domingo, febrero 17, 2013

Cuatro discos para "rockear" en lo que queda del verano

El Mercurio


Con la vuelta de My Bloody Valentine, las obsesiones de Eels, la furia de Tomahawk y la aparición juvenil de Fidlar, el rock vive un buen período de lanzamientos.

Por Andrés Panes y  Felipe Rodríguez

Pocos músicos ostentan sus heridas personales con tanta sinceridad como Mark Everett, el ideólogo y hombre detrás de Eels . Su vida, una durísima colección de cachetazos del destino, es una batalla permanente de la que ha salido a flote. Discos como el espléndido "Electro-Shock Blues" (1998) o "End Times" (2010) actúan como emblemas -y catalizadores- de sus tragedias. El primero, un sentido recorrido por las muertes de su única hermana -por sobredosis de drogas- y su madre -por un sorpresivo y devastador cáncer- y, el segundo, por la pérdida de un amor adulto, son manifiestos musicales para seguir de pie, lecciones de convicción de que, incluso los momentos más oscuros, pueden extraer belleza, corazón y luminosidad.

Su nuevo y décimo álbum, "Wonderful, Glorious" , se vuelca en sus más tradicionales obsesiones: la fatalidad, la locura y el romanticismo. Pero, a diferencia de la mayoría de su discografía -también expuesta en su preciosa e imprescindible autobiografía, "Cosas que mis nietos deberían saber"-, en esta obra Eeels revela esperanza en el futuro, una sensación de que los golpes recibidos en esa pequeña guerra individual que es la existencia, por fin, pueden cicatrizarse y regenerarse.

Musicalmente a plenitud, Eels camina a paso firme por estilos que domina a la perfección. Desde el blues para las pistas de baile en "Peach Blossom" hasta la aflicción nostálgica de las baladas, "True Original" y "The Turnaround", pasando por el homenaje a su héroe, Neil Young, en el adhesivo título homónimo del disco y el rock canchero de "Open my Present" -el mejor tema del álbum-, el estadounidense no cae en desperdicios sonoros. En sus canciones, el ensamblaje de baterías tribales, riffs enganchadores y orquestaciones finas y sentimentales ejercen como transportadores a la infancia más pura, a aquellos instantes en que nada más importa que el aquí y ahora.

Con "Wonderful, Glorious", Eels despacha su mejor trabajo desde "Souljacker" (2001). El halo de desconsuelo continúa sobrevolando sus melodías, pero ahora, como pasa en las canciones que abren y cierran el disco, el solista deja entrar la luz, el símbolo más evidente del optimismo. Para aplaudir y emocionarse.

En un período de vacas flacas para la música británica, la desbordada expectación por la reaparición de My Bloody Valentine , tras 22 años de autoimpuesto ostracismo, es una significativa señal de la debilidad creativa de los grupos isleños. Tal como acostumbró durante su fugaz presencia creativa de apenas dos discos -con "Loveless" (1991) como la máxima referencia del shoegazer-, su líder, Kevin Shields, optó por el desconcierto para promocionar su tercer disco, "m b v" . Apenas un día antes de estrenarlo, el músico afirmó que tenía nuevo material, causando delirio en los fans que, por años, esperaban el sucesor del magnífico "Loveless". Nuevamente con la fascinación por las guitarras retorcidas y ruidosas como punta de lanza de su sonido, "m b v" es una obra propia de un perfeccionista y un erudito por fabricar la melodía perfecta. En Shields existe ese rol de hombre orquesta puntilloso y enfermizo por evolucionar. A veces lo logra -especialmente, en títulos como "Wonder 2" e "In Another Way"- y, a veces, se repite en los mismos paradigmas de su disco más celebrado -"Only Tomorrow" y "Is This and Yes"-. No es un trabajo revolucionario como lo ha querido vender la prensa inglesa, pero ayuda a pasar un buen rato. Un buen ejercicio para recordar lo mejor de los 90.

Lo supo Florentino Pérez cuando su Real Madrid galáctico empezó a fallar. Y cualquier persona sensata que haya escuchado los discos de Traveling Wilburys se podría dar cuenta de lo mismo: tener una formación estelar no es garantía de nada. Pero Tomahawk , el supergrupo que lidera Mike Patton, sí consigue rendirle honores al currículum de cada uno de sus miembros. A bordo de este ruidoso buque, navegan viejas glorias como el guitarrista de The Jesus Lizard, Duane Denison, y el ex batero de Helmet, Josh Stanier. Tras la salida del bajista Kevin Rutmanis, ex Melvins, el idolatrado Patton sumó a un viejo conocido, Trevor Dunn, su cómplice en Mr. Bungle y Fantômas.

"Oddfellows" , la cuarta entrega del estelar bloque, se desentiende de su anterior trabajo, "Anonymous", basado en la música nativa americana, y prefiere circular por terrenos conocidos. Aunque eso no supone necesariamente una regresión, sino una saludable licencia para dejar de presionarse a sí mismos. Por primera vez, Tomahawk actúa como una banda establecida y no como un proyecto paralelo obligado a ser experimental. De hecho, al contrario de "Anonymous", montado con partes grabadas a distancia, "Oddfellows" se registró con todo el grupo reunido en un estudio de Nashville.

La recién adquirida desenvoltura es evidente. "Stone letter" es lo más abordable que Patton ha grabado desde sus días en Faith No More, y no desteñiría en alguno de sus discos. Otra que trae recuerdos es la jazzera "Rise up dirty waters", similar a la era "California" de Mr. Bungle, donde la presencia de Dunn se hace notar. Denison y el fuzz de su guitarra tienen protagonismo en la acechante "Oddfellows", instancia aprovechada por Patton para mostrar su repertorio de clásicas piruetas vocales, repartidas también a lo largo del álbum. Conocida es su destreza, pero aun así no deja de asombrar confesando "te debo una canción de amor por todo lo que he hecho mal" en "I.O.U.", o aullando como Robert Plant en "I can almost see them".

Hablando de soltura, aunque llevada al extremo, FIDLAR es una banda punk de Los Angeles, California, con un debut homónimo que suena como si los primeros Arctic Monkeys se drogaran con The Libertines. Su nombre es el acrónimo de "Fuck it, dog, life's a risk" ("al carajo, perro, la vida es un riesgo"), y sus tres motivaciones principales son andar en skate, surfear y mostrarle el dedo corazón a la adultez. "Cheap beer", el tema que abre el disco, tributa a la cerveza barata y a las noches de fiesta con los amigos, anunciando que el hedonismo es la trama central del álbum.

Lo que podría descartarse como otro disco de rock garajero de cariz descomprometido y epicúreo, tendencia en alza durante los últimos cinco años, termina siendo tan auténtico que conquista. FIDLAR celebran de manera extática ("Wake bake skate") y confiesan su desprecio a la vida laboral pese a tener problemas monetarios ("Stes and broke"), pero con igual franqueza declaran sentirse desorientados ("Blackout stout") y a veces sencillamente patéticos ("No waves"). Con el potencial para escandalizar a cualquier padre, esta manga de holgazanes maneja un lenguaje carente de eufemismos y se comporta sin miedo a mirar a la cara para decir la verdad. Su verdad.

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