El Mercurio
Aprovechando su paso por Chile para cantar a fines de diciembre junto a Inti Illimani histórico, viajamos con la exitosa cantante de jazz Claudia Acuña a Concepción, la ciudad que la vio nacer como artista y que fue testigo de sus difíciles comienzos en la música. Allí, habló del largo camino que debió recorrer para consolidarse en Nueva York, de su nueva vida repartida entre sus giras por el mundo y la crianza de su primer hijo, y de las ganas que tiene de que su trabajo sea más conocido en Chile.
Magdalena Andrade N.
La historia parte en Santiago, un sábado a mediodía: Claudia Acuña, 42 años, cantante de jazz -la chilena más reconocida en la escena internacional- está en el Teatro Municipal de Las Condes para participar de una sesión de fotos. Tiene los ojos cansados: el día anterior cantó en el Festival de Jazz de San Bernardo; luego de su actuación se quedó a ver el show de su amigo Ravi Coltrane, y cuando llegó a su casa -ya de madrugada- conversó un rato por Skype con su marido, el bajista estadounidense Mark Kelley.
Claudia Acuña está aquí, en Santiago, pero su mente está en otro lado, 500 kilómetros al sur de la capital. En dos horas más partirá a Concepción, donde la esperan su mamá, su papá, sus hermanos y su hijo Daniel, de dos años y medio, quien hace unos días viajó a la casa de sus abuelos mientras su madre se quedaba preparando su presentación.
En dos horas más, Claudia Acuña se reunirá con su familia y repetirá el ritual que hace cada vez que viaja a esa ciudad, después de casi veinte años viviendo en Estados Unidos: ir al supermercado a comprar marraquetas; ir a comer churros con manjar a la Vega Monumental.
En dos horas más, Claudia Acuña -quien en 1995 se fue a Nueva York para comenzar su carrera musical- volverá a un lugar donde no alcanzó a vivir una década, pero al que ella reconoce como su "origen".
-Nací en Santiago y de chica viví en Maipú y después en Rancagua. Pero yo siempre digo que soy de Concepción, porque musicalmente soy de esa ciudad. Fue en Concepción donde di la pelea por convertirme en cantante.
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La historia sigue en Concepción, un lunes por la mañana. Claudia Acuña camina por los jardines de la Universidad de Concepción, en la calle Edmundo Larenas. A lo lejos se escucha un coro: un conjunto de voces que ensaya una armonía que apenas se distingue del ruido de los autos, de los estudiantes que conversan tirados en el pasto, de los que juegan fútbol en la cancha cercana.
Aparecen entonces sus propios recuerdos: la Claudia Acuña de 15 años y sus ganas -a esas alturas ya imperativas- de ser cantante; la oposición sostenida de sus padres, que querían que Claudia -la mayor de sus tres hijos y la única mujer- se interesara por una carrera "tradicional", como las leyes o la pedagogía; la invitación de uno de sus profesores a probarse en el coro de la U. de Concepción, donde fue aceptada y donde empezó su camino más formal en la música.
-Cuando los profesores salían de la sala, mis compañeras me decían: "Ya, Acuña, súbete a la mesa a cantar". Y yo hacía show. Pasaba castigada en inspectoría. Quería ocupar la sala de clases como primer público, para matar el pánico escénico. Un día me invitaron a audicionar en el coro de la Universidad de Concepción, y quedé. Todos me acogieron como mascota, porque era la más chica, y con ellos tuve mi primera gira: fuimos a Valparaíso. Como era coro y había señoras mayores, mis papás se relajaron. Pero entremedio también me metí a un grupo de rock y a otro de jazz fusión. Hacía todo lo que pudiera para poder cantar -cuenta Claudia, mientras va fotografiando con su celular cada uno de los murales que hay en el campus, el mismo que ella recorría cada vez que venía a sus ensayos en el coro.
La lucha de Claudia Acuña con sus padres para que la dejaran seguir la carrera musical había partido años antes, pero se manifestó con fuerza cuando llegó a la adolescencia.
-"Mijita, estudie Derecho, o por último Pedagogía", decía mi mamá. En esa época yo tenía muchas actuaciones en eventos que se hacían en la isla Quiriquina (11 kilómetros al norte de Talcahuano), y mi papá quería ser mi mánager: él quería que yo fuera cantante popular, como Myriam Hernández -a quien respeto y admiro mucho-, pero yo estaba en otra. Él me decía: el jazz es de élite.
Lo que viene después es conocido: por congraciarse con su familia, Claudia se vino a los 17 años a Santiago a estudiar Canto Lírico a la Universidad de Chile ("a mi mamá le dijimos con mi papá que era Pedagogía en Música", recuerda). Fue durante tres meses a clases todos los días, pero después ya solo lo hizo esporádicamente. Entremedio, empezó a trabajar haciendo jingles publicitarios, a cantar en distintos clubes de jazz y a tener sus primeras apariciones artísticas en la entonces Radio Classica, con César Antonio Santis.
Todo esto era parte de lo que ella llamó su "plan maestro": juntar dinero, ir a clases de inglés y comprar los pasajes para irse a probar suerte a Nueva York.
-Estuve un año en la carrera y me salí. Y ahora lamento mucho haber sido tan niña y no haberme tomado en serio algunas clases. Yo no quería aprender música clásica, porque pensaba que eso me iba a alejar de lo mío, y con los años he aprendido que no, que el estudio me hubiera dado mejores herramientas que las que tengo ahora. Pero era muy chica, tenía 17 años, estaba sola. La universidad fue la única instancia donde hubo un poco de paz en mi casa, cuando mis padres dijeron: "Ya, está en la universidad y va a sacar un título". Ahí como que se calmaron las aguas.
Luego vino el terremoto en la familia Acuña: el viaje a Nueva York.
-Mis papás se reían nerviosos, como diciendo: "Y usted, ¿a quién le ha pedido permiso?". Estaban asustados, porque nunca han salido del país. Irse a Estados Unidos era como irse a meter a las patas de los caballos. Pero yo compré los pasajes y me fui.
-Ahora, con la historia ya escrita, ¿has vuelto a tocar con tus padres este tema?
-¿Sabes? Lo hemos tocado muy poco, porque sé que les duele. He tratado de bajarle el perfil a lo terrible que fue esa época. Estuve muy enojada con ellos, muy sentida, pero después con el tiempo aprendí que ellos hicieron lo mejor que pudieron, porque no lo hicieron con maldad, ni para que yo no fuera feliz, sino porque querían lo mejor para mí.
Claudia se emociona. Lo que para otros hijos no pasa de ser una anécdota, para ella forma parte de una historia que la acompaña hasta hoy, a pesar del éxito que encontró afuera, y de haber desarrollado una carrera que hoy está consolidada.
-Lo he hablado con varios psicólogos y con mi terapeuta: hasta hoy hay una gran timidez y una inseguridad que tiene que ver con un hijo que no fue motivado. Uno cuando niño es un océano, pero es distinto cuando te ponen reglas y te dicen que no. Es un tema doloroso ver que triunfé y no poder decir: 'se lo debo a mis papás'. Pero ellos están súper contentos, súper orgullosos. (...) Ellos hicieron lo mejor que pudieron hacer, y con eso me quedo hoy día.
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Una caminata por la Diagonal Pedro Aguirre Cerda, cerca de la Universidad de Concepción, con sus cuadras llenas de restaurantes con menús universitarios, lleva a Claudia Acuña a recordar sus tiempos de colegio, cuando la idea de viajar fuera de Chile recién nacía en su cabeza y caminaba por estas calles "soñando despierta", como le gusta decir.
Claudia se detiene en uno de los locales a tomar un café cortado y conectarse a internet. Quiere hablar con su marido, quien no pudo acompañarla a Chile ya que está promocionando su trabajo junto a The Roots, un popular grupo estadounidense.
A Mark Kelley lo conoció hace siete años, cuando ella ya llevaba once en Estados Unidos, tres discos grabados -"Winds of the Routh" (2000), "Rythm of life" (2002) y "Luna" (2004)- y una carrera que la tenía posicionada como una de las nuevas voces del jazz mundial, después de haber pasado varios años intentando hacerse un espacio en la escena musical estadounidense. Porque antes de llegar a ser reclutada por Verve -entonces uno de los sellos de jazz más importantes del mundo, donde grabó su primer disco-, Claudia Acuña sobrevivió en Nueva York por cinco años lavando platos en restaurantes, cuidando niños y perros, y como la chica del guardarropía de un club de jazz de la ciudad.
-Es una historia súper bonita y tiene que ver con un cuento medio de Cenicienta. Si quisiera escribir un libro sería una gran historia. Me gustaría ofrecerle a un diario chileno la posibilidad de escribir una columna que se llame "Diario de una cantante". Yo llevo un diario de vida desde que tengo 10 años. Me gusta escribir, y por mucho tiempo, cuando las cosas estuvieron turbias, escribir fue mi escape y mi forma de desahogo.
Y lo sigue siendo, dice. Hoy, el depositario de sus cartas es su hijo Daniel. A él le escribe cada vez que sale a alguna gira musical, "por si me pasa algo", dice Claudia.
-Cuando cumplí 40 no se me movió el piso, pero sí con la maternidad. Yo siempre dije que cuando fuera mamá, la opción y la decisión vendría de la mano de la idea de darle toda la dedicación a mi hijo. Yo no lo iba a poner en un daycare a los tres meses porque necesitaba retomar mi vida. Quise dedicarme a él de lleno hasta los dos años. Por otras mamás músicos he aprendido que esto fue lo que a él le tocó, y que yo debo aprender a manejar mi vida, mi carrera y la maternidad, porque ya no va a ser lo mismo.
-¿Cuánto ha costado retomar la carrera musical?
-Cuesta. Hay días que han sido frustrantes y días en los que he estado agotada, en los que les he pedido a mis músicos que empiecen primero que yo los ensayos. Me ha costado, porque cuando era más chico, a Daniel uno lo podía dejar en su cunita, con tapones para los oídos, pero a medida que se ha ido acostumbrando, va a los ensayos y se quiere subir al escenario. He terminado shows con él arriba.
Claudia cuenta que en estos momentos está siendo muy selectiva en su carrera. Está aceptando solo hacer giras que tengan ritmos pausados y que le permitan ir con su hijo de forma tranquila. Fuera de su programa están los tours de antaño, donde en diez días podía hacer nueve o más conciertos en distintas ciudades.
-Si realmente tengo el nombre que tengo y lo que tengo, podré retomar (el ritmo). Si no, tendré que empezar de nuevo, pero ahora la prioridad es mi hijo.
Además de las giras, Claudia está preparando su quinto disco, llamado "El Futuro". Dice que quiso dar un salto y financiarlo mediante la modalidad de crowdfunding, que consiste en conseguir financiamiento a través de la web, con distintas "recompensas" (desde discos autografiados a cenas con la cantante en su casa) para quienes colaboraran. Pero el proyecto finalmente no resultó.
-Pensé que en Chile habría más movimiento, pero no. Los únicos que me ayudaron fueron mis amigos. El negocio de la discografía ha cambiado mucho en los últimos años, y esta idea de ser mi propio dueño me pareció atractiva. Pero, de nuevo: soy una persona que no tiene miedo a dar ciertos saltos.
-¿Alguna vez imaginaste que ibas a llegar donde estás?
-Sí y no. Me lo imaginé en la medida inocente, del sueño, de llegar a cantar lo que quiero, ser quien quiero, hacer lo que quiero y tener las cosas que tengo. Tenía visión, creía en este proyecto, tenía ganas, y en la medida en que me fui metiendo, vi posibilidades. Tenía ganas de mostrar que Sudamérica es más que Brasil, y que los ritmos latinos son más que la bossa nova y la salsa. Adoro esa música, pero somos mucho más que eso.
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La calle O'Higgins y sus tiendas llevan a Claudia Acuña al número 650, donde está el Teatro de la Universidad de Concepción. En la calle pasa desapercibida, pero aquí la conocen y saludan; la encargada de la boletería incluso le pregunta por su hijo Daniel. La última vez que Claudia pisó este lugar, el niño tenía solo siete meses.
-Aquí vi la primera película de jazz, sobre la vida de Charlie Parker. Aquí, también, canté la primera vez que volví a Concepción -recuerda ahora, mientras recorre el hall de entrada.
-Cada vez que he tocado en Chile me pongo más nerviosa, porque uno siempre guarda este sentimiento romántico de la aprobación de la casa, de los papás. De volver al origen. ¿Les irá a gustar lo que hago? ¿Y si me pifian? ¿Y si a lo mejor no hay cariño para mí? Es terrorífico. Es un desafío -dice.
En la cartelera, el anuncio de una próxima presentación de Congreso llama su atención. Dice que le encantaría tocar algún día con ellos, como lo hará a fines de diciembre con Inti Illimani histórico. De hecho, uno de sus próximos desafíos es hacer más cross over entre jazz y música latinoamericana, un sello que ha caracterizado toda su carrera, y lo que la ha hecho conocida en el mundo.
-El jazz me ha permitido hacer lo que he hecho y estoy haciendo ahora: fusionar estilos de música, desde folclor hasta rock, desde rock hasta lo clásico. Es el único estilo de música que me permite hacer eso -dice.
A pesar de su éxito, y a pesar de ser una precursora en la mezcla de jazz y música latinoamericana, Claudia Acuña no se ha salvado de las críticas por escoger este camino.
-El otro día, una cantante chilena de jazz fue al Festival de San Bernardo. Uno de los músicos le preguntó: "¿Vienes a escuchar a la Claudia?" Y ella dijo: "No, vengo a escuchar a Ravi Coltrane. Yo no vengo a escuchar folclor". Si hace diez años me hubiera enterado de ese comentario, me hubiera puesto a llorar. Hoy no tengo ningún problema en que la gente diga: "A mí lo que hace la Claudia Acuña no me gusta". Pero me merezco el respeto, porque nadie me ayudó. Cuando yo pedí ayuda en Chile se me cerraron todas las puertas. Antes esas cosas me afectaban. Ahora digo: qué pena por ellos.
-¿Alguna vez piensas volver a Chile definitivamente?
-He venido esporádicamente. No tengo presencia en Chile como otros músicos. Estoy en la búsqueda de poner un pie acá, por una cosa afectiva y también para que se conozca más mi carrera. Me gustaría ser más profeta en mi tierra.
-¿Y siempre dedicada al jazz?
-No necesariamente. No me atrevería a cantar una cueca, porque no es lo que hago, pero conozco el folclor. Siempre he querido hacer un cross over, y salir de cantar el standar tradicional en el jazz. Quiero desencasillar la música. En Estados Unidos ya pasa: tú ves a Herbie Hancock, que hizo un disco con puros cantantes pop, y eso es lo que yo vengo haciendo y quiero seguir haciendo, en mis pololeos con Inti Illimani y otros cantantes. Quiero seguir haciendo proyectos y botando murallas.
"No tengo presencia en Chile como otros músicos. Estoy en la búsqueda de poner un pie acá, por una cosa afectiva, pero también para que se conozca más mi carrera".
Inti Illimani y Claudia Acuña: una historia de colaboración
La primera vez que Inti Illimani histórico y Claudia Acuña se encontraron fue en 2010, en el concierto "Hecho en Chile" que se realizó en las ruinas de Pompeya y que convocó a varios artistas nacionales en torno a la obra de compositores como Luis Advis, Violeta Parra y Víctor Jara. "Yo los amo, musicalmente son unos maestros. Y que estén abiertos a hacer colaboraciones con otros artistas es muy bonito", dice Claudia sobre los Inti, con quienes cantará el próximo 26 y 27 de diciembre en el Teatro Municipal de Las Condes, el 28 y 29 en el Teatro Nescafé de las Artes y el 30 de diciembre en Teatro Regional de Rancagua.
Más información en www.tmlascondes.cl y www.macondo.cl
Qué cojones de esta chiquilla!! Qué Dios la premie por todos sus esfuerzos y por no dejar de perseverar. Un ejemplo para quienes empiezan algo y al primer traspiés se desanima. Felicitaciones
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