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sábado, marzo 17, 2018
David Byrne llegó con su vanguardia al evento
El Mercurio
El ex líder de Talking Heads presentó un novedoso show, dominado por las coreografías y la potencia escénica de su banda.
Por RAIMUNDO FLORES
La única vez que se detuvo para hablar con el público, David Byrne presentó en un esforzado español a su banda, diciendo que venían de todas partes del mundo. Ese hecho sirve como paralelo de lo que pasa con su música, que durante décadas se ha nutrido de diversos géneros y sonidos alrededor del planeta, influencias que se vieron reflejadas más que nunca en la puesta en escena que presentó ayer en Lollapalooza.
Con características más cercanas a un show performático que a un mero concierto, Byrne combinó la música con coreografías -más expresivas que acrobáticas- ensayadas junto a los 11 músicos que lo acompañaban activamente. El ex líder de Talking Heads demostró desde el primer momento que su espectáculo va más allá de lo sonoro, cuando subió descalzo al escenario con un cerebro de plástico en sus manos, que exhibía mientras cantaba la letra de "Here", tema extraído de su disco recién estrenado, "American utopia".
Desde la segunda canción se sumó el resto de los músicos al escenario, vestidos al igual que Byrne, de traje gris, y se unieron a las coreografías del ex Talking Heads, figura central del espectáculo la mayor parte del tiempo. Los instrumentos de percusión tuvieron especial protagonismo, con varios de los músicos cargando distintos tipos de tambores y platillos, marcando el tono bailable que tuvo todo el show y demostrando las influencias latinas y africanas de la música de Byrne.
Las canciones que se fueron sucediendo mostraron otra vez que las prioridades de Byrne son distintas a la del resto de sus colegas. El escocés nacionalizado estadounidense estuvo lejos de elegir su repertorio más conocido y coreable, mezclando algunas canciones de Talking Heads con los temas recién estrenados de su última placa y colaboraciones que ha realizado con otros artistas en los últimos años. Salvo cuando tocó algunos clásicos como "This must be the place" o "Burning down the house", el público que llegó a ver a Byrne estuvo lejos de ser protagonista, aunque la recepción del show fue calurosa y los asistentes -en su mayoría adultos- corearon el nombre de Byrne apenas este hizo una pausa que lo permitiera.
A sus 65 años, Byrne demostró que la edad no es un impedimento para experimentar arriba de un escenario. Más allá de su impecable voz, el cantante bailó, se arrodilló, besó el piso, se acostó sobre la tarima y armó una ronda junto a sus músicos, dejando en claro por qué su nombre siempre ha estado ligado a la vanguardia y por qué sigue siendo un número relevante en el mundo musical.
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