viernes, julio 16, 2010

Premio Nacional de Música: el galardón que margina a los artistas populares

En agosto se entrega el reconocimiento que desde hace 66 años se da casi sin excepción a los compositores clásicos y ligados a la academia. La regla la rompió por única vez Margot Loyola en 1994 y la lista de los grandes ausentes es larga y emblemática, desde Violeta Parra a Luis Advis. En el ámbito docto también hay figuras pasadas por alto: Juan Pablo Izquierdo es el caso más evidente.

POR RODRIGO GONZÁLEZ M. - 16/07/2010 - 09:37

El compositor Vicente Bianchi tiene 90 años y ha sido postulado 14 veces al Premio Nacional de Música. Dice que nunca ha estado remotamente cerca de ganar y que a estas alturas ser nominado otra vez por unos amigos le hace "un poco de daño, porque uno sufre cuando de nuevo no se gana". Autor de 150 composiciones (entre ellas, musicalizaciones de varios poemas de Pablo Neruda y de la Misa a la chilena) y orquestador de La pérgola de las flores, este músico de formación clásica e instinto por lo popular siente que el Premio Nacional de Música es un terreno prohibido a la música chilena popular.

"Se los reparten los mismos de siempre, señores que hacen una música respetable, pero que nada tiene que ver con Chile", dice Bianchi, que además ganó dos veces el Festival de Viña el Mar en el rubro folclórico.

A comienzos de agosto se entrega nuevamente el galardón, que según establece la ley se le da al "chileno que por su excelencia, creatividad y aporte trascendente a la cultura nacional se haga acreedor". Desde su creación en 1944, el reconocimiento ha ido a parar indefectiblemente a manos de músicos doctos y dentro de este ámbito, sobre todo a compositores, pasando a un segundo término los intérpretes. Sólo en el año 1994, la folclorista e investigadora Margot Loyola rompió la norma y se transformó en la excepción que confirmó la regla.

Cada dos años, un grupo de artistas postula nuevamente a este premio de vocación clásica. Los nominados suelen repetirse (Patricio

Manns y Roberto Bravo otra vez están en carrera, al igual que Bianchi) y las esperanzas siguen siendo tan exiguas como de costumbre.

"A mí este año me postula la Universidad Andrés Bello, pero francamente no tengo ninguna esperanza de ganarlo", dice el pianista Roberto Bravo, hombre de abultado currículum internacional, formado, como Bianchi, en el territorio clásico e intérprete indistinto de repertorio popular, folclórico y serio.

Sobre este evidente sesgo por lo docto, el compositor, docente de la Universidad de Chile y último Premio Nacional, Miguel Letelier, tiene una opinión bastante clara. "Entiendo que el espíritu de este premio está orientado a la música clásica y a la creación. Por eso me parece que debería mantener ese estatus. Diversificarlo y crear otras categorías sería desparramar un poco la cosa. Por eso la música popular tiene otros reconocimientos como el Festival de Viña, el Festival de Olmué o el Altazor", argumenta Letelier, quien este año integrará el jurado compuesto por el ministro de Educación, el rector de la Universidad de Chile, un miembro de la Academia de Bellas Artes y un representante del Consejo de Rectores.

El caso de Letelier (cuyo padre, Alfonso Letelier, ganó el Premio en 1968) es bastante particular, sobre todo porque este año la candidata de la Universidad de Chile para el premio es su hermana, Carmen Luisa Letelier. "Como soy familiar me abstendré de votar en esta oportunidad", dice quien además es primo del director Max Valdés.

Justamente, este último difiere en el juicio de Letelier a la hora de diversificar las categorías del reconocimiento. "Pienso que sería bueno ampliarlas, como sucede en España, por ejemplo. Allá se entregan distinciones a compositores y a intérpretes por separado. También se debería reconocer de alguna manera la labor de los jóvenes talentos", explica Valdés, quien en cualquier caso entiende que este galardón está "orientado a la música culta".

Desde la Universidad de Chile (el organismo que acumula la mayor cantidad de ganadores), la decana de la Facultad de Artes, Clara Luz Cárdenas, se abre a premiar con más frecuencia a los intérpretes y también a otro tipo de música. "Creo que lo que debe primar siempre es la calidad. En ese sentido, jamás me opondría a reconocer a un intérprete (sea director de orquesta como Juan Pablo Izquierdo o cantante como Verónica Villarroel) o a un creador popular o folclórico", dice la académica y pianista.

Desde la otra orilla

Aunque parece que el Premio Nacional de Música tiene un instinto clásico irremontable, para muchos es simplemente insólito que nunca se reconociera la labor de Violeta Parra o Víctor Jara, así como tampoco la de Luis Advis, compositor que sí nadó con similar habilidad en las aguas doctas y folclóricas.

"Es probable que el movimiento conocido como la Nueva Canción Chilena, surgido a mediados de los años 60, sea el cambio más grande sufrido por la música chilena en el siglo XX. Sin embargo, este fenómeno simplemente no existió para el Premio Nacional", recuerda Horacio Salinas, líder de Inti-Illimani, grupo emblemático de tal movimiento.

"Por algo se llama Premio Nacional de Música, no de Música Docta: no tiene apellidos. Sin embargo, el jurado que premia muchas veces privilegia los intereses de ciertas familias chilenas antes que a Chile. Van a pensar que hablo así porque nunca me han dado este reconocimiento, pero no puedo dejar de decir que el premio debería considerar antes que nada la calidad y la influencia de los creadores", agrega Salinas, quien apunta a un hecho curioso en el caso de Miguel Letelier. "Cuando el señor Letelier ganó en el 2008, apareció en la prensa hablando de lo mucho que conoció a Violeta Parra, como si se tuviera que apoyar en ella para demostrar que era merecedor de algo. Y Violeta nunca ganó nada: eso es, por lo menos, paradójico", agrega.

Protagonista de la misma escena que vio crecer a Inti-Illimani y Quilapayún, Patricio Manns es otro candidato de larga data.

Manns entra en carrera esta vez respaldado por la Universidad de Playa Ancha y, a diferencia de Bravo o Bianchi, se tiene fe. "Mi carrera supera holgadamente los 40 años y debería ser reconocida por este premio que tiene que volver a ser anual, categoría que le quitó Salvador Allende en 1970. En el extranjero no se conoce a Chile a través de sus

gobernantes, diputados, senadores o personal de oficina, sino por sus artistas", dice el cantautor y escritor, quien es partidario sólo de distinguir a creadores, dejando a un lado a los intérpretes.

"Una cantante lírica no debería competir en esta categoría, como sucede este año con Carmen Luisa Letelier. De ser así, también tendría que competir Lucho Gatica, Antonio Prieto y otros. Además, me parece increíble que se postule a la hermana del ganador del premio anterior", remata el autor de Arriba en la cordillera.

El pianista Roberto Bravo lleva 12 años postulando y cree que una de las principales falencias del reconocimiento es la escasa claridad de lo que se debe premiar. "A mi juicio hay que reconocer la trascendencia del artista en el espíritu nacional, la marca que deja en el país. Y si se revisa la lista de los premiados, vemos que está llena de gente totalmente desconocida, que no tiene conexión con el país. Por otro lado habría que considerar el reconocimiento que los artistas chilenos tienen en el exterior, su currículum mundial. En ese sentido, es inconcebible que nunca se lo hayan dado al director Juan Pablo Izquierdo, quien ha hecho tanto por la música dentro y fuera de nuestras fronteras", explica.

Calificado de elitista por los músicos populares y defendido en las aulas, el Premio Nacional de Música es considerado un combate perdido para muchos de los que postulan una y otra vez. Sin embargo, saben que es necesario dar la batalla: tal vez en el año del Bicentenario se mire más hacia el Chile de la calle y no al de las universidades.


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