sábado, junio 22, 2024

Antonio Monasterio cierra en vivo el ciclo que lo llevó al premio Pulsar

 El Mercurio


El compositor y multiinstrumentista ganó con su disco “Las furias y el mar”, marcando un nuevo momento de altura en la fusión chilena.

IÑIGO DÍAZ

Nacido y criado en Panguipulli, a orillas del lago a donde acudía para reflexionar y tocar la guitarra siendo adolescente, Antonio Monasterio (1987) tuvo que pasar un año estudiando Historia en Temuco para darse cuenta de que su vida iba por otro camino. Hoy no solo es un nombre central en las escenas independientes surgidas desde Valparaíso, donde estudió Música y se hizo compositor y multiinstrumentista, sino que ha alcanzado un estatus mayor con el reciente premio Pulsar, distinción anual a la música chilena en distintas categorías.


Mañana, Monasterio volverá al Parque Cultural de Valparaíso (19:00 horas, de $3.000 a $12.000 en PortalTickets) para cerrar un ciclo que comenzó hace cinco años y que desembocó en su premiado disco “Las furias y el mar” (2023). En ese escenario presentará una música de tramas sonoras amplias y gran profundidad narrativa junto a su conjunto, un mecanismo de varios engranajes y que él denomina Antonio Monasterio Ensamble. “Todos los músicos tienen una importancia en el desarrollo de los temas. Yo no soy el líder del grupo, sino parte de él, por eso lo llamamos ensamble”, dice al teléfono en un viaje en micro desde Valparaíso a Quilpué, para hacer clases.


Alrededor del compositor hay músicos que provienen de la academia y del jazz, además de intérpretes de instrumentos del folclor chileno o de distintas culturas del mundo: ney turco, guitarra campesina traspuesta, guitarra eléctrica de jazz, saxo tenor, piano, contrabajo y batería. Pero en la obra, Monasterio también incorpora la electrónica al procesamiento de esos sonidos orgánicos, junto con registros del paisaje sonoro urbano.


Editado por el sello Mescalina, “Las furias y el mar” fue resultado de tiempos turbulentos tanto para él como para la sociedad chilena. El mismo 18 de octubre de 2019, tras su regreso por una gira de conciertos por las tres grandes capitales asiáticas —Beijing, Seúl y Tokio—, el ensamble se presentaba en Valparaíso, en el Edificio Cousiño, la sede porteña de Duoc UC. “Fue el momento inicial del proceso creativo, porque me conectó con una idea que luego se fue desarrollando en distintos niveles. Yo hice una pausa musical, me dediqué al activismo y en todo ese tiempo estuve en la dinámica de lo que estaba pasando en el país. Ahí generé una buena cantidad de material”, dice Monasterio.


La idea que rondó en la creación de “Las furias y el mar” fue la de “violencia”; o mejor dicho, “las distintas violencias” que rodean a los humanos. El proceso de creación de las siete obras, de largo y medio aliento, superó la sola composición musical: Monasterio también reflexionó sobre las violencias en lecturas de ensayos y novelas, como “Solaris” (Stanislaw Lem), además de películas. Incluso, en ese mismo proceso, sumó su mirada del paisaje humano de Valparaíso, a través de caminatas por los cerros, viajes en el metro porteño, observación de gente en el terminal de buses.


La obra cuenta con una estructura donde cada tema está sujeto a un guion. Comienza con el miedo y la ansiedad de enfrentarse a un espacio oscuro y denso, en “Confiar en el bosque”. “Luego, se habla de la violencia que vivimos durante la infancia y la sensación de vulnerabilidad; o una violencia que tiene que ver con Valparaíso, y por eso están las metáforas del mar o del cementerio de Playa Ancha”, refiere Monasterio. “También aparece una mirada a la violencia intrínseca de la especie humana y finalmente la más literal, en la composición ‘Las fieras'. Es la violencia social, la imagen que vivimos en las calles, de distintos lados, durante ese tiempo. La reflexión es sobre por qué estamos dispuestos a herir a otro: ‘Te puedo hacer daño, pero mejor no'”, cierra.

viernes, junio 21, 2024

Adiós a Silvia Infantas, la estrella chilena del folclor que vivió 101 años

 

Silvia Infantas en los inicios de la década de 1960, junto a Hernán Arenas, quien fuera su marido; Eugenio Moglia, y Alejandro González, integrantes de Los Cóndores, el segundo conjunto de la cantante. ZIG-ZAG


Un ícono en la era gloriosa de la industria discográfica, con su agraciada voz interpretó el cancionero tradicional, desde “Tonadas de Manuel Rodríguez” a la cueca “La consentida”.

IÑIGO DÍAZ


La semana pasada había cumplido los 101 años de edad. En 2023, cuando celebró su siglo de vida, fue visitada por jóvenes folcloristas como Pati Díaz Vilches o Claudio Constanzo, una generación de músicos que la ha visto como un referente en el canto de la tonada. Este miércoles falleció Silvia Elvira Infantas Soto, la última estrella chilena del folclor en la era de máximo esplendor de la industria.


La cantante se había retirado de la música paulatinamente desde los años 70, y debido a su avanzada edad se encontraba viviendo en una residencia para mayores en la comuna de Macul. En 2016, Infantas recibió el Premio a la Música Nacional Presidente de la República, en La Moneda, de manos de la Presidenta Bachelet. Fue su última aparición pública.


Voz de radioteatros y actriz del Teatro de la U. Católica, en su época gloriosa como cantante Silvia Infantas fue portada de revistas, figura en auditorios radiales e incluso en los sets de televisión, ya más entrada la década de los 60. También fue distinguida con los antiguos premios Caupolicán y Laurel de Oro, en los años en que ella fue aplaudida por el gran publico en escenarios históricos como el Goyescas, El Escorial, El Pollo Dorado o el Nuria, junto con otras estrellas del folclor como Ester Soré, Carmencita Ruiz, Margarita Alarcón y Mirtha Carrasco.


Su canto se escucha en muchas de las grabaciones de tonadas de autores chilenos que están instaladas en la memoria colectiva y que poblaron discos sencillos y LP: “Matecito de plata”, “Mi banderita chilena”, “La rosa y el clavel”, “Cantarito de greda”, “Bajando pa' Puerto Aysén”, “Rosita de Cachapoal”, “Si vas para Chile” o “La consentida”, grabadas con el conjunto Los Cóndores, que integró desde 1960.


Pero Silvia Infantas había entrado a la historia con el conjunto Los Baqueanos, el antecedente directo de Los Cóndores. En 1959 grabó el LP “Música para la historia de Chile”, que reunía obras de Neruda musicalizadas por el joven arreglador y director de orquesta Vicente Bianchi. Infantas puso la voz a la serie de canciones, hoy históricas en el repertorio típico, encabezadas por las “Tonadas de Manuel Rodríguez”, junto con “Canto a Bernardo O'Higgins”, “Romance de los Carrera” y “La Independencia de Chile”.


Junto con el citado Premio Presidente de la República, la SCD le entregó la investidura de Figura Fundamental de la Música Chilena. El musicólogo Juan Pablo González la sitúa en un espacio central en el denominado “folclor de masas” en el libro “Historia social de la música popular en Chile” (Ediciones UC), mientras que el periodista e investigador David Ponce escribió la biografía “Silvia Infantas. Voz y melodía de Chile” (Hueders).

sábado, junio 08, 2024

Humo blanco para el valioso legado de Nicanor Parra


 

El Mercurio


Finalmente, sus herederos han llegado a un acuerdo. Personaje clave en este acercamiento fue el rector de la UDP, Carlos Peña, abogado, profesor de Derecho, conocedor y admirador de la obra de Parra.

María Teresa Cárdenas Maturana

“De lo que no cabe duda, a mí me consta, y es bien importante decirlo, es que él tenía la firme voluntad de que parte de su quehacer, tanto de su obra material (artefactos) como de su obra poética, se preservara para las futuras generaciones”, asegura Carlos Peña sobre un punto clave del acuerdo al que llegaron los herederos directos de Nicanor Parra, sus hijos Catalina, Alberto, Francisca, Ricardo, Colombina y Juan de Dios. En ese sentido, el abogado y rector de la UDP remarca que “el tema de la fundación fue para él siempre un propósito; desde mucho antes de su muerte, persistentemente dijo que eso lo obsesionaba. Yo creo que había algo, ¿cómo decirlo?, en la estatura que Parra con toda justicia se autoatribuía, y que era ponerse a la altura de Neruda y de Huidobro, eso era muy fuerte en él. Solía asomarse a su casa de Las Cruces y te mostraba: ‘allá está la tumba de Huidobro, allá está Neruda'. Esa voluntad de permanencia se manifestaba en este anhelo de la fundación, que afortunadamente se va a cumplir”.


Esto, después de seis años del inicio de la disputa legal entre los herederos, en junio de 2018, tras la muerte de Nicanor Parra, el 23 enero de ese mismo año. Radicados en el extranjero, Catalina y Alberto Parra Troncoso impugnaron entonces el testamento de su padre, en el que favorecía a Colombina Parra Tuca y la nombraba albacea de sus bienes. En la contraparte se ubicaron los otros cuatro hijos, de tres madres distintas. “Yo creo que es bueno decir que no fue impugnado desconfiando de nadie, no hay desconfianzas personales en esto”, enfatiza Carlos Peña. Y hace un breve recuento: “Hubo un litigio muy largo, muy sostenido, y finalmente, como consecuencia de varias conversaciones, todos convinieron en ejecutar la voluntad de Nicanor, en el entendido de que esta era que existiera una fundación. Más bien la discrepancia era en cómo hacerlo, porque la fundación, que ahora se va a modificar, nació en medio de esto, y eso impedía que todos se sintieran acogidos y representados en ella. Eso ya se resolvió”.


Peña destaca, en ese sentido, la generosidad de Alberto y Catalina, y de la hija de esta, Isabel. Ellos actuaron a través del abogado Jorge Meneses, mientras que la abogada Claudia Sarmiento procedió por la otra parte. Finalmente, el avenimiento se firmó en mayo en una notaría de Santiago, pero decidieron que no fuera público. Carlos Peña, figura clave en todo este proceso y quien además actuará como árbitro arbitrador —“lo hago totalmente ad honorem, en homenaje a Nicanor, sobra decirlo”—, entrega los términos más relevantes del acuerdo.


Se abrirán las casas


Respecto de la Fundación Nicanor Parra, cuyo directorio pasará de nueve a siete integrantes, detalla: “Lo que se convino fue que los herederos van a nombrar a los directores. Cuatro por una parte y dos por la otra; luego se nombra al presidente o presidenta. De los herederos que están en Chile, uno de ellos podrá ser director, y lo mismo con los herederos que están fuera. Por la parte de Catalina y de Alberto está Isabel, que ha sido extremadamente generosa y colaboradora. Lo mismo Colombina. El resto de los directores habrá que nombrarlos satisfaciendo ciertos criterios que se enuncian y que se van a convenir. El proceso que viene ahora es la reforma de los estatutos sobre la base de estos principios”.


—¿En qué plazo?


“Debiera ser dentro de 60 o 30 días; los abogados ya están trabajando en eso, y si no hay acuerdo entre ellos, me mandataron a mí, de común acuerdo, para que yo resuelva. Va a ser rápido. La idea de todos es no excluir a quienes hoy día son directores. Ya los herederos decidirán quiénes se mantienen y quiénes no, pero todos están muy agradecidos de la labor que hicieron”.


Sin ocultar su satisfacción, Carlos Peña precisa: “Los herederos convinieron transferir en propiedad la casa de Las Cruces a la fundación, con el encargo de que sea un lugar público, de acceso abierto, con los muebles que la guarnecen, destinado a preservar la memoria y la obra de Nicanor. También se conviene aportar a la fundación, y esto no es menor, la casa de La Reina más un sitio circundante de hasta 2 mil metros en comodato indefinido, con el encargo de que se desarrolle ahí un proyecto para preservar la obra de Nicanor”.


En lo que resta del patrimonio, explica, decidieron mantener una regla de igualdad. “Cada heredero lleva una porción equivalente. Esas asignaciones ya están hechas. Ahora lo que viene son dos fases, que pueden ser paralelas: la reforma de los estatutos, para que toda la familia concurra en el tema de la fundación, y segundo, la distribución de los bienes en particular, que será de común acuerdo y donde no haya acuerdo voy a decidir yo, por encargo de ambas partes”.


—¿Y qué pasó con el testamento impugnado?


“Todo eso quedó sin efecto. Todos convinieron en que son herederos equivalentes y se reconocieron recíprocamente esta calidad, todos reconocieron tener la misma voluntad de preservar la voluntad de Nicanor, y todos se agradecieron recíprocamente los esfuerzos que hasta ahora han hecho, a pesar de los malentendidos. Sería bueno ponerlo así”.


La fundación quedará a cargo de “la administración de los bienes, los derechos de autor, la manera en que se exhibirán sus cuadernos, que es la obra secreta de Parra, y que es muy interesante”, detalla Peña. Muchos de esos cuadernos se perdieron, e incluso se realizó una campaña, en vida de Nicanor, para recuperarlos. “Muchos se perdieron, pero muchos se salvaron —enfatiza—. Los herederos no renuncian a la propiedad que tienen sobre ellos, evidentemente, pero los entregan a la fundación para su custodia y para que se vea si se divulgan o no, y cuándo”.


—¿Qué pasará con las obras de Violeta Parra que tenía Nicanor?


“Hay cosas de Violeta Parra que están en la casa de La Reina, que eran de Nicanor, en consecuencia, forman parte de su patrimonio”.


El espacio físico destinado a la fundación será la casa de La Reina, que empezó a ser restaurada cuando Nicanor Parra aún estaba vivo. “Estamos hablando de una familia que no es rica, pero que así y todo cede parte de su patrimonio a la cultura nacional. A mí esto me parece extraordinario. Esto yo lo pondría de manifiesto”, afirma Peña.


—¿Tendrá alguna participación el Estado en la fundación?


“Hasta ahora, ninguna. La fundación, con el patrimonio que tiene, va a empezar a desarrollar proyectos; por supuesto va a haber que presentarse a fondos concursables y solicitar a algunas personas que contribuyan. Pero la familia ha dado un ejemplo notable, realmente, en un país donde la filantropía se hace por fines ideológicos. Lo que se discutió fue cómo hacemos para respetar la voluntad de Nicanor Parra con nuestra propia fuerza”.


—Eso habla también de respetar la independencia de Parra.


“Por supuesto. Yo creo que es una figura que puede enseñarle mucho a Chile. En un país donde hay tanta tentación tribal, un tipo como Parra, que fue de una independencia insobornable toda su vida, hasta viejo, es un ejemplo. Un tipo que nunca pidió ayuda a nadie, de origen popular, una clase media rural, brillante, capaz de sostenerse a sí mismo, con un sentido de la individualidad tan radical. Es un ejemplo para las nuevas generaciones, realmente”.


—¿Cuándo podrá el público beneficiarse de este acuerdo, visitando por ejemplo las casas?


“Bueno, yo confío que de aquí a comienzos del próximo año esté todo funcionando. Gracias a este acuerdo, el público en general, que es a quien le hablaba Parra y cuya voz Parra intentaba reproducir en la poesía, va a poder visitar las casas, ver cómo era Parra, cómo vivía, las cosas que tenía”.


E incluso visitar su tumba, en el terreno de Las Cruces, donde él quiso ser enterrado. “Yo creo que esa voluntad tan porfiada de Parra de estar ahí tiene que ver con su autoconciencia, con el lugar que él tenía, entre Huidobro y Neruda. A mí me parece extraordinaria esa situación física. Siendo Parra quien era, un renovador de la poesía en castellano”.


Como rector de la UDP, Carlos Peña tuvo una larga relación con Nicanor Parra que también se traspasó al plano personal. Aquí, en 2007. José Alvújar


domingo, junio 02, 2024

El auspicioso panorama del piano en Chile

 El Mercurio


Hoy existe una notable generación de pianistas chilenos jóvenes que, después de formarse en el extranjero, han decidido radicarse en nuestro país y desplegar su talento en elogiados recitales. A ello se suma que el Teatro Municipal de Santiago estrenará con una visita estelar su nuevo piano Steinway & Sons; han nacido nuevas instancias de difusión como el Teatro Zoco, el Centro de Extensión de la Universidad de Chile; hay fundaciones que se dedican a donar instrumentos, y los profesores valoran el creciente número y entusiasmo de sus alumnos. Artistas, docentes y gestores culturales analizan el medio con optimismo, sin esconder los desafíos pendientes: la falta de concursos y la escasez de buenos pianos en las principales salas de conciertos.

Maureen Lennon Zaninovic


“Pasmosa versatilidad”.


Con estas palabras, Juan Antonio Muñoz, crítico de “El Mercurio”, se refirió a Sebastián Arredondo (36 años), quien el pasado lunes 22 de abril fue el encargado de abrir el primer Ciclo de Piano del Centro para las Artes Zoco.


“El concierto fue algo muy especial. Valoro la posibilidad de contar con estos espacios”, señala en un contacto telefónico este prometedor intérprete, quien estudió con las profesoras Frida Conn y Liza Chung, en el Instituto de Música UC (IMUC). Tras titularse, realizó un magíster en la Universidad de Indiana y un doctorado en la Universidad de Cincinnati (Estados Unidos).


Juan Antonio Muñoz también se deshizo en halagos a la hora de valorar el desempeño de Danor Quinteros (1983). “Un virtuoso que suma profusa imaginación”, escribió el crítico, a propósito de su actuación en el Municipal de Santiago con “Rhapsody in blue”, de George Gershwin, junto a la Orquesta Filarmónica y el director invitado Helmuth Reichel Silva, en mayo.


También en el histórico escenario de Agustinas, en abril, tuvo lugar el regreso de Gustavo Miranda (1991) con el Concierto para piano N° 1 de Johannes Brahms. El crítico de música Gonzalo Saavedra sentenció que este exbecado estrella de la Corporación Amigos del Municipal de Santiago se “lució desde el comienzo”.


Juan Antonio Muñoz señala a “Artes y Letras” que sin duda hoy “hay una camada de jóvenes que tienen mucho que decir. Pianistas como Danor Quinteros, Sebastián Arredondo y Gustavo Miranda están preparados para enfrentar un amplio repertorio con un respaldo técnico indudable y con ideas interpretativas interesantes. Sus últimas actuaciones así lo demuestran”.


Junto con ello, agrega que “espera que todos ellos puedan desarrollar una carrera internacional, y en ese sentido, es muy importante ayudarlos; no es cosa solo de los privados, sino del Estado, quien debiera invertir y redoblar esfuerzos en apoyar la creación”, concluye Muñoz.


La pianista María Iris Radrigán comenta “que para ella es un orgullo ver a sus exalumnos en los últimos conciertos y en teatros como el Municipal. Han avanzado mucho, pero hay que seguir abriendo más espacios para ellos”.


Danor Quinteros, por ejemplo, pasó por su cátedra en el IMUC. Hasta el 2021, el músico tuvo su domicilio en Austria (Salzburgo) e integró el equipo académico de la Universidad Mozarteum. El también exbecado estrella de la Corporación Amigos del Municipal de Santiago hoy cuenta con una agenda de conciertos impresionante. “En julio me tomaré vacaciones, porque no he parado de tocar desde agosto del año pasado. Es algo bien insólito para un intérprete. ¡Una bendición!”, dice. Danor Quinteros agrega que sus estudios con María Iris Radrigán dejaron huella en él. “Ella ha sido maestra de otros importantes pianistas, como Gustavo Miranda, Carla Sandoval, Christoph Scheffelt y Dafna Barenboim. Fue un sello de carrera y de generación, porque me tocó formar parte de una generación dorada que no sé si se vuelva a repetir y de donde salió, entre otros, el director Paolo Bortolameolli. Con Paolo tuvimos una competencia muy sana e increíble, y eso nos ayudó a crecer a ambos”. Quinteros reconoce que no fue un error regresar a Chile. “¡Todo lo contrario! Hay mucho que hacer aquí y hay muchos músicos que han vuelto después de la pandemia. Para mí, Marco Antonio Cuevas es el descubrimiento más grande. Lo ubicaba solo de nombre. Ya toqué con él y ahora volveremos a hacerlo a dos pianos, el próximo 10 de julio en el ciclo del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile (ver nota relacionada). ¡Un talentazo que merece ser más reconocido!”.


Este último nació en Temuco, en 1988, y es exalumno de Ximena Cabello, en la Universidad Austral. A los 19 años, Marco Antonio Cuevas se fue a vivir fuera de Chile y estudió, entre otros maestros, con el prestigioso músico español Joaquín Achúcarro.


“A los 10 años me escuchó Roberto Bravo. Habló con mis papás y les dijo que si este chico quiere ser pianista, tiene que irse de Temuco. Por temas económicos y familiares, no podía radicarme en Valdivia, así que estuve viajando en bus, dos veces a la ciudad y durante ocho años”, recuerda este intérprete.


Otro ejemplo notable en este esperanzador panorama es el de Mahani Teave (1983), quien el año pasado realizó su primera gira por Estados Unidos y el próximo 16 y 17 de agosto se presentará junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile.


“Yo me formé con Ximena Cabello en Valdivia, durante nueve años. Ella estaba todas las semanas enseñándome, llevándome a escuchar música, a intérpretes y compositores, y sobre todo, me ayudó a tomar contacto con mi ser interior rapanuí, en el sur de Chile”, recuerda la artista en un contacto desde Isla de Pascua.


Andrés Rodríguez Pérez, exdirector del Teatro Municipal de Santiago, aplaude los recientes conciertos en Teatro Zoco de los artistas chilenos Marco Antonio Cuevas y Sebastián Arredondo, quienes han dado, a su juicio, una “muestra de dominio absoluto. Es muy estimulante para el público ver a nuevos talentos con tanto nivel de virtuosismo”, dice. Junto con ello, expresa, en los últimos recitales ha visto “una muy buena convocatoria. Lo más impresionante ha sido el silencio y el respeto de los asistentes. ¡Mágico! Es una muestra de que en Chile el piano tiene muchos seguidores. Es tanta la literatura pianística que existe y, por otro lado, después de la pandemia la gente está volviendo a las salas”, cierra.


Cristóbal Giesen, presidente de la Sociedad Federico Chopin de Chile, hijo de la legendaria pianista Flora Guerra y productor de exitosos encuentros en torno a este instrumento —como el icónico Ciclo Grandes Pianistas del Teatro Municipal de Santiago y el reciente en el Teatro Zoco—, confirma una irrupción de notables instrumentistas nacionales, quienes hoy están cursando posgrados o forjándose un nombre en el exterior. “Estamos viviendo un momento auspicioso. El mismo ciclo de La Dehesa nos ha permitido presentar nuevos nombres y que la gente no había podido escuchar. Hay varios más que están fuera de Chile y que ojalá podamos oírlos en vivo”, apunta. Giesen destaca, entre una larga lista, a José Contreras, quien se formó con Elisa Alisa en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile; Martín Cruzat, exalumno del Instituto de Música de la UC y del maestro Mario Alarcón (ambos están en Austria). Pedro Robert, quien actualmente se está perfeccionando en Londres y que también pasó por el IMUC y por el profesor Alarcón; Álvaro Madariaga (hoy está en Alemania y en Chile estudió con Armands Abols); Montserrat Bravo (también exalumna UC), Felipe Verdugo (reside en Canadá) y Sten Ulloa, este último ganador del Certamen Flora Guerra, en 2018.


El productor profundiza en el buen momento de este instrumento en nuestro país. A su juicio, “una de las razones del éxito es que la música de piano es tremendamente versátil. No está circunscrita solo al Barroco o la música clásica. También está el repertorio popular, el jazz y el poder tocar para dos pianos. Eso la hace una experiencia muy entretenida para los auditores”, expresa Cristóbal Giesen, quien eso sí lamenta la desaparición de señeros concursos para este instrumento, entre otros, el Claudio Arrau de Quilpué y el “Toca el cielo” de la Radio Beethoven. “Yo mismo dejé de organizar el Flora Guerra. Una pena, porque, para que existan concursos, tiene que haber una infraestructura y un apoyo institucional importante. Hoy eso no existe”.


Hablan profesores de piano


La pianista coreana Liza Chung, además de una destacada carrera como solista, es académica del IMUC. En conversación con “Artes y Letras”, destaca la labor de Luis Alberto Latorre, miembro de la Orquesta Sinfónica Nacional e impulsor de un relevante ciclo de piano en el Teatro de la U. de Chile. “Él ha incluido en sus programas a la mayoría de los pianistas que hoy tocan en este país. Eso es un gran, gran mérito”.


Chung afirma que “en los últimos años he notado mayor interés por el instrumento y calidad en los alumnos de piano. Con mis colegas estamos recibiendo más interesados. Al final, los alumnos les terminan dando un prestigio a los profesores”.


Svetlana Kotova ejerce la docencia en la Facultad de Artes de la U. de Chile. La intérprete rusa dice que “estamos ante una nueva generación de pianistas que se está tomando las salas de conciertos con justa razón, porque son todos excelentes”. También destaca que la pandemia fue un aliciente. “El covid nos obligó a estar en casa, y eso llevó a muchas personas a comprar pianos para ocupar su tiempo de manera creativa. En mi universidad el único instrumento que no ha bajado su matrícula es el piano y tengo como alumna un talento que promete mucho: Bárbara Sanhueza (18)”.


María Teresa Sepúlveda es directora del Conservatorio de Música de la U. Mayor y concuerda con que el interés por el piano se ha mantenido. “Es un instrumento accesible, porque en muchas casas de nuestras abuelas hay un ejemplar. Nosotros también impartimos clases abiertas donde participan muchos profesionales mayores y es un aliciente para generar nuevas audiencias”, acota.


¿Falta de pianos?


“Siento que estamos en un muy buen momento. Es una gran noticia la donación de un nuevo Steinway & Sons de Hamburgo para el Teatro Municipal de Santiago, pero el gran problema en Chile es que siguen faltando pianos buenos, sobre todo en regiones”, denuncia Danor Quinteros. Una realidad que bien conoce el abogado Felipe Lecaros, quien motivado por uno de sus hijos que quería tocar comenzó a buscar los mejores ejemplares disponibles. Así nació la Fundación Notes for Growth, con sedes en Nueva York y en Chile, y de la cuál él es su presidente y fundador. “El objetivo es llevar pianos a todas las entidades, corporaciones o grupos que lo necesiten y que no cuentan con tantos medios. No es una donación, sino un comodato, y el único requisito que pedimos es que los cuiden bien”, expresa Lecaros. El presidente de Notes for Growth añade que también están organizando ciclos en la Galería Patricia Ready y que ya han entregado 35 pianos. “Los tenemos desde Antofagasta a Puerto Montt. En general, los instalamos en sitios donde sabemos que se les va a sacar mucho partido, como la Fundación Nocedal de La Pintana, la Fundación Papageno, Teatro del Lago, la Corporación Amigos de Panguipulli y la Fundación Misericordia en La Pincoya, por citar algunos ejemplos. Nuestro sueño es que así, como Gustavo Miranda se encontró con un piano por casualidad en una casa, pueda pasar lo mismo con otros talentos del país”, cierra Felipe Lecaros.


El pianista Alexandros Jusakos y su esposa, la violinista Yvanka Milosevic, lideran el exitoso proyecto “Pianos para Chile”. Jusakos comenta que, en 2024, están cumpliendo 10 años como fundación. “Todo ha sido a pulso y ya llevamos 260 pianos entregados a lo largo de todo el país. Formamos parte del Programa Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras del Ministerio de las Culturas, lo que nos permite realizar conciertos en las ciudades donde donamos instrumentos”.


El también académico del Conservatorio de la Universidad Mayor concluye que “la pandemia nos permitió parar en medio de la vorágine de la vida y descubrir la importancia de la música. Dentro de lo malo que fue, tenemos que agradecer que hoy existe un boom de grandes pianistas que volvieron a Chile, jóvenes y no tanto, y que están tocando en las principales salas”.