viernes, diciembre 28, 2018

Original estudio sobre prejuicios musicales gana el Premio Samuel Claro

El Mercurio

La musicóloga mexicana Natalia Bieletto revisa cómo construimos nuestros imaginarios sociales. 

Romina de la Sotta Donoso
Tres singularidades tiene el ganador del XI Premio de Musicología Samuel Claro del Instituto de Música UC: aún no cumple 40 años, es mujer y su investigación no es sobre música, sino sobre el ruido y las "prácticas de escucha".

La máxima distinción para artículos musicológicos del continente recayó en Natalia Bieletto (México, 1979), por "De incultos y escandalosos. Ruido y clasificación social en el México postrevolucionario", artículo que publicará la revista Resonancias. El jurado lo integraron Yael Bitrán, Sydney Hutchinson y José Manuel Izquierdo.

Bieletto se instaló en marzo en Santiago, para trabajar en el nuevo Centro de Investigación en Artes y Humanidades (CIAH) de la Universidad Mayor, que dirige Christian Spencer. "Esto es un paso más en el lento proceso de instalación de la equidad en el campo de los estudios musicales chilenos", dice Spencer, y agrega que "el aporte del texto es introducir el sonido como fenómeno cultural por medio del cual se pueden leer las sociedades del pasado y el presente".

En su artículo, Bieletto constata que tras la Revolución mexicana coexistieron en conflicto varias culturas aurales (auditivas). "Por un lado, una modalidad de escucha contenida y en la que el cuerpo debía permanecer inmóvil y en estado contemplativo, que fue históricamente asociada por el Idealismo alemán a lo racional y lo espiritual. Por otro lado, un tipo de escucha en donde el cuerpo se movía, que fue vinculada a lo incivilizado, en gran medida porque era una respuesta corporal a las danzas afroantillanas", explica.

Sobre ellas, las élites y autoridades de la época articularon discursos con categorías como "ruido" o escándalo", de modo que, pese a la intensa reestructuración ideológica de esa época, "no cambian las bases racistas heredadas de la colonia".

Atavismo que, un siglo después, sigue vigente: "Se percibe en el modo como las ideologías dominantes se han referido a las músicas de ancestría negra o a las indígenas y, sobre todo, a quienes las producen, las bailan o las escuchan con agrado. Esto ocurre en toda la región".

-¿Puede este tema interesar al público general?

"Yo espero que sí. Las músicas que escuchamos y los modos como las escuchamos; en silencio, bailando, cantando, a volumen alto o suavecito, son utilizados para clasificar a las personas. Todos lo hemos vivido; categorías como 'roto', 'cuico', 'flaite', 'culto' adquieren también una imagen sonora. Construimos todo un imaginario de un grupo social gracias a la música que escuchan y a cómo sus cuerpos reaccionan a ellas. Esto es ahora más claro que nunca en Chile, con tantos migrantes que hemos llegado de manera súbita. Es importantísimo debatirlo porque no hay quién no escuche música, ni quién se salve de ser clasificado. Debemos reconocer qué criterios y prejuicios están detrás de esta clasificación".



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