martes, marzo 19, 2019

La consolidación de Helmuth Reichel, batuta chilena formada en Alemania

Romina de la Sotta Donoso
Cultura
El Mercurio

El director de 35 años de edad está trabajando por cuarto año consecutivo con la Orquesta Sinfónica de Chile, en las espectaculares obras que él programó para cuatro conciertos: "La Consagración de la Primavera" de Stravinsky y "Concierto para orquesta" de Bartók, entre otras.



Sigue consolidándose la carrera de Helmuth Reichel Silva (1983), el único director chileno que ha logrado ser finalista en el Concurso Besançon. Residente en Alemania desde 2002, además de su actividad constante con orquestas europeas, en 2017 debutó con la Sinfónica de Tokyo, que lo volvió a programar para enero próximo. "Es bien especial que te inviten por segunda vez porque implica una decisión consciente de la orquesta de continuar el trabajo en conjunto", comenta.

Una voluntad que también están exhibiendo los conjuntos chilenos. En los últimos tres años, a Reichel lo han invitado todas las orquestas de la capital -con la única excepción de la Filarmónica de Santiago-, y prácticamente todas lo han vuelto a programar.

Así, en junio retomará la batuta frente a la Sinfónica Nacional Juvenil; en agosto, dirigirá a la Orquesta de Cámara de Chile, y en octubre debutará con la Sinfónica U. de Concepción. Y ahora mismo está trabajando con la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, que lo ha invitado cada año desde 2016, y que lo eligió para abrir su temporada 2019.

"Los músicos de la Sinfónica han sido muy generosos", confiesa Reichel, quien diseñó los dos programas que conducirá. En cada uno incluyó una obra capital de la música universal que la orquesta no toca desde 2013: "La Consagración de la Primavera" (1913) de Stravinsky y el "Concierto para orquesta" (1943) de Bartók.

Hitos del siglo XX

El primer programa lo presentarán este viernes 22 y sábado 23 en el Teatro U. de Chile, y se construye en torno al famoso ballet de Stravinsky, obra que, a juicio de Reichel, "refleja la vulnerabilidad del ser humano ante la naturaleza, y por eso su tema sigue siendo muy actual; es el ser humano rindiéndose ante la vida".

Articularán esta célebre obra con la suite "Panambí", de Ginastera, y con el Concierto para clarinete de Copland, con la actuación solista del virtuoso venezolano David Medina.

"La idea de la danza y del ritmo está presente en todas las obras. 'La Consagración', por ejemplo, tiene un carácter musical ligero, flexible y fluido, que contrasta con cierta brutalidad, y la suite 'Panambí' tiene elementos musicales similares, pero con un acento latinoamericano", explica.

El ballet de Ginastera tiene raíces en una leyenda guaraní, y el de Stravinsky, en un ritual ancestral ruso. "Es interesante contrastarlos y ver qué tienen en común", dice.

Potencial orquestal

El segundo programa lo presentarán el viernes 29 en el Teatro U. de Chile; y el sábado 30, en la U. Santa María, en Valparaíso. El influyente "Concierto para orquesta", de Bartók, se articulará con el Concierto para violín de Brahms -donde actuará como solista el excepcional Tobias Feldmann (Alemania)- y con la obertura "Las ruinas de Atenas", de Beethoven.

"El 'Concierto para orquesta' de Bartók es una de mis obras preferidas. La primera vez que la escuché, gatilló mi atención hacia la música sinfónica, pues tomé conciencia de cómo podía llegar a sonar una orquesta", revela Reichel. Una exuberancia que Bartók logra al tratar a todos los instrumentos como solistas.

"Además, me identifico con el lenguaje musical de Bartók y su mezcla única de elementos folclóricos, desde lo húngaro y eslavo a lo árabe y chino. Para mí, es la obra cúspide del compositor. El quinto movimiento es una cosa fantástica, no sé cómo expresarlo en palabras", dice.

-Sus actuaciones en Chile han sido aplaudidas por la crítica. ¿Qué siente ante eso?

"Uno agradece que se valore el trabajo que hace, son comentarios relevantes. Pero los músicos de la orquesta son igual o quizá más importantes que el director. ¡El director ni siquiera suena! Esto yo lo veo como un trabajo en conjunto, que se hace desde dos perspectivas. Para mí, un buen concierto es aquel en que la orquesta toca al nivel más alto de sus posibilidades".

-Usted estudió violín y fue instrumentista de orquesta antes de tomar la batuta. ¿Qué le aporta esa experiencia?

"Es una ayuda muy práctica, porque uno entiende mejor las necesidades de la orquesta y la dinámica de grupo que se produce, y puede trabajar con esa misma sicología para alcanzar un sonido específico, con instrucciones claras. El desafío es cómo llegar desde el primer ensayo hasta el concierto, pero no sólo de la forma más eficiente, sino también más agradable en cuanto a la atmósfera de trabajo".

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