domingo, junio 19, 2022

Carlos Isamitt, pionero en el rescate del universo mapuche

 

Carlos Isamitt realizaba sus expediciones al sur a la usanza de los años 40: con sombrero, chaqueta y corbata de humita. ARCHIVO CARLOS ISAMITT


El Mercurio

Los viajes que el compositor e investigador efectuó a reducciones durante los años 30 y 40 se han organizado por primera vez en una nueva publicación con sus escritos académicos. La figura de Isamitt, el autor del gran canto “Friso araucano” y de otras obras de corte indigenista, ha permanecido invisibilizada. Pero el descubrimiento de su gran archivo está dando luces del que parece ser más un renacentista perdido en el tiempo y el espacio.

IÑIGO DÍAZ


Zarparon desde Puerto Montt en un vaporcito que navegó tres días por el Mar Interior hacia el archipiélago de Chiloé. Una medianoche, esa familia, los padres y sus dos hijos pequeños, desembarcaron en Queilen, cuando esta localidad no era más que un punto no señalado en el mapa.


“Nos vinieron a buscar seis remeros huilliches en una chalupa. Y navegamos otras seis horas hasta llegar a la reducción que sería nuestro hogar durante mucho tiempo”, rememora Dionis Isamitt Danitz, de 78 años, sobre esa experiencia fundamental que vivió siendo niño junto a su padre, el compositor e investigador Carlos Isamitt (1885-1974).


El de 1949 sería uno de los viajes que Isamitt realizó a los territorios mapuches, parte de un ciclo de expediciones sistemáticas que se habían iniciado en 1931 a La Araucanía, a lugares como Toltén, Padre Las Casas, Boroa, Puerto Saavedra o Nueva Imperial. Tenían como propósito conocer la vida, la cultura, la cosmovisión y las prácticas de los pueblos originarios del sur. Por estos periplos y también por las composiciones inspiradas en el mundo mapuche, a Isamitt se le ha considerado como el primer indigenista de la música chilena.


“Existen obras importantes de Carlos Isamitt sobre textos en mapudungun: “Friso araucano” (1931), para voces femenina y masculina acompañada de orquesta, y las “Evocaciones huilliches” (1945), para voz y piano”, refiere el musicólogo Luis Merino.


El académico lo sitúa en el mapa de la composición chilena de fines de la década de 1910 y el transcurso de la década de 1920, junto a María Luisa Sepúlveda, Domingo Santa Cruz Wilson y Jorge Urrutia Blondel. “Fue un dedicado investigador de la cultura y música mapuche, que convivió con este pueblo aprendiendo su lengua y sus costumbres. Creo que aún no se ha reconocido debidamente su valor en nuestra sociedad”, agrega.

Su partitura de puño y letra para “Danza ritual” (1951) ARCHIVO CARLOS ISAMITT

Escritos académicos


Dionis Isamitt, de cinco años, vivió seis meses en la reducción de Coihuín de Compu, cerca de Quellón. “Nos instalamos en sus casas, que estaban entre medio del bosque. Nos metíamos a la selva con los niños huilliches, íbamos a cazar aves y a recolectar cauchao, montábamos caballos, cruzábamos los canales en bote. Fuimos hermanos de sangre con ellos hasta siempre”, describe Dionis.


Entre tanto, en el día a día, libreta en mano, Carlos Isamitt iba descubriendo el universo huilliche desde las fuentes primarias. De paso, también proyectando ese conocimiento a la reflexión académica y la divulgación. Sus escritos sobre esa experiencia de vida en el antiguo Wallmapu están organizados ahora en el libro “Carlos Isamitt y sus investigaciones en las comunidades araucanas”, una recopilación de material perteneciente al período 1932-49, que se encontraba disgregado en documentos, publicaciones académicas y revistas. Fue editado por el musicólogo y profesor de la U. Metropolitana de Ciencias de la Educación Freddy Chávez y se lanzará este viernes en el Salón de Honor de la misma universidad, en el marco del Día de los Pueblos Indígenas.


“Lo que hizo Carlos Isamitt en su tiempo es un hallazgo histórico que no conocíamos y que estamos develando ahora. Lo que él tiene guardado es un tesoro que les pertenece a los mapuches. Hoy se les está devolviendo, tal como él lo vivió, lo presenció y lo pudo recibir con toda esa sensibilidad de una defensa política que alcanza a nuestros tiempos”, señala Freddy Chávez.


Desde hace una década, el musicólogo ha trabajado en el archivo de Isamitt, un enorme acopio de material custodiado por la familia y que se encuentra en pleno proceso de sistematización. Allí figuran unas 200 partituras de puño y letra ya catalogadas, cientos de escritos a caligráfica pluma sobre música, literatura, artes plásticas, antropología, filosofía y crítica, junto con más de mil cuadros y telas realizados por él y su esposa, la pintora Beatriz Danitz.

Isamitt fue, además, un prolífico pintor. Dirigió la Escuela y el Museo de Bellas Artes entre 1927 y 1928. ARCHIVO CARLOS ISAMITT


Todo el ser humano


“Le interesaba la totalidad de temas que tuvieran que ver con el ser humano. Era una persona muy austera y positiva, casi un asceta. Desde que amanecía hasta la noche estaba creando, pintando, escribiendo y leyendo. No había tiempo que perder. Yo pienso que es casi imposible que alguien en una sola vida hubiera hecho tantas cosas. Mi padre era como un renacentista”, dice hoy Dionis Isamitt, en cuya casa se resguarda el gran archivo que le perteneció.


Desde ese mismo fondo se han gestionado varios proyectos con miras a relevar la figura y la obra de Isamitt: libros como “Cuentos araucanos: recolectados y traducidos del mapuche” (2017) y “Los 30 cantos araucanos” (2019), y discos como “Cuartetos de cuerdas, quintetos de cuerdas y piano” (2015), “Dúos para violín y piano” (2017) o “Cuatro piezas incidentales para la obra de teatro El gato con botas” (2020). Junto con esta nueva publicación de textos sobre sus viajes a La Araucanía, se publica otro álbum con su música: “Piezas para piano Vol. I”, interpretadas por Luis Velasco. Y en septiembre se lanzará la grabación de su “Cantata épica el grito de la sangre”, con el Solístico de Santiago dirigido por Paolo Bortolameolli.


“En su tiempo no existía el concepto de etnomusicología. Él se entendía a sí mismo como investigador musical, aunque abarcaba mucho más que los cantos y la organología de los instrumentos musicales mapuches. Entonces su modelo de investigación fue muy distinto al que vino después con los recopiladores de folclor, que ‘iban a buscar canciones y traerlas'”, reflexiona Freddy Chávez.


La finalidad de Isamitt era recopilar cantos, cuentos y tradiciones —el todo de los mapuches—, “para mostrarlos al mundo civilizado occidental como una igualdad de mundos. “De ahí la idea del ‘Friso araucano'. Él observaba la cultura mapuche como cualquier otra cultura. Esa comparación entre griegos antiguos y originarios chilenos a través del friso generó mucha discusión en su tiempo. Pero él decía que toda creación es también un acto político”, señala Chávez.


Carlos Isamitt, en una conferencia dictada en Temuco ya en 1933, manifestó: “A nuestro lado hay un pueblo que posee maravillas propias que pueden codearse con las de cualquiera otra del mundo. No lo explotemos más, no lo denigremos más con nuestros falsos y conocidos conceptos. Ayudemos a liberarlos de tantos rapaces sin humanidad que los acosan cada día en forma ignominiosa”.






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