Cuesta hablar con Tito -Humberto Waldemar AsdrÚbal Baeza- Fernández. Siempre dice algo y agrega que eso no lo puede contar. Pero reconoce que le debe la vida a mucha gente: A Víctor Jara, a gente de la tele; quizás hasta a Álvaro Corbalán en los tiempos en que estuvo preso post golpe de Estado. A sus 71 años, repasa su trayectoria, sus experiencias y contactos con seres del espacio, sus incursiones en el estudio de la sicología y los difíciles años que vivieron los artistas chilenos en dictadura.
Fotos: Alejandro Olivares
Tito Fernández está de pie detrás de su escritorio. De las paredes cuelgan discos de oro, platino, gaviotas del festival de Viña, galvanos y reconocimientos varios. Las estanterías están llenas de cassetes con grabaciones antiguas, libros y todos sus diarios de vida estampados. Ya va en el tomo 76. Frente a él, el Libro rojo de Carl Jung. El Temucano lo muestra con orgullo, página por página. Corre la brisa fría del aire acondicionado.
-Yo estudié sicología, pero me gusta la sicología transpersonal, que es la sicología del siglo XXI, que va más allá de la persona, esa me gusta. Este libro rojo que escribió Carl Gustav Jung se refiere al espíritu y todo lo demás -explica.
Le das mucha importancia al tema de la vida espiritual…
-Indudable. Tampoco niego la sicología tradicional. Los cabros (las movilizaciones estudiantiles) tienen razón, pero ellos son jóvenes. Yo alguna vez fui joven, entonces los entiendo. Nosotros hicimos muchos cambios, incluso intentamos hacer un cambio social enorme en América Latina y nos pararon de la peor forma, ayudados por el gran hermano, que es el policía del mundo, ¿cierto? Claro, ahí estaba con sus buques en Valparaíso por si no resultaba esto. Pero nadie habla de eso. Nosotros los viejos que vivimos esa época sabemos que es así. Íbamos bien, pero es difícil luchar con esas condiciones, contra la oligarquía, contra el capital.
¿Has escuchado la última canción de Álvaro Corbalán?
-No.
Te pregunto porque he leído que eran amigos.
-No, nos conocíamos, porque él era músico, iba a las peñas y era fanático de El Temucano. Un milico más fanático de El Temucano. Nadie sabía lo que venía.
¿Y después de lo que vino, siguieron amigos?
-No. Una vez lo vi. Tal vez le debo la vida. Fui a decirle que existe una ley universal que se llama causa y efecto. Y lamentablemente quedamos en bandos opuestos. Fui a decirle eso. Tal vez le debo la vida, yo creo que sí, no lo sé. Pero había que hacerlo, son círculos que hay que cerrar. Algunas cosas te puedo contar…
¿Qué cosas?
-No sé, son complicadas, puede crear todo un asunto, no tengo documentos, no tengo nada. ¿Sabes la cantidad de veces que salí del país a buscar dólares para hacer cosas acá? Qué cosas, esas no te las voy a decir. Traje montones. Y los chilenos exiliados que pagaban una tremenda entrada para ir a ver a Tito Fernández, no tenían idea de dónde iba a parar esa plata.
¿Y adónde iba la plata?
-A muchos lugares. Te puedo nombrar uno o dos.
¿Por qué tanto secretismo?
-Porque es muy peligroso.
Pero si ya ha pasado tanto tiempo.
-No, no ha pasado nada. Esto se levanta mañana de nuevo.
¿Crees que este año se viene fuerte la cosa?
-Sí. Y muy fuerte, más que el 2011. Dos cosas que se hicieron con esa plata que yo traje tantas veces: los comedores infantiles, el Taller 666. No fui el único, fui uno de los que tuvo que hacer cosas, pero ese no era mi trabajo groso en eso. Mi trabajo era el otro, el más complicado. No te olvides del papelito ese, “no te asiles, compañero”. Te necesitamos. Ése si que era un trabajo grueso, peligroso. Nosotros le llamábamos “la línea roja”.
¿A qué?
-A eso, a vivir haciendo eso. Cuando salió la película “La delgada línea roja” la fui a ver al tiro. No se parecía, pero sí se parecía. Era de militares que mandaban a los más jóvenes a morir, para saber qué poder tenían los otros. Como decía yo en una canción, en una guerra no gana nadie, pierden todos. Era un poco eso. Pero como nadie sabe, nadie nos ha dicho siquiera muchas gracias. Nadie.
2012
¿Qué me dice del fin del mundo?
-Jajaja. Yo creo que sí empieza un poco el fin del mundo, pero no del planeta Tierra. Se derrumban las estructuras. Éste es un fenómeno mundial. ¿Por qué le han dado tan poca importancia a que un diario haya declarado personaje del año mundial a la Camila Vallejo? De Chile, un país que está al final. Las estructuras se van abajo. Todo es un misterio y no puedo meterme en eso, hay que dejar que la vida suceda. Si los jóvenes llegan a votar, no van a reelegir a nadie. Si les importa un carajo, vamos a tener a los mismos de siempre. La Tohá está bien, que me perdone, yo siento gran admiración por ella, pero ella es una vieja pa’ la política. De las viejas esas que son capaces de golpear la mesa y poner las directrices. Fulvio Rossi también, fíjate qué curioso, jajaja. Esos son los viejos. Ahora vienen los nuevos. ¿Cómo se llaman? ¿Qué hace Cardemil ahí? ¿Es que la gente no se acuerda cuando salía a decir las cosas del gobierno militar? ¿Qué hace ahí? ¿Puede un juez llegar a la Corte Suprema de un país en democracia, después de haber sido parte de los tribunales de guerra? Puta, defendamos la democracia, será como el forro, pero es lo mejor que tenemos.
Hablemos del episodio en la Pampa del Tamarugal, de ese encuentro ovni…
-Ah pero no fui sólo yo. Éramos cinco personas y le dieron conmigo porque era más popular, más asequible a la masa. Marcelo (Hernández) entró a hacer Cachureos y se hizo muy famoso pero ya no estaba tan al alcance de la masa, yo sí. Si me preguntan, yo jamás hablo de eso.
¿Por qué?
-¿Por qué tendría que estar hablando de eso? Es como salir a hablar de mí. Si alguien me pregunta, le contesto; no le voy a dar más color. Naquever. A mí me cambió la vida y era que no, si después de eso que uno ve, queda imposibilitado de decir “eso no puede ser”. Así que dime lo que querái y yo te voy a decir, “sí, puede ser”. Para mí después de eso no hay ninguna cosa que no pueda ser.
¿Después de ese encuentro, hubo algo más parecido?
-Sí. Durante varios años, sueños muy raros. Ahora, después de estudiar sicología, conozco algo de eso. Todo aquello que está almacenado en el subconsciente. Son mensajes profundos de vida. Así llegué a escribir un libro que nadie va a leer, sólo por fuera nomás. Cuando yo me muera, mi último deseo va a ser que me quemen con él.
El Temucano toma de su biblioteca un mamotreto empastado en tapas de madera que tienen diseños extraños. Hay formas humanas y una especie de cultrún. Tiene 1496 páginas, más un anexo de referencias. No quiere mostrar lo que dice en él, en sus hojas escritas entre máquina y manuscritos. Dice que ese ser en forma de ángel que se les apareció durante una gira en el norte en 1974 a él, Gloria Benavides, Marcelo Hernández, Patricia Chávez y Jorge Cruz, le dictó este libro en sueños.
¿De qué se trata ese libro tan grande?
-Eso es lo que todos quieren saber, pero se va conmigo. Lo interesante es que este libro, ya está todo en el comercio, en libros, hoy. Algunos son famosos, y aquí está escrito de aquellos años. Habría que traer un perito para que compare. Yo le llamo “el libro de las tapas de madera”, no tiene nombre. Hay muchas cosas ahí que se hicieron famosas después en el supermercado del esoterismo, cosas que están escritas ahí a la pata. Pero a nosotros todos nos cambió la vida. Todos cambiamos. Yo aprendí a leer en el cielo…
¿Cómo?
-Las estrellas, las conozco, sé cómo son las constelaciones. De ahí caí a la astrología de una patá. No me costó nada aprender. De hecho hago clases, de tarot también. Le he enseñado a un montón de gente. Tampoco los puedo nombrar, uno se hizo hasta famoso.
¿De qué se trata su libro “El mensaje de Sirio”?
-No tengo idea ni cómo escribí ese libro. Alguien se interesó y lo publicó. Es lo que pasó ahora: en marzo debería aparecer mi última producción. Son tres volúmenes, con cuatro discos cada uno. Es una historia que tiene 11 horas 40 de grabación. Son los “versos numerados”. Yo digo, por qué no me proponen para el Guinness, no creo que haya un artista que haga grabaciones tan largas. Ahora me andan buscando para que haga un disco de las cosas contingentes. Por eso te digo, es complicado el Tito Fernández. Es complicado porque ha hecho muchas cosas.
LA LÍNEA ROJA
Hace un par de años dijiste en una entrevista que eras del Partido Socialista y que tu misión como socialista en ese momento era evitar que saliera Piñera. Hoy, ¿qué opinas de su gobierno?
-Perdimos la batalla, pero por culpa de nosotros mismos. El Presidente Piñera no fue elegido por la gente, ese fue un castigo a los errores de la Concertación. Todos cometen errores, pero en veinte años se van acumulando. He conversado con gente que me dice, “la cagué medio a medio”. No es ni siquiera que le hayan creído. La palabra gobierno ya queda grande, así que me voy a referir a la pasada por La Moneda de Sebastián Piñera. A ojo de viejo, puede que esté equivocado, no hay un líder, no hay un timonel que dirija nada, es un despelote de la puta madre. Un despelote de la puta madre donde todos se descalifican. Ya se armó una pelea de gatos y van en el segundo año. No sé de qué Alianza me están hablando, eso no existe. No puede ser que el Presidente haya dicho en la televisión, más de una vez, yo lo vi, que se acabaron las listas de espera y las colas en el Auge. Y al día siguiente de que dijo eso, el Colegio Médico dijo que era falso.
Es un desastre, entonces.
-Es un desastre que ojalá termine los cuatro años. Creo que Piñera es un ser humano, tiene sentimientos, todo lo que querái. Pero es el peor negocio que ha hecho. Va a ganar mucha plata en la presidencia. Tampoco te puedo decir cómo, pero conozco algunos elementos que se manejan.
Sí, me imagino que no me puede contar…
-Mira, no le tengo ni mala. No le tengo nomás. porque además lo merecemos. Todo país tiene el gobierno que se merece. Es una ley universal.
¿Qué habremos hecho para merecer algo así?
-Tal vez no haber terminado con las listas de espera del AUGE, no haber arreglado la educación, pero lo fundamental que no hicimos en veinte años, fue no haber cambiado la Constitución, eso es lo que está malo. Qué vai a cambiar si no cambiái eso. Estaba viendo Tolerancia Cero y veía con sorpresa todo lo que decía ese alcalde que está tan de moda.
Sabat.
-Sí, po. O sea, oye, no se puede tratar de putas gratis a las estudiantes. No digo homosexual, mi palabra tiene otra connotación: eso es de maricón. No pos, las cabras no se pueden defender. Él fue elegido para servir a la comuna, sírvala pues. Y parta por respetar a la gente. Y el otro (se refiere a Labbé) dice “ningún alumno que no sea de la comuna puede estudiar en esta comuna”. ¿Y quién soy vos hueón? ¿Nerón? ¡¡Él es un servidor de la gente!! Él no es jefe de nada, es un empleado municipal. La guerra ya la hicieron, no sigan. Este es un despelote, muy feo, un caos. Lo de la educación no da más, qué lucro, no es lucro, lo que se hace está penado por la ley y no por la ley del lucro. Es otra cosa. Tiene otro nombre mucho más feo que lucrar.
¿Qué nombre?
-¿Qué es lo que hacís cuando tenís un negocio y ganái cifras que son prohibitivas, aprovechándote del asunto? Usura, se llama. ¿Qué circo es este? En buen chileno, ¿quién es el huevón en esta historia?
LA DICTADURA
¿Cómo recuerdas tú esa época de lucha?
-A mí me tocó una parte muy dura. Fui detenido por las fuerzas militares el 22 de septiembre, con la cosa muy caliente. Es doloroso referirse a esas situaciones, pero es parte de la historia de cada uno. Y todo eso trae consecuencias, dejarnos medio rayados a todos los que estuvimos presos. Estaba muy caliente la cosa, ese fierro, el 22, no había pasado nada todavía. El día 13 había muerto Víctor Jara. Estoy seguro que si Víctor Jara no hubiera caído heroicamente como cayó, en su Universidad Técnica, con su gente, con los militantes de su partido, otra hubiera sido la suerte de nosotros. Los militares ya se habían dado cuenta que metieron la pata con la muerte de Víctor. Si tú piensas cuántos artistas más mataron, vas a ver que pocos, si encuentras, así populares. Porque cometieron un error. Yo creo que muchos le debemos la vida, puedo ser muy presuntuoso, pero eso es lo que siento en mi corazón, muchos le debemos la vida a la muerte de Víctor.
¿Tú te habías enterado de la muerte de Víctor Jara cuando te llevaron preso?
-A mí me llevaron el anillo de bodas de Víctor para que se lo llevara a la esposa. No encontraban a quién seguramente más cercano que a mí. Es difícil explicarte eso, pero la persona que identificó oficialmente a Víctor vivía muy cerca de mi casa. Yo no tenía la menor idea ni conocía a la persona. Y él fue y me lo entregó. Y se lo entregué a la persona que tenía que entregárselo; yo no conocía a la Joan. Lo vi a él con ella a veces, con él trabajé mucho en el escenario, pero a ella de conocerla, no. Además yo no podía correr ese riesgo. A mí me habían tirado un papel por debajo de la puerta apenas fue el golpe. Decía “compañero, no te asiles”. Yo militaba en las Juventudes Comunistas, eso pa mí fue una orden. Así que esperé que me tocara nomás. Bueno, si me dijeron eso, me van a proteger. Y efectivamente. No me fue fácil en todo caso, no me trataron con guante de seda. Pero el destino existe.
Cuando llegaron a buscarlo, ¿qué pasó?
-¿Sabes dónde me llevaron preso? A la Escuela de Aviación, donde estudié cuando tenía 15 años. Yo era artista y era muy conocido en el país, debo haber sido el más popular en el país junto con el Pollo Fuentes, y había pasado lo de Víctor, así que la cosa fue más o menos heavy. Como yo había estudiado ahí, el director de la escuela me fue a ver y al final me dejaron ahí y no me llevaron a ningún campo de concentración. Así que pasé mi tiempo preso en la escuela y me pusieron a servir los sánguches y el café y esas cuestiones. Era mi castigo, con una chaqueta blanca, como garzón. Después me vine a dar cuenta que fue una maniobra simpática, fue una manera de protegerme. No sé de qué lado vino eso. En cada pateadura y todo lo demás yo no estaba, estaba sirviendo el café. Esos militares tomaron café con mucha lágrima que se me caía y no tenían idea.
¿Le genera eso algún sentimiento de culpa?
-No, si de repente me daban a mí también. Pero mucho menos. Al comienzo, no después, cuando eso se decantó un poco. Porque primero no sabían quién era yo. O algunos sabían y no lo podían decir, si ellos también estaban entrampados. Yo tenía mucho admirador dentro de los militares, de los curas y de la derecha, hasta el día de hoy. Y dentro de la izquierda. Y tenía enemigos dentro de la izquierda y la derecha. A nadie le gusta que un tipo destaque. Si un tipo destaca es sospechoso. Siempre.
Entonces, ¿estando ahí preso te hicieron guitarrear?
-No. No había guitarra. Lo mío era un campo de prisioneros de paso. Yo era el que no me iba de ahí. Lo único que me acuerdo, es que estando ahí me acordaba de mi mamá que había muerto de una forma muy trágica. Yo me fui a los trece años de mi casa y cuando volví, después de los veinte, casado con hijos, a ver a mi mamá, mi mamá se había muerto y yo no tenía idea. Entonces no la vi nunca envejecer. Me acordaba de mi mamá. Y le pedía por favor que me conservara la vida, nada más. Un día sacaron un pelotón a fusilar, podís creer eso, y me eligieron a mí. Y yo tenía la certeza de que no me iba a pasar nada. No sé por qué, uno ahí se inventa cosas, si uno está rayado, fuera de sí. Estaba vendado, me sacaron, y un tipo me agarró del pelo, me pegó un costalazo impresionante y me dijo, así que voh soy el famoso Tito Fernández, conchetumadre. Me arrastró el huevón y me dejó sentado en la taza de un baño. Me dijo, quédate aquí, hueón, ¿querís fumar?, yo soy gran admirador tuyo pero tú no tenís idea. Y después me devolvió. No sé si los fusilaron o no. Porque después a mí me hicieron un simulacro, entonces puede haber sido uno. Pero a lo mejor le debo la vida también.
¿Cómo marcaron esos hechos a tu generación de músicos y artistas?
-Eso fue subterráneo. Se organizó la resistencia, feroz, te voy a decir. Tuve la suerte de no estar subterráneo en mi trabajo de artista. Estaba haciendo un disco cuando ocurrió el golpe. Cuando entró la dictadura, no hubo pronunciamiento militar ni gobierno militar, fue un golpe militar apoyado por Estados Unidos. Yo salí libre con una censura de presentarme en persona, pero sí podía grabar un disco, porque Roberto Inglez había sido nombrado por la junta militar gerente del sello que era del Estado. Y él estaba haciendo un disco conmigo desde antes y me quería muchísimo. Así volví a grabar, pero los otros tuvieron que hacerlo subterráneo. Nosotros, los que quedamos cantando, los ayudábamos económicamente. Entre ese disco y mi vida y todo eso, hubo un espacio donde no ganaba un centavo cantando, porque no podía cantar, tenía que esperar que se vendiera mi disco y tampoco lo compraban.
Pero aparecías en televisión…
-Pero eso fue después. También hay un porqué de que yo apareciera en televisión, pero espérate. Durante todo ese lapso tenía que darle de comer a mis hijos. Me compré una maquina de tejer con la poca plata que tenía. Me dediqué a hacer chalecos para cabros de colegio. Día y noche sonaba la tejedora. Y con eso pudimos comer y ayudar incluso a otros artistas que no tenían pega ni instrumentos. Pero se había creado una resistencia. Y por eso me dijeron “compañero no te asiles”, porque lo que yo hacía era transversal. Mi pega consistía en no tener relación con nadie que tuviera algún antecedente de izquierda, y en eso trabajé duro, muy duro. Y esto de la televisión te lo aclaro al tiro: hubo un personaje que cuando yo me desaparecí ese 22 de septiembre, mi señora habló con él porque él es muy buena onda y él consiguió una entrevista con el ministro del Interior del régimen militar y fue él con mi señora. Y este ministro del Interior, fíjate, le dio a mi señora un documento firmado por él, que le permitía entrar a todos los lugares a buscarme. Cómo no le voy a estar agradecido. Eso hizo. Un personaje importante me dio trabajo en la televisión. En Sábados Gigantes.
¿Qué personaje?
-Tal vez es quién piensas, tal vez no es, pero no los voy a nombrar. Yo podía salir una vez al mes, pero me pagaban como si hubiera trabajado las cuatro semanas, para que yo pudiera vivir. Cómo no voy a estar agradecido. Hoy, si él me pide algo, yo voy a estar ahí. La semana justa del golpe salía una revista muy famosa, y había un periodista muy famoso y muy complicado, que vendía mucho, que me había hecho una entrevista a mí y a los Huasos Quincheros. Esa entrevista fue política. En la carátula de la revista de esa semana los Huasos Quincheros y yo, pero dentro de la revista no está la entrevista. En medio de todos los balazos de esa mañana del 11 de septiembre, este animal salió de su casa y llegó a la imprenta y se llevó la entrevista. Y si no, me matan. Yo voy a ser leal con él hasta la muerte.
Pero no podemos saber quién es este periodista.
-No.
Igual sorprende tanta persecución política siendo que tu música no era conocida por ser tremendamente política ni contestataria.
-¿Crees tú? Es que no sabes. Te voy a poner un disco de ese tiempo, claro que eso se borró, porque se borró la historia. Te voy a poner un disco de esa época del Tito Fernández pa’ que tengái una idea. Lo que pasa es que Tito Fernández hizo muchas cosas, demasiadas. Tú eres muy joven.
El Temucano, gira la silla hacia el computador y pincha una pista en mp3. Mira al techo. Luego, fijo a los ojos. Empieza a sonar la canción “Púm púm te maté”, dedicada a Patria y Libertad. Dice: “siempre les ha gustado jugar a la guerra/ Tener soldados /Jugar con balas/ Jugar con bombas /Quebrar los vidrios/ Robar helados/ Gastar la plata que tiene el papi/ Usar el auto que tiene la mami”.
-No éramos nosotros los que queríamos destruir ni matar a nadie, ¿te fijái? Eran ellos. Este es un canto de paz. No éramos nosotros los que estábamos armados. Esta parte del Tito Fernández se borró- dice.
Después, claro, vinieron cosas como “La casa nueva”
-Claro. Y tuve problemas con La casa nueva, porque dice “recordando tiempos que no volverán”. ¿Tú sabes como la gente se tomó esa cuestión? Yo era pesaíto con esta gente, sin embargo, les causaba gracia.
En esa época de dictadura ¿cómo funcionaban con el toque de queda?
-Una vez me fui a Arica, estuve tres meses trabajando con el dueño de un negocio, él era derechista y me quería mucho, era su ídolo. Tenía un negocio nocturno y tenía que hacer plata. Abría a las tres de la tarde hasta las siete y media. Una botella de champán valía lo mismo que en la botillería, pero tenías orquesta y lo pasábai chancho. Lo que él estaba haciendo era plata porque no podía comerse el champán. Así subsistimos mucho. A mí me servía también por otras cosas, que tienen que ver con la cosa política, pero ahí es donde estoy entrampado, no puedo contar.
Hay muchas cosas que no puede contar.
-Muchas. Muchísimas. No lo puedo contar porque quizás haya que hacerlo de nuevo. Y quedamos muy pocos.