domingo, octubre 15, 2023

“El cuaderno de Oxford”: el diario en que Nicanor Parra ideó los antipoemas

 

Nicanor Parra Por Francisco Javier Olea


El Mercurio


Entre 1949 y 1952, el poeta estudió en Inglaterra un doctorado en Cosmología, pero lo que en realidad hizo fue afinar el tono de la antipoesía. Mantuvo un diario de trabajo que también era una bitácora de vida donde logró cristalizar el método iconoclasta de su obra y, entre otras cosas, ideó el nombre del libro “Poemas y antipoemas”. Desconocido, pero alguna vez mencionado como una leyenda, el cuaderno hoy lo tiene el librero especializado en títulos antiguos y raros Eduardo Morel. Son 150 páginas que conforman un laboratorio de preocupaciones íntimas y literarias de valor decisivo para indagar en su obra. Parra siguió por años dejando notas en el diario hasta que lo cerró en 1986.

Roberto Careaga C.

Llevaba ocho meses viviendo en un departamento ubicado el 31 de Norham Road, en la ciudad de Oxford, cuando decidió dibujar posibles portadas para un conjunto de poemas que estaba trabajando hacía años. El sábado 19 de mayo de 1951 Nicanor Parra tomó el cuaderno que usaba como diario de trabajo o bitácora diaria, y en una página hizo cinco bocetos sencillos con lápiz pasta azul en los que básicamente aparecían títulos. Nombres tentativos: “Notas al borde de un abismo”, “Memorias de un ataúd y otras historias”, “El joven experto”, “Versos a lo humano y lo divino” y, finalmente, “Poemas y antipoemas”. Ese último sería el título que Parra escogió para un libro que haría temblar los cimientos de la poesía en español.


Pero aún faltaban al menos tres años para que Parra publicara “Poemas y antipoemas”. Después de su primer libro, “Cancionero sin nombre” (1937), avanzó a tiras y aflojas en el tono iconoclasta de la antipoesía y, según él mismo contaría, fue en Inglaterra donde la idea terminó por cuajar. La historia es clásica: un día en Londres ve en la vitrina de una librería un libro del francés Henri Michaux llamado “Apoems” y se activa su inspiración. “Me llamó mucho la atención esta palabra ‘apoems'”. Pero, simultáneamente, me pareció una palabra que estaba a medio camino. ¿Por qué no le pondría directamente ‘antipoemas'?”, contó el escritor en una charla en el Liceo de Temuco en 1982.


En esa misma charla, justo antes de hablar del libro de Michaux, Parra mencionó que estaba puliendo varios textos: un “mamotreto”, fue la palabra que ocupó. Lo que no dijo es que, paralelamente, llevaba un diario personal en que anotaba las bambalinas de esos trabajos y que lo acompañó durante toda su estadía en Inglaterra, entre 1949 y 1952. Entre sus 30 y 33 años. Es un cuaderno de tapas duras negras, de alrededor de 30 centímetros de alto y de 200 páginas, de las cuales el poeta llenó 150 con innumerables apuntes, poemas, anotaciones diarias, citas, dibujos y fórmulas matemáticas. Es un laboratorio de preocupaciones íntimas y literarias que en su primera página anuncia el tono general en un par de frases: “Commonplace, book of a day to day (lugares comunes, libro de un día a día). Notas, apuntes. Work book (libro de trabajo)”.


Fallecido el 23 de enero de 2018 con 103 años, Parra dejó un legado cultural incalculable que no solo puso en cuestión las formas clásicas de la poesía contemporánea, sino que también retrató el desasosiego del sujeto de fines del siglo XX desde un sospecha radical. “Durante medio siglo / La poesía fue / El paraíso del tonto solemne. / Hasta que vine yo / Y me instalé con mi montaña rusa”, escribió Parra en 1962, luego de haber entrenado su mordacidad por años. Precisar el inicio de esa rebelión es imposible, pero durante sus años en Inglaterra, estudiando un doctorado en Cosmología en la Universidad de Oxford, llegó a cristalizar el método de la antipoesía.


La ruta de los diarios


Es probable que el cuaderno de Oxford sea la pieza faltante para armar el rompecabezas de la creación de Parra. El poeta cuidó del objeto por años: no solo lo trajo desde Inglaterra a Chile, sino que lo visitó de cuando en cuando y fue dejando notas esporádicas ahí hasta 1986, cuando lo cerró para siempre con un par de líneas a dos días del atentado a Augusto Pinochet, el 7 de septiembre de ese año. Fue un secreto al que pocos tuvieron acceso y, sin embargo, existe. Antes de que falleciera, el cuaderno salió de su casa en La Reina, pasó por manos de algunos coleccionistas y hoy está en poder del librero especializado en libros antiguos y primeras ediciones Eduardo Morel. Y está en perfectas condiciones.


“Lo tengo desde hace ocho años. Originalmente fue vendido hace como 15, en 2008, por uno de los hijos de Nicanor Parra, el Barraco (Juan de Dios). Lo tenía un coleccionista, Javier Echeverría Prieto, y él me lo vendió a mí”, cuenta Morel en su librería, un local ubicado en la Galería La Merced que siempre está cerrado. En la puerta tiene un letrero que pide a los interesados ubicar al dueño a través de un celular. Adentro está lleno de primeras ediciones y libros raros, entre los que ciertamente no está el cuaderno de Oxford. Ese está en la bóveda de un banco. “Cuando lo vi supe que debía ser para el Estado de Chile. Esto es un patrimonio, esto no puede irse fuera de Chile. Es de una importancia fundamental. Registra todo el proceso mental de cómo Parra concibe la poesía y llega a la antipoesía”, añade.


La ruta que ha seguido el cuaderno de Oxford es parte de un camino complicado que siguieron otros cuadernos de Parra y que incluso llegó a la justicia. A fines de 2017, la hija del antipoeta, Colombina Parra, y su hijo, Cristóbal Ugarte, denunciaron la pérdida de aquellos papeles e hicieron un llamado público para que quienes los tuvieran los devolvieran a la familia. “La cagué vendiendo algunos cuadernos y papeles de mi padre, pero no me robé el Louvre. Sus cosas eran también mis cosas, y siempre lo tomé como un empeño”, reconoció Barraco en el diario La Tercera en 2018. Paralelamente, el reconocido bibliófilo César Soto fue acusado del delito de receptación por tener “escrituras, pensamientos escritos, papeles íntimos o inéditos” de Parra, pero en octubre de 2019 el Octavo Juzgado de Garantía de Santiago declaró inadmisible la querella contra Soto.


“Yo tenía este cuaderno en barbecho, pero me asusté un poco cuando la familia de Parra hizo denuncias a la justicia por la procedencia de estos papeles. Pero fue el hijo de Parra quien los vendió. ¿Cómo iba a ser que uno los devolviera de forma gratuita? Por eso es que la justicia ya dictaminó que eso no ha lugar”, cuenta Eduardo Morel con confianza en su pertenencia. Y relata que ya han existido interesados en comprarle el cuaderno de Oxford. Entre ellos, uno de importancia: el Presidente Gabriel Boric. El primer mandatario, según dice Morel, revisó el documento en la misma librería a inicios de este año, le sacó fotos y evaluó la posibilidad de adquirirlo para que lo preservara el Estado. Desde La Moneda, sin embargo, declinaron comentar el asunto.


Un despistado en Oxford


“Lo ‘vi' alguna vez en la casa de La Reina de Nicanor, creo que fue en el año 1992, pero fue una noche con amigos y mucho vino, y no llegué a leer nada”, recuerda Niall Binns sobre el cuaderno de Oxford, en un e-mail desde España. Académico británico especialista en la antipoesía y parte del equipo que editó las Obras completas de Parra para Galaxia Gutenberg, en 2011 Binns publicó un ensayo llamado “¿Qué hay en un nombre? ‘Poemas y antipoemas'. Oxford 1950”, donde menciona la noche en que vio el cuaderno. “Poder revisar ese cuaderno de su época ayudaría a aclarar el impacto que tuvo en el poeta su estancia en la ciudad universitaria por antonomasia de Inglaterra”, escribió.


Según cuenta Binns, en 1951 Enrique Lihn anunció la futura publicación de dos libros de Parra: “Oxford 1950” —quizás los futuros “Poemas y antipoemas”— y otro de apuntes titulado “Notas al borde del abismo”. “Supongo que el cuaderno de Oxford sería la base de ese libro”, dice Binns. “¡Cuánto me gustaría verlo y cuánto lamento, en esa noche de risas y vino, haber postergado mi curiosidad! Años después, en Las Cruces, me puse con Nicanor a buscarlo, pero no estaba entre los cuadernos que tenía allí”, añade.


Lo más probable es que aún estuviera en la casa de La Reina, donde, luego de dejar Santiago, Parra mantuvo una biblioteca entre la que se incluían decenas de cuadernos de diferentes épocas. Combinando lápiz pasta y grafito, Parra escribió el diario alternando entre el inglés y el español. “Para mí un individuo se encuentra al borde del precipicio. Meditaciones abordo: para mí no existe otro más que el que llevamos en la cabeza”, anota al iniciar la bitácora, a la que va sumando notas domésticas, apuntes de sus estudios y citas del físico Niels Bohr, Goethe, Da Vinci o Platón. Pronto llega hasta las páginas la sueca Inga Palmen, con quien se casó en Inglaterra terminando el matrimonio con Ana Troncoso, quien se había quedado en Chile.


Becado por el British Council, Parra se matriculó en el Saint Catherine's College, perteneciente a Oxford, el 19 de octubre de 1949 para estudiar mecánica moderna y vivió el primer año en Pembroke Street, donde escribió poemas como “El soliloquio del individuo”. El cuaderno de Oxford lo empieza a llevar cuando se cambia al departamento de Norham Road, en agosto de 1950. En una de las primeras anotaciones en el diario cuenta esa mudanza, un trámite tan sencillo que hacia la dos de la tarde ya estaba listo para su cuarta clase de manejo: “Partí a la perfección y solo una vez cometí el error de no soltar el acelerador. Aprendí sin dificultad dar una vuelta en la esquina, ya sea a la derecha o a la izquierda. Me divertí como un chino”, escribió.


Ese mismo día, Parra anduvo en bicicleta y se juntó con amigos. “A las 16:30 terminé de desempaquetar y me miré al espejo. Tengo una expresión de agotamiento, la camisola verde me da un aspecto de ridículo, el pelo me está escaseando de forma dramática en el centro del cráneo. Y hacia los lados se ven algunas canas. Además estoy chupado como una manzana. Debí haberme echado a dormir, pero a las 17:15 tenía que jugar tenis con Guillermo y unas jóvenes españolas”, cuenta el escritor que ya tenía 31 años.


Por entonces, el poeta empezó a trabajar con el astrofísico Edward Arthur Milne en una tesis que tuvo como título “Some unsolved problems on kinetic relativity” (“Algunos problemas no resueltos en la relatividad kinética”). Y aunque en el diario deja una nota sobre el tema que dice “estudiar la teoría del movimiento relativo”, sus apuntes empiezan a ser dominados por citas a filósofos, listas de poemas, ideas literarias. “Fui al siquiatra para que me viera el tarot”, escribe sin contexto. Y luego, otra vez sin explicaciones: “La neurosis no niega la realidad, se limita a no querérselas ver con nada de ello. La sicosis la niega e intenta sustituirla. Octopus, el block maravilloso, la máquina infernal”.


“Él no es un estudiante serio de matemáticas. Sugiero que él haga lo pertinente para aprovechar las oportunidades de Oxford, y que no sea presionado para seguir los cursos”, dice en carta a las autoridades de la universidad el profesor Milne, y al parecer la recomendación funcionó. Entonces llega al 19 de mayo de 1951, día que, entre unos bosquejos de cartas en inglés, cuenta que mantuvo unas partidas de ajedrez que perdió “miserablemente”. “El final de la partida con el hindú sudafricano me derrumbó como una pirámide de letras en conserva. Dolores de cabeza, opacidad, confusión de sentimientos, taquicardia”, anota y luego hace los dibujos de las portadas donde aparecerá “Poemas y antipoemas”. A un lado, deja una palabra: “Despistado”.


El destino del cuaderno


Parra persistió en el diario hasta 1958, aunque cada vez con menos regularidad. De regreso a Chile, junto a Inga Palmen, aborda detalles de la elaboración de “El Quebrantahuesos”, los collages con recortes de prensa que realizó junto a Jodorowsky y Lihn y exhibió en el restaurante El Naturista y frente a los Tribunales de Justicia en 1952. “Ayer colgamos Jodorowsky y el que habla un número del Quebrantahuesos que me tocó hacer a mí solo. La gente sigue riendo a carcajadas, pero me siento exhausto de mi esfuerzo tan sostenido. A ratos no veía más que una mancha negra delante de mí, un juego obligatorio de mis más ingratos trabajos”, anota en mayo de ese año. Luego, deja una frase: “Poesía funambulesca, pintoresca”.


En los años siguientes, los apuntes en el diario son cada vez más espaciados. Habla de Violeta Parra; menciona a Luis Oyarzún, Tomás Lago, Jorge Millas, Gastón Soublette. “Pongo en práctica uno de los consejos de Don Quijote a Sancho: anda despacio”, anota sin contexto. En 1968 cuenta que su hija Catalina se casa con el poeta Ronald Kay y escribe junto a esa información: “Dogmatizar y filosofar. Ojalá que me corten la cabeza”. En los años 70 casi no hay notas y en 1986, la última: “Antenoche fue el atentado contra P. (Pinochet). Hoy al mediodía comienza mi nuevo semestre. ‘El barco que se hunde', Robert Louis Stevenson”.


Enorme, laberíntico, lleno de notas oblicuas, la mayoría personales, el cuaderno de Oxford requeriría a un especialista parriano para ser descifrado. O más de uno. Hace unos años, el coleccionista y editor en el sello Pequeño Dios, Guillermo García, accedió al cuaderno. El librero Eduardo Morel se lo mostró pensando en que García podría completar una colección de primeras ediciones y diversos papeles de Parra que ha reunido. Entre ellos, algunos cuadernos más contemporáneos del poeta, en los que solía trabajar en uno o dos poemas por decenas de páginas. Evaluó comprarlo, pero su colección ya está cerrada.


“El cuaderno de Oxford relata una etapa fundamental en su poesía. Vendría a ser como los manuscritos de ‘El canto general' de Neruda a la obra de Parra. Ese es el valor que tiene. Ahí es cuando surge la antipoesía”, dice García. “Ningún cuaderno marca hallazgo decisivo como para cambiar la historia, pero este es un cuaderno fundamental. Es el más importante de los que se tiene conocimiento. Y proviene de una época donde prácticamente no hay material más que las publicaciones. Hay que recordar que Nicanor también era muy desprendido con sus cosas. Que él lo halla conservado significa que lo consideraba relevante”, agrega.


Es posible que el cuaderno de Oxford tenga que ser leído con al menos otros dos libros que Parra dejó inéditos: el poemario “Simbad el marino”, fechado en 1939, y un cuaderno de mecánica racional no datado, pero de la década de 1940, que tiene decenas de poemas, casi todos inéditos. Ambos son parte de la colección de César Soto y no están a la venta. En cambio, Morel sí tiene a la venta el diario de Inglaterra. En sus planes, espera que sea el Estado de Chile quien pueda acceder a él para que no se pierda el patrimonio del poeta. Si no, cree, es probable que lo adquiera una entidad extrajera. Incluso podría ser la Universidad de Oxford. Quizás hay que seguir al pie de la letra una indicación que dejó Parra junto a otra portada que dibujó y que tituló “Consejos teóricos y prácticos. 1950”. Ahí dice: “Lámpara: frotarla, puede ser la de Aladino”.


Nicanor Parra en Oxford, Inglaterra, donde estudió en 1949 y 1952 y llegó a concebir la idea de la antipoesía. Archivo Nicanor Parra





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