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viernes, abril 20, 2018
Silvio Rodríguez: “En algunos sentidos, Fidel Castro sigue vivo”
La Tercera
El artista cubano comparte su visión acerca de los históricos cambios en su país. Por ejemplo, alaba a Raúl Castro y se muestra moderado con Díaz-Canel: “En la medida que se ha ido haciendo presidenciable, se ha ido poniendo rígido, más ortodoxo”. También habla del encarcelamiento de Lula y de la petición de salida al mar de Bolivia.
Por Claudio Vergara
El último tramo de la vida de Silvio Rodríguez se levanta como un pequeño oasis en una biografía siempre activa y diversa. Hace ya tres años, en 2015, editó su última travesía discográfica (Amoríos), y esa misma temporada reporta su última vez en Chile, con tres presentaciones repletas en el Movistar Arena de Santiago.
Pero si lo profesional asoma como un remanso sin mayores alteraciones, lo personal y lo político se acercan a una sensibilidad casi antagónica, como si el mundo que siempre conoció se hubiera borrado de un plumazo. O de una luz cegadora, un disparo de nieve.
En 2016 enfrentó ese momento histórico que significó la muerte de Fidel Castro, el líder con el que vinculó de modo perpetuo su cancionero y sus ideas; y ayer observó cómo su hermano Raúl designaba como su sucesor a Miguel Díaz-Canel, el político que ni siquiera había nacido cuando en 1959 se impulsó la Revolución que cambiaría para siempre el destino del cantautor y de miles de latinoamericanos.
Pese a ello, hay algo que parece invulnerable a la marcha del tiempo: la reverencia incondicional que aún genera en Chile, país como pocos rendido a su imagen y su obra. Sus tres shows del 8, 9 y 11 de octubre en el Movistar Arena se agotaron en alrededor de 30 días, a lo que se sumó una nueva presentación para el 14 de ese mes en la Quinta Vergara.
“Claro que me sorprenden cosas así, y me llenan de gratitud. Y, cuando trato de explicármelas, en el caso de Chile, recuerdo la fuerza de la Nueva Canción en el gobierno de la Unidad Popular; y precisamente en 1972 fue mi primera visita, una visita de solidaridad y compromiso, junto con otros compañeros de generación. Puede que también influya la memoria de aquel concierto de 1990, en tiempos que sin duda significaron un antes y un después para los chilenos. Todo eso, o parte, pudiera subyacer en la respuesta a los conciertos nuestros”, explica el autor vía mail a Culto desde Cuba.
–¿Y cómo vivió la muerte de Fidel Castro?
-Fue cuatro días antes de mi 70 cumpleaños, el más triste de mi existencia.
–¿Qué cree que perdió el mundo, y Cuba en particular, con su partida?
-Fidel vivió 90 años y tuvo una vida plena, podría decirse que hasta privilegiada, porque pocos hombres han sido capaces de influir en la historia como él. En algunos sentidos, sigue vivo.
–¿Cuál cree que fue la huella de Raúl Castro durante su mandato?
-Creo que Raúl nos deja su ejemplo de compromiso con Cuba, su deseo de hacer sostenible el socialismo y también su capacidad autocrítica. Es un hombre con principios y es un hombre que aprende, combinación fundamental.
–¿Cuáles son sus expectativas ante este nuevo período que iniciará Cuba con la partida del poder de los Castro?
-Deseos, como cualquier cubano, tengo muchos. No voy aquí a profundizar, pero pudiera resumir diciendo que deseo lo que sea mejor para mi pueblo, contando con su opinión.
–¿Qué expectativas tiene con respecto a Miguel Díaz-Canel?
-Conozco muy poco a Díaz-Canel. Tengo la sensación de que, en la medida en que se ha ido haciendo presidenciable, se ha ido poniendo rígido, como más ortodoxo conceptualmente. Es una opinión subjetiva, porque hace años que no lo veo.
–¿Qué le parece que por primera vez el mandato de su país esté en manos de una figura que no lleva el apellido Castro y que nació después de la Revolución? ¿Le sugiere algo?
-Más que sugerir, es el testimonio de que el tiempo pasa. Aunque a los que se frotan las manos con eso les recuerdo que el pueblo cubano, con toda su experiencia, sigue ahí.
–En una reciente entrevista con La Tercera, Pablo Milanés contó que, entre 1965 y 1967, debió interrumpir su carrera artística para ingresar a las UMAP, un campo de concentración en Cuba donde fue sometido a trabajos forzados. Logró escaparse y huir, pero fue encarcelado. Él recalcó que hablar en Cuba de esto es como “hablar del diablo” y que es el lado más oscuro de la Revolución. ¿Qué opina de aquello?
-Yo conocí a Pablo a fines de 1967, cuando las UMAP estaban siendo desarticuladas y él prestaba servicio, ya como soldado normal, en una estación de gasolina. Fue la solución que dieron a su caso, que había sido objeto de protestas de un grupo de artistas como Elena Burque, Omara Portuondo y otros. En uno de los pases que le daban, nos presentó Omara, en la puerta de los estudios de la televisión. Él siempre fue muy discreto al respecto, nunca habló mucho de ese asunto. Las Unidades Militares de Ayuda a la Producción se crearon, inicialmente, como campos de trabajo para los soldados que cometían indisciplinas (cada vez que yo me fugaba de mi unidad y me pillaban, me amenazaban con enviarme). Hasta los jefes de esas unidades eran sancionados, así era el estado de ánimo imperante. Tiempo después también mandaron a religiosos que no juraban la bandera, o a personas que se consideraba que llevaban una vida desordenada. A mediados de los 60 hubo un momento de mucho extremismo respecto a la nocturnidad de los artistas de cabarets, a la gente de “vida fácil” y cosas así. Por entonces llegaron a cerrar todos los centros nocturnos y las bebidas alcohólicas eran casi ilícitas. La gente le llamaba “la ley seca”. Fueron aspectos pésimos que todavía la Revolución está pagando. No creo que esto deba ser tabú, es justo que la historia se cuente como fue. Mucho más si han sido cosas que pasaron hace ya más de medio siglo
–Usted siendo un hombre tan vinculado a Chile, ¿tiene alguna opinión sobre el reciente cambio de gobierno?
-Tengo por norma no meterme en los asuntos internos de otros países. Mucho menos tan explícitamente. Me parece que no me corresponde, y además que no ayuda.
–¿Le merece también alguna opinión el encarcelamiento de Lula en Brasil, precipitado por problemas de corrupción?
-Lula es culpable de haber sacado de la pobreza a millones de brasileños, pero es inocente de los cargos que se le imputan. El interrogatorio del juez es de un absurdo más que elocuente. Es muy grave lo que está sucediendo en Brasil: que una pantomima de justicia interfiera tan descaradamente en el sistema democrático.
–Otro tema candente en Latinoamérica es la petición de salida al mar que impulsó Bolivia en La Haya, llevando a Chile a un juicio. ¿Cree que un país como Bolivia debe recibir por parte de Chile acceso al mar? Como sabrá, el principal impulsor de esta instancia es Evo Morales.
-Cuando la Sra. Bachelet hizo su primer mandato, tuvo la gentileza de recibirme en La Moneda. Recuerdo que hablamos de este y de otros temas latinoamericanos, incluso de los mapuches. Salí de allí con una impresión favorable, respecto al derecho de Bolivia de reclamar una salida al mar que le fue arrebatada en una guerra con implicaciones coloniales. Por otra parte, también pienso que este asunto es muy difícil de resolver sin un consenso chileno. Por lo tanto, considero que es responsabilidad de los gobernantes preparar la conciencia nacional para el gesto de ofrecerle a Bolivia su salida al mar. En ese sentido, es preocupante no sólo no ver avances, sino todo lo contrario.
De Dylan al reggaetón
Aunque Silvio Rodríguez tiene por norma no entrometerse en los asuntos de otros países, la prudencia hacia lo ajeno se diluye cuando debe profundizar en sus colegas o en los coetáneos con los que creció desde los 60. Ahí, se explaya para hablar de, por ejemplo, Milanés, o también para contextualizar desde su mirada las razones que llevaron a la Academia Sueca a otorgarle el premio Nobel de Literatura a Bob Dylan en 2016.
“Yo empecé a hacer canciones por aburrimiento, estaba pasando mi servicio militar. Al principio pensaba que, si tenía suerte, alguno de mis inventos podría ser interpretado por algún cantante. Más tarde, cuando vi que los trovadores eran los músicos más mal pagados de mi país, me identifiqué con ellos y empecé a decir que yo era un trovador. Los trovadores eran como elegidos de esa expresión tradicional, y tenían un pequeño público devoto que los seguía. Se reunían en peñas, casi siempre en patios de casas particulares. Esa mística me introdujo el deseo de ser digno de ese oficio y de dignificarlo. Mi trabajo no es concebible dentro una concepción de la canción como arte menor. Quizá por eso no me sorprendió que le otorgaran el Nobel a Dylan”, cuenta.
-La BBC por esos mismos días publicó un listado de los artistas hispanohablantes que merecerían el Nobel de Literatura. En ese listado, usted era el número uno. ¿Ha sentido alguna vez que también merece este galardón?
-Darle el Nobel de Literatura a un autor de canciones significa que su poética es digna de eso. Es un salto a una nueva forma de ver que saca, de paso, lo que era la costumbre. Lo único que yo lamento es que no exista un Nobel para la canción, que es un arte que no se compone sólo de poesía, sino también de música. Habría que dar algunos Nobeles retroactivos como Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, Sindo Garay, Miguel Matamoros, Tom Jobim, y por supuesto Víctor Jara y Daniel Viglietti. También a varios vivos como Chico Buarque, Joan Manuel Serrat, Luis Eduardo Aute, Rubén Blades, Caetano Veloso y posiblemente algunos más.
-Desde Centroamérica, la música que hoy más llega es el reggaetón, también de gran popularidad en Cuba.
-Es probable que estemos regresando a lo tribal. El tan criticado reggaetón es el resultado de una “democratización” que ha facilitado el acceso masivo a las tecnologías. Estamos en un mundo en que prácticamente cualquiera, con un teléfono y un poquito más, puede hacer no sólo canciones, sino fotos, periodismo, cine: lo que sea. Después, los comerciantes publican lo que vende. ¿De qué nos quejamos?
-Considerando que es la música latina que hoy domina parte del continente, ¿cree que asistimos a una era en que el aporte literario de la música en español ha bajado ostensiblemente en comparación a otros períodos, como los 60, 70 y 80?
-¿Y si estas dádivas tecnológicas para que todo se vulgarice resultara ser una venganza de ciertos poderosos de gusto exquisito, rabiosos de ver a la plebe en sus teatros, escuchando a Händel?… Tremendo argumento para una novela.
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