sábado, febrero 10, 2018

Los números primos de Gepe

El Mercurio

Después de 12 años de carrera y cinco discos de estudio, admite que no sabe ningún acorde, que le teme a la muerte y que le obsesionan los números primos. Aquí, el cantautor habla de su vida antes de Gepe, de la sobreexposición que lo hizo colapsar y del gran salto que lo consolidará en la música.

Por Carla Mandiola

En 2016, Gepe se subió dos veces al escenario del Festival de Viña del Mar: una con la cantante Ana Torroja y otra con Javiera Mena. Ese año su canción "TKM" fue la segunda más escuchada en radios, según el monitoreo de la SCD. Fue parte de una campaña de ONU Mujeres. Se presentó en España, Estados Unidos, México, Perú, Colombia, Argentina. Llenó el teatro Caupolicán y fue el artista chileno que cerró el primer día de Lollapalooza. Pero para Gepe, ese fue uno de sus peores años.

-En 2016, tuve un colapso, donde no sé si quería dejar de hacer música, pero quería hacer música aislado. Estuve todo el año sintiendo eso. Que todo era mucho, daba entrevistas y no sabía qué decir. Eso me angustió bastante. Me sentí muy expuesto, me di cuenta de que lo más probable es que mi personalidad no soportaba ese tipo de cosas.

En paralelo, Daniel Riveros Sepúlveda -el nombre que aparece en el carné de Gepe- había comenzado una relación con la actriz Antonia Zegers.

-Era una exposición a un mundo que no tenía idea, ni tampoco sé, ni me importa, pero creo que no fue eso. Se me trastocó la realidad y el qué decir era para mí una urgencia. Justo en ese momento tenía tribuna y pensaba que decía cosas pésimas. No lo estaba pasando muy bien y me quise ir a Idahue (en la VI Región, a 130 kilómetros de Santiago) a estar solo por cinco meses, porque no quería ver a nadie. Quería guitarrear y escuchar música, que se supone que es lo que me gusta.

Gepe nunca viajó a Idahue. Un año después, el 17 de mayo de 2017, lanzó el video de su canción "Hablar de ti", en el que aparece Antonia Zegers. Charango en mano, Gepe mira a la actriz y canta: "Me gustan tus ojos azules / me encanta tu pelo que es como una nube".

Dice que al principio le incomodaba llegar a una tocata y ver que el equipo de un programa de farándula lo esperaba para hablar de su vida amorosa, pero que Antonia Zegers se manejaba más con el tema y le decía que se relajara, que no importaba. El problema se solucionó cuando Gepe confirmó en televisión que estaban pololeando. Entonces, dejaron de buscarlo.

-Pero ya no estamos juntos con la Antonia. Terminamos hace un tiempo y nos queremos y admiramos. Es una transformación más que un término. Otras veces en que termino con alguien la dejo de ver, y chao. Ahora hablamos bastante y compartimos cosas. Ella es una mujer increíble, la admiro muchísimo, es seca en lo que hace.

Esa no fue la primera vez que alguien de la vida personal de Gepe aparecía en uno de sus videos. Valeria Jara fue por años su polola, parte de su banda y la protagonista del video "Victoria Roma", un relato triste en el que los dos están separados geográficamente y se comunican por Skype. Gepe cuidó por años a la hija de Valeria, como si él fuera su padre.

-Tengo que aclarar que ella es hija de Valeria y de otro hombre, su papá biológico, pero yo crié a esa niña al principio. Tenemos buena relación los tres. Evolucionada. No tengo rollo con eso. Ha sido y seguirá siendo una fuente de inspiración.

Soledad Sepúlveda, la madre de Gepe, recuerda ese tiempo:

-Tengo la seguridad, la certeza, de que ese fue el momento más crítico de su vida. De un momento a otro, su hija no era su hija y eso es muy terrible. Él nos dijo que la niña tenía el derecho de saber quién es su padre y eso no se puede negar. Él no nos hablaba del tema, porque siempre pensó que su vida la tenía que arreglar él.

Tres

Afuera hay 33 grados y caminar por Providencia se siente como un horno. Pero Gepe no se entera: está en su departamento frente a la avenida Andrés Bello, en un antiguo e imponente edificio sin conserje. El flaco cantante de 36 años, de short negro, polera gris, sin zapatos y con la barba milimétrica, abre la puerta del departamento donde vive solo.

Adentro, el piso de parqué reluce, la cocina es americana, su refrigerador le llega a las rodillas y la mesa central es de madera, sin sillas, pero con dos largas bancas que podrían estar en un camping. Al lado, un par de guitarras, un escritorio con libros y carpetas, y frente a él, un sillón de cuero que usa como estudio de música. Hace seis años está ahí, después de compartir casa en Ñuñoa con amigos como el músico Pedropiedra.

-Vivir con él fue sobre todo muy entretenido y fácil -recuerda Pedropiedra-. Compartimos sentido del humor, horarios, hábitos de limpieza. Lo recuerdo como una época increíble de mi vida y feliz de haberlo compartido con él. Él trabajaba mucho, lo escuchaba haciendo canciones en el día, en la mañana, en la noche.

Gepe dejó esa casa en Ñuñoa y ahora está solo en su departamento en Providencia. Sentado en su living, a veces no es fácil distinguir su estado de ánimo. Su mirada se pierde con facilidad, como si estuviera pensando en otra cosa. Lo mismo pasa cuando está en el escenario: en el Festival de Viña en 2016 cantaba una canción con exceso de energía, y la siguiente, miraba un punto perdido de la galería. Y la siguiente cerraba los ojos, casi sin moverse. Con la mente lejos de todo.

-En el colegio era medio pavo. Como que estaba, pero no estaba, ¿se entiende? Tenía la cabeza en otro lado. Era desordenado, inquieto. Medio torpe también, pero en general en las notas me iba bien.

-¿Déficit atencional?

-Déficit atencional no he tenido, que yo sepa. Era inquieto físicamente, siempre estaba moviéndome. En un minuto mis papás pensaron que me iban a echar del colegio y postularon a otros.

Al final, terminó en el mismo colegio al que entró en San Miguel. Apenas recuerda esto, se levanta de un salto de la banca de madera y mete la cabeza en el estante donde guarda una veintena de libros. Busca como si ahí tuviera un tesoro. Hasta que lo encuentra: un cuaderno de 1989, verde, chico, forrado con plástico amarillento. Todas las páginas del cuaderno tienen un dibujo hecho por él, con un 7 marcado con lápiz pasta rojo y la firma DRS: Daniel Riveros Sepúlveda.

-Efectivamente, el Dani era medio pavo, quería tener su espacio y pasaba mucho tiempo en su pieza, escuchando música, dibujando -recuerda Constanza, su hermana dos años menor. Con ella, su madre, pintora, y su papá, ingeniero comercial, vivieron en San Miguel.

-Los compañeros no lo comprendían mucho. Lo leí en su anuario: decían que él hablaba raro, que no le entendían. El Dani estaba en otra sintonía yo creo -cuenta Soledad.

Ella recuerda que en su licenciatura de cuarto medio lo llamaron al escenario y sus papás no sabían el porqué.
-Nunca fue un excelente alumno, malo no, pero no tenía excelente notas. Lo destacaron por tener un punto de vista y eso nos dejó muy contentos.

Cinco

Entró a bachillerato de humanidades en ciencias sociales en la Universidad Católica, porque, dice, no sabía qué estudiar. Tomó cursos de derecho, pero desistió cuando supo de qué se trataba ser abogado. Un amigo le recomendó estudiar diseño, una carrera menos demandante y que podía compatibilizar con la música.

-Yo le decía que no perdiera ningún semestre, porque nos costaba pagar la universidad -relata su madre-. En ese tiempo, como papás, antiguos, pensábamos que la música no era como para vivir. Tenía que tener una profesión.

Cuando terminó diseño, Gepe hizo su tesis sobre cómo ocupar los sonidos como herramientas del diseño; como el ruido de un auto puede ser parte de un sampler. Terminó su carrera, comenzó a tocar más en serio y formó la banda Taller Dejao, compuesta por él en la batería y Javier Cruz en el bajo.

En ese tiempo, los papás de Gepe se separaron. Él y su hermana Constanza se fueron a vivir con su mamá, quien en ese momento no tenía trabajo. Soledad empezó a hacer clases de pintura en un improvisado taller en su casa, a alumnas que iban en la mañana y la tarde.

-Nunca me voy a olvidar que el Dani me dijo que no me preocupara, porque "estaba ganando su platita". Con qué, le pregunté. Me dijo que con la música, que cuando tocaba, le pagaban. Yo no tenía idea. Sin darme cuenta, cuando él salió de diseño ya era músico. Ya le decían Gepe.

Él supone que la primera vez que le pagaron como músico fue en el lanzamiento de su disco Gepinto, en la Sala Master. El afiche de esa tocata, el 4 de noviembre de 2005, lo tiene enmarcado en su departamento.

-Me encanta adaptarme. Yo y Javiera Mena fuimos los primeros en Chile que cuando nos ofrecían tocar sin banda, decíamos OK, no hay problema. En ese tiempo, cuando nosotros partimos, era común que los de Lucybell, por ejemplo, no fueran si era solo guitarra. Yo preguntaba si había un enchufe, nomás. Solo entendí y aprendí la música por el work in progress. Nunca la he estudiado.

-¿Te complicaba no saber la teoría de lo que estabas haciendo?

-De hecho, un tiempo eso me hizo sentir más que el resto. Pero me bajé de ahí. Igual, cada cierto tiempo me pongo a pensar en eso: ¿debería estudiar música teórica? Pero después digo que de todos los músicos que me gustan, nadie es músico de profesión. Ni Bob Marley, ni Bob Dylan, ni Sonic Youth, ni Animal Collective. Yo agarré la guitarra porque quería hacer canciones, no porque quería ser músico

-¿Has sentido el prejuicio de los músicos tradicionales por tu falta de conocimientos?

-No, y si lo han hecho no me he dado cuenta. Hasta el momento, siempre he tenido a alguien para echar mano de ese tipo de cosas. Cristián Heyne, Vicente Sanfuentes. Javiera Mena conoce bien estas cosas, y en algún momento le pregunté cómo se hacía un acorde, qué pasaba si agregaba un bajo en tal lado.

Javiera Mena recuerda ese tiempo

-Me imagino que le di algún consejo en torno al manejo de las secuencias. Hemos hablado un montón de componer y del arte de la música en general. Por un par de años Gepe fue baterista de mi banda y ahí compartimos un montón de ideas. Creo que esas conversaciones espontáneas envueltas en pasión por la música, pueden haberle tocado el alma.

-Yo estudio música cuando escucho música -dice Gepe-. Ahí tengo mis métodos, pero me da orgullo llegar a tocar en el Festival de Viña del Mar sin saber tocar una nota.

-¿Sabes algún acorde?

-Ninguno. No sé ningún acorde de guitarra, cero. No tengo idea cómo se hace un Sol, Do, nada. Solo lo busco por el oído. He practicado con el oído toda la vida.

Cristian Heyne, uno de los productores de música más importantes de Chile y quien ha estado detrás de más de cien discos, es una de las personas que vio el talento en Gepe y lo potenció.

-Yo tampoco tengo idea de música, soy periodista -dice Heyne-. No es muy común que pasen casos como Gepe, pero se dan. Lo raro es llegar a tener éxito sin cachar, sin saber algún tipo de teoría musical.

Siete

Gepe está obsesionado con los números primos. Una de sus canciones se llama "3, 5, 7" y en la mano tiene tatuados esos números "porque son fascinantes, únicos. Además, así siento que nunca voy a hacer nada que no sea ser músico. Con la mano rayada no puedes ser cajero de banco". También le fascinan las cifras: cuando lo invitan a las oficinas de iTunes o de Spotify en Estados Unidos, siempre pregunta cuánto tiene que durar un disco.

-Cuarenta minutos, 38 minutos como máximo, porque la gente no escucha más que eso. Me encanta saber esas cosas... ¿Cuánto tienen que durar las canciones? -se autopregunta Gepe-. 3:15 minutos -se responde-. Y hace 10 años, eran 3:45 minutos. Está bajando por la falta de atención. Ahora sé que da lo mismo lo que hables en una canción, la gente no pasa del octavo tema del disco.

Ideó sus propias técnicas para crear canciones. En 2008, mientras preparó su exitoso disco Audiovisión, agarró el Nuevo Testamento, abrió cualquier página y usó la frase que encontraba. El comienzo de su canción "Victoria Roma" dice: "Si te volvieras, vuélvete a mí".

-Y encuentro que es una frase muy linda. Seguro que Jesús se la estaba diciendo a alguien.

Su música también cambió. Pasó de las bases más lentas y guitarreadas al charango y las raíces latinoamericanas. Chaquetas apretadas, vistosas y brillantes, pantalones de pitillo. Bailarinas en sus presentaciones y él moviéndose por todo el escenario. Gepe cambió su dieta y bajó de peso. Dejó las frituras y la carne. Despertador a las nueve de la mañana, componer y tocar canciones hasta las tres de la tarde, y de cuatro a ocho correr en el gimnasio. Todos los días.

-Bajé de peso, porque tenía un rollo con la sanidad profunda, necesitaba sanarme. Me enfermaba rápidamente. Y tengo una sensación de vulnerabilidad eterna. Tengo el instinto de sobrevivir, porque todo pende de un hilo, todo se puede acabar. No soy súper inteligente, no soy súper sano, me arreglo con lo que tengo

-¿Crees que verte mejor te ayudó en tu carrera?

-Yo diría que se me abrieron algunas puertas. Pero eso también fue porque la música se abrió. Si hubiera seguido haciendo canciones como los primeros discos, no hubieran pasado las cosas. La facha se potencia con canciones buenas. Pero yo lo hice porque quería sentirme más sano. Yo no cacho nada de chakras ni signos del Zodiaco, solo confío en que para cantar hay que estar bien concentrado y con la energía alineada.

-¿Tuviste alguna enfermedad importante?

-Una, más rara que la cresta, que se llama uveítis. Era un tipo de fotofobia y no podía soportar la luz. Fui al doctor, me vio y se quedó callado por mucho rato. Hasta que me dijo que tenía uveítis, que se genera porque tenía tuberculosis o por algo inmunológico. Me podía tomar un corticoide y se me pasaba en tres días o lo iba a tener siempre. Por eso empecé a desconfiar de mi cuerpo, y necesitaba estar sano. El cambio de estilo de vida fue algo más que querer verme mino.

Once

La última gran fecha de Gepe fue el domingo 28 de enero en el Festival del Huaso de Olmué. Sin darse cuenta, llevaba tiempo preparándose para esa presentación. Desde antes de la invitación trabaja con personas del folclor puro y duro, como María Ester Zamora y Pepe Fuentes, eminencias de la cultura cuequera de Chile.

-Creo que lo mejor de 2017 fue conocerlos a todos ellos, cómo funcionan, la sinergia que tienen. Cantar cuecas, tonadas, bailar con ellos, comer juntos. Son gente muy linda. Cantan y sobreviven, y desde el comienzo se abrieron y ahora me consideran familia.

Gepe se vuelve a parar de un salto de la larga banca de su living y saca las únicas dos fotos Polaroid que tiene pegadas en el minirrefrigerador. Aparece con María Ester Zamora, Pepe Fuentes y los músicos cuequeros más jóvenes que los acompañan. Ahí, su mirada no está perdida.

Después de 12 años de carrera y cinco discos de estudio, el 8 de abril dará un gran salto: se presentará solo en el Movistar Arena, la más clara señal de consolidación de un artista chileno.

-De chico nunca consideré el futuro. Para mí solo existe de aquí a abril, cuando toque en el Movistar.

-¿Hay algo que te da miedo?

-Le tengo miedo a la muerte. Creo que nos podemos enfermar en tres segundos o nos puede arrollar un auto. Es tan fácil desaparecer y me aferro a personas, situaciones, discos. Yo me aferro a lo que he hecho, siento que estoy un poco más vivo porque he hecho discos.


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