domingo, febrero 17, 2013

La marca de Jorge González

El Mercurio


El ex líder de Los Prisioneros se ha convertido en referente y maestro de una nueva generación de músicos chilenos como Camila Moreno, Gepe, Javiera Mena, Dënver, Francisca Valenzuela o Adrianigual. Con el disco "Corazones" como la piedra filosofal del nuevo pop local y el redescubrimiento de obras hasta hace poco ignoradas de su catálogo solista, el cantante puede exhibir una sonrisa. Sus canciones influyen, remueven y remecen a los actuales créditos musicales. González, que se presenta el 27 de febrero en el Festival de Viña y el 2 de marzo en Matucana 100, ya es una leyenda.  

Por Felipe Rodríguez

Camila Moreno tenía poco más de cinco años cuando conoció a Jorge González. Fue una casualidad que ella agradece. Su padre, Rodrigo Moreno, que había trabajado como realizador en la trinchera opositora a Pinochet en los 80 a través de "Teleanálisis", era un viejo conocido del sanmiguelino. Junto al director Cristián Galaz, habían rodado el primer video de Los Prisioneros, "Sexo", cuando no los conocía nadie y, en 1990, con González trabajando con presupuestos millonarios y varios países latinoamericanos en la palma de su mano, estaba, otra vez, frente al músico en una nueva obra audiovisual: "Corazones Rojos". Ahí entró a jugar Camila, en una escena que recrea al Pink Floyd de la película "The Wall" (1979). "Necesitaban niños en un coro que dice 'ehh, ¡mujeres!', que es una de las centrales de la canción y una de las niñas fui yo. Recuerdo que lo saludé esa vez, pero como era tan chica no lo veía como una persona. Me fijaba más en el grupo. Al tiempo me hice fanática. Y fue de las primeras bandas que escuchaba con mi papá cuando salíamos de viaje", admite Moreno.

Para la intérprete de "Panal", la resurrección y admiración de las nuevas generaciones de músicos por la obra de Jorge González es pura justicia. La cantante justifica que, en los años posteriores a la disolución de Los Prisioneros, el solista se encontró con el desprecio de la prensa porque su carrera individual fue demasiado vanguardista. Nadie lo comprendía y eso lo hizo desaparecer temporalmente del mapa local y radicarse en Nueva York. "Para mí, por ejemplo, 'El Futuro se fue' (1994) es el mejor disco de la historia de Chile. Cuando salió nadie lo pescó, pero los años lo transformaron en una obra maestra. Canciones como 'El Niño y el Papá' son geniales. Cuando hice 'Panal' escuché mucho este disco porque la construcción de sus letras es buenísima y me sirvió de inspiración", asume.

Aunque no existe el momento definitivo del renacimiento de Jorge González entre la nueva camada de músicos, hay un punto en común: el descubrimiento de "Corazones" (1990). Esa es la piedra filosofal del nuevo pop chileno. Un álbum que impone leyes desconocidas en los próximos grupos y solistas abriéndose a la tristeza más extrema en un formato bailable. Esas nueve canciones abrieron los ojos de esta generación porque, por primera vez, percibieron que la electrónica en español era capaz de armonizar el gusto del público y de la crítica. "Esas canciones eran raras porque trataban de penas de amor y uno las cantaba con alegría. 'Corazones' lo escuchábamos mucho con mi familia en vacaciones cuando íbamos a la playa. Para los de mi edad, recuperarlo en internet fue trascendente. Muchas veces, conversábamos de ese disco con amigos, lo poníamos y conectábamos heavy. Es un disco total y creo que todos hemos sacado algo de ahí", asegura Gepe.

Pese a que en los 80, Electrodomésticos forzó al máximo las posibilidades que le ofrecía la tecnología, sus temas siempre estuvieron encapsulados en los paladares más intelectuales. "Corazones", en cambio, ocupó las mismas herramientas, pero sin transar en su búsqueda del pop. "Hasta antes de 'Corazones', el rock chileno era bien basuriento y es de los pocos discos chilenos valorables. Nos enseñó que se podía ser experimental y masivo y que la música era algo más que guitarra, bajo y batería. ¿Quién más he hecho algo así? Quizás Álvaro Henríquez cuando hizo 'Chi Bah Puta la Huea', pero era un chiste. Acá había sentimiento", reconoce Diego Adrián, líder del grupo electropop, Adrianigual.

Esa forma de expresarse de González, abducido a tiempo completo entre la electrónica de Depeche Mode y Pet Shop Boys y el sentimentalismo apasionado de Camilo Sesto, estaba en perpetua evolución. El cantante avanzaba sin repetir ni equivocarse. Y fue la llave para entender lo que, en los 90, fue incomprensible para el gran público: sus discos "Jorge González" (1993) y "El Futuro se Fue" (1994). Obras que, en el momento de su aparición, pasaron como verdaderos ovnis musicales y que, en la actualidad, son objeto de estudio y revalorización por los artistas contemporáneos. "Tú escuchas esos discos y te das cuenta que el cantante es de verdad. Un tipo al límite, que sufre y es alegre, según la canción. Además, son tan distintos. Uno habla de la vida y el orden, y el otro es fruto del desastre. Eso lo hacen sólo los grandes. Cuando escuchas canciones como 'Esas Mañanas' o 'Quien Canta su Mal Espanta', te entregas a aprender de él. Esa época fue súper buena para la música chilena. Estaban Andrés Bobe de La Ley y Sexual Democracia que eran vanguardistas y que merecen un revival", afirma Gepe.

ME PAGAN POR REBELDE.

Carlos Fonseca, el manager histórico de Los Prisioneros, siempre relata la historia del día en que conoció a Jorge González. Fue en una clase de Arte en la Universidad de Chile, con el ex Prisionero burlándose de la ignorancia de una profesora ante el asombro de sus compañeros. El sanmiguelino siempre fue igual: directo, de frente y con la ironía como escudo.

Esa característica de ir contra la autoridad, tan impopular en la sociedad chilena, es un sello de garantía que le ha permitido diferenciarse del resto. Salvo la camada de artistas chilenos surgidos bajo el alero de Violeta Parra en los lejanos 60 -Quilapayún, Víctor Jara, Inti Illimani, Patricio Manns- los músicos locales nunca se han jactado de una consistencia contestataria. Algunos esbozos discursivos más que líricos de Los Tres -de Álvaro Henríquez, en rigor- y crítico-humorísticos de Mauricio Redolés en los 90 y, en la actualidad, canciones de choque en bandas como Legua York o solistas como Ana Tijoux continúan el legado rupturista de González: el único con licencia de decir lo que quiera arriba y debajo de un escenario. "Ser muy buena onda pesa menos que una bolsa. Una de las cosas por las que uno quiere y respeta a Jorge González es por su sinceridad. Sus palabras son como una patada. Me gusta que la gente se enoje, que se remueva, que sea capaz de unir música con contenido y entretención. Y él tiene esa actitud de decir lo que se le antoje. A mí también me pasa que cuando estoy con ganas de decir cosas, lo hago y no me interesa lo que me digan", reconoce Camila Moreno.

El creador de "El Baile de los que sobran" tuvo desde sus comienzos una postura que empatizó con la clase media. En la época más dura de la dictadura, los conciertos de Los Prisioneros funcionaban como mitines rockeros. González atacaba y salía jugando. Le daba lo mismo la censura: prácticamente no los tocaban en las radios y muchas veces les quitaban gimnasios provinciales para sus presentaciones a última hora. Esos años kamikaze, sin embargo, no aminoraron su poderío. Más bien, lo aumentaron. "Creo que Los Prisioneros o, más bien, Jorge González conectó mucho con la gente por los discursos de la época más dura de Chile. Tenía una postura contra el Gobierno y eso logró que la gente se identificara más rápido al escuchar su música. Esa valentía nos gusta a todos los que después hicimos canciones", reflexiona Mariana Montenegro del dúo Dënver.

"Siento que él logró traducir como nadie las sensibilidades de una generación, no sólo en Chile sino en varios países y mucho más allá de lo que conocemos como 'rock'. Eso lo convierte en alguien muy cercano a la gente, sentimentalmente hablando. Ver el fervor que desata en Perú, Colombia o Ecuador, lo deja claro, es un ídolo popular", dice Pedropiedra, músico que lo acompaña en sus giras.

JUVENTUD, DIVINO TESORO.

Durante la última década, Jorge González se acercó a los músicos emergentes. Se mostró interesado en conocer los gustos y las preferencias estilísticas de sus nuevos colegas. Forjó amistad con Javiera Mena -tocaron juntos y ella realizó un cover de "Amiga Mía" para la película "Joven y Alocada"-, Pedropiedra y Gonzalo Yáñez. A estos dos últimos los sumó para su banda y quienes lo conocen aseguran que le gusta estar al tanto de los discos recién editados y les enseña pequeños trucos para componer.

"Cuando recién comencé a tocar con él yo siempre carreteaba y me acostaba tarde. Jorge, por lo general aparecía a las ocho de la mañaña, con un pequeño amplificador junto a su guitarra y me decía: 'Ya, Gonzalo, compongamos. Yo le respondía que me dejara dormir", recuerda entre risas el músico uruguayo Gonzalo Yáñez, quien toca hace dos años junto a Jorge González.

"Tiene un acabado y enciclopédico conocimiento de música. Es todo un profesor y conoce casi todas las canciones, sus historias y las de los que las hicieron. Escuchar música con él es como ir a clases con un verdadero experto", agrega Pedropiedra. Y Gepe confirma su melomanía. "Puede hablar todo el día de música. A su edad, la mayoría de los músicos están más tranquilos, se les pasa el tren y no les interesa lo que está sonando. La primera vez que lo vi, en Ciudad de México en 2007, nos invitó a tomar once a su casa a la Javiera (Mena), al Pedro (Piedra) y a mí, y nos recomendaba discos. Una vez nos dijo que todas las canciones las iniciaba a partir de un ritmo en lugar de una guitarra, como hacemos casi todos, y de ahí empezaba a cantar e improvisar las letras. Eso es genial y algo le copié", bromea.

Esa idea de frescura es compartida por Diego Adrián de Adrianigual, quien asegura que su cualidad de estar al día se plasma en "su estilo elegante, una estética sonora propia de la gente que le importan las cosas nuevas y no se queda pegado".

Está claro, Jorge González lo logró: es una leyenda.

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