domingo, diciembre 04, 2022

Larga vida musical a la bohemia de Valparaíso

 

Tardes y noches memorables en La Isla de la Fantasía, en el cerro San Juan de Dios, con Lucy Briceño secundada por Juan Pou y el Tío Beno. CARLA DANNEMANN

EL Mercurio


Luis Alberto Martínez, María Cristina Escobar y Humberto Pollito González recibieron el reconocimiento de Tesoro Humano Vivo. Cultores de la cueca, el vals, el bolero y el tango, son los nombres mayores de una de las manifestaciones inmateriales reconocidas por la Unesco, una trama de canto y camaradería única.

IÑIGO DÍAZ

Sus días han transcurrido entre las tardes en el taller de costura, corte y confección en calle Victoria, y las noches de canto en diversos locales de Valparaíso. Son los dos oficios en los que Lucinda Gioconda Briceño Riquelme se ha convertido en una maestra. Más conocida como Lucy Briceño, ya ostentaba la investidura local de “primera dama de la canción porteña”, pero en 2017 ella dio un paso mucho mayor.


“Lucy Briceño recibió entonces el reconocimiento de Tesoro Humano Vivo, y así se convirtió en la primera cultora de la música de la bohemia tradicional de Valparaíso en tener este estatus”, dice Lorena Huenchuñir, profesora de música especialista en patrimonio. “Ella destacó entonces por su presencia en la cueca porteña, que entonces era lo que representaba al puerto. Ello nos llevó a realizar una investigación participativa para ampliar ese universo de músicas que son parte de la bohemia y su dinámica en el puerto”, agrega.


Así, el vals, el bolero y el tango se incorporaron a esta manifestación musical porteña tan identitaria, que ha sido reconocida por la Unesco entre las 27 prácticas inmateriales en Chile, junto con los tejueleros sureños, los carpinteros de ribera, los bailes chinos o las alfareras de Quinchamalí, entre otras manifestaciones. Junto a la cueca, estos estilos recién incorporados definen una mesa firme de cuatro patas.


En noviembre pasado fueron distinguidos en La Moneda como Tesoros Humanos Vivos representantes de siete comunidades y seis cultores de distintas prácticas. “Cada representante es clave en la transmisión y construcción de la identidad de su territorio. Es fundamental escuchar y aprender de sus saberes y experiencias, para una participación vinculante con miras a la salvaguardia efectiva”, dice la ministra de las Culturas, Julieta Brodsky, anticipando un plan de políticas públicas.


Entre esos cultores en palacio se encontraba la cantora María Cristina Escobar, una de las figuras de más larga data en la bohemia tradicional de Valparaíso, iniciada en 1963 como solista en radio Caupolicán como intérprete de valses, boleros, cuecas y tonadas. También ostenta la investidura de Hija Ilustre de Valparaíso.


Junto a ella, este año recibió el reconocimiento el bolerista Luis Alberto Martínez, “la voz más triste de Chile” y, al igual que Lucy Briceño, de 91 años de edad. Y también el célebre pianista y número puesto en las noches del Cinzano Humberto González, el Pollito, quien falleció este 18 de septiembre a los 87 años.


“Esta es la generación ‘Emblemática', popularmente reconocida como ‘los viejos cracks'. Son los cultores que van de los 70 años hacia arriba y que han marcado la música tradicional del puerto por décadas. La investigación que realizamos a partir de sus testimonios arrojó la presencia activa de 80 cultores de distintas edades: la generación ‘Transicional', que va desde los 45 a los 69 años, y la generación ‘Joven', que llega hasta los 44”, define Huenchuñir, coordinadora de este valioso informe de complemento para la inclusión del bolero, el vals y el tango a la hegemonía de la cueca en la música de la bohemia.


Todos somos artistas


Musicalmente, esta práctica se define por los cuatro estilos ya identificados, mientras que territorialmente opera al interior de un polígono que marcan los escenarios actuales donde estos artistas se presentan: El Rincón de las Guitarras en El Almendral, el Liberty y La Pará Kultural en el Barrio Puerto, el Cinzano en Plaza Aníbal Pinto, La Quinta de los Núñez en el cerro La Loma y La Isla de la Fantasía en el cerro San Juan de Dios.


“La música de la bohemia tradicional es una manifestación que no se da solo en el escenario. Esa es su esencia como oficio y estilo de vida. Lo más importante ocurre abajo y muchas veces después de un show. Fuera del escenario se da la conversación y la interacción, donde el público pasa a ser protagonista. Alguien puede tomar la guitarra y cantar en las mesas o subir al escenario. Así todos son pares, todos son artistas”, dice el músico e investigador de la música tradicional porteña Bernardo Zamora.


Zamora fue, además, productor de los tres discos de La Isla de la Fantasía, un elenco de cantores y músicos porteños de generación espontánea, que en su origen se reunía en el patio de la casa de la familia de Benito Núñez, el Tío Beno. Poco a poco capturó la atención de terceros que fueron apareciendo para escuchar a los artistas en su hábitat natural.


Virtualmente, La Isla de la Fantasía se convirtió en una selección de cracks, que eran viejos, pero aún no tan viejos cracks como hoy. “De los doce que grabamos hace 20 años solo quedan dos: los cantores Lucy Briceño y César Olivares”, dimensiona Zamora.


Las tres generaciones identificadas por el Servicio del Patrimonio están dando un aire nuevo a la música de la bohemia en esta extinción natural de los antiguos cultores, Manuel Fuentealba, Huaso Alvarado, Flaco Morales, Silvia La Trigueña, Elías Zamora, Mascareño.


“Hoy veo que cabros de 14, 20, 25 se están integrando a esta música, incluso gente que viene de las universidades, no necesariamente de las mismas familias de estos artistas”, dice Bernardo Zamora. “Se produce un traspaso más rápido y directo. Los jóvenes acuden a los emblemáticos, quienes les transfieren el saber, las técnicas, las mañas, para que luego hagan con ello lo que quieran”, cierra. Eso es oralidad pura.


Tesoros de la juventud

Luis Alberto Martínez

“Todo lo que tengo en mi repertorio son dramas, porque estoy convencido de que al público le gusta sufrir”, dice Luis Alberto Martínez en su entrada de la enciclopedia chilena MusicaPopular.cl. No sorprende entonces que haya sido presentado ante los públicos como “la voz más triste de Chile”. Curicano de nacimiento, tuvo acción en el Norte Grande antes de instalarse en Santiago. Bolerista dermático, fue distinguido como Ciudadano Ilustre de Valparaíso por su presencia musical en el puerto.


María Cristina Escobar

Es una de las pocas damas sobrevivientes de la generación emblemática de la bohemia tradicional. Fue fotografiada en primerísima fila en La Moneda cuando recibió la distinción. Son más de seis décadas en el canto del vals, el bolero, la tonada y la cueca desde que comenzó en una familia de músicos. Durante el gobierno de Frei Montalva, fue parte de la recordada Caravana Musical de Ferrocarriles del Estado, con giras por todo Chile. Al presidente le cantó la “Cueca de la reforma agraria”.



Pollito González

En quintas de recreo del cerro San Roque, en el mítico American Bar, en los Baños del Parque, el Checo o el Pancho Criollo, pero sobre todo durante cuatro décadas como pianista del Cinzano, Humberto José Miguel González Ramírez (1935-2022) consolidó su estatus de ineludible en el puerto. Su toque y musicalidad se pueden apreciar en los álbumes producidos por Roberto Lindl que capturaban allí el ambiente de una bohemia tanguera: “Una noche en el Cinzano” (2002) y “Otra noche en el Cinzano” (2007).






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