domingo, mayo 26, 2024

Violeta de mayo

 



El Mercurio


Antes de darse a conocer como cantante de su obra propia y difusora del folklore chileno, Violeta Parra tuvo un momento artístico español. Recién llegada a Santiago fue testigo en los años 40 de la moda de la música española, que copaba teatros y boites donde cantaban y bailaban los más populares exponentes del flamenco, la copla y el pasodoble. Ella quiso formar parte, como artista, de esta corriente y se presentó en los escenarios con un nombre que evocaba a España.

Juan Pablo González Universidad Alberto Hurtado


Terminada la guerra civil española, América Latina recibía una oleada de cantaores y bailaores de España, unos alejándose del régimen de Franco y otros promoviéndolo, aunque compartiendo los mismos géneros músicales. Varios de ellos se radicaron en Argentina y México, donde junto con participar en abundantes producciones cinematográficas difundidas por el continente, visitaron regularmente las naciones americanas ante un público ávido de españolismos. Es así como la actividad del exilio se fue superponiendo a las embajadas artísticas enviadas por el franquismo temprano como una forma de vencer su aislamiento luego de la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial. El primer destino fue Argentina, en 1948, y al año siguiente se repitió la experiencia con Chile y Perú, y con Colombia y Panamá, buscando países vecinos de distintas zonas de América. De este modo, las dos Españas confluían en el nuevo continente unidas por la misma música.


De todo esto fue testigo Violeta Parra en los inicios de su carrera en Santiago, encontrando en la música española una posibilidad de desarrollo artístico y de apertura al mundo. Su hermano Nicanor le había transmitido la fascinación por la generación española del 27, aquella integrada por Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre y varios más, que habría sido un factor importante para despertar en ella el interés por la cultura y la música española, según sus biógrafos. Esta música no solo estaba en boga en América, sino que también se relacionaba con el exilio republicano luego de la llegada a Valparaíso en 1939 de más de dos mil refugiados a bordo del “Winnipeg”, gracias a las gestiones realizadas por Pablo Neruda en el extranjero.


Violeta siempre tomó partido ante el acontecer político y social de su tiempo, aunque demostrando gran apertura en materias artísticas. Es interesante constatar que ni para ella ni para el mundo progresista del que formaba parte constituía una afrenta el hecho de que el flamenquismo y la copla, los dos géneros españoles que imperaban dentro y fuera de España desde los años treinta, fueran también promovidos por la diplomacia musical franquista. Dicho público los apreciaba igual que las canciones recogidas por García Lorca o entonadas por el bando republicano. Además, para la migración y el exilio, todo ese repertorio era una forma de reencontrarse con trozos de la España lejana.


Es en este contexto que Violeta Parra comenzó a integrar música española a su repertorio de cantante de bares a fines de los años treinta. Luego de llegar a Santiago a los diecinueve años de edad, había encontrado su primer trabajo estable en el restaurante El Popular, de la esquina de Matucana con Mapocho. Violeta combinaba canciones españolas con boleros, rancheras y corridos que ya aparecían en el cine mexicano exhibido en el país. Todo esto lo absorbió con prontitud, a lo que agregó algunos tangos y las infaltables cuecas como fin de fiesta. Al frente de El Popular estaba el Tordo Azul, que pronto se transformaría en su principal escenario y lugar de encuentro con su primer marido, padre de Isabel y Ángel.


El desembarco español


Por ese entonces, dos cantaores flamencos refugiados en Buenos Aires visitaban Chile en forma recurrente: Juan Mendoza –El Niño de Utrera– y Ángel Sampedro –Angelillo–. Fue el Teatro Baquedano el que albergó el debut de Angelillo en Santiago a mediados de 1944, quien cinco años más tarde regresaría para presentarse en la recién inaugurada boite Goyescas de la esquina de Estado con Huérfanos, escenario principal para la música española en la capital. Angelillo era el músico español con el mayor catálogo discográfico en el país, destacándose sus discos RCA Victor grabados en Santiago de bulerías, farrucas, zambras y pasodobles, géneros con los que Violeta Parra aprendería a cantar español.


El Niño de Utrera también vino varias veces a Chile desde los años cuarenta, al comienzo como parte del elenco del espectáculo de variedades selectas Cabalgata, del Teatro Lara de Madrid, que incluía canciones, poesía y baile a cargo de cancionistas, estilistas, bailarines gitanos y guitarristas flamencos. Algunas de sus canciones fueron publicadas en partituras para canto y piano por Casa Amarilla en Santiago, reflejando el interés que despertaba esta música en el público ilustrado. Estos espectáculos fueron coronados con la llegada en noviembre de 1945 de la diva mimada del franquismo: Concha Piquer, junto a su espectáculo Canciones y Bailes de España. La presencia en Valparaíso y Santiago de la Piquer con un elenco de veinte integrantes –más sus memorables baúles–, resultaba todo un acontecimiento artístico y social para el país. Luego de haber sido una cupletista de renombre, Concha Piquer hacía carrera con la copla, una canción narrativa de amor basada en géneros flamencos y folclóricos de gran despliegue escénico. La copla era popular desde antes de la guerra civil, les sirvió a los vencidos para sobrellevar la derrota, y también fue instrumentalizada por el franquismo como reflejo de la España profunda. Esta faceta artística o selecta de la música y el baile español es la que más le atraería a Violeta Parra y dentro de la cual desarrolló su propia carrera como Violeta de Mayo.


No cabe duda de que el fomento de la hispanidad propiciado por el franquismo en América, sumado al exilio republicano, contribuyó a estrechar lazos intelectuales, políticos y artísticos entre el mundo hispano con la música y sus industrias asociadas jugando un papel central. La continua presencia de artistas del cante flamenco y copla en México, Santiago o Buenos Aires puede haber contribuido tanto o más a revertir la “desunión espiritual de los pueblos hispánicos” como se quejaban en España, que la labor de embajadores, ministros e intelectuales afines y opositores al régimen. Las continuas visitas de artistas españoles a Chile y la permanente oferta de discos y de españoladas cinematográficas contribuyeron a formar un público especializado posible de alimentar localmente. De esto se encargarían varios artistas chilenos que construyeron personajes artísticos españoles. Junto a nuestra Violeta de Mayo, se destacaba Pepe Lucena, apodo con el que Francisco Gómez Ortiz se presentaba en Radio Minería y en El Goyescas como cantaor flamenco; el destacado bailarín y coreógrafo Paco Mairena, en su faceta de bailarín gitano; Manolita Reina, presentada como estilista andaluza, y el guitarrista Claudio Moral, entre muchos otros. Asimismo, las orquestas chilenas incluían habitualmente repertorio español en sus actuaciones, especialmente la dirigida por Don Roy, quien en los años cincuenta publicaría varios discos con arreglos de jotas y pasodobles.


La radio se sumaba con fuerza al auge de la música española en Chile no solo incluyendo repertorio español en su programación diaria, sino que también ofreciendo programas especializados en música española. Este era el caso del Colmao Llodrá, programa dominical transmitido por Radio Minería desde comienzos de los años cuarenta, que “se ha convertido en clásico dentro del ambiente”, señala la revista Ecran. Programas como estos le permitieron a Violeta Parra familiarizarse con el repertorio español mientras criaba a sus pequeños hijos en casa. Al poco tiempo, comenzaría a ser noticia por sus interpretaciones de canciones españolas por Radio del Pacífico. Su voz es “sumamente bien afiatada y firme, con algo de la de Imperio Argentina” señala Ecran. En efecto, luego de haber conocido cupletistas de circo cuando adolescente, Violeta encontró inspiración en la cupletista y actriz de cine Imperio Argentina, nacida en el país trasandino pero radicada en España, donde llegó a ser otra de las artistas favorecidas por Franco. Algo que Violeta Parra no tenía por qué saber.


El paso decisivo


En medio de la eclosión de giras de artistas españoles por América y de la aparición de artistas locales personificados como españoles, Violeta Parra daba el paso definitivo para entrar en gloria y majestad al mundo de la música española. Esto lo logró ganando un concurso de canto y baile organizado por exiliados españoles en el Teatro Baquedano en 1944, el mismo lugar y año en que debutaba Angelillo en Chile. Es allí donde se presentó como Violeta de Mayo, mes en que se conmemora en España el levantamiento contra la invasión napoleónica y la fiesta de San Isidro, patrono de Madrid. Al mismo tiempo, en Chile se celebra la Cruz de Mayo, de la cual Violeta era devota, celebración que provenía de España y, como en muchos lugares del mundo, se conmemora el Día del Trabajo. Gran parte de lo que era y de lo que quería ser Violeta se encarnaba en el mes de mayo.


Como siempre, Violeta Parra se preparaba muy bien para lo que hacía, y con la asesoría de Jesús López, profesor español de bailes regionales, había aprendido a cantar y bailar zambras, farrucas, pasodobles y sevillanas. Hasta habría aprendido a tocar castañuelas, adminículos indispensables para el baile y el cante flamenco. Premunida de todo este bagaje, ingresó a la compañía del actor melodramático valenciano Doroteo Martí, con quien realizó giras por el país, actuando, cantando, tocando y bailando música española junto a sus dos pequeños hijos. Además, madre e hija fueron contratadas en 1946 como número español en la recién inaugurada boite Casanova, de la calle Huérfanos de Santiago. Allí Violeta era presentada como una auténtica intérprete del folklore español, que ya cantaba con un logrado acento castizo.


Sin embargo, en sus primeros seis discos para RCA Victor, grabados con su hermana Hilda entre 1949 y 1952, Violeta Parra no incluyó el repertorio español al que la había conducido su hermano Nicanor, que por ese entonces estudiaba en Oxford. Al parecer, luego de haber visto a la espléndida bailaora, cantante y actriz española Carmen Amaya en el Teatro Municipal de Santiago en febrero de 1950, habría asumido que ella no era una española auténtica, como recuerda su hijo Ángel, poniendo fin a Violeta de Mayo. De todos modos, en sus años dedicada al repertorio español, Violeta Parra incrementó su experiencia escénica, se inició en la radio, se enfrentó al micrófono, realizó sus primeras giras nacionales y pudo integrar a su familia a su actividad artística. Todo esto marcará su carrera a partir de los años cincuenta, enfocada en la difusión del folklore chileno y de su propia obra por el mundo.

domingo, mayo 12, 2024

Quilapayún: “Siempre hemos estado angustiados con la repetición”


 

El Mercurio


Próximos a cumplir 60 años de historia, el conjunto prepara un concierto inédito en su carrera, con el atractivo de un sonido inmersivo y una selección especial de su repertorio.

José Vásquez

Lo de romper esquemas no es nuevo para Quilapayún, figuras capitales dentro del movimiento de la Nueva Canción Chilena, asociados primero al folclor, por sus reconocibles ponchos negros, pero por contrapartida, siempre atentos a la vanguardia. Es por esto que Eduardo Carrasco, director de la banda, llama a no sorprenderse con que ellos vayan a realizar, este 18 de mayo en el Centro Cultural Ceina, un inédito concierto con sonido inmersivo, porque lo del conjunto y la tecnología es una historia ya de larga data.


“Siempre nos ha interesado hacer ese tipo de experimentos”, señala Carrasco, quien recuerda que en 2003 realizaron un show en vivo y en directo, con músicos en Chile y en Europa, gracias a una incipiente versión de una videoconferencia. “Fue un concierto donde algunos miembros de Quilapayún estaban en Francia y otros acá en Santiago, en el auditorio de la Torre Telefónica y, al final, lo que escuchaba la gente era la suma de los dos lugares. Fue muy bonito; de hecho, eso salió en las páginas de Tecnología de ‘El Mercurio'”, recuerda el músico, quien hace 21 años ya visualizaba las posibilidades que iba a ofrecer el futuro.


“Las proyecciones son asombrosas, muy pronto asistiremos a conciertos donde la orquesta estará tocando en Chile, el solista en Japón y otra parte en Nueva York”, declaraba el director del grupo entonces, en agosto de 2003 a este diario y hoy también postula algo similar, antes de su show con este sonido en 360 grados: “Desde el punto de vista puramente musical, es un recurso artístico importante y es probable que después se vuelva más común hacer este tipo de cosas”, señala Carrasco.


La idea surgió luego de que Sergio Stecher le presentara al grupo las posibilidades que ofrecía el sonido inmersivo. “Él, que hace sonido a casi todos los grandes espectáculos que se realizan en Chile, nos mostró su sala donde lo tenía instalado y quedamos en utilizarlo en un concierto cuando tuviéramos un teatro adecuado, porque no se puede hacer en cualquier parte”, destaca el músico sobre la particularidad de esta propuesta, que se caracteriza porque se podrá oír el concierto desde todos los sectores del recinto, es por eso que al show lo titularon: “P´aquí, p´acá, p´allá, payún”.


“Los parlantes no están solo al frente dirigidos al público, como habitualmente se hace en los conciertos. Aquí estarán alrededor de la sala, donde se podrá oír una voz que llega de atrás, otra de adelante, de al lado, todo en un sonido envolvente”, describe Carrasco, que dice que utilizarán esta tecnología, “sin que se transforme en una cosa artificiosa” y “aprovechándola como una especie de instrumento más”, señala. “Será como escuchar nuestra música habitual, pero de otra manera”, explica.


Para Quilapayún, este concierto nació con la idea de hacer un espectáculo “con las canciones más logradas en nuestra historia y no necesariamente las más populares”, plantea el músico que cuenta que hicieron un listado que se cerró en 20 temas, que serán los que interpretarán.


“Una característica nuestra es siempre estar haciendo cosas nuevas, entonces con un repertorio enorme, de unas 400 o 500 canciones, donde se encuentra una gran variedad de estilos, damos cuenta que siempre entendimos al grupo como una especie de taller de creatividad porque siempre hemos estado angustiados con la repetición”, explica Carrasco.


“Nos gusta experimentar, estar atentos a cosas nuevas, por eso el grupo es una cosa difícil de definir en lo musical, porque hemos hecho cuecas, cantatas, música clásica, hasta trap con Pablo Chill-E”, sostiene el director de la banda y reafirma su compromiso de “romper con la monotonía, salir de la repetición y buscar la renovación”, como objetivo invariable del conjunto a lo largo de estos casi 60 años de trayectoria.