La Nación
Camilo al cielo
Ardió Troya en “Rojo Vip”. Las acusaciones que Óscar Andrade lanzó al jurado del “American Idol” chileno versión senior, reabrieron heridas de pesos pesados. Patricio Manns e Isabel Parra apoyaron al autor de “La tregua”. Y el creador de la nueva ola respondió apagando el fuego con bencina al amenazar a Manns con revelar “cosas miserables de su vida”. Aquí, su majestad y las querellas que le anuncian para esta semana. ¿Rojo rip?
Nación Domingo
Rodrigo Alvarado
Todo empezó así: Óscar Andrade acusó a Camilo Fernández de ser dueño de algunas canciones de Buddy Richard, detalle que lo debería inhabilitar, según el cantante, para ser jurado en una competencia de trayectoria. En su defensa, Fernández arguyó que cedería los derechos de los siete temas del intérprete de “Mentira”, pero Andrade le contestó que eso no importaba porque igual ganaría dinero con las ventas de sus discos después de terminado “Rojo Vip”. La conversación subió de temperatura y el jurado, de 74 años, insinuó que el cantante estaba loco. Andrade le enrostró deberle plata por regalías desde hace 30 años a Patricio Manns, quien ratificó la acusación al otro día. Fernández anunció querella y luego le avisaba por la prensa a Manns que contaría “algunas cosas miserables de su vida” si insistía en el tema de la deuda.
La discusión no sólo mostró toda la soberbia de un intocable del negocio de la música en Chile, sino que trascendió las reglas de una competencia interna, abriendo las puertas a la investigación de serias irregularidades en la producción discográfica chilena desde hace 40 años: el apropiamiento indebido de royalties y derechos de autor.
CONTRATO LEONINO
Una tarde de 1976, Manns caminaba por Madrid cuando vio en la vidriera de una casa de música su disco “Entre mar y cordillera”, editado por el sello hispano Movie Play. No recuerda si el contrato le daba derecho a Fernández de venderlo en el extranjero, porque después del golpe de Estado de 1973 nunca tuvo acceso al papel. “Pero de haber sido así, igual tenía la obligación de pagarme”, asegura el cantautor, quien vio cómo esta experiencia se repetía en Francia, Italia y Portugal.
Manns conoció a Camilo Fernández en 1965. El cantante y poeta era número puesto en la Peña de los Parra, que comenzaba su historia en calle Carmen 340. En ese tiempo, Fernández tenía dentro del catálogo de su sello, Arena, a Ángel e Isabel Parra. “Una noche”, cuenta Manns desde su casa en Concón, “me ofreció grabar en las mismas condiciones que lo hicieron ellos. Acepté sin darme cuenta de que me estaba haciendo firmar un contrato leonino, de por vida o algo por el estilo y con un royalty bajísimo”, recuerda. “Arriba en la cordillera” fue la canción que selló el vínculo, convirtiendo a Manns en una de las figuras consulares del movimiento de renovación de la música popular chilena gestado en la década de los 60. Todo un patrimonio, pero también un gran negocio que prolongó los dividendos económicos para el productor, a través de compilados y ventas de derechos en los años que siguieron al golpe. Manns asegura que Fernández reconoció en la SCD, hace algunos años, “el haberle cedido los derechos a un señor de apellido Meyer en Buenos Aires, pero que ahora dice que se los robaron. En cualquier caso, no lo creo capaz de regalar un master”, explica desde su hogar.
La historia se repite también con los hijos de Violeta Parra, Ángel e Isabel, quienes hace cuatro años resolvieron sus demandas en privado, con abogados y con un trato poco equitativo pero necesario: le cedieron 25 años de regalías no pagadas por 12 masters (algunos con Violeta) que permanecían en manos del productor. “Lo hice por el valor patrimonial y emocional de esas grabaciones originales”, cuenta Isabel Parra, y agrega que durante su exilio de 16 años el productor comercializó su música sin autorización.
En 1967, Manns terminó su relación con Fernández en medio de fuertes discusiones y amenazas por los pagos. El porcentaje que recibía por concepto de royalty (que se paga al autor) oscilaba entre el 2% y el 3% de las ventas, en circunstancias que “en esa época los royalties eran del 10%”, asegura Manns, que actualmente percibe un royalty del 14%.
Pero más allá de las cifras, lo que indigna sobremanera al cantautor es que cuando regresó al país, Fernández reconoció la deuda frente a la directiva de la SCD y prometió pagarla. “El tiempo fue pasando, me dijeron que estaba viejo y arruinado. Me dio pena; pero nada, salvo lo de viejo, es verdad. Al escucharlo el martes en el programa diciendo que no me debe ni un cinco, decidí buscar un abogado para que se ocupe del asunto. Será la mejor solución”, adelanta el cantautor, quien prefiere no cruzarse con el hoy jurado de “Rojo Vip”, ya que la primera vez que lo encaró exigiéndole los pagos de 30 años, Fernández le respondió: “Y para qué querí la plata si te la vas a tomar toda”.
PODEROSO CABALLERO
A nadie le sorprende el tono del promotor de la nueva ola. Todos saben, incluyendo él, que más que un hombre de dinero es un hombre de poder. “Cree que nos inventó a todos y se olvida que ya éramos muy conocidos antes de trabajar con él. Además, cree a pies juntillas que el chantaje es signo de poder”, dice Manns. Desde su posición privilegiada, Camilo Jorge Fernández Leiva, que firmaba sus notas en “La Tercera” como Jorge Leiva, construyó una relación simbiótica entre la radiofonía y la naciente televisión. Él mismo dice ser el primer animador de la televisión chilena, aunque en el inconsciente colectivo sea Patricio Bañados el dueño de tal honor. Pero ese sólo es un dato menor al lado de su trayectoria. Creó el sello Demon -posteriormente llamado Arena, pues la marca anterior ya existía en Japón- y fue cofundador, junto a Raúl Aicardi, de Canal 9. El auge de sus artistas coincidió con medios ansiosos de espectáculo, como la revista “Ritmo”, y con su “ojo privilegiado” que, como dice la cantante Denise, visualizó el éxito que tendría la música anglo con la nueva ola -casi todos trabajaron con él en algún momento- y también lo hizo con el neofolclore, levantado por grupos como Los Cuatro Cuartos y Las Cuatro Brujas, que llevaron la música popular con esmoquin al barrio alto. Pero su mayor acierto fue captar el potencial de la nueva canción en la Peña de los Parra. Su catálogo incluye, además de los Parra y Manns, la edición del primer LP como solista homónimo de Víctor Jara en 1966 (derechos que Fernández cedió recién en 2001 a su viuda) y -como productor de RCA- editó también el último disco de Violeta Parra antes de su suicidio, titulado “Las últimas composiciones de Violeta Parra” y que hasta el día de hoy sus herederos no han podido recuperar.
Fernández se convirtió en una especie de coronel Parker, quien, atento a la sociedad norteamericana y al mercado, hizo de Elvis Presley y su rebeldía un ícono del patriotismo al enrolarlo en el ejército tras la guerra de Vietnam. O quizá más simple: Javier Astudillo, cantante de la nueva ola, más conocido como Danny Chilean, dice que parte de su talento “fue estar suscrito a la revista ‘Billboard’, que le decía cuáles eran los éxitos en EEUU e Inglaterra y usarlos para que los artistas nacionales hicieran covers”.
Sin embargo, su carrera de a poco derivó a la televisión. Iniciados los ’70 dejó su puesto como director artístico de la compañía de discos IRT y creó el programa juvenil “Música libre”.
Fue varios años productor artístico del Festival de Viña del Mar y también jurado. El ’73 participó en “120 kilómetros por hora”, primer show musical conducido por César Antonio Santis y dirigido por su amigo Gonzalo Beltrán. Años más tarde fue productor de “Éxito” y jurado en “Chilenazo”, programa en que triunfó el mismo Óscar Andrade con “Noticiero crónico”. Su experiencia la transmitió entre el 77 y el ’80 en la Escuela de Periodismo de la Chile, aunque un conocido periodista, alumno suyo en ese entonces, cuenta que “al igual que Gonzalo Beltrán, iba dos o tres veces al año a dar clases. Era el típico profesor estrella, mimado por las autoridades de la escuela”.
Toda esa experiencia reafirmó la posición de Fernández en la industria y los medios, algo que Astudillo conoce desde que trabajó con él cuando éste era asesor musical de RCA Víctor: “Siempre se echa demasiados créditos, como que formó a todos, con el típico ‘yo los saqué de la nada’. Por el hecho de estar en la radio, la televisión y los diarios, los artistas le siguen la corriente. Él era la puerta de entrada”.
¿JURADO IMPUTADO?
De cualquier modo, los royalties no pagados por el jurado de “Rojo Vip” no son prácticas de su exclusivo patrimonio. Tanto Isabel Parra como la vocalista del conjunto de rock Aguaturbia, Denise, sostienen que esa era la forma en que actuaba el 90% de los productores nacionales. Esta última, sin embargo, no cuestiona a Camilo Fernández, con quien grabó sólo un disco en 1970, antes de viajar a EEUU: “Los royalties los pagan los sellos y nunca lo han hecho en Chile. Además, tienen un porcentaje bajísimo para el artista y son muy pocos los discos vendidos”, explica. Su marido, el guitarrista de aquella banda, Carlos Corales, piensa de manera similar, aunque precisa que su caso es atípico, ya que son una banda de culto que duró muy poco en comparación a sus carreras posteriores. De hecho, en 1992, Fernández vendió -bajo el conocimiento de ambos- los masters de Aguaturbia al dueño de Background, Hugo Chávez, quien editó un compilado de sicodelia en Londres. De todas formas, Corales sostiene que “ningún contrato es para siempre”.
Pero esa no es la realidad de los artistas de la nueva canción. Los cuatro años en que el productor musical trabajó con los cantantes de la Peña de los Parra, ninguno recibió dinero a pesar de que eran superventas. Isabel explica que “grabábamos en un día los discos. Nunca hubo un contrato ni menos un finiquito, llegábamos y cantábamos, era lo único que nos importaba”.
Fernández señaló esta semana en “LUN” que cuando los hijos de Violeta regresaron, les entregó las regalías correspondientes y que no se las recibieron. Eran 24 mil pesos. “Incluso dijo que le había pasado los masters a Ángel cuando se fue a París, siendo que mi hermano estuvo preso y después se exilió en México. A Camilo lo sacaron de la cama, ya no tiene argumentos”, sentencia la cantante, quien iniciará acciones legales para recuperar varios masters que el productor le vendió a Pedro Valdebenito, quien además compró “a precio de huevo” unos 1.500 masters cuando quebró la IRT. Incluso Fernando Ubiergo acusa ahora que su catálogo grabado para la extinta casa discográfica se comercializa sin recibir un peso.
Curiosos caminos de la vida que, sin buscarlo, “Rojo Vip” trajo del pasado el día que juntó a Óscar Andrade y a Camilo Fernández en el mismo set. Ahora, al rey Midas de la radiofonía nacional le espera una querella que le interpondrán dos insignes de la canción popular chilena -además de Manns- por el uso indebido de derechos de autor y royalties. LND intentó comunicarse con Fernández, pero su teléfono estuvo descolgado el fin de semana. Según fuentes al interior del programa, sus abogados le aconsejaron no hablar. Un silente vacío donde, quizá, resuene más que nunca la última frase de Fernández en el estudio de TVN: “Yo estoy dispuesto a sacrificar mi prestigio por salvar este programa”. LND