezca allí”.
Dos arpilleras y un mapa territorial
Violeta Parra tenía 17 años cuando bajó del tren en Estación Central, proveniente del Ñuble. Era 1934 y de inmediato tomó contacto con su hermano mayor, Nicanor, que trabajaba como inspector en el Internado Nacional Barros Arana, en calle Santo Domingo.
“Ella llega a la Escuela Normal Superior Abelardo Núñez, en el sector de Compañía y Matucana, y vive con ‘los tíos', sus familiares, en una casa cerca de Quinta Normal. Como consecuencia, circula por el sector de Matucana, que era un barrio ferroviario, con mucha vida nocturna, intensa y peligrosa. Además comienza a actuar en boliches allí”, dice Ignacio Ramos, académico de la U. Mayor. El despliegue de todo ese mapa del territorio de Matucana será parte de una gran exposición del Museo Violeta Parra en salas del Museo de la Memoria, a partir del 20 de diciembre.
En esa muestra se expondrán, además, dos arpilleras nunca vistas. “Justice”, que no alcanzó a mostrarse en Vicuña Mackenna 38 debido al estallido, y sobre todo “La rebelión de los campesinos”, cuya restauración liderada por el conservador Pablo Marfán está finalizando a esta hora en el MAC. “Es la más grande que se conoce: 3 x 2 metros y fue exhibida en su momento en el Louvre. Es la obra más importante adquirida por el museo”, indica Cecilia García-Huidobro.