domingo, julio 03, 2011

Nuevo aporte de Margot Loyola:"La cueca está viva, pero no son buenos tiempos para ella"

 
El Mercurio

En "La cueca, danza de la vida y de la muerte" , la maestra despliega las experiencias que ha acumulado en sus casi 93 años de vida en torno a un baile que todavía no sabe cómo aprendió.

IÑIGO DÍAZ

"Según la persona que está al frente es cómo yo voy a bailar. Si el hombre se defiende, yo soy agresiva. Si es un muchachito del campo que no mira porque tiene vergüenza, yo bailo su cueca. Puedo bailar muchas cuecas distintas. A mi marido le tiro el pañuelo al suelo: ¡tooooma!", advierte Margot Loyola, la más importante investigadora y proyectora folclórica, próxima a cumplir 93 años de edad.

Bien lo sabe Osvaldo Cádiz, académico y director del conjunto de proyección Palomar, pareja de Margot Loyola en el baile y en la vida. Por más de 50 años han recorrido Chile juntos, registrando costumbres y folclores en la geografía de norte a sur. Esa experiencia se ha traspasado a una serie de libros que hoy tiene su último volumen temático: "La cueca, danza de la vida y de la muerte" (Ediciones Universitarias de Valparaíso).

"La cueca va a cumplir 200 años, según los estudios del argentino Carlos Vega", dice Margot Loyola. "Su origen está en el norte de Perú. Se llamaba zamba clueca. El zambo es la mezcla de negro con indio, y clueca es la gallina agresiva cuando va a empollar. A lo mejor la mujer era tan agresiva que alguien dijo 'esta es una zamba clueca'", explica Cádiz.

El nombre del baile siguió evolucionando. De zamba clueca pasó a zamba culeca, luego a zamba cuca y finalmente zamacueca. "Así fue como llegó a Chile, hacia 1850. Aquí se cantaron zamacuecas de origen peruano y después se empezaron a escribir zamacuecas chilenas, hasta que el nombre quedó en cueca. Se le llama 'la chilena' o 'la chilenita'", cuenta el folclorista.

El libro tardó cuatro años en escribirse. Tiene 300 páginas y está dividido en tres capítulos, presentados como "pies de cueca". El primero recoge reflexiones, testimonios de la recopilación en terreno y bitácoras de viaje; el segundo aborda los elementos específicos del baile, la música y el canto; y el tercero detalla las transcripciones de 109 cuecas que la investigadora ha conocido desde 1941, cuando actuaba con Estela Loyola en el dúo Las Hermanas Loyola.

Tiene además un apartado que se titula "estribo", vale decir "la cueca de los picados", la que se baila cuando el huaso está a punto de poner el pie en el estribo para retirarse de la fiesta. Incluye un documental en DVD y cuatro discos con 147 registros fonográficos históricos de cuecas cantadas por cultores, intérpretes, el conjunto Palomar y la propia Margot Loyola.

"Esta es una danza que está viva y muestra la gran diversidad expresiva a lo largo del país", dice Cádiz. "De Arica a Magallanes" es una expresión que se queda corta: un mapa en la última página del libro señala la existencia de la cueca entre Putre y Porvenir, en Tierra del Fuego. "Como está viva va sufriendo transformaciones. Hay tantas cuecas como chilenos. Lo que no pensábamos que iba a ocurrir años atrás, está ocurriendo ahora con la inclusión de instrumentos electrónicos", explica Cádiz.

Margot Loyola agrega: "Pero es una época difícil para la cueca. Es la época del desconcierto, de la soledad. Todo eso se va transmitiendo a través de la danza. Las familias se terminan muy luego, antes permanecían mucho tiempo. Yo noto eso a través del país. La cueca ahora se apura, antes era más lenta. La era de la carreta quedó atrás. Es la cueca que le tocó vivir en este siglo. El futuro es difícil: demasiada máquina y poca alma".


Chiloé: la cueca es libre
En sus recorridos, los folcloristas han hecho en Chiloé notables hallazgos. En el archipiélago es donde mejor se conserva la tradición, tal vez por su carácter insular, pero también descubrieron allí importantes variaciones de la cueca predominante de 48 compases.
En 1961 Margot Loyola viajó por primera vez a Chiloé. "Encontré cuecas de 52 y 56 compases. Las cuecas comunes tienen una copla, cuarteta o redondilla, luego la seguidilla y el remate. Allí había cuecas sin coplas y sólo con seguidillas, cuecas largas. Bailé con un chilote en una fiesta: me di ocho vueltas (en la cueca común se dan tres). Le dije 'señor, esta cueca es muy larga, me di ocho vueltas'. 'Así es por aquí, señora. Nosotros le vamos agregando estribillos y por cuatro estribillitos, cuatro líneas que le agregamos, usted se tiene que dar una vuelta más', me contestó. Y eso es como uno quiere y cuando uno quiere. Nunca es igual. En Chiloé, la cueca amerita un estudio específico".

La carga erótica del pañuelo
Se lo ha visto en las manos de las formas y los movimientos más diversos. No hay una sola posición para sostenerlo. "El pañuelo no tiene un lenguaje. Cada uno lo maneja como le dicta el corazón", dice Margot Loyola. "Sirve para comunicarse con la pareja. Es la continuación de la mano. No puedes tocar a la dama con la mano, pero sí con el pañuelo", agrega Cádiz.
"Con el pañuelo le puedes decir a la mujer lo que estás sintiendo. En Valparaíso hemos visto hombres con el pañuelo en el pantalón apuntando hacia adelante. Está clarísimo lo que quiere decir, ¿no?", explica Cádiz. "Como corresponde no más", completa Margot.
Una de las parejas de baile que la folclorista más recuerda es el cuequero Hernán Núñez Oyarce, pionero de la cueca brava. "Le tiré el pañuelo al piso, para desafiarlo. ¿Sabes lo que hizo él? Se echó al suelo, lo tomó con la boca, le dio un beso y me lo entregó, 'tome señorita'. Me deshizo. Era un supergalán. Antes de bailar me decía 'muéstreme la rodillita, Margot'. Yo se la mostraba".

                                                

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