martes, mayo 11, 2010

Javiera Parra: La musa imposible

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Mientras prepara un disco tributo en homenaje a su abuela Violeta Parra, la exquisita cantante chilena redescubre con Estilo una carrera de hitazos melódicos y un presente acústico y original.

Javiera Parra: La musa imposible
Javiera Parra, heredera de una voz a la que ha nutrido de su propio tono.

martes, 11 de mayo de 2010

¿Pop alternativo? ¿boleros cortavenas? ¿homenajes irreverentes a su abuela Violeta? ¿Qué música hace por estos días Javiera Parra?

Como sea, la imposible cantante de AM (la misma que versionó a Franco Simone y Camilo Sesto en ese disco de culto, allá por el 2001) demuestra cada vez más su capacidad de hacer canciones “irrespetuosas”; sobre todo ahora que se ha metido con el cancionero fundamental de ‘La Violeta’ para sacar en este 2010 un disco tributo.

Javiera se ríe y cuenta que, de chiquita, le daba un poco de “cosa” la voz de su abuela. ¿Por? “No sé, creo que deslizaba una pena muy honda, algo que me hacía un eco bastante triste en el corazón. Y tenía al mismo tiempo esa nota campesina y audaz; tardé un buen tiempo en comprender ese sonido ¿cachái?”.

Ni siquiera se conocieron (puesto que Violeta se suicidó un año antes de que Javiera llegara al mundo), pero a través de los relatos de mamá y papá, pudo armarse una abuela íntima detrás del folclore nacional: “Era una madre exigente ¿sabes?, pero no en el sentido autoritario sino en el que alienta la autodeterminación y la independencia de los hijos”.

De aquello, suponemos, la nieta sacó el ‘hazlo tú mismo’. Y así, la muchacha rocker que escuchaba a Beatles, Led Zeppelin y a todo el culebrón en español importado directo a la Quinta Vergara, encontró su destino de cantante pop y se lo llevó puesto en un solo temón al Festival de Viña.

“¿Mi primera canción? ¡Claro que la recuerdo! Fue ‘La ventana verde’, aunque el disco en que apareció lo compuse con Álvaro Henríquez”.

Eran los ‘90. Empatados y a prisa, ambos participaron en el histórico montaje de la “La Negra Ester”, obra del teatral Andrés Pérez, y lanzaron “Corte en trámite”, disco debut producido por Henríquez, que juntó a los músicos más importantes y “solicitados” de esa época en la escena chilena: gente como Roberto Lindl, Cuti Aste, Francisco y Juan Pablo Bosco.

Pero, de todos modos, se comprende que la cantante haya mutado sobre su raíz para dar con un estilo propio y ultrapersonal.

- Pensando en tu pasión por versionar boleros, ¿se diría que sos una...melódica incurable?

- Pues antes nada que ver, fíjate, más bien fui una adolescente súper rockera. Ahora, que tengo 40, puede que me considere más tranqui. Ya era hora de sentar cabeza ¿no?

Cuando Javiera ríe desparrama luz, aún mediante su telefónico encanto. Es fácil imaginar una casa de grandes ventanas en medio del barrio de Provindencia, un hijo ensayando percusiones en la pieza contigua, un celular interrumpiéndola para pedirle ‘¿venís a tocar esta noche?’ y ella concediendo un sí y arreglando los detalles para el toque, a beneficio de los damnificados del terremoto; aunque esté resfiada y tenga que beberse diez tragos seguidos de ron.

- ¿Y cómo está la sensibilidad chilena entre tanto movimiento?

- Hemos vivido algo bien fuerte, a todo nivel. Por un lado, está la pena profunda por todo lo que se perdió en el Sur, tanto dinero, tiempo y estructura que se invirtió desde el fin de la dictadura para sacar esa zona adelante. Y están los familiares muertos, la gente sin casa.

Mucho dolor circulando en la psiquis de un país. Pues de golpe la Naturaleza nos recuerda, en un segundo, que nadie es nada. Creo que también hay que rescatar una lección de humildad y de desprendimiento. No es necesario desvelarse por lo material, lo único que se tiene en verdad es lo que no se toca: el amor de los tuyos, el encuentro.

- ¿Te sentís privilegiada?

- Sí, sobre todo por haber hecho posible el sueño de ‘vivir de la música’. Me encanta todo lo que eso implica: creatividad, viajes, fiesta, amigos.

De hecho, cuenta que hay un argentino (“un cineasta que como fan es bastante excéntrico”) que contrata a Los Imposibles como banda sonora de sus festejos personales sólo para que (le) toquen AM en vivo.

Es obvio que entre Javiera Parra y Argentina hay alto feeling, sobre todo en los bares y festivales del circuito palermitano, donde suele calar desde hace un tiempo con su nueva formación: Malabia.

- ¿Malabia? ¿Como la calle del Botánico porteño?

- Claro. Le pusimos así en homenaje a esa calle. Caímos siempre ahí en Buenos Aires, al departamento de un amigo muy querido. Fíjate qué extraño que nunca hayamos tocado en Mendoza...

Perfecto: de pronto la entrevista de Estilo se vuelve la excusa apropiada para que Javiera indague, preciba y al final prometa: ¡este año vamos para allá!

- ¿Y por dónde va Malabia?

- Ah, no me gusta clasificar, pero podría decir que hacemos un pop alternativo con algunos toques de oscuridad. Puede que suene bastante femenino pero en un sentido más inmediato y espontáneo, no denunciante.

- Es un buen momento para las voces femeninas en Chile ¿verdad?

- ¿Sabes que sí? Hay como un boom, que sospecho existe también en Argentina, en cantantes de todos los géneros. ¿Mi preferida? Pues Javiera Mena ha logrado mucho y creo que Francisca Valenzuela tiene un futuro interesantísimo.

- ¿A vos te ayudó o te pesó el parentezco?

- Ni uno ni otro. Para mantenerte en la escena no hay ningún vínculo que valga. Cualquier fenómeno se vuelve efímero si no devuelves cada espectativa con trabajo, talento y más trabajo, ¿cachái?

Insaciable, el público latino sigue absorbiendo la vena de “AM”, la exquisitez de “La suerte” y la acústica intimidad que desliza desde 2008, entre la cellista y compositora Angela Acuña y el guitarrista Cristián López, con el trío Malabia.

Ahí donde puede “volcar sus influencias extra rockeras y experimentar un sonido de cámara, como más para adentro”. Ajá, si bien no se trata de “mamonearse” (la expresión es cien por ciento suya) se entiende por qué Malabia da temas como “Amor extraño” o “Idiota corazón”. Y cómo es que nació para realizar el soundtrack de películas del nuevo cine chileno tipo “Padre nuestro”.

Pero ella concede que todo viene siendo un descubrimiento de bajo perfil , en clima de pub, con el que se siente más íntima.

- De todas maneras, estuviste en la tele y en la radio, ¿qué tal?

- Siempre fueron proyectos relacionados con la música, presentando bandas o revelando movidas culturales. Me gusta que haya cierta versatilidad en lo que hago, pero ¿actuar? no, no es lo mío. En realidad, yo estudié ballet.

- ¡No! ¿Una bailarina clásica profesional? Podrías coreografiarte en los videos a lo Kate Bush.

- Hago algunas locuritas, pero nunca tantas como ella. Aunque sí me he lucido en las fiestas, seguro. (Risas).

- Pregunta a la cantautora, ¿de dónde salen tus canciones?

- Una vez le preguntaron a la Violeta qué técnica prefería de todas las que trabajaba: la cerámica, el bordado, la escultura o la música. ¿Y sabes qué contestó ella? Dijo: “la gente”.

Y sí. Igual Javiera entiende -mientras desmaleza los recuerdos de la ancestra- que lo folk no quita lo incongruente.

- Entonces, ¿desde dónde versionarla?

- Desde una distancia necesaria, para poder sanamente “perderle el respeto”. Me propuse jugar con sus canciones, hacer de cuenta que me estoy metiendo con cualquier otro compositor y desde ahí intentar iluminar temas ultra conocidos como “Arauco tiene una pena”, como 2Corazón maldito”.

Como sea, sabemos que sabe lo que hace: pues si algo elevó el prestigio internacional de Javiera y Los Imposibles fue su amor a los tributos -primero a Sandro, después a Los Prisioneros, luego a Los Jaivas- para desterrar de un lado u otro de la aduana cualquier estrechez de corazón.
Por Mariana Guzzante - mguzzante@losandes.com.ar


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