El Mercurio
Acaba de cumplir un año a cargo del Teatro Municipal. Durante este tiempo tuvo que cerrar por la pandemia, ajustar costos e ingeniárselas para que el teatro siguiera vivo. Así nació la plataforma Municipal Delivery que con sus transmisiones gratuitas de ballet, ópera y conciertos ha conseguido un alcance de 11 millones de personas. “Hay que entender que la cultura es parte constitutiva de las personas y no un accesorio de otras actividades que se consideran más esenciales”, dice, mientras el Congreso revisa el presupuesto del 2021 del Ministerio de las Culturas, que recortaría en $400 millones la asignación al Municipal.
Por Carola Solari
El Teatro Municipal de Santiago parece un edificio fantasma. Las salas de ensayo están cerradas; los pasillos, oscuros; el gran escenario, en silencio. Salvo el guardia y la señora del aseo, que enciende las luces para que Carmen Gloria Larenas se tome las fotos, no hay nadie más en el edificio neoclásico de calle Agustinas.
—No venía desde que en julio anunciamos la programación de 2021 junto al alcalde de Santiago —dice, subiendo las escaleras rumbo a su oficina, con unos zapatos de taco alto, que apenas termine la entrevista piensa quitarse: junto a su escritorio, guarda unas sandalias planas.
Carmen Gloria Larenas tiene 52 años y el Municipal es como su casa, desde antes de ser nombrada directora. Aquí llegó a formarse como bailarina a los 13 años y fue parte del Ballet de Santiago hasta los 24, cuando, dice, se dio cuenta de que esa pasión que la movilizó desde los 5 años a estudiar ballet, ya no era la misma. Cuenta que antes de tomar la decisión, pasó seis meses encerrada viendo películas.
—Creo que estaba deprimida. Toda la vida había luchado por el sueño de ser bailarina y de repente ya no estaba a mil por ciento con eso. Si alguien me hubiera mostrado el futuro y todo lo que vendría después de tomar esa decisión… pero en ese momento uno no lo sabe. Lo viví como un fracaso.
Estudió Periodismo y trabajó en medios. Pero en 1998, con 30 años, sufrió un accidente cerebrovascular en un viaje a Inglaterra: se le durmió el lado izquierdo del cuerpo, por lo que adelantó su regreso a Chile.
—Creía que tenía un tumor y no me quería morir allá —dice.
Tuvo que pasar dos meses en cama porque sentía un mareo persistente y aprendió a caminar de nuevo.
—Fue una experiencia fuerte de la que aprendí mucho. Me hizo más empática, me llevó a entender la fragilidad de la vida y a ser paciente conmigo, porque siempre he sido impaciente.
Ya recuperada, volvió a su trabajo en la sección de espectáculos de Las Últimas Noticias.
—Me acuerdo de que estaba escribiendo una nota de la Daniella Campos y me di de cuenta que era muy grande el cansancio que sentía. Pensé que no iba a poder volver al mismo training. Fue en ese momento que sonó el teléfono y me ofrecieron integrarme como periodista de comunicaciones del Municipal, en un sistema de medio tiempo. Fue una cosa muy sincrónica. Y un regreso muy sanador para mí, porque había sido capaz de reinventarme.
Con el tiempo, se convirtió en la encargada de comunicaciones del Teatro Municipal, donde estuvo seis años. Luego asumió la gerencia de la Corporación Cultural de Lo Barnechea, donde cuenta que aprendió mucho de gestión cultural con Drina Rendic. Dos años después, en 2009, la convocaron del Teatro del Lago en Frutillar, que se estaba construyendo, para encargarse de la subgerencia artística. Ahí estuvo 10 años. Hasta que el alcalde de Santiago, Felipe Alessandri, le ofreció la dirección artística del Teatro Municipal en 2019, convirtiéndose en la primera mujer que lo dirige en 162 años.
—Me gusta la historia, y mi nombramiento quedó en los libros de historia (se ríe). Pero además, me gusta que se abran espacios para las mujeres en general. Me tocó ser yo, pero van a venir muchas más. Me acuerdo de que, como salió harto en la prensa, a mi hija Colomba le dieron una tarea en el colegio de escoger una noticia. Y una compañera escogió esta. Mi hija estaba orgullosa y yo, feliz, porque si uno logra darle a una niñita de 15 años la visión de que es posible, de que una mujer pueda hacerlo, con eso me doy por pagada.
—Asumió en pleno estallido de la crisis social y luego vino la pandemia. ¿Cómo ha sido para usted este primer año a cargo del Municipal?
—Ha sido como una licuadora donde se han mezclado cosas esperadas e inesperadas. Pero ha sido interesante.
Durante este año, Carmen Gloria Larenas fue invitada por el BID a formar parte de la mesa de expertos sobre Cultura y Ciudad; y se integró como columnista del Diario Financiero, donde escribe sobre cultura, con la convicción de que cultura y economía no son áreas que deban marchar por separado. Además fue elegida para participar en el capítulo chileno del Women´s Forum de The Global Leaders Program y acaban de darle el premio Energía Mujer 2020.
—¿Cómo ha sido dirigir un teatro cerrado?
—(Suspira) Creo que una cualidad que tengo es que me quedo poco tiempo pegada en ideas, planes, preconceptos o anhelos propios. Suelo recorrer bastante rápido el camino de la frustración. Me han tocado en la vida otras situaciones personales y profesionales que a lo mejor me han preparado para esto.
—¿Cómo lo enfrentó?
—Era una situación rara y lo fue especialmente al principio, cuando comenzó el confinamiento. Fue todo muy rápido. Entre que anunciamos el cierre y creamos la plataforma Municipal Delivery pasaron como dos días (…). Teníamos la web y se habían hecho algunos experimentos con el streaming. Preguntamos si teníamos grabaciones de los espectáculos en alta calidad, si teníamos los derechos al día. El primer mes trabajando desde la casa estaba preocupada por todo lo que había que articular. Después empecé a descubrir las posibilidades digitales, vi que podíamos hacer cosas y que el equipo era increíble para responder a los desafíos. Y nada, al final, empezó a ser entretenido y decíamos qué más podemos hacer.
En la plataforma Municipal Delivery han transmitido funciones que ya estaban grabadas de ballet, concierto y óperas, pero también han desarrollado contenidos más didácticos en los que participan los artistas o el equipo técnico, como talleres de iluminación, masterclass de música, videos sobre cómo funciona un arpa o cómo es la zapatilla de punta que usan las bailarinas. La respuesta, dice, la ha sorprendido.
—Cuando hicimos la primera transmisión del primer título, que fue Cascanueces, hubo 80 mil conexiones. Eso fue muy emocionante. También nos pasó con los talleres de maquillaje o de tramoya, tuvimos 2 mil inscritos; ahí dijimos ¡guau!, porque cuando íbamos a regiones y los hacíamos presenciales llegaban 39 personas.
—Este alcance digital, ¿les ha llevado a replantearse cómo el Municipal, al entregar un contenido online y gratuito, puede llegar a ser más masivo?
—Es algo que vamos a seguir desarrollando, porque es una comunidad digital que alcanzamos y nos ha permitido de manera bien eficiente abordar con cierto éxito las barreras culturales y económicas. En el data que tenemos hay gente del extremo sur y del norte. Ha sido súper interesante la experiencia. Es probable que no siga siendo todo gratuito, que tenga una parte gratis y otra pagada. Estamos viendo cómo hacerlo y entusiasmados, porque a la fecha el alcance ha sido de 11 millones de personas.
Hay otro programa que el Municipal puso en marcha en el peak de la pandemia: se llama el “Municipal más cerca”, y ha llevado el contenido artístico a hospitales, postas y organizaciones sociales, como el Sename y el Hogar de Cristo.
—El teatro tiene el desafío de ser más relevante y cercano a las personas. Ha habido esfuerzos, aunque siempre parece poco. Y ha habido una comodidad en situar al Municipal como algo de élite, lo que me parece flojo, porque el teatro tiene un patrimonio inmaterial enorme que trasciende las funciones que se hacen acá. Con este programa nos llegaron comentarios lindos, de gente que estaba angustiada, y al exponerse a este contenido artístico tenía una experiencia distinta.
—Si es tan buena la respuesta del público cuando se le da acceso al arte, ¿por qué cree que la cultura no ha logrado posicionarse como un bien esencial?
—El mundo de la cultura ha estado súper presente y activo durante la pandemia. Lo interesante de eso, y a propósito de la discusión constitucional que viene, es cómo hacer entender que la cultura es una parte constitutiva de las personas, y no un accesorio de otras actividades que se consideran más esenciales. Pero para poder financiar de buena manera las instituciones que son colaboradoras del Estado, como esta y otras, hay que poner sobre la mesa qué relevancia van a tener las expresiones artísticas y culturales en la educación y la vida diaria de los chilenos, y a qué acuerdo queremos llegar con eso.
—Existe la idea de una épica sobre la miseria del artista.
—Claro, es una épica, porque los artistas van contra viento y marea en el empeño de expresar y decir algo. Pero, por otra parte, habla harto de la dignidad de un país que la cultura pueda tener un financiamiento adecuado. Tal vez hay que perfeccionar ley de donaciones culturales o la legislación para los artistas independientes que les permita tener un mejor ingreso en los momentos de creación. No es que a la cultura haya que darle todo. Las organizaciones tienen que mejorar su gestión y que sea más transparente. Pero esa es una conversación que está pendiente. También creo que es importante cruzar mundos. Me llama la atención que siempre salimos las personas ligadas a la cultura hablando de lo importante que es. Pero lo que es interesante es que personas que se desenvuelven en las empresas, la política y el espacio público tomen esa bandera.
—¿Cómo ha sobrevivido el teatro sin la venta de entradas?
—Hemos estado complicados. Tomamos medidas como bajar los costos lo más posible. Renegociamos contratos desde los celulares hasta con las empresas que prestan servicios. Y llegamos a un acuerdo con los trabajadores de rebajar los sueldos 20% para llegar a fin de año conservando casi la totalidad de los puestos de trabajo.
—En el presupuesto del 2021 que se discute, varias instituciones culturales sufren un recortes importantes y el Municipal podría ver reducidos sus aportes en un 13%. ¿Cómo piensan abordarlo?
—El recorte equivale a las temporadas de ballet y concierto juntos, lo que no es poco. Lo que estamos haciendo hoy es evaluar distintos escenarios. El presupuesto está en el Congreso todavía y ahí vamos a ver si se confirma la baja de 13% o si será menos que eso. Creo que no es un buen síntoma que a las principales organizaciones colaboradoras del Estado se les rebaje tanto el presupuesto. Sabiendo además que es un sector súper golpeado: fuimos los primeros en cerrar y seremos los últimos en abrir. Y además, los espacios culturales hemos tenido que hacer una inversión extra en materia sanitaria, que no es menor.
En diciembre, los trabajadores del teatro volverán a sus labores: primero la orquesta, luego el ballet y el coro. Cada uno con su respectivo protocolo, al igual que el cuerpo técnico y administrativo.
—Es mucha responsabilidad, y ya estamos viendo lo que pasa en Europa. Alemania, que lo ha hecho muy bien, tuvo que volver a cerrar bares y teatros. Entonces, vamos así: de a poco y con cuidado.