domingo, julio 08, 2012

Miguel, San Miguel: la película de la prehistoria de Los Prisioneros

La Tercera


Dentro de los próximos meses se estrena la cinta de Matías Cruz sobre los inicios de la banda.

por Rodrigo González M.


En los 80 varias tribus comenzaron a invadir Santiago. Fue una propagación en forma subterránea y explícita, manifiesta o pacífica. Punks en Gran Avenida, amigotes thrashers en Paseo Las Palmas, rockeros de vieja escuela en el Gimnasio Manuel Plaza de Ñuñoa. Y, claro, neohippies universitarios en Bellavista.

El director de cine Matías Cruz, por ejemplo, era un escolar amante del rock pesado que en aquella década adquirió por casualidad un cassette sin nada de rock en inglés, pero con bastante de guitarra, bajo y batería en español. Fue el clásico La voz de los 80, de Los Prisioneros. “No tenía ninguna sintonía con el rock latino, pero algo me gustó de ese grupo. Tenía una fuerza especial”, comenta Cruz.

A 28 años de la publicación del primer disco de Los Prisioneros, en 1984, Cruz se prepara a estrenar la primera película sobre el grupo. Es, específicamente, un filme sobre su génesis, cuando todavía se llamaban Los Vinchukas. Es, también, una cinta sobre tres escolares de la comuna de San Miguel que en los 80 no usaban raros peinados nuevos ni eran punks, thrashers, rockeros de vieja escuela ni mucho menos, neohippies.

A uno, Jorge González, le gustaban Rafael y los Bee Gees. A otro, Claudio Narea, Kiss. Al más callado, Miguel Tapia, Los Beatles, Los Beatles y Los Beatles. La película Miguel, San Miguel cuenta sobre todo esa historia: la del futuro baterista de Los Prisioneros.

El filme busca quedar en festival europeo (en septiembre) y estará en el Festival de La Habana (en diciembre), donde el año pasado logró premios de posproducción. Y en el segundo semestre, a más tardar en noviembre, se estrenará en Chile. “Es el momento para que llegue, hay una agitación entre los estudiantes, Los Prisioneros siguen siendo un referente y la película me gustó desde que vi el primer corte”, dice Bruno Bettati, productor de la compañía Jirafa, una de las involucradas junto a Guapo Films y Valcine.

“Lo que siempre me fascinó de Los Prisioneros es que es una historia de resistencia, de querer ser artistas a pesar de todo, de no saber nada y de intentarlo igual”, explica Matías Cruz.

Pero Miguel, San Miguel es, por otro lado, el largometraje que resultó tras un largo proceso que nació el 2004, cuando Cruz quería hacer un filme más ambicioso. Una suerte de historia de la banda para el que contó con el apoyo del propio González y que se desmoronó tras la quiebra de una de las compañías productoras. “Lo que rescato de ese esfuerzo es la investigación, que fue mucha. Pero esta es otra película. Miguel, San Miguel es sobre la candidez y la ingenuidad de unos muchachos que quieren tener una banda. Y el que más quiere es justamente Miguel Tapia. El fue el principal impulsor del grupo”, cuenta Cruz.

Blanco y negro en los 80

Miguel, San Miguel es una historia simple, con presupuesto reducido, con actores que no son rostros de televisión y en blanco y negro. Sin embargo, al mismo tiempo es un filme de época. Es decir, es un trabajo que la tenía difícil. “Todo lo que se ve en la película era lo que estaba en el cuadro de la cámara. No nos dio el dinero para ambientar una locación grande. Si nos salíamos de cuadro, simplemente nos salíamos de época y regresábamos al presente. Debíamos filmar en el espacio reducido que habíamos logrado caracterizar”, explica.

Locaciones como Departamental con Panamericana, el Liceo 6 o Gran Avenida son el paisaje del filme. Y hablando de escenarios, una escena capital es la que muestra a Miguel (Eduardo Fernández), Jorge (Mauricio Vaca) y Claudio (Diego Boggioni) caminando en fila india desde su barrio hasta una disquería en Providencia.

Es un pasaje sacado de hechos reales y lo que buscaban los chicos era un álbum de la banda punk The Clash. Llegan al local, pero sólo hallan vinilos de Iron Maiden, Black Sabbath y otras bandas de metal pesado. Tienen que volver a casa con las manos vacías, otra vez a pie, con uniforme escolar. El dinero no les alcanzaba ni para la micro. O si les alcanza, preferían ahorrarlo para comprar algún instrumento de segunda.

El protagonista es siempre Miguel Tapia, quien de los tres era el que venía de la familia más humilde y el que sintió más cerca el látigo de la represión. Otra secuencia muestra cómo uno de sus vecinos es golpeado brutalmente por fuerzas policiales, en el período de las protestas. Y otra, acompañada de música de Víctor Jara, lo exhibe en su vida familiar.

En ese momento no hay peleas ni roces. Al revés, cada vez Miguel, Jorge y Claudio son más cercanos. De a poco conocen más música, día a día el sueño de la banda tiene cara de realidad, clase a clase Jorge pierde mejor el tiempo y escribe una letra mejor que la otra. Mes a mes, Miguel estás más seguro de que Los Prisioneros están por llegar.

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