Francisco Javier Olea |
El Mercurio
Profundo pesar causó la muerte de la cantante, a sus 79 años, que se caracterizó por su originalidad, amplio registro vocal y por romper esquemas, lo que la llevó a ser un ícono artístico, que en sus seis décadas de carrera cautivó a varias generaciones.
EQUIPO DE ESPECTÁCULOS
Cecilia, a pesar de haber alcanzado la popularidad a mediados de los años 60, cuando el fenómeno de la Nueva Ola lanzaba sus marejadas más furiosas, siempre fue una figura excluyente dentro del movimiento. Una artista alternativa dentro del ramillete homogéneo en que se alineaban los cantantes de la época que hacían suyos y en español los éxitos foráneos que se escuchaban en la radio.
Por eso, su irrupción fue tan bombástica: era distinta y eso se notaba demasiado desde el inicio, cuando comenzó a hacerse conocida apenas dejó su natal Tomé. Todo aumentó aún más al mostrar sus movimientos huracanados en sus presentaciones, donde vibraba como ninguna hasta entonces sobre el escenario, justificando rápidamente el apodo que terminó timbrando su carrera: “La incomparable”.
Su característico paso, en el que lanzaba un beso luego de tocar su taco con la mano fue su marca patentada, igual que su registro vocal, que transitaba sin problemas del tango al rock and roll, pasando por su propia lectura del rico catálogo italiano de la época.
La destacada intérprete falleció la noche del lunes en la Clínica Vespucio de la capital, donde estaba internada desde el 14 de julio por problemas derivados de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica que padecía. Ya en 2016 había superado un episodio similar en Antofagasta luego de un show en el casino de esa ciudad.
La cantante inició su carrera en Tomé, donde nació el 21 de octubre de 1943, al frente de un cuarteto, Los de Tomé. El conjunto tuvo corta vida, y de ahí probó suerte formando Los Singers, con quienes grabó canciones que le abrieron paso en el ambiente musical.
Su irrupción definitiva en solitario llegó en 1963 con el tema “Tango de rosas”. Desde ahí, su carrera solo apuntó hacia arriba.
En 1965 reafirmó su popularidad al ganar el Festival de Viña con “Como una ola”, de María Angélica Ramírez, lo que le permitió después presentarse en España, en el Festival de Benidorm.
Su historia discográfica fue mezquina: apenas cuatro discos de estudio, entre 1964 y 1970. Pero le bastaron para mantenerse por décadas como una figura pop, primero de la juventud en los 60 y luego abriéndose como ícono de la diversidad hasta hoy.
En 1964, debutó con el título homónimo “Cecilia”, su primer larga duración y que contenía “Puré de papas”, “Baño de mar a medianoche”, de Domenico Modugno, y su versión del tema de otro italiano, Claudio Villa, “Amor, mon amour, my love”.
Al año siguiente, las canciones de Villa siguieron alimentando su cancionero con un disco que tituló “Cecilia, La incomparable”.
En 1968, la cantante lanzó “Estamos solas, guitarra”, sin gran repercusión. Dos años más tarde presentó su último trabajo de estudio: “Gracias a la vida”, donde incluyó el icónico tema de Violeta Parra, además, de un cover de Víctor Jara, “Plegaria a un labrador”. Este trabajo también incluyó la canción “Un compromiso”, que más tarde se revisitaría con éxito en la voz de Javiera Parra, en 1995.
Tras el golpe militar, su actividad artística se vio relegada a restaurantes y boites, ya que dejaron de llamarla de la televisión.
En 1987 vivió uno de los episodios más oscuros de su vida al ser encarcelada durante 28 días por facturas impagas y una presunta estafa, lo que ella siempre negó y lo atribuyó a una cuestión política, por haber grabado canciones de Violeta Parra y Víctor Jara.
Su figura recobró vigencia luego de que, a fines de los años 80, el director Vicente Ruiz sumara sus canciones a su obra “Hipólito”.
Su vida dio origen, además, a algunos montajes teatrales como “Cecilia, una reina un mito”, en 1998, que no contó con su beneplácito al aludir a su sexualidad y presunto alcoholismo. En 2019 se puso en escena “Cecilia, el musical”, y el año pasado se estrenó “Cecilia, una historia incomparable”, producida por el Teatro Biobío y Cultura Capital, que solo tuvo funciones en Concepción.
En los últimos años hizo colaboraciones como en “Volver a empezar”, con intérpretes de su generación, en 2021; “Sacar los tambores”, con Mariel Mariel, en 2020, y una versión de “Baño de mar de medianoche”, con Gloria Simonetti, en 2012. Su última grabación fue “Jauría de mujeres”, de su autoría, este año con Mon Laferte, para su serie.
“Estoy muy orgullosa de mí por todo el legado que dejo, ¿por qué no decirlo? Hay gente que quiere subirse en un pedestal y a mí Dios me lo permitió”, dijo Cecilia hace solo un mes a este diario, a propósito de su serie.
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