jueves, septiembre 23, 2010

Adanowsky

Escrito por América Pacheco
para La mosca en la Red

Escrito por América Pacheco   

Poesía, esperanza y amor

El antiguo Ídolo en el Lunario
Fotografías de la autora.
Fénix. Ese fue el nombre con el cual el mundo conoció a Adán Jodorowsky en Santa Sangre, filme escrito y dirigido por su padre, Alejandro Jororowsky, en 1989. Adán contaba con tan sólo diez años de edad; sin embargo, en un arrebato de carisma e ingenuidad, logró robarle la película al protagonista, su propio hermano Cristóbal, quién interpretaba al atormentado y retorcido Fénix en su adultez. La cinta consiguió, gracias a esta entrañable dupla, penetrar en los recovecos del subconsciente del espectador y conmoverlo de manera irreversible.
Músico, compositor, bailarín, acróbata, actor. Polifacético. En torno a la vida de Adán se ciernen diversas afirmaciones, muchas de ellas presuntuosas. Como que James Brown le enseñó sus primeros pasos de baile o que aprendió de George Harrison sus primeros acordes de guitarra y que ser hijo del cineasta-dramaturgo-psicomago-actor-guionista lo dotó per se de cierta aura mística. Hijo de chileno y mexicana, nacido en Francia, educado entre México, Europa y Sudamérica, ciudadano nómada. Lo cierto es que Adán Jodorowsky no es un tipo convencional. Nadie en su estirpe lo es.
Su primera incursión en la música fue como bajista en la banda de punk Hellboys, así como músico de artistas como Farol Poupaod. Bajo el nombre artístico de Adanowsky, en 2007 lanzó en París su primer disco como solista, Etoile Eternelle (Dreyfus Records), compuesto por doce temas, de los  cuales ocho eran interpretados en idioma galo y cuatro en español, además de formar parte del soundtrack de la película que marcó el debut como directora de la francesa July Delpy: Two Days in Paris (en la que tuvo un papel especial).
En 2008, presentó en México (en el Lunario del Auditorio Nacional) su álbum El ídolo (Noiselab Records), versión en español deEtoile Eternelle editada especialmente para Hispanoamérica y España. Adanowsky se reinventó a sí mismo, al crear a un personaje seductor, adornado vistosamente con lentejuelas y zapatos de charol y cuya ambición de estrellato en el showbizzmusical se cuenta a manera de fábula (moraleja incluida) track por track. Un disco trepidante, salpicado de toques funk, disco, de sonidos inconfundibles de sensual cabaret parisino. Espléndido trabajo, a pesar de no incluir dos de las canciones más logradas del disco debut: “Chanteur a Bobos” y la versión exquisita de “Compagnion du ciel” (pieza que denota una influencia muy marcada de Leonard Cohen).
En 2009, regresó al Lunario para exhibir su vistoso show “La muerte del ídolo” y declaró que daría fin a su personaje: “Hoy, los ídolos, los cantantes, son los nuevos dioses; por eso quiero mostrar que también los ídolos son mortales… La fama es efímera, se puede acabar al día siguiente, no me interesa realmente eso. Me gusta mucho para el ego,. Tú estás a gusto cuando te dicen que les gusta tu trabajo. Lo importante es la creación, escribir, estar activo e ir creando todo el tiempo. Si te amarras sólo a la fama, después ya no existes”. Lo cumplió. Dio muerte de forma simbólica al Ídolo en un espectáculo estrambótico y efecticista. Echó mano de voluptuosas bailarinas, sangre sensualmente derramada sobre cuerpos femeninos, rituales vudú, demonios, enanos, vellocinos de oro, la oscura muerte alada, una cruz y un ataúd. El público sopló las cenizas del ave mítica sólo para traerlo de vuelta al escenario en completa desnudez. Metáfora perfecta del Ave Fénix.
10 de Septiembre 2010. Lunario del Auditorio Nacional. Adanowsky presentó su más reciente disco, Amador*, álbum que no tiene semejanza alguna con sus dos anteriores trabajos: las letras y la música fueron compuestas en su mayoría por él mismo y por Alejandro Jodorowsky, así como una colaboración especial de Devendra Banhart (“You Are the One”). Melancolía, dolor, llanto, collares de lágrimas a modo de perlas retumbaron en las paredes del recinto de Reforma. Poesía, esperanza y amor. Sonidos folks, psicodélicos, de música soul. Las lentejuelas, los sensuales movimientos de cadera y los bailes acrobáticos quedaron atrás, para dar paso a un ambiente plagado de color rojo y dorado, flores y guitarra acústica.
Atmósfera hipnótica. Cada asistente vibró con la caricia del suave piano. Las más coreadas de la noche fueron “Sol con corazón”, “Niña roja”, “Si aún quieres”, “Amor sin fin”, pero sobre todo “Déjame llorar”, canción de la autoría de Alfonso Esparza Oteo y que todo aquel que haya visto Santa Sangre comprende su profundo significado, porque le recuerda el despertar y mirar el horror y que la conciencia de la realidad suele venir acompañada del más doloroso sentimiento, que la locura a veces nos salva, que la ignorancia nos rescata de nuestros propios demonios y recuerdos cuando estos son imposibles de soportar. Las lágrimas invadieron al Lunario.
El sensual y rítmico cover de “J’aime tes genoux” de Michel Bernard creó el ambiente festivo; no obstante, cuando apareció justo en medio del escenario un inmenso pánel traslucido –en el que se permitía observar cómo la silueta del cantante cambiaba sus ropas para colocarse la ya emblemática chaqueta de lentejuelas para dar paso a “Me siento mal”, “El ídolo” y “Estrella inmortal” –, la locura fue absoluta.


Al final de la presentación, apareció de súbito Cristóbal Jodorowsky, para unirse en conmovedor beso y abrazo a su hermano menor. Fénix niño y Fénix adulto actuaron juntos por primera vez en un escenario, acompañados por una guitarra. El público no paraba de aplaudir. ¿Quién dice que el amor es intangible, quién dice que el amor no puede verse?
Adán. Hombre astuto. Hombre Fénix. Hombre iluminado. El juego de almas ha terminado y, aun así, no ha alienado al mundo de los sueños. Sigue ardiendo, sigue renaciendo.
*Amador es una producción de Rob y Adán Jodorowsky, grabado en París, Francia, mezclado en Los Angeles y distribuido en México por Emi Music.

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