martes, febrero 28, 2017

Íconos de la gráfica nacional



Autores de gran parte de las carátulas de la Nueva Canción Chilena, de cientos de afiches y marcas desde los años 60 hasta hoy, los hermanos Vicente y Antonio Larrea y Luis Albornoz han dejado huella en la memoria colectiva nacional. A través de sus trabajos impusieron una estética propia, con imágenes coloridas y provocadoras. El trío fue recién distinguido con el Sello de Excelencia a la Trayectoria, que otorga el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

Texto, Beatriz Montero Ward. Fotografías, José Luis Rissetti.
Entrevista
El Mercurio

Que a Vicente Larrea Magnolia le gusta la música no hay duda. En su departamento, en Providencia, varios estantes de piso a cielo guardan cientos de vinilos y cedés ordenados cuidadosamente por género o autor. Y lo más notable es que un buen número de esos discos, sobre todo aquellos de artistas y grupos que integraron el movimiento de la Nueva Canción Chilena, que se desarrolló durante los años 60 y comienzo de los 70, tienen carátulas creadas en conjunto por él, su hermano Antonio y el diseñador Luis Albornoz. Muchos fueron los que como Quilapayún, Víctor Jara, Inti Illimani, Payo Grondona, Los Curacas o los hermanos Isabel y Ángel Parra, confiaron a sus manos el diseño de las portadas de sus long play.

Fue a raíz de la amistad con Carlos Quezada, entonces estudiante de la Escuela de Diseño de la Universidad de Chile, al igual que Antonio Larrea, que Vicente se introdujo en el mundo de la música. "Estudié dibujo y decoración de interiores en la Escuela de Artes Aplicadas y a partir de 1963 trabajé en el área gráfica del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Chile, donde realicé diversos afiches para las escuelas de verano e invierno. Cuatro años después me instalé con mi propia oficina". Fue entonces que Quezada, fundador de Quilapayún, le pidió que hiciera la carátula de su segundo disco, uno que grababa bajo la dirección de Víctor Jara. "Me contó que eran canciones folclóricas de América y sin analizarlo mucho pensé en la obra del artista francés Henri Rousseau, y me puse a dibujar papagayos con hartos detalles. En seguida me pregunté por la tipografía y como las letras set que se usaban en la época no le pegaban ni con cola, me puse también a dibujarlas, inspirado en el trabajo del artista gráfico lituano-norteamericano Ben Shahn. Así resultó Víctor Jara + Quilapayún, Canciones Folclóricas de América", cuenta.



Pronto se unieron a la oficina Antonio, diseñador fotógrafo, y Luis Albornoz, gran dibujante y quien había sido alumno de Vicente. Y luego llegó el segundo encargo: un disco pedido a Quilapayún por las Juventudes Comunistas para un encuentro internacional de denuncia por la guerra de Vietnam. Terminada la reunión con Quezada, Vicente y Luis recuerdan que Antonio encontró una foto de un guerrillero en un libro impreso en China, la seleccionó, amplió, recortó con témpera la figura e hizo el boceto con tres imágenes en blanco y negro y tres tonos de grises. "Nos miramos con el Flaco Albornoz y supimos que ya estaba listo, así tal cual, sin título, sin nada".

A esas alturas Vicho + Toño Larrea + Luis Albornoz, como firmaban sus trabajos, habían roto con dos de los estereotipos de la época. Vicente explica: "Lo típico era usar para la carátula la foto del grupo, y nosotros no lo habíamos hecho, y segundo, habíamos sacado también de portada el título del disco. Nos dimos cuenta de que había que buscar más allá; innovar para alcanzar resultados que perduraran en el tiempo". Así, desde los inicios sus postulados fueron que toda pieza gráfica debía ser entendida por cualquier persona, "por Juan Pérez", como dice Vicente, tenía que llamar la atención y ser provocadora. "Nuestra prioridad era ser muy básicos, casi elementales, pero no chabacanos. Asimismo, teníamos que insistir en rescatar las culturas propias de Chile y Latinoamérica, sin jamás perder de vista el propósito comunicacional", explica Luis.

En paralelo a las carátulas desarrollaron cientos de afiches para trabajos voluntarios, movilizaciones estudiantiles, campañas sociales y películas, como "Ya no basta con rezar" realizada en 1972 por el director Aldo Francia. Un conjunto de obras que también llevaban impreso el sello Larrea + Albornoz, es decir con colores fuertes y llamativos, contornos de trazos gruesos e irregulares, líneas negras con textura, fondos degradados, tipografías singulares en negritas, fotografías de alto contraste y mucha síntesis. "Obviamente que reconocemos la tremenda influencia de grandes diseñadores norteamericanos como Paul Rand y Milton Glaser, o de europeos como Celestino Piatti", aclara Vicente. "Mirábamos lo que estaba sucediendo afuera y recurríamos a la tremenda biblioteca que tenía Vicente, con mucho material sobre el diseño alemán, polaco y estadounidense, y ahí nos alimentábamos y aprendíamos", agrega Luis.


Siempre fue Vicente el que llevó la batuta, quien dirigió al grupo. Él tomaba el trabajo y veía qué solución se le daría. Si era vía fotografía se lo encargaba a Antonio y si era con ilustración, a Luis, aunque también muchas veces terminaba él resolviendo el encargo. "En muchas ocasiones cada uno presentaba un boceto. Los mirábamos en conjunto y entre los tres decidíamos cuál funcionaba mejor. Nunca primó el ego en nosotros. Siempre digo que hacer diseño es como cocinar una paella: cada uno aporta lo mejor que tiene en casa", dice Vicente.

Mientras creaban en esa época convulsionada, como lo fueron los años 60 y 70, jamás tuvieron conciencia de que sus diseños podían trascender. "Diez o quince años después del golpe militar, cuando empezamos a ver que nuestros trabajos eran conocidos internacionalmente, que había cosas que se reproducían fuera de Chile y que mucha gente tenía piezas guardadas como imágenes de un momento idealizado, no nos dejó de asombrar el efecto que causamos", dice Vicente.

DESDE MEDIADOS DE LOS 70, SU TRABAJO SE ABOCÓ AL DISEÑO CORPORATIVO, CREACIÓN DE MARCAS, LOGOTIPOS, ETIQUETAS Y FOLLETOS.


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