Les dejo dos notas sobre Violeta Parra publicado el día de ayer en el mercurio, a esto habría que sumarle las paginas que le entregó el The Clinic a Violeta en la edición del Jueves Pasado.
OCTUBRE DE 1966. "Vengan a cantar junto a mí, no tengo plata para gastar en propaganda"
Violeta Parra: su desconocida entrevista cuatro meses antes de su muerte
Alfonso Molina Leiva
Reacia a las notas de prensa, la cantautora conversó durante varias horas con un joven estudiante que escribía en el "Suplemento Dominical" de "El Mercurio", quien llegó a la habitación en que vivía, contigua a la carpa de La Reina.
Desencantada por las pocas personas que acudían a su espectáculo, Violeta Parra narra aquí pasajes de su infancia y juventud y reflexiona con melancolía sobre su quehacer musical, en esta entrevista que transcribimos casi en su totalidad.
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ALFONSO MOLINA LEIVA
En la comuna de La Reina, en el límite aquel en que la ciudad deja de ser tal y empieza a tener su dominio el campo, se encuentra levantada una carpa grande y vistosa con una entrada rústica formada por troncos. Esa carpa es el orgullo de Violeta Parra. Posee un interior amplio con sillas de madera y totora y largos mesones de madera en bruto sobre piso de tierra. "Me gusta sentarme en la tierra porque sé que estoy firme y sentir la naturaleza en mí. Palparla con mis manos y sentirme cerca de ella para poder olerla". "Para mí no hay nada más hermoso que las cosas rústicas, quiero emplear todo lo que la naturaleza da y emplearlo tal como de ella nace".
Llegué un día de lluvia, era temprano y la función no empezaba. No estaba muy seguro de encontrarla allí porque pensaba que aquel lugar era sólo donde iba a cantar, creía que vivía en un departamento en el centro de Santiago. Pero no fue así.
"Así vivo yo"
Me hicieron pasar a la parte trasera de la carpa donde se encuentra una casita de adobes, más bien dicho a una pieza, sólo una, donde ella vive y que compone toda su casa. El recibimiento que me dispensó fue el más extraño del que hasta entonces había sido objeto. Fue algo así como una especie de advertencia a posibles dudas que yo pudiera tener con respecto al lugar donde vive y al mismo tiempo un saludo.
"Adelante", dijo. "Ésta es mi casa, así vivo yo". No sería difícil dar una descripción del lugar, pero más fácil resulta decir que basta con imaginarse una casita de campo, hecha con adobes, de techo bajo y piso de tierra. De ese suelo de conformación irregular, en que los muebles difícilmente guardan una posición nivelada. Estaba recostada en la cama porque, según me explicaba, había trabajado hasta tarde y luego comenzaba a llegar el público y la velada se prolongaría hasta avanzadas horas de la noche. Digo que la encontré recostada en la cama, porque inmediatamente al lado de la puerta se encuentra lo que hace de dormitorio, como asimismo un poco más retirado está el comedor y también unos sillones que representan el living. Todo en una sola pieza.
Sobre la cama tenía unos instrumentos musicales que eran unas guitarras pequeñas hechas con caparazón de animales y de muchas cuerdas, traídas de una reciente gira que había realizado a Bolivia, además de un cuatro venezolano. Su velador lo constituía un tronco rudimentario y las frazadas se componían de unos chales confeccionados por ella misma. Mientras conversábamos afinaba aquellos instrumentos y me contaba que la casa la había construido ella misma. Los adobes los había hecho con barro de su patio y el diseño era propio, así como también había dirigido la obra. "A usted le parecerá extraño todo esto, que viva así, sin lo que otras personas llaman comodidades. Para mí esto es comodidad, me crié en el campo y viví así largo tiempo y jamás cambié mi modo de vida".
La viruela
Cuando quise saber sobre su niñez, me dijo: "No le encuentro mayor interés hablar sobre mi infancia que fue como la de todos los niños, además mucha gente la conoce y no tiene nada de extraordinario. Éramos pobres, somos muchos hermanos y mi padre era profesor de música en un pueblito de Chillán y también algo aficionado a la bebida. Mi primera expresión de actuación en público fue un día en que yo me di cuenta de que no había dinero para alimentarnos. Tomé mi guitarra (no tendría más de 11 años) y junto con mis hermanos menores salí a cantar al pueblo provista con una canasta. Cantamos en la calle y no recibíamos dinero, sino que alimentos y frutas. Pasamos gran parte del día fuera del hogar y ya tarde volvimos con la canasta llena de comida para nuestra casa. Mi madre estaba muy preocupada y nos esperaba intranquila. Cuando llegamos y le narré lo que habíamos hecho, nos abrazó y lloró inconsolablemente y, posteriormente, me dio un gran sermón. No salí nunca más a cantar a la calle y mucho menos a pedir comida".
"Luego nos trasladamos a Temuco, a un pueblo al interior de la provincia. Aquel viaje que realizamos en tren tiene un amargo recuerdo para mí. Durante el trayecto me sobrevino una espantosa enfermedad que no era otra que la temida viruela, la que me contagié en el coche en que viajábamos. Llegamos con grandes esfuerzos al pueblo al que mi padre fue trasladado y pasé muchos días en cama al borde de la muerte. Realmente no sé cómo me salvé". Su rostro guarda hoy las huellas de aquella terrible enfermedad.
"En realidad, no creo que haya más cosas de importancia en mi niñez que recordar, salvo la principal, que fue el gusto por la música chilena, que empecé a practicar en esa temprana edad".
"Escriba lo que ve"
"Quiero que ponga en lo que va a escribir, dijo, todo lo que ve, lo que se hace en esta carpa y lo que presencia la gente que aquí viene. No escriba cosas hermosas acerca de mí, ni aquellas que puedan ser apreciaciones subjetivas, así como también narre exactamente el modo de vida y que su interpretación quede a cargo de aquel que me visita y el que me conoce. Deseo que lleguen a esta carpa y se den cuenta personalmente de lo que aquí se realiza y cómo se canta el verdadero folclore".
"Ojalá que por medio de esta entrevista se invite a todos a visitarme y decirles que vengan a cantar junto a mí, no tengo plata para gastar en propaganda y quiero aprovechar esta oportunidad. La mantención de la carpa y el pago de los artistas me llevan gran parte de las entradas".
Hay una especie de nube sobre Violeta Parra, que no la deja mantenerse tranquila y que es causada por la ausencia de juventud en su carpa. Ellos no van a visitarla, los que van por lo general son matrimonios y gente mayor de edad. Me comenta que lamenta la indiferencia de los jóvenes por estas reuniones de música folclórica, acentuada además porque compuso para ellos una canción con gran cariño y dedicación, especialmente dirigida a los estudiantes.
Narró sus experiencias del viaje realizado a Europa y América y de las atenciones muy especiales que recibió en Francia. Después de largo rato de conversación, tuve que retirarme, porque empezó a llegar público para esa noche. Dejé atrás a esa mujer que ha dedicado íntegramente su vida a la música de nuestro pueblo, que quiso dejar en mí una cordial invitación para todos aquellos que quieren ver y escuchar cómo se canta con real dedicación nuestra música chilena.
La historia de un encuentro inesperado: "Fue una conversación triste"
"No va a querer darte ninguna entrevista. Ella es bien difícil", fue la sentencia lapidaria que le dirigió José María Navasal, entonces editor del "Suplemento dominical" de "El Mercurio", al inexperto estudiante de primer año de derecho que le proponía entrevistar a Violeta Parra, en septiembre de 1966.
Alfonso Molina tenía entonces 19 años y había llegado a "El Mercurio" como estudiante escolar con ganas de escribir, influido por las clases de literatura que recibía del hermano Martín Panero, su profesor en el Instituto Alonso de Ercilla, de los hermanos maristas.
En el diario lo recibió un lacónico José María Navasal, quien le pidió que le trajera sus crónicas, y finalmente se las terminó publicando en la contratapa del suplemento dominical, que luego sería reemplazado por la "Revista del Domingo".
Dos días en La Reina
Molina llevaba doce meses escribiendo entrevistas a personas del ambiente artístico, como Orietta Escámez, Pepo y Octavio Cintolessi. Y pese a los presagios de Navasal, persistió en sus intenciones de entrevistar a Violeta.
"Fui el primer día a ver su espectáculo en la carpa de La Reina. Había muy poco público, unas 20 o 30 personas, en una carpa que podía recibir a mucha gente, sobre mil, calculo. Servían en el interior unos trozos de carne y anticuchos dentro de un brasero, acompañado de sopaipillas, empanadas y un vaso de mistela (un trago en base a aguardiente, canela, palos de membrillo, cáscara de naranja y clavo de olor). El interior de la carpa tenía sillas de totora y mesones sobre piso de tierra".
"Era un encuentro casi familiar, ella conversaba con los asistentes y entraba y salía de la tarima. Cuando terminó, me acerqué con timidez a pedirle una entrevista. Fue gentil, tal vez porque me vio bien joven. Me citó para el otro día, a las cinco de la tarde".
"Al otro día, cuando llegué, no estaba para nada preparada para la entrevista, aún cuando la habíamos acordado la noche anterior. Supuse que estaba descansando en su casa-pieza, seguramente recostada. Ella misma me abrió la puerta y sólo entrar, estaba la cama y un trozo de tronco que hacía las veces de velador".
"Me mostré algo sorprendido porque pensé que estaba cometiendo una imprudencia al entrar a su dormitorio, y ella misma, notando mi actitud, me tranquilizó diciendo que así vivía ella, que ése era su estilo. El hecho de tener la cama tan pegada al suelo era consecuencia del pavor que le provocaban los temblores, que le recordaban el gran terremoto que azotó en 1939 a la ciudad de Chillán".
"Fue un encuentro amable y sincero. Tal vez porque yo era un desconocido se abrió y me relató muchos episodios de su vida. Estuvimos conversando hasta la noche, cuando ella tuvo que irse a hacer su presentación en la carpa".
"Tenía una voz baja y aguda al mismo tiempo. No era una voz impostada ni educada para modular, pero no era ordinaria en sus expresiones. Jamás titubeó al conversar, era asertiva y orgullosa de su obra".
El desamor
Durante cuatro horas, el tono de desencanto de una Violeta que conjugaba humildad y altivez impresionó al novel periodista. "Me hablaba del desamor y la soledad, de que necesitaba a los hombres, pero ellos la traicionaban". Sus fracasos amorosos y su poco reconocido caminar por Chile buscando la música del pueblo constituyeron tópicos recurrentes. También sus composiciones. "Yo no canto tonteras', recuerdo que repetía".
Fue una entrevista triste. "Era joven y quedé muy apesadumbrado. Me demoré como dos semanas en escribirlo". Unos meses después, Violeta Parra se suicidó en la carpa de La Reina, el domingo 5 de febrero de 1967.
"No me sorprendió. Había palpado su desencanto. Lo entendí de inmediato. Creo que fue la última entrevista que dio a la prensa durante su vida. No he visto ninguna publicada con fecha posterior".
Con el tiempo, Alfonso Molina se convirtió en un reputado corredor de la Bolsa de Comercio. Pero no olvida su melancólico encuentro con Violeta, hace ya cuatro décadas.
http://diario.elmercurio.com/2007/09/30/artes_y_letras/_portada/noticias/96CCAEA0-7812-40B7-99A1-12C3C88424F9.htm?id={96CCAEA0-7812-40B7-99A1-12C3C88424F9}
ENSAYO. Vigencia de su obra:
VIOLETA después de vivir un siglo
Juan Pablo González
"Empezamos a trabajar en la casa de Nicanor(...) Ahí nació el proyecto de transcribir a escritura pautada todo lo que había recopilado del folclor, que era una enormidad. Ella había viajado bastante por el territorio nacional. Empezamos a transcribir y a comentar". (Gastón Soublette).
Foto:El Mercurio
El aporte de Violeta Parra radica en transformar una categoría segregante, como es el folclor, en una unificante, como es el arte. Su obra se convierte en fuente iluminadora para todo artista, pues allí se halla la palpitación de la gente más pretérita. Las canciones de Violeta son canciones de su tiempo, de un tiempo de agudos conflictos sociales, que por primera vez eran expresados en forma elocuente por la canción popular.
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JUAN PABLO GONZÁLEZ
Musicólogo del Instituto de Música UC.
En una mesa redonda en torno a la figura de Violeta Parra, organizada por la Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión de la Universidad Católica en 1971, el escritor y antropólogo peruano José María Arguedas afirmaba que Violeta representa uno de los casos más excepcionales e interesantes de cuantos se pueden presentar en el arte latinoamericano. Su aporte radica -señala Arguedas- en haber transformado una categoría segregante, como es el folclor, en una unificante, como es el arte. Su obra se convierte en fuente iluminadora para todo artista, pues allí se encuentra la palpitación de la gente más pretérita, más menospreciada, más segregada, que, por haber creado en ese estado de marginalidad, crea obras que constituyen un mensaje pleno de fuerza, concluye el escritor peruano.
Economía de recursos
En efecto, el legado de Violeta Parra, en una tierra más bien austera en expresiones musicales, consistió justamente en ampliar las influencias de la canción chilena, con una visión más artística que antropológica del problema, incorporando prácticas musicales pretéritas y de otros pueblos de América, siempre dentro de una severa economía de recursos. La canciones de Violeta, atrayentes por su sinceridad expresiva y por su notable factura formal, son canciones de su tiempo, de un tiempo de agudos conflictos sociales, que por primera vez eran expresados en forma elocuente por la canción popular. En su obra poética, musical y plástica, impacta la frontalidad de la crítica, en una tierra de eufemismos; la mezcla del amor humano con el amor divino, en una sociedad católica; y su libertad para vivir y ser mujer, en una época sin feminismos.
Si bien sus canciones surgen del fragor de su tiempo, lo han trascendido con creces, adquiriendo nuevos sentidos para las audiencias venideras. "Gracias a la vida", "Volver a las diecisiete", "Me gustan los estudiantes", "La carta", "Arauco tiene una pena" y "Run Run se fue pa'l norte", por ejemplo, son canciones de amor, de dolor y de lucha, creadas hace más de cuarenta años, pero que mantienen toda su frescura y fuerza original. De este modo, Violeta Parra ejercerá una influencia importante en músicos chilenos de distintas corrientes musicales y sus canciones serán interpretadas tanto por grupos de huasos como por bandas de rock. Sin embargo, será su libertad para mezclar raíces musicales diversas, tocando ritmos chilotes en instrumentos andinos, por ejemplo, la que marcará el camino de las propuestas más originales de la música popular chilena.
Apertura de un manantial
Si no podemos imaginar la existencia de Quilapayún o de Inti-Illimani sin la senda abierta por Violeta Parra, tampoco podemos concebir a Los Jaivas y Congreso sin el despertar hacia la mezcla latinoamericana propuesta por Violeta. Incluso, por su actitud franca, creativa y transgresora, algunos músicos actuales ven en ella el espíritu rebelde del rock en nuestro suelo. De este modo, no resultará extraño que al cambiar el siglo, Alvaro Henríquez, del grupo Los Tres, produzca un CD llamado justamente "Después de vivir un siglo", cita de "Volver a los diecisiete", donde confluyen los solistas y bandas chilenas de rock y pop más destacados de comienzos del nuevo siglo, como Chancho en Piedra, Lucybell, Los Miserables, Mamma Soul, Los Bunkers, Joe Vasconcellos, Javiera Parra y Anamaría Tijoux. Cada uno de ellos con sus particulares modos de aproximarse a la obra de Violeta.
La necesaria ampliación de la paleta sonora y expresiva de la canción chilena, había sido iniciada por Violeta a comienzos de los '50, desenterrando géneros, instrumentos y prácticas musicales sepultadas por el tiempo. "Voy a desentierrar canciones", decía. Es así como recorrió el país recolectando repertorios y formas de interpretación que luego difundirá y fundirá en su propia creación. En ella, habita una conciencia de artista que la hace transitar caminos propios y originales.
Ya sea por la crucial influencia de su hermano mayor, Nicanor Parra; por haber expuesto sus tapices en el Museo de Artes Decorativas de el Louvre; o por vivir artísticamente su vida, Violeta Parra instala un campo artístico y popular propio. De este modo, su obra poético-musical se transforma en el mayor impulso renovador que ha recibido la música popular chilena desde su interior. Esta renovación se entiende al descubrir en Violeta una personalidad artística completa, que no sólo buscó expresarse a través de la música, la poesía y la plástica, sino que a través de su propia vida, la que transformó en un acto artístico, que define muy bien la renovación del ser mujer, de la cultura popular, y de la música chilena en la década de 1960. El drástico fin que Violeta puso a su vida, manifiesta el total control del artista sobre su obra, en la que también se ha transformado su propia existencia.
La aparición de la Nueva Canción en Chile, que alcanzó ribetes de movimiento continental, fue posible gracias a talentos individuales como el de Violeta, al que se sumaron sus hijos Angel e Isabel, junto a Patricio Manns, Rolando Alarcón y Víctor Jara. La mezcla instrumental desarrollada por la Nueva Canción Chilena y su perfil de música elaborada y abierta a la innovación, constituye todo un modelo para el desarrollo de nuevas mezclas y elaboraciones musicales en Chile, país que ha aumentado su apertura a influencias externas desde el retorno de la democracia, pero que se mantiene ante el peligro de permanecer sepultado bajo ellas.
Hoy día, los nuevos cantautores chilenos permanecen confundidos bajo la maraña de sonidos que envuelve la escena musical contemporánea, mientras que el rescate del folclor ha sido sustituido por el husmeo en las músicas del mundo. Si a esto sumamos la enorme circulación musical a la que se enfrenta el auditor actual y la influencia ejercida por el mercado, podremos imaginar a las nuevas Violetas Parra, si las hubiese, desplazadas por la larga fila de estrellas que buscan la fama instantánea en televisión. Los cantautores chilenos actuales se han alejado de la industria musical establecida, cultivando un modo independiente de producción y distribución de su obra, que ha sido parcialmente financiado por fondos públicos concursables. Entre las nuevas cantautoras se destacan Magdalena Matthey, Elizabeth Morris y Francesca Ancarola y, entre los cantautores, Francisco Villa y Gepe.
El imperio del diseño y del remake llegado con la posmodernidad, el pop parece invadirlo todo. Lo hace al amparo de poderosas corporaciones internacionales de la entretención, que repletan nuestros parlantes de booms-booms bien ecualizados. Ante ellos, el cantautor sólo puede mantener distancia. No es que las canciones de Violeta no se sigan cantando, somos nosotros los que no logramos escucharlas.
La próxima exposición de Violeta
Después de muchos años viajando en maletas y paquetes por todo el mundo, de la mano de Isabel y Ángel Parra, la obra visual de Violeta encontró un lugar para que todos los chilenos la pudieran ver. La muestra se realizará en el Centro Cultural Palacio de la Moneda a partir del 8 de noviembre y, según cuenta su directora Alejandra Serrano "se exponen 47 piezas, entre óleos, arpilleras y obras en papier maché, que se dividen en tres muestras definidas temáticamente, las que serán presentadas consecutivamente en un espacio especialmente concebido y diseñado para ello (el primer nivel subterráneo) y que dentro del centro es de gran visibilidad y presencia. Este espacio incluirá también elementos sonoros, audiovisuales y gráficos".
Esto fue posible gracias a un comodato -gestionado por la Corporación del Patrimonio Cultural- en que la Fundación Violeta Parra (comandada por sus dos hijos) entregó hasta 2012 las obras plásticas de la artista al Centro Cultural Palacio de la Moneda, quienes adquirieron el compromiso de dar un alto estándar a su exhibición y, por supuesto, a su conservación (su restauración se realizó por medio de un FONDART). La condición de la exposición es que se realizara sin lucro.
El trabajo, según explica Cecilia García-Huidobro, vicepresidenta de la corporación, ha sido enorme: "Hemos trabajado dos años en ayudar a la Fundación en los términos del comodato y en la implementacion del espacio, y la publicación de un libro que es a su vez el catálogo de la muestra, todo ello con la ayuda de la Ley de Donaciones Culturales y Minera Escondida". Ángel Parra está contento con esa solución: "Esto representa la posibilidad de que el legado sea visto físicamente por todo el mundo, que es lo que mi mamá quería, que la gente se sienta identificada con la cultura popular chilena y que supiera que en ella hay dignidad. Que desarrolle un gusto por Chile".
No se sabe qué ocurrirá después con la obra visual -hasta ahora la menos conocida- de la cantautora. De todos modos, un espacio definitivo se hace imprescindible, pues además de la obra visual, la fundación tiene en su poder los manuscritos y grabaciones, objetos personales y otras expresiones de Violeta Parra.
http://diario.elmercurio.com/2007/09/30/artes_y_letras/artes_y_letras/noticias/D75879A3-2AF7-4DEC-8545-557BB3B5289E.htm?id={D75879A3-2AF7-4DEC-8545-557BB3B5289E}
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