domingo, enero 27, 2013

Entrevista con Ángel Parra Violeta Parra al cine

La Jornada- México


Paulina Tercero
Publicado: 27/01/2013 11:45

El Festival Filmar en América Latina, en Ginebra, se inauguró con Violeta se fue a los cielos, la muy premiada cinta de Andrés Wood basada en el libro del hijo de la extinta cantautora, Ángel Parra, quien explica a La Jornada Semanal, en exclusiva, que volvió a Chile a partir de 1990 porque antes “tenía prohibido ir, ya que estaba en la lista de los más malos”.

–Sí, claro. El trauma queda de por vida: después de un año de estar preso, de haber sido maltratado… Porque no es sólo eso, es alejarte de la familia, es salir del país. Es la separación matrimonial, hubo que rehacerse. Me encanta ir a Chile, hay muy buena memoria de mi familia: la Javiera, mi hija, acaba de hacer un disco precioso, pop, con canciones de su abuela. Mi hijo, Ángel, hizo las guitarras de la película. Dieciocho años de exilio obligatorio te marcan. En mi quinta novela el tema recurre: el exiliado vuelve a su tierra después de treinta años y ya no cuadra, descubre que dejó de ser su tierra hace mucho rato. Viene a ocupar un espacio que ya no le pertenece con sus compatriotas. Le preguntan: “¿Hasta cuándo te quedas?” No soy escritor propiamente: soy cronista, político, humorista…

–Cantor…

–Sí, sí. Mis canciones políticas comentaban lo cotidiano. Me puse al servicio de una causa, hablaba de por qué queríamos que Allende fuera presidente, de sus sesenta primeras medidas: el medio litro de leche para los niños, el primer Instituto Nacional de la Cultura, el famoso Tren de la Sanidad y de la Cultura, que iba a todos lados… Las canciones eran una manera más fácil y lúdica, porque los discursos son aburridos. El mismo Fidel Castro un día me dijo: “Una canción de tres minutos vale más que un discurso de tres horas.”

–¿Se traduce su temperamento literario al lenguaje del cine en Violeta se fue a los cielos?

–Sí, creo que está complementado por el talento cinematográfico de Andrés Wood. Él se identificó con mi libro y yo me identifico con su imagen. Trabajamos en gran armonía. Fue una empresa muy linda, que no repetiría .

–¿Cuándo se dio cuenta de que su madre era la Violeta para muchos?

–¡Ah!, muy pronto, porque mi madre tuvo un programa en Radio Chilena. Al director artístico le parecía que lo que venía haciendo la Violeta de ir a buscar canciones al campo, era muy importante.

–¿Tenía un método de trabajo Violeta Parra?

–A las cinco de la mañana mi madre estaba ya componiendo. Tenía una frase: “Anda una nubecita”, y cuando andaba la nubecita había que salir, dejarla en paz, ahí ella escribía. Mi madre agarró un ritmo de crucero cuando venimos a Europa en el ʼ61; no paraba: “Que vivan los estudiantes”, “Arauco tiene una pena”y “La Carta” nacieron en París.

–¿París la estimulaba?

–Claro. París la acogió mejor que Chile, le abrió las puertas del Louvre. Chile estaba a leguas de atraso y la postergaban. Mi mamá necesitaba un vehículo 4×4, una grabadora, una cámara para registrar las canciones: el patrimonio sería mucho más grande si se lo hubieran dado.

–Hay un acervo rescatado.

–Sí, sí. Se llenaba una pieza enorme de sacos del correo, con cartas que le escribían al programa. Le decían: “Por fin escuchamos nuestra música en la radio.” Mi mamá fue amada por su pueblo muy rápidamente.

–No sólo por su pueblo, ¿eh? Viendo la película canté bajito, volví a los diecisiete.

–¿Ah, sí?. Ella decía: “Tú no sabes la importancia que tiene esto.” Guardamos la obra plástica de nuestra madre cuando ella se suicidó, luego vino el Golpe, después el exilio. Ahora irá al museo que se inaugura en unos meses en Santiago, gracias a la señora Michelle Bachelet. La obra de Violeta es del pueblo de Chile y ya tiene su lugar.

–¿Proyectos?

–El año que entra hacemos un concierto en París llamado Tres horas por Chile, para recordar lo que se hacía en los años después del Golpe.

–¿Volverá a intentar el cine?

–No. Bueno, quizá sí, porque Andrés Wood está haciendo un documental sobre el 11 de septiembre; el año próximo son cuarenta años. Es sobre el período inmediatamente después del Golpe... Creo que un documental con la mirada de un cineasta joven será algo muy bueno para la sociedad civil chilena.

–¿Qué impresión tenía del doctor Allende?

–Del doctor Allende, justamente. Allende pertenece a esa raza de fundadores en la que encontramos a Luis Emilio Recabarren o a Clotario Blest, estos hombres que iban por el desierto armando sindicatos, de las minas, del salitre, organizando un diario con los mismos obreros, un grupo de teatro. Dos días antes del Golpe estuvimos en la casa de Allende. Nos pidieron que por favor fuéramos al cumpleaños de su hija Beatriz. Estaban todos los ministros y todos sabían, el ambiente estaba pesado. Fuimos Los de la Peña y Letelier; el ministro de Relaciones, Orlando, cantaba súper bien, tango, rancheras, de todo; se alegraron un momento, bailaron. Sí, tengo recuerdos muy cercanos. La actriz Francisca Gavilán es como un milagro. En el casting, con Francisca fue ver a la Violeta. El impacto fue tan grande que se me llenaron los ojos de lágrimas. Todo era tan real, la reconstrucción de la carpa de mi madre fue perfecta: las mesas, las sillas, impresionante. Fue como entonces, la gente esperando su turno para cantar y mi mamá al medio, ahí. Hubo momentos muy mágicos.

–¿Cómo han recibido la película?

–El premio grande fue en Chile: quinientas mil entradas. El libro –y más la película– han llenado un espacio enorme; había necesidad de información en Chile sobre Violeta Parra, pese a que está la Fundación. Soy el único hijo hombre y tengo recuerdos muy precisos de la infancia, de mi experiencia personal con mi madre, tenía que contarlo.

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