jueves, junio 10, 2010

Chile y la música francesa

A raíz de la "Tiersenmanía" ¿Qué pasó con la canción francófona en Chile?:
La música francesa que nos hemos perdido

El éxito de público de los conciertos de Yann Tiersen recuerda, aunque en menor escala, el lugar que alguna vez tuvieron los artistas francófonos en Chile, cuando Aznavour peleaba los primeros puestos de los rankings con los Beatles. Tras los 60, la huella francesa se perdió, pero no desapareció: varios músicos han venido estos últimos años a restablecer ese lazo.

Evelyn Erlij
Escuchar las creaciones más célebres de Yann Tiersen es transportarse inevitablemente a una Francia simbólica o, más específicamente, a las calles parisinas del barrio de Montmartre por donde Amélie, el personaje de la popular película de Jean-Pierre Jeunet, se paseaba acompañada por las melodías de un acordeón y un violín. El éxito de esta música -y del resto del repertorio de este compositor francés- se confirmó en su segunda visita a Chile: las entradas para su presentación del 28 de mayo pasado en el Teatro Nescafé de las Artes se agotaron, por lo que la productora debió sumar dos fechas extras, una en Concepción y otra en Santiago. La prensa habló, incluso, de una "Tiersenmanía".
"Chile es un país muy sentimental y su música tiene ese toque melancólico e introspectivo que llega mucho a la fibra de los chilenos", comenta Philippe Boisier, el productor y músico que trajo al compositor galo a través de su productora No+Studio. "No estoy tan seguro de que haya un interés por lo francés en su éxito, porque hoy la música francesa no se conoce en Chile. He traído muchos artistas de Francia. Algunos han sido exitosos y otros para nada, como pasó en 2008 con Jane Birkin , un ícono de los años 60".
Boisier ha sido uno de los artífices de la presencia de la música de ese país en Chile en los últimos años, ya que gracias a sus gestiones -y con la ayuda de organismos gubernamentales franceses- han pisado suelo chileno una buena cantidad de artistas como Benjamin Biolay , Nouvelle Vague , Olivia Ruiz y Dominique A . Sin embargo, el cancionero francés actual está lejos de ocupar el lugar que tuvo alguna vez en Chile, un país que durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX posó sus ojos sobre Francia y lo convirtió en su principal referente cultural.
Fue tal el afrancesamiento de la alta sociedad chilena hacia fines de 1800, que incluso los antiguos "saraos" -o reuniones de diversión con danzas y música- pasaron a denominarse " soirées ". Más aún, toda la tradición de bailes de salón fue importada desde Francia: valses, mazurcas y polcas-estas dos últimas popularizadas por Chopin en París-, entre otras, son las composiciones que animaron las fiestas de la clase alta nacional.
La música popular francesa, no obstante, viviría su última etapa de esplendor en los años 60. A partir de entonces quedaron atrás los días en que una buena cantidad de artistas francófonos se pelearon con estrellas tan grandes como los Beatles y Raphael los primeros lugares en los rankings , las páginas de las revistas juveniles y los suspiros de las fans .
Quienes vivieron los años 50 y 60 lo recuerdan bien: cantantes como Gilbert Bécaud y Charles Aznavour y galanes como el belga Salvatore Adamo y Hervé Vilard fueron ídolos tan grandes de la música popular como los artistas del mundo anglo. Es más, a diferencia de las estrellas de habla inglesa, gran parte de ellos incluso llegaría a Chile para cantar y desatar, a la vez, los más increíbles episodios de fanatismo de parte de sus fieles fans chilenas.
La hegemonía anglo
El punto de desconexión con esa escena musical se remonta a los años 70, y así como en Chile se pasó por alto toda la discografía setentera de Serge Gainsbourg -"sin él no existiría gran parte del rock alternativo de hoy, desde Air hasta Beck", explica Boisier- y de otros artistas posteriores, lo mismo ocurrió desde la década de los 80 hasta la actualidad. Poco y nada se sabe, por ejemplo, de Les Rita Mitsouko , el gran fenómeno del pop-rock galo ochentero, o de Noir Désir , una de las bandas de rock más famosas de ese país.
"En los 70 la canción francesa atraviesa un momento de reconversión que tiene que ver con una influencia norteamericanizante, al mismo tiempo que Chile pasa por un período en que, después del golpe, se abre al mundo de forma desequilibrada, ya que no hay una atención hacia la cultura popular europea, sino sólo a la norteamericana", explica el historiador Claudio Rolle, uno de los autores de los dos tomos de "Historia social de la música popular chilena".
Aunque afirma que en ese período hubo algunos cantantes que se conocieron en Chile, como Francis Cabrel , Gerard Lenorman -creador de la clásica Michèle - y Michel Sardou , se trata de figuras menores. "En los 70 y 80 Chile deja de comunicarse con Europa también por el aislamiento que produce la situación política. La gente que viene en esos años asume lo que significa cantar en un país con dictadura. Por ejemplo, para la italiana Iva Zanicchi tiene un costo venir a cantar al Chile de Pinochet", comenta Rolle.
Desde entonces -y a excepción de algunos cuantos artistas como Joe Dassin , creador de varios éxitos como À toi y Et si tu n'existais pas -, la música en francés llegaría a los chilenos en pequeñas dosis. Si en los 80 sonaron en las radios éxitos como Ella, elle l'a de una reinventada France Gall, o la pegajosa Joe le taxi, de una adolescente Vanessa Paradis , también hubo espacio para una buena cantidad de one-hit wonders , como Voyage voyage de Desireless e incluso el éxito Ouragan de la princesa Estefanía de Mónaco .
"También llegaron a Chile influencias cruzadas, como Manu Chao con Mano Negra , artistas que tienen una doble identidad, que están en parte en Francia y en el mundo español. Lo que hacen los Gypsy Kings a fines de los 80 también es un suceso de público, de descubrimiento de un ritmo muy mixto y de fusión, ya que ellos también son franceses", señala el historiador de la UC.
Después de los 60, la música francesa no pudo competir con la hegemonía del mundo de la música anglo y su esfera de influencia se redujo principalmente a una pequeña elite movida por una cierta inquietud intelectual, como ya había ocurrido a fines de los 40 y en los 50 con Edith Piaf , Yves Montand , Maurice Chevalier y otras figuras como la musa del existencialismo, Juliette Gréco (su versión de Les feuilles mortes se convirtió en una canción de culto). A diferencia de ídolos como Aznavour, Georges Moustaki y Bécaud, estos artistas no tuvieron interés en adaptarse al mercado hispanohablante haciendo versiones en castellano de sus éxitos. "El francés siempre ha tenido esa aura de idioma culto, vinculado a la cultura y el refinamiento, por lo que este tipo de artistas francoparlantes impactaron mayormente entre los más entendidos", comenta el musicólogo Juan Pablo González.
"Hay un tema de segunda línea, pero constante en la presencia francesa en Chile y que tiene que ver con la fascinación que producen en el plano intelectual los ambientes parisinos", considera Rolle. De aquí que toda la llamada chanson à texte -con letras elaboradas, cargadas de poesía y a veces de humor- de grandes como Georges Brassens , Jacquel Brel y Serge Gainsbourg haya impactado poco la escena nacional y se haya limitado a un sector bilingüe, y por lo tanto, más elitista.
El músico Eduardo Peralta, autor de numerosas traducciones de Brassens al español, es el mayor ejemplo de esta influencia, aunque asegura que no es el único: "(Están) los que han vivido en Francia, como Quilapayún, los Parra, Los Jaivas, Mariana Montalvo, Cacho Vásquez, Patricio Manns -cómo no pensar en (Leo) Ferré al oír algunos de sus clásicos- y el gran Desiderio 'Chere' Arenas, quien le debe mucho a Renaud, Gainsbourg y a la mejor canción de autor gala", enumera.
Del amor al cliché
A pesar de la pérdida de espacio que tuvo Francia en las últimas décadas en la música popular, Chile y la canción gala sí vivieron una etapa de enamoramiento. Lo demuestran las visitas ilustres que recibió el país desde los años 40 en adelante, entre las que se cuentan grandes estrellas de la chanson como Henri Salvador , Charles Trenet , Jean Sablon y Gilbert Bécaud , quien era "el favorito" del cantante chileno Antonio Prieto.
Más adelante se sumarían Aznavour, Adamo y Vilard, la última gran estrella francesa en el Chile de los 60. Mientras el primero todavía es dueño de uno de los más grandes récords de venta de la historia de la Feria del Disco, el segundo fue capaz de congregar a 7 mil fans en el aeropuerto de Santiago en 1968 y tuvo casi 40 canciones en los rankings entre 1966 y 1970.
Todos ellos importaron el modelo del chansonnier , "esa mezcla entre cantante y actor que dramatiza la letra de sus canciones -señala González- y que adopta el concepto del recital como espectáculo, el que más adelante explotarán Buddy Richard, José Alfredo Fuentes y Gloria Simonetti", los tres artistas chilenos que graban discos en vivo a fines de la década del 60.
Dando un salto hasta la actualidad, ni el éxito de Tiersen ni la mayor presencia en Chile de artistas franceses hoy -en las radios y en recitales, desde bandas como Louise Attaque y Holden , hasta cantantes como Yelle que se hicieron famosos vía MySpace- tienen que ver necesariamente con un resurgimiento de esta tradición en el país, sino con el escenario distinto que hoy existe mundialmente en la industria de la canción gracias a la aparición de internet, principal ventana a la música de todo el orbe y gran motor de la segmentación del mercado musical.
"Como productor y músico me he dado cuenta de que Chile es un país donde hay muchos artistas que son de culto. Mañana puedo traer un grupo que sea desconocido, pero si es de culto, voy a atraer mucha gente. Eso explica por qué los conciertos de Yann Tiersen fueron tan exitosos", opina Philippe Boisier. "Ese es el mercado que hay que tomar, ya que el interés del chileno tiene que ver más con el artista que con el país de donde viene. Nos dimos cuenta de que la música francesa como eslogan era un cliché muy grande".
Aunque ya no se puede hablar de un interés particular por lo francés en lo musical, el hecho de que en las últimas décadas las radios chilenas hayan dado espacio tanto a músicos y bandas de ese país consagradas a nivel mundial - Daft Punk , Air y Justice en la música electrónica, por ejemplo-, como a figuras menores -desde el pequeño Jordy con su (in)olvidable C'est dur d'être bébé! hasta la popera Alizée , surgida de un programa de talentos- es porque el rastro de Francia en lo musical no ha desaparecido. Así lo explica Rolle: "Lo francés en la música popular tiene un sello que nunca se ha perdido, ya que hasta hoy tiene en Chile un espacio de culto especial".



El "hijo" chileno de Brassens
"Francia es uno de los pocos países que reconocen a sus trovadores de excelencia como poetas. Georges Brassens recibió el Gran Premio de Poesía de la Academia Francesa", cuenta Eduardo Peralta, el cantante y compositor chileno que ha traducido más de 60 de canciones de este grande de la chanson à texte francesa, caracterizadas por sus letras poéticas cargadas de humor e ironía. Cada lunes -y desde hace 11 años- presenta su repertorio en El Mesón Nerudiano. "Ya van 427 Lunes Brassensianos ", detalla Peralta. Al repertorio creado por él y al de Brassens, se suman versiones suyas de Leo Ferré, Jacques Brel, Francis Lemarque, Boby Lapointe, Félix Leclerc, Boris Vian y Georges Moustaki.
Esta perseverancia francófona le ha valido dos importantes premios de Francia: la medalla Chevalier des Arts et des Lettres -que entrega el Ministerio de Cultura de Francia- y el Grand Prix Sacem (Sociedad de Autores, Compositores y Editores de Música de Francia) al repertorio francés en el extranjero, galardón que han recibido, entre otros, Nana Mouskouri.
Durante junio, los Lunes Brassensianos tendrán sólo invitadas mujeres: el 7, Sol Domínguez ; el 14, Pascuala Ilabaca, y el 21, Cecilia Astorga .


http://diario.elmercurio.com/2010/06/06/artes_y_letras/_portada/noticias/DD10DA6B-169E-4BA2-B42B-46C7829B8181.htm?id={DD10DA6B-169E-4BA2-B42B-46C7829B8181}


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