viernes, julio 01, 2016

La nueva etapa de Juan Pablo Izquierdo

El Mercurio

Desde que renunció a la Orquesta de Cámara de Chile, se llenó de invitaciones. Esta semana conduce a la Sinfónica en obras cumbre de Liszt y Schubert, y la próxima, en el Réquiem de Brahms. A punto de cumplir 81 años, el director habla de la etapa que está viviendo.  

Romina de la Sotta Donoso 
Cuando Juan Pablo Izquierdo, Premio Nacional de Artes Musicales 2012, renunció a la titularidad de la Orquesta de Cámara de Chile, hace exactamente un año y por problemas administrativos en el Consejo de la Cultura, el Estado perdió al más internacional de nuestros directores. Perdió al único que fue asistente de Leonard Bernstein en la Filarmónica de Nueva York, a los 30 años, y a uno de los dos chilenos que han ganado un Diapason d'Or (el otro es Claudio Arrau).

Sin embargo, las demás orquestas del país aprovecharon su renuncia cursándole invitaciones para la temporada 2016.

Cada uno de los conciertos que ha dado este año ha sido a tablero vuelto. Tuvo lleno total con la Sinfónica U. de Concepción y también con la Filarmónica de Santiago, una orquesta que él reformó por completo y cuya titularidad dejó justamente hace 30 años, en 1986. En abril pasado, la condujo en la Sexta de Mahler y fue, por cierto, ovacionado. El crítico de "El Mercurio" Gonzalo Saavedra destacó que el nivel de concentración y conmoción de la audiencia fue "testimonio de que ese primer esfuerzo (la reforma) valió la pena: hoy somos mejor público".

Izquierdo dice que ese comentario "es muy significativo": "Efectivamente, cuando hice la reforma de la Filarmónica se tocaron muchas obras por primera vez, y también mucha música chilena. La experiencia de la vuelta al Teatro Municipal fue buenísima, porque los músicos dieron el alma para tocar Mahler, el público fue muy caluroso y estaba realmente concentrado".

Y respecto de su intensa agenda, comenta que "todas las invitaciones que son musicalmente interesantes las voy tomando, porque no tengo en este momento ninguna carga administrativa. Estoy muy contento, porque estamos haciendo música muy buena, con orquestas que están interesadas en trabajar. Tal como la Orquesta Sinfónica de Chile, que me gusta mucho y está logrando grandes resultados en dos programas que son muy interesantes".

Obras cumbre

Eminentemente poético es el repertorio que abordarán Izquierdo y la Sinfónica hoy y mañana. Partirán con la Obertura "Las creaturas de Prometeo" de Beethoven, y seguirán con la Sinfonía N° 4, "Trágica", de Schubert, para cerrar con dos poemas sinfónicos de Liszt: "Orfeo" y "Los Preludios".
"Este programa es muy lógico. Liszt fue un continuador de Beethoven y de Schubert, dicho por él mismo, además de que arregló para piano las sinfonías de Beethoven y viajaba por toda Europa como solista, tocándolas, cuando no eran conocidas. También tocaba mucho a Schubert e hizo arreglos de sus obras", explica el director.

Su Cuarta Sinfonía, Schubert la compuso a los 19 años, en 1816, pero jamás la escuchó. Se estrenó recién en 1849, 21 años después de su muerte. "Es casi como una premonición; hay acordes y sentidos armónicos sorprendentes que lo hacen a uno comprender el porqué de la fascinación de los compositores posteriores románticos, quienes veían en Schubert un nuevo mundo", apunta.

Una semilla que en el Romanticismo encontró gran eco y desarrollo, por ejemplo, en Liszt. Era el más famoso solista de toda Europa y renunció a esa carrera de pianista, para consagrarse a la música de su época. "Tuvo gran coraje, venía de la tradición y fue el gran gestor de la nueva música en el siglo XIX. Wagner mismo declaró hacia el final de su vida que él no hubiera sido nada sin la influencia de Liszt", destaca Izquierdo.

Asimismo, el genio húngaro fue padre del poema sinfónico. "Liszt identifica al personaje mítico de Orfeo con el sentido de la música y de la belleza como perfeccionadora del ser humano. Y en 'Los Preludios' presenta la lucha del hombre para llegar a la plenitud", detalla.

La siguiente semana, el 8 y 9 de julio, a la Sinfónica se sumarán el Coro Sinfónico y los solistas Claudia Pereira y Patricio Sabaté, para presentar "Un Réquiem Alemán" de Brahms.

"Lo hizo como un homenaje a su madre y fue el primer gran éxito de Brahms. Los textos son de una enorme profundidad y están expresados en la música como pocas obras del repertorio coral. Está a la altura de las más grandes, de la Misa en Si Menor de Bach, la Misa en Re de Beethoven o el Réquiem de Mozart. Es muy compleja para el coro, que canta desde el comienzo hasta el final, pero no porque sea una hora y 20 minutos, sino porque anímicamente es muy comprometedor", asegura.

-¿Está disponible para reemplazar a León Schidlowsky, el último galardonado, si él no viaja a Chile como jurado para el Premio Nacional de Música?
"Ojalá que él venga, pero si me lo preguntan, aceptaré con el mayor gusto, estando yo acá en Chile, por cierto. En todo caso, nadie me ha llamado".

Lo aclara, porque después de sus conciertos con la Sinfónica se va a Pittsburgh por su quehacer como director emérito de la Orquesta de Carnegie Mellon. Y al volver conducirá a la Sinfónica Nacional Juvenil, en la Primera de Mahler, en octubre. "¡Ya están trabajando con los instructores! Y de más al futuro ya no hablo, porque de repente hay cambios y se enreda todo", cierra.

PROGRAMARSE

A las 19:40 horas , en el ex Teatro Baquedano (Providencia 043), el 1, 2, 8 y 9 de julio. Desde $2.500 y $6.000.

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