Este es un blog que tiene como misión recopilar información o noticias sobre música chilena, la Industria musical y la industria cultural de nuestro país aparecida en diversos medios de comunicación. Por lo tanto los textos son propiedad de los medios y de los periodistas que encabezan cada nota.
martes, octubre 23, 2018
Señor Coconut y el baile alemán: Kraftwerk en clave tropical
La Tercera
El músico Uwe Schmidt será el encargado de abrir y cerrar el primer Red Bull Music Festival Santiago. Esta es la historia del alemán que escribe mambos, chachachás y cumbias electrónicas desde Providencia.
Por Alejandro Jofré
Hace más de treinta años que el alemán Uwe Schmidt publica discos a un encomiable ritmo a veces mensual y con múltiples seudónimos que exceden a la escena chilena, donde fijó residencia en 1997.
Atom™, Atomu Shinzo o Lisa Carbon Trio, son algunas de sus identidades aunque esta semana echará mano a otras dos.
Primero como Atom Heart, cuando el martes 23 de octubre acompañe a Matías Aguayo en su experimento de 12 horas de música llamado The True Matías Show, un espectáculo que se iniciará el mediodía, desde el espacio y vista privilegiada que ofrece la galería de arte CIMA, justo sobre Plaza Italia y que será transmitido en vivo y en directo vía streaming por Culto.
Y luego como Señor Coconut el domingo 28, tal vez su mutación más conocida en Chile, donde ha publicado una colección de mambos, chachachás y cumbias, interpretada con instrumentos electrónicos y acompañado de nombres como Jorge González, Cecilia Aguayo, Ricardo Villalobos y Martín Schopf.
Único, retrofuturista, irónico
La primera influencia de Schmidt fue una máquina de ritmos que escuchó en la radio de su hogar familiar en Frankfurt.
“Cuando niño siempre analizaba bandas y quería aprender y saber cómo se hacía esa música. Y de repente sonó una máquina de ritmos en la radio y no entendía nada porque era demasiado perfecto”, dice a Culto el alemán.
Cuando era un adolescente, previo a la era del tecno, se hizo fanático de bandas como Cabaret Voltaire y Chris & Cosey. “Esa fue como mi formación musical”, cuenta Schmidt.
Aunque aclara: “Mi primera influencia fue más que una banda una máquina”. Así al poco tiempo ya se sentía cómodo con una batería programable, diversos teclados y un portaestudios donde realizó sus primeros experimentos.
Una serie de grabaciones que el sitio Allmusic define así: “Cuesta clasificar el trabajo de Schmidt como música dance, pues descansa más bien en la intersección de una suerte de retrofuturista sello de autor y experimentación irónica, única en la electrónica contemporánea”.
Rastreando el esplendor
Uwe Schmidt vivió en Frankfurt hasta 1997, “y la verdad es que nunca me gustó mucho la música latina quizás por un asunto cultural”, dice al otro lado de la línea.
“En Alemania, la música latina se había consumido bajo una etiqueta third world y tercer mundo era algo como alternativo o hippie. Quizás por eso nunca me llamó la atención ni tampoco sabía mucho”, agrega el músico.
Fue en 1992, en un viaje de tres meses a Costa Rica, que comenzó a interesarse por lo que sonaba en las calles.
“Estaba de moda El General y la música que venía de Panamá, que era bien electrónica”, dice él. “Me empezó a gustar mucho y empecé a absorber esa música”.
Así descubrió, gracias a un cassette del cantante cubano Antonio Machín, la música afrocubana de los años 40 y 50.
“Ese sonido que nació en Cuba y que mezcla el sonido de las big bands americanas con lo afrocubano”, cuenta Señor Coconut, lo obsesionó.
“Como era una época pre-Internet, era muy difícil obtener información y, ya de vuelta en Alemania, empecé a buscar y era muy difícil ir a una tienda y leer las carátulas. Comprar era entonces ir un poco al azar”, recuerda el músico.
“Empecé a buscar a Antonio Machín, que no es tan conocido fuera de España. Empecé a ubicar la zona, el territorio y el tiempo que me gustó, que era como Cuba y México entre los años 30 y 50. Ese era el sonido que me gustaba mucho más que la música que vino después”, aclara.
Así llegó hasta el “Rey del Mambo”, el cubano Dámaso Pérez Prado, un músico del que se reconoce enamorado por su manera de componer.
“Encuentro que es muy especial, me gustó mucho, como su humor. Tenía toda una volada que encontré muy distinta a lo que yo hacía. Mi interés por la música latina tiene que ver con que es muy distinta a mi approach”, dice Schmidt.
Luego sigue: “Era como otro lenguaje, otros arreglos, otras ideas. Y Pérez Prado era como el más cercano a lo que a mí me gusta de la música en general: la simpleza, por ejemplo, tenía estas ideas muy modernas”.
-Para alguien que no conoce tu música, ¿son el mambo y el chachachá, por así decirlo, el ADN de Señor Coconut?
-Sí, es la zona y el tiempo. Los años 40, básicamente. Ahí encontré la música latina en todo su esplendor y en su estado más puro quizás. Porque fue cuando apareció la fusión de esos mundos. En los años 30, en América hubo, sobre todo en Cuba, antes de la revolución, un gran boom. Había mucha plata y era una cultura bastante distinta. Y los gringos trataban de meterse ahí y tomar el control y de ahí vino la revolución y todo eso. Y eso creaba una fusión muy interesante entre mezclas y culturas que estaban en esas islas. El chachachá es más fácil de definir porque es un ritmo, pero el mambo es más amorfo, es más como una actitud que un estilo. Me gustó justamente esa pureza y la mezcla entre lo afrocubano y los arreglos de bronce que son más gringos, que tienen que ver con el jazz y las big bands. Me gustó mucho cuando escuché este lenguaje y lo diferente que era al mío. Yo vengo de una dirección completamente distinta. Me fascinó por harto tiempo y quise fusionarlo con lo que estaba haciendo yo.
“No podría no hacer música”
Conocido por tocar a Kraftwerk, Daft Punk o The Doors en clave tropical bajo el nombre de Señor Coconut, o por hacer en vivo el disco Corazones junto a Cecilia Aguayo y Jorge González en el Teatro Municipal de Santiago en 2014 o en el escenario de un festival capitalino en 2012, Uwe Schmidt sorprende en sus presentaciones como Atom™ con visuales sacadas de una bienal de videoarte experimental, con bombas atómicas detonando en cámara lenta o el minimalismo de vectores fluorescentes sobre fondos negros.
Parado sobre equipos como una MPC 3000 o un Yamaha Tenori-on, hace cantar a robots en discos como HD, donde incluye temas como “Ich bin meine maschine” o “Stop (imperialist pop)”, donde dice “Sony, Warner, RCA/ Disney Channel, day by day/ sonic invasion/ from nation to nation/ Gaga, Gomez, Timberlake/ give us a fucking break”.
O cuando hace canciones como “Empty”, un track con el ruido que hacen los celulares cuando pierden su señal, donde el propio Schmidt aparece en las visuales arrojando papeles como Dylan en el video de “Subterranean Homesick Blues”.
-Hace poco se cumplieron 30 años desde la edición de The Engineers Love, una de tus primeras grabaciones. ¿Por qué insistir en la música como forma de ganarse la vida?
-Fundamentalmente porque me gusta mucho hacer música. Lo paso bastante bien y lo veo como un ejercicio bastante egocéntrico. Para empezar, muy pocas veces he hecho música por otros. Siempre hay un componente del mundo externo, que no es completamente para uno, pero especialmente durante los últimos quince o veinte años he cambiado mucho la manera de hacer música y todo lo que estoy haciendo lo hago por mí.
“Señor Coconut es un buen ejemplo porque nació de una pura inquietud mía. Yo quería escuchar lo que sonaba en mi cabeza, quería saber si lo podía hacer o cómo sería en el mundo real lo que estaba pensando. ¿Existe? ¿Puede existir? ¿Funciona así como la idea o es una cosa que tengo en mi mente? Siempre está ese ejercicio de tener que externalizar las ideas. Hay muchos músicos que tienen muy buenas ideas, pero nunca hacen nada con el argumento de que no se necesita. Pero toda creación, en el arte sobre todo, tiene que ver con la capacidad de externalizar las ideas. Sino no son reales. Cuando volví a Alemania desde Costa Rica, Señor Coconut había sido una idea no más. Y había tenido varios intentos de externalizarla, pero hubo un momento en que funcionó y fue con ese disco famoso El baile alemán. Era un ejercicio para mí, no quería hacer un álbum. Simplemente tenía canciones en mente y quería hacer demos para ver si realmente funcionaría. Siempre quise hacer demos, pero como soy yo, medio TOC, no podía simplemente dejarlo como demo y tuve que terminarlos. De repente hice un tema tras otro y terminó siendo un álbum”, dice Schmidt.
Luego sigue: “Estaba muy seguro en esa época que era una idea demasiado excéntrica quizás. Creí que no iba a pasar nada con ese álbum porque no había nadie o con quién hacerlo en términos prácticos. Ni sello ni distribuidora. Porque no existía ese estilo. Fue una gran complicación en los primeros años porque nadie sabía qué hacer con este disco. Era un pequeño cacho. Estaba seguro que era una idea excéntrica mía que quería hacer y fin, no esperaba nada de eso, pero me ha pasado muchas veces que ideas mías que he querido externalizar por goce, obsesión, resultan en algo”.
-Leí que el acitón, esa mezcla de acid y reggaetón, se te ocurrió caminando por Shibuya en Japón. ¿Cómo fue eso?
-Sí. Estaba en Shibuya y escuché por un lado algo como reggaetón y por el otro algo como tecno o acid, no lo sé, caminé como dos metros y se fusionaron esos dos canales y ahí nació esa idea. Teóricamente podía funcionar y se lo mencioné a Vicente Sanfuentes. Justo después de Shibuya yo estaba en Canadá y le mencioné la idea como una anécdota. Justo pasó que se cayó un artista del festival en que yo estaba invitado a dar una charla y nos preguntaron con Vicente si queríamos tocar y llenar el espacio de una hora y media esa misma noche y Vicente dijo que sí, que “por qué no intentamos hacer tu idea”. Yo no estaba seguro ni siquiera si funcionaba. No teníamos equipos ni nada, pero él buscó los equipos e inventamos el set como dos horas antes del show, muy de la nada. Lo programamos en una sala y nos fuimos al show. Vicente tenía toda esa energía de querer hacerlo y yo no quería, encontraba demasiado peligroso lanzarse así, pero claro… yo insisto con la música porque es algo que me gusta mucho. Lo paso demasiado bien haciéndolo. Y confío en que lo que estoy haciendo es entretenido o interesante para el mundo externo. No hubiera durado tanto si no fuera así. Después de treinta años es un poco natural que ya el mundo externo no sea tan importante, pero estoy haciendo muchísimas cosas para mí. Todo el tiempo hago cosas. Tengo muchísimas ideas. No podría no hacer música, más bien.
-Serrat decía que comenzó a tocar la guitarra “porque así era más fácil tocarle el culo a las muchachas”. ¿Cómo fue contigo? ¿Por qué producir música electrónica?
-Mirando un poco hacia atrás, a cuando era chico y cómo terminé haciendo música, sinceramente las muchachas no fueron la causa. Eso lo puedo descartar 100%. Fue como una cadena muy curiosa de mmm… cómo llamarlo… crecí como un hijo único de alguna manera, porque tenía dos hermanos mayores con una diferencia de edad muy grande, que ya estaban fuera de casa. Siempre estaba solo haciendo mis cosas, como dibujar o trabajos manuales a los 10 años. Terminé en la música un poco como hobby, empecé tocando una batería que habían comprado para mí, tocando en el subterráneo del edificio donde vivíamos. Pero siempre solo. Nunca toqué en una banda. Nunca tuve esa visión del cantante que quiere estar como en un escenario haciendo no sé… algo como tener fama por ejemplo. Me interesé más como en lo nerd, en la programación de máquinas.
Schmidt hace una pausa para recordar una anécdota del cerebro tras los grupos Erasure y Yazoo.
“Me siento muy sintonizado con Vince Clarke cuando le preguntaron una vez por qué salió de Depeche Mode. Él decía que lo único que quería hacer era estar en su estudio y programar. No le interesaba dar entrevistas, estar de gira o sobre un escenario o pintar el mono en la tele. Hay fotos de él en los estudios, como en los 80, y está muy contento, como una cosa medio nerd. Y yo me veo más así, por ese lado. Estoy muy contento de hacer mis cosas y empecé a hacer así, a jugar y programar, en mi pieza de niño con una drum machine de 200 dólares. Ahí nació muy naturalmente hacer experimentos con audio y con un cassette, hasta que un amigo mío me dijo ‘tú deberías hacer un disco’ cuando escuchó mis demos. Para mí era completamente impensado. ¿Un disco? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Para quién? Un buen amigo en Alemania me vio desde afuera y me dijo tienes que hacer esto. Yo nunca lo había pensado. Nunca pensé en chicas, en drogas, en dinero ni en fama. Pensé en hacer cosas, muy simple. Y sigue siendo así”.
“Creo que si la motivación hubiera sido otra, estaría haciendo otra cosa ahora. Y se nota mucho en artistas que tienen otro impulso. Cuando el impulso de creación no es puro, sino que es un vínculo para obtener otra cosa, la creación es muy frágil. Porque cuando la música es solamente un método para algo, uno puede parar de hacer porque el interés no está ahí. Y en mi caso creo que no es así”, asegura el alemán.
El baile alemán
Uwe Schmidt ha programado trabajos para artistas de la estatura de Depeche Mode, Yellow Magic Orchestra o Air, y ha participado en canciones de artistas chilenos como Electrodomésticos, Pánico y Jorge González, con quien produjo su disco solista Mi destino y proyectos como Sieg Über Die Sonne y Gonzalo Martínez.
–El gran baile apareció casi al mismo tiempo que Gonzalo Martínez y sus congas pensantes, ¿qué recuerdos tienes de esa época?
-Yo llegué a Chile el 97 y tenía El gran baile casi listo. Mi idea era terminarlo antes de llegar, pero lo terminé en Santiago y unos meses después, Martín y Jorge empezaron con Gonzalo Martínez. El gran baile fue anterior. Pero nacieron de la misma idea que tenía yo, aunque yo no participé del disco de Martín y Jorge [el disco se acompañó de un single, en el cual se incluyó una remezcla de Señor Coconut].
-Llevas más de dos décadas en Chile y has trabajado con Jorge González y gente como Tea Time y Vicente Sanfuentes, ¿qué proyectos te parecen interesantes de la escena chilena?
-No creo que tengo una visión muy objetiva u holística. Porque no salgo mucho, ni sigo a nadie en general, no solamente en Chile. No leo, no veo, no consumo información. Toda mi información viene de amigos o de eventos en que he tocado. Desde esta ventanita lo que me ha gustado mucho es como esta mini escena tecno que está haciendo estos eventos más underground, como los que hace la Andrea Paz o White Sample.
“Siempre he tenido un problema con la música electrónica en Chile, sobre todo en los años 2000”, dice el músico.
“En general, mundialmente encontré una muy mala época para la música electrónica, pero en Chile se ha dado lamentablemente esta ubicación de la música electrónica dentro de ciertas esferas sociales que encontré desagradable. Que ciertas esferas de la sociedad sean como apropiadas para ciertos estilos de música. En Chile se da mucho esa separación de que cierto tipo de música es para esa gente y el otro tipo de música para otra gente, y eso para mí es una cosa impensable. Justamente mi interés o mi fascinación por la música electrónica tiene que ver con la universalidad de ella. Para mí ir a un club en Alemania en los 90 era una cosa universal. No había géneros ni clases”, explica Schmidt.
Luego sigue: “Y cuando se empezó a comercializar la música electrónica en Chile obviamente se fue como por un lado demasiado apestoso y creo que no tiene nada que ver con lo que estoy haciendo yo o mis ideas. No me encuentro muy compatible con eso. Por eso había dejado de tocar en Chile entre 2000 y 2010. Porque no encontré algo de mi gusto entre lo que estaba pasando acá. No me gustaba el ambiente, ni el público, ni como estaba presentada la música o el circuito”.
Según Schmidt: “La música electrónica significaba aquí algo que para mí no es. No tiene que ver con lifestyle ni las vistas VIP y todas esas cosas que a mí no me interesan. Por eso he estado bastante ausente acá, pero unos años atrás, siete u ocho años atrás, empezaron como a nacer cosas más underground con un público más interesado en cierto sonido que nunca ha sido muy popular en Chile. Lentamente eso ha cambiado con una nueva generación de gente que está haciendo otras cosas. Volvió como este espíritu que tiene más que ver con la experimentación y con el underground y con hacer cosas distintas y alejarse de las marcas y como del comercio de la música. Y eso me ha gustado mucho en Chile. Me gusta la energía creativa que aparece cuando hay poca plata pero mucho interés. Crea un arte más real. Cuando falta plata necesitas más fuerza para hacer algo. Cuando algo es bien financiado y establecido no necesariamente es malo pero hay como otra energía ahí. Me gusta eso de la escena underground chilena, que haya gente que quizás no tiene las lucas pero quieren hacerlo y entonces hacen cosas muy interesantes. Prefiero eso que algo como súper pulido y un poco fome”.
Luego de 2011 Señor Coconut y su Conjunto dejaron de tocar en vivo, pero ahora están de vuelta. El próximo domingo 28 de octubre se presentarán sobre el escenario del Red Bull Music Festival Santiago en el Parque Fluvial Renato Poblete, junto a los mexicanos Plastilina Mosh, los brasileños BaianaSystem y el chileno Pedropiedra.
-Entiendo que para #RBMSTGO vas a tocar el disco Yellow fever, ¿es así?
-No sé de dónde nació esta información, pero justamente de Yellow fever no vamos a tocar. Vamos a tocar todos los otros discos menos Yellow fever. O sea, Fiesta songs, El baile alemán y Around the world, básicamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario