lunes, septiembre 09, 2019

Camilo Sesto: "Cuando me muera que donen todo"

La Tercera

En 2003, el fallecido periodista chileno Guillermo Hidalgo visitó a Camilo Sesto en su residencia cerca de Madrid. Al cantante le preguntó por qué nunca se había casado y lo comparó con John Lennon, en una histórica entrevista publicada por la extinta revista Fibra y recogida por el libro Crónicas para perdedores (Catalonia, 2011).

Por Guillermo Hidalgo

Han pasado los años, escribía Guillermo Hidalgo para introducir a Camilo Sesto. Han pasado las décadas desde que se acostumbró a meter éxito tras éxito en los rankings e interpretó el rol protagónico en la versión española de la ópera rock Jesucristo Superestrella. Pero el cantante, de entonces 56 años, supo administrar su mito y se mantuvo vigente “a pesar de los chismes y las enfermedades”. Su última producción —de entonces—, Alma (2002), coincidió con un revival internacional de sus viejas canciones.

“Nos recibe de bata blanca, diciendo que acaba de llegar de Madrid, pero todo indica que se acaba de levantar”, comienza el relato desde el barrio de Torrelodones, a cuarenta minutos de la capital española en automóvil, donde se ubica su casa.

“No para de fumar Malboro rojos y de comer dulces sin azúcar”, describe Hidalgo, que luego ataca con preguntas aparecidas en el número 6 de la extinta revista Fibra, la misma que fundó. Lo siguiente es un extracto.

-Te han molestado por el título “Mola mazo”, una expresión muy juvenil que no se ve bien con tus 56 años.

-Yo creo que si la gente se para a mirar la letra, es un tema vigente. Porque es una reivindicación de la libertad.

-¿Cuál es tu lema en la vida?

-Ser libre y respirar tranquilo, con lo cual ya tengo la armonía a mi lado. Mola mazo significa ser tal como soy en cada paso que doy. Y que las cosas que hago respondan a mis propias decisiones y no estar controlado por los demás.

-La canción “Ayudadme” la compusiste en Chile. ¿Cómo fue eso?

-No sé, por todo lo que podía ver y sentir y absorber de la gente. También llega un momento en que necesitas decir lo que te pasa.

-¿Cómo y dónde fue?

-Yo estaba en el hotel Sheraton en 1974 y me vino la idea “ayudadme a cambiar por rosas mis espinas”. Es una manera de decir que lo estoy pasando fatal. Y la gente chilena precisamente es muy dadivosa, muy cariñosa. Y yo estaba pasando por un mal momento.

-En Chile tus canciones han vuelto a escucharse mucho.

-Estoy en contacto mucho con Chile a través de páginas web, y si ustedes tienen el mismo entusiasmo que yo es porque les funcionan bien las neuronas. Esto de mis canciones que se siguen escuchando es algo mundial.

-Te autodenominas “el rey de América” y ahora la vida cambia, pasan los años. ¿Qué te pasa con eso?

-Me llaman “El rey del amor”, “La leyenda continúa”. Y además me han matado tantas veces.

-Muchos cantantes españoles fueron a Chile hace veinticinco años y tuvieron mucho éxito.

-Que yo fui primero, ¿eh? Fui el primero, y lo recuerdo muy bien porque después en otros países me llegaron a llamar Pinochet.

-No te puedo creer.

-Me decían Pinocho, pero yo no lo relacionaba directamente. Pensaba que se debía a que tengo la nariz un poco así, respingada y larga. Pero me lo decían porque fui el primero en ir a Chile cuando nadie quería ir, en 1974.

-¿Y sabías a lo que ibas?

-Sabía que iba a cantarle al pueblo.

-Y te identificaron con la dictadura inmediatamente.

-Y, sin embargo, los que me identificaron han ido a Chile con el tiempo.

La madre y el hijo
-Cuando nació Sean, John Lennon se retiró, se olvidó del mundo y se dio un tiempo para criarlo. ¿Te pasó lo mismo con tu hijo cuando te fuiste a Miami?

-Lo que no quería yo era ser un padre-teléfono. Un padre de “cómo va todo y cuánto necesitas”. Quería estar con él, tranquilo. Hoy en día tiene 19 años y está estudiando arte dramático en Estados Unidos.

-¿Por qué nunca te has casado?

-Yo soy el novio de la vida. Y la vida se ha enamorado de mí porque no me deja morir. La vida me permite momentos de felicidad, momentos de gozo, momentos románticos que uno aprovecha. Pero cada cual en su casa.

-¿Qué pasa con la madre de tu hijo? ¿Cómo es la relación que tienen?

-Buena. Muy buena porque no la veo (risas).

-¿Vive en Miami?

-Vive no sé dónde: va y viene.

-Pero, ¿no hablan de tu hijo?

-No, él ya es un hombre.

-Entonces no tienes ninguna relación con ella.

-No.

-Es raro.

-No es raro, es algo completamente natural y lógico. Tuvimos un hijo y yo me hice completamente cargo de todos los afectos.

-¿Nunca has necesitado una mujer al lado?

-Sí, pero para esas cosas de amor, de casamiento, qué sé yo, la he tenido. Eso en un principio, ahora cada cual en su casa. Las fans te roban besos y te regalan cosas. Y una de ellas me dio algo importante: me dio un hijo.

Razones desconocidas
-¿Cómo quedaste del trasplante de hígado que te hiciste?

-Pues fantástico, fenomenal. De antes, durante y después, casi ni me enteré. Hay gente que dice que requieres un año de recuperación y yo a los doce días estaba perfectamente. Es algo que no entienden ni los médicos, pero así fue.

-El problema al hígado fue por alcoholismo, ¿no?

-La afección es de procedencia desconocida. Yo no bebía. Tenía un amigo que se emborrachaba mucho y me hacía mucha gracia (lo imita). Pero yo, nunca en mi vida he llegado a sentirme ni siquiera mareado.

-¿Estás seguro?

-Fue por razones desconocidas y los médicos no lo podían creer. No lo sé, será algo genético, algo que comí.

-Eras muy bello y además eres artista. O sea que la vanidad te chorrea.

-Yo no soy bello, soy cómodo de ver.

-Esa la inventaste ahora.

-No, no. Es que es cierto: soy cómodo de ver. Eso es mucho mejor que la etiqueta de belleza, porque el cómodo de ver sirve para toda la vida, pues puedes serlo a cualquier edad. No hiero a la vista.

-Cuéntame de tus operaciones al rostro.

-¿Cuáles?

-Las que te has hecho.

-No, no. No me he hecho nada, ni de cara ni de nada.

-¿Y todo lo que se ha escrito?

-Pues de algo tienen que hablar. En mi familia somos todos así: mi madre tenía 85 años y una piel preciosa. Mira, toca la piel.

-¿Te pones alguna crema?

-Nada, ni qué demonios. Nada, mi piel es así. Así nací.

Alma y soledad
-¿Te relaciones con mucha gente o eres más bien ermitaño?

-Me gusta bastante la soledad voluntaria. Y tengo como contrapeso, cada vez que salgo, el gentío, las aglomeraciones, el público.

-¿Eso te pone nervioso?

-No, pero después de eso la soledad voluntaria me encanta.

-Lo mejor de salir de tu casa es cuando vuelves.

-Algo así. Lo de la demostración de cariño de la gente, eso me gusta. Pero yo no puedo ir a la Puerta del Sol ni a comprar al almacén. Tengo que salir corriendo y, porque lo sé, ya no voy. Empieza uno y ya luego no puedes atenderlos a todos.

El llanto del doctor del rey
-¿Te molesta que te traten de maricón, de homosexual?

-No. Digan lo que digan, yo sé quien soy.

-Esa frase, “digan lo que digan”, es un colega tuyo.

-Bueeeeno. Entonces lo que piensen, o griten, o duden. Yo sé quién soy, por lo cual qué me van a ofender las palabras. No me merece ni una conversación ni una discusión. Si me han dado hasta por muerto, ¿cómo me va a molestar una frase de esas?

-También dijeron que tenías sida.

-También me han matado de infarto al corazón, de cáncer. Y también dijeron que había donado los órganos, y yo dije “no, porque los necesito”.

-¿Y para cuando finalmente mueras?

-Mira, cuando me muera que donen todo.

-¿Las cuerdas vocales?

-Si sirven, ¿por qué no? Yo no necesitaré nada.

-¿Ha cambiado tu voz con los años? ¿Qué dicen los expertos?

-Yo me atiendo con el doctor del Rey, Agustín Fernández. Un día me desperté y tenía actuación, y fui a verlo y tal. Y cuando me estaba mirando, me hace preguntas, yo las contesto y se me pone a llorar. Y ahí yo pensé que tenía lo peor. Pasamos a su despacho, estaba con mi manager y yo esperaba que diera un diagnóstico terrible. Y dice que ver mis cuerdas vocales había compensado toda su carrera: que eran perfectas, que en su puta vida había visto algo así. Y le dije: “¡que eso se dice al principio! Yo creía que me iba a morir”. Y mi garganta está igual (grita a altísima voz un par de notas).

-¿Tienes mucha suerte?

-Sí que soy un privilegiado. La vida pasa sus impuestos en otro tipo de cosas. Pero sí que me he sentido siempre malquerido, mimado, y eso es una vitamina. Y agradezco que sea así.

-¿Se lo agradeces a Dios? ¿Eres religioso?

-Sí, pero de una manera muy mía que no tiene nada que ver con el resto. No nombro a Dios así como cualquier cosa sino que doy gracias a otro tipo de cosas. Dios no está para esas tonterías. Si te va bien es gracias al destino: ya estaba escrito. Si te va mal, tú te has hecho tu propio destino. El destino siempre gana.

-A mi juicio, uno muere y eso es. Uno es lo que ha hecho.

-Por eso te digo que el destino se lo va haciendo uno mismo. Pero yo no espero que el destino decida. Soy yo quien decide. Entonces ni te acerques a mí: si me va mal seré yo y si me va bien seré yo.

Cantar como negro
-¿Qué escuchas?

-Que si te abro el armario tienes a la Fnac (famosa tienda de discos madrileña) y El Corte Inglés juntos, ¿eh?

-¿Pero cuáles son tus favoritos?

-Muchas cosas, la música clásica especialmente.

-¿Te gustaría haber compuesto ese tipo de música?

-¿A quién no?

-Paul McCartney lo intentó y le fue muy mal.

-Él y los Beatles fueron los que cambiaron en cierta forma mi vida. Cuando empecé era rockero. Éramos, nos peinábamos y nos sentíamos los Beatles.

-¿Y por qué no seguiste de rockero?

-Porque también era baladista y esos sentimientos estaban en mí. La música es muy amplia. Me gusta la música negra, me gustaría cantar como negro pero es imposible.

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