domingo, julio 20, 2025

Un abrazo de quenas y violines: la trastienda del primer show sinfónico de Illapu

 


La Tercera

El histórico grupo chileno se alista para su primer show sinfónico este domingo 27 de julio en Movistar Arena. Una experiencia que responde a un viejo anhelo. Se ha trabajado con 4 arreglistas una veintena de canciones, en distintos formatos. En charla con Culto, Roberto Márquez y el director de orquesta Juan Pablo Aguayo trazan las claves de un encuentro entre dos universos.

Por Felipe Retamal

La primera vez que Roberto Márquez estrechó la mano del director de orquesta Juan Pablo Aguayo, ocurrió en la calle. Fue el lunes 28 de octubre de 2019. El líder de Illapu había sido convidado a cantar junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, afuera del Centro de Extensión Artística Cultural (CEAC) de la Universidad de Chile, a la salida de la estación Baquedano del Metro.

La idea era sacar a la música en la calle. Corrían los días del estallido social y Márquez, además de Nano Stern, interpretaron un repertorio que incluyó clásicos de la canción chilena como Gracias a la vida de Violeta Parra y El derecho de vivir en paz, de Víctor Jara.

“Ahí nos conocimos con Roberto”, recuerda Aguayo, quien por entonces era músico de la Sinfónica y hoy trabaja como director freelance de orquestas profesionales. “Poco tiempo después, me contactó y me dijo que quería hacer un show sinfónico. Nos pusimos a hablar, pero después quedó en nada”.

A Márquez le daba vueltas la idea de preparar una presentación sinfónica de Illapu. Pero lo más difícil era concretarlo. “En un momento teníamos la idea de armar una orquesta y hacer un concierto, pero era muy caro”, cuenta a Culto.

Pero el músico no claudicó y notó el vínculo que tenía Aguayo con la Orquesta Nacional Juvenil, en la que fue director residente durante siete años. Fue entonces que se encaminó la gestión. El mismo Márquez se lo propuso al director. “A fines del año pasado, me llamó Roberto -recuerda Aguayo-. Me dijo que estaba en conversaciones con la FOJI para tener a la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil. Así que ya podíamos ponernos a trabajar en el sinfónico, porque además ya tenían la fecha”.

Aquel fue el origen de Illapu Sinfónico, el concierto en que por primera vez el afamado grupo cultor de música popular, tocará junto a una orquesta. Una experiencia única que replica experiencias similares de músicos como Joan Manuel Serrat y Sting, que se está preparando con la producción de Bizarro con miras a presentarla el próximo domingo 27 de julio en Movistar Arena.

Para el grupo Illapu se trata de toda una aventura. En el pasado tuvieron un par de experiencias tocando junto a orquesta, pero en eventos acotados. La primera vez fue en 2010. “En Antofagasta participamos de un homenaje que se le hizo a [la poeta] Nelly Lemus -recuerda Roberto Márquez-. Ahí montamos con la Orquesta Sinfónica de Antofagasta los temas que hemos compuesto con poesía de Nelly Lemus. Después hicimos una segunda parte en el Teatro Municipal. Otra experiencia fue en el Teatro Municipal de Santiago, en ese día que tienen los trabajadores del teatro. Normalmente invitan músicos de distintas corrientes para hacer una gran gala. Y nos invitaron a nosotros. Aprovechamos de hacer El grito de la raza Sinfónico con los cuerpos de músicos, los cuerpos de baile. Son las dos experiencias que hemos tenido, pero que hemos tocado tangencialmente la música sinfónica, porque no estuvimos involucrados del todo”.

El trabajo de cara al concierto sinfónico comenzó a la altura de marzo de este año, con animadas charlas entre Roberto Márquez y Juan Pablo Aguayo. Lo primero fue definir el repertorio. “Conversamos qué temas se prestaban más para hacer arreglos sinfónicos. Ha sido un trabajo de mucho compartir. Hay canciones nuestras como Aunque los pasos toquen, que tienen un corte más clásico, mucho más fácil de llevar al mundo sinfónico. Pero por primera vez sentimos que estamos muy involucrados en un trabajo así”.

Por su lado, Juan Pablo Aguayo también propuso un listado de canciones para trabajar en formato sinfónico. “Mi lista coincidió bastante con las propuestas de Roberto y de José Miguel, a mí me gusta mucho Illapu -comenta-. Estoy muy contento porque la gran mayoría de las canciones a mí me encantan, hubo bastante coincidencia. Pero para mí, había tres canciones que eran muy importantes que estén; Arrurrú la faena, Condorcanqui y Aunque los pasos toquen. A mí me han marcado, sobre todo en mi vida universitaria”.

Luego hubo que trabajar los arreglos. Ahí Aguayo se encontró con una dificultad. “Illapu es un grupo muy completo, lleno de instrumentos, cuya música está ya muy completa. Distinto es cuando un cantautor hace un experimento sinfónico, por ejemplo, Serrat Sinfónico, o cuando Sting hizo su sinfónico, él modifica su banda y se pone a cantar arriba de la orquesta. Pero en este caso, es el grupo completo el que toca sus canciones y sobre eso había que pensar”.

Aguayo tiene sobrada experiencia en cruzar música popular y docta. Participó en la orquesta que acompañó a Sting en su aclamada presentación sinfónica en el Festival de Viña 2011 y por lo mismo, deseaba que la orquesta tuviera protagonismo. “Conozco muchas iniciativas de colaboración sinfónica. En las experiencias que he tenido con grupos populares, muchas veces se hace a la rápida, se encargan mal los arreglos y la orquesta no se luce. Entonces, yo siento que el gran desafío de todo este proceso, ha sido relevar la sonoridad de una orquesta sinfónica y que realmente haya una colaboración”.

Por lo mismo, entre Márquez y Aguayo dedicaron algunas tardes a escuchar otras experiencias; los shows sinfónicos de Joan Manuel Serrat, el trabajo de Sting, e incluso el afamado concierto S&M de Metallica junto a la Sinfónica de San Francisco. “Escuché todas esas -dice el líder de Illapu, quien asimismo, recordó su gusto por el rock-. Hay una versión de Blanca palidez [A Whiter Shade of Pale, de Procol Harum] que es increíble. Fue en un concierto al aire libre, donde están los músicos originales tocando con una orquesta sinfónica y el tema tomó un vuelo que es increíble. Estuve escarbando mucho de cosas que me gustan”.

Ya con las ideas más claras, se decidió contratar a cuatro arreglistas; Simón González, Rodrigo Santa María, Jimmy Beas y Giuliano Bertetti. “Llegaron por recomendación, por el lado de Roberto o por mi lado, conocíamos el trabajo de estos arreglistas”, dice Aguayo. Cada uno abordó un formato sinfónico distinto; canciones en que la orquesta acompaña a Illapu; otras en que la orquesta toma el protagonismo e Illapu solo interpretará sus características armonías vocales; temas instrumentales tocados por la orquesta; y otros en que se combinan el ensamble sinfónico con algún solista del conjunto. “Hay una diversidad que permite un concierto muy dinámico, va a ir sorprendiendo muchísimo”, apunta Roberto Márquez.

Con el paso de las semanas, se imponía probar el encuentro entre las quenas y el charango, con el violín y el cello. Se pudo escuchar por primera vez el pasado lunes 28 de abril. A eso de las 10 de la mañana, los transeúntes que se desplazaban por la estación Baquedano de la L1 del Metro, se encontraron con una sorpresiva presentación de Illapu, acompañados por 20 músicos de orquesta. Se trató de una prueba a pequeña escala, en que se escuchó Lejos del amor, Sobreviviendo y Morena esperanza.

La sorpresa fue mayúscula. En Lejos del amor, la clásica canción del disco En estos días, la orquesta arranca con una introducción, y luego se suma el conjunto. “Son canciones que tú tienes muy integradas y de repente sentirlas así, sentir violines, sentir instrumentos que tienen como otra sonoridad, te emociona profundamente. Nos permite ir redescubriendo las canciones”, recuerda Roberto Márquez.

Esa intervención se preparó con solo un ensayo de hora y media. “Sabíamos que en ese espacio del metro donde está todo el mundo pasando, lo importante era sonar, pese a todas las limitantes que tiene el lugar -cuenta Juan Pablo Aguayo, quien esa mañana llevó la batuta-. Fue una experiencia muy acotada, pero muy entretenida también, porque el grupo estaba muy sorprendido de cómo sonaban acompañados por una orquesta”.

En mayo pasado, Aguayo y Márquez asistieron a un ensayo de la Sinfónica Nacional Juvenil. “Fuimos a dar el vamos de manera oficial, y para que los chicos conocieran a Roberto -dice el director de orquesta-. Estaban súper felices, se querían sacar fotos con Roberto. En este concierto yo soy director invitado, pero conozco a los chicos porque fui parte de su proceso formativo, así que es como volver a casa. De hecho, los chicos me cantaban el Vuelvo. Estaban bien eufóricos de hacer esto”.

Hasta ahora, los músicos de Illapu solo han escuchado maquetas de los arreglos. Roberto Márquez se encarga de apuntar algunas observaciones para los arreglistas. “Las escucho y digo, ‘mira, aquí a lo mejor sería bueno que estos violines fueran más bien haciendo una suerte de acompañamiento o que en un momento los violines sean los que lleven la voz cantante’. Hemos estado haciendo ese ejercicio, nos involucramos”.

La hora de la verdad llegará este lunes 21 de julio, cuando arranque una serie de cinco ensayos en la sede de la FOJI. En total, están preparando 22 temas que recorren toda su carrera, incluyendo instrumentales. “En el mundo orquestal, como uno trabaja con partitura, se hacen solo cinco ensayos, luego se hacen los conciertos y después viene un nuevo repertorio. Ese es el funcionamiento habitual de una orquesta. Entonces, lo planteamos así”, explica Aguayo. Solo harán un ensayo en el Movistar Arena, el mismo día del show, el domingo 27, pues este ocurrirá entre la serie de siete conciertos sold out de Kidd Voodoo, en el mismo lugar.

En esos ensayos, Illapu podrá tocar junto a la orquesta completa, de 68 músicos. “Eso nos va a permitir esa intercomunicación que no tuvimos antes, de estar con los músicos, compartir con ellos, ver lo que pasa. Hay canciones que yo siento que para los músicos clásicos deben ser más complicadas, por ejemplo, los waynos o los ritmos más folclóricos que normalmente no son tan cuadrados. Va a ser una dinámica bien especial”.

Tras el show sinfónico, Illapu seguirá en la carretera con su gira En esos días de los 90, que inició el 31 de mayo en Temuco. Un tour en que repasan lo mejor del material que publicaron en esa década, que resultó exitosa para la agrupación, con discos como Vuelvo amor...vuelvo vida (1991), En estos días (1993), Multitudes (1995) y Morena Esperanza (1998). “Tomamos esos temas y armamos un concierto en que tú vas escuchando todos los temas que has querido siempre escuchar, pero todos juntos, de una vez”, apunta Márquez.

Este tour permite a Illapu repasar en el escenario temas asentados en el cancionero popular como Sincero Positivo, Volarás o Tres versos para una historia, pero también los llevarán nuevamente al estudio. El grupo se apresta a lanzar el álbum En esos días de los 90, en que regrabaron 12 temas de aquel tiempo, pero con su alineación actual y con un tratamiento de sonido envolvente Dolby Atmos, a cargo de Christopher Manhey en Omni Soundlab. “Estas cosas nos permiten actualizarnos, te vas enamorando de nuevo de las canciones. Es increíble”.


domingo, junio 01, 2025

Gastón Soublette: Una vida providencial

 


La aparente dispersión temática de Gastón Soublette, en sus libros y opiniones sobre la coyuntura noticiosa, ocultaba una homogeneidad conceptual que daba sentido a todo su discurso. Siempre creyó que la vida en el universo no es casual. Ni siquiera la de cada uno de nosotros. Estaba convencido de que el mundo de lo desconocido, lo misterioso, se revela ante nosotros —se nos ofrece— si sabemos entender los símbolos y leer las señales. El pensamiento “soublettiano” siempre tuvo ese eje central.

MIGUEL LABORDE


Decía que “un hombre es lo que hace”. Podemos, entonces, considerarlo según qué hizo en este mundo. A primera vista, Soublette pareciera un ser disperso. Carreras universitarias inconclusas, incursiones en el cristianismo y budismo, libros sobre Confucio y películas contemporáneas, sobre música y de cultura tradicional de los campos de Chile, experto además en la cosmovisión mapuche. Hasta su aspecto parecía contradictorio: tan europeo, pero cubierto con un poncho, con el que se le veía, flauta en mano, perderse por los cerros de la cordillera de la Costa.


Hizo, en efecto, muchas cosas, las que no parecen responder a una trayectoria sistemática, como se espera de un filósofo formado en la cultura occidental que, además, cursó la carrera de Derecho.


Si seguimos con su pensamiento, no fue casual ese desorden aparente. Para un cristiano —y lo era—, a través suyo actuaba la Divina Providencia, la que lo guiaba hacia su destino, para él desconocido. Para un junguiano —y también lo era—, en su trayectoria se produjeron notables sincronías. Es decir, unas coincidencias significativas, entre ciertos sucesos externos y su estado psíquico interno.


Siempre creyó —con una fe persistente— que la vida en el universo no es casual. Ni siquiera la de cada uno de nosotros. Estaba convencido de que el mundo de lo desconocido, lo misterioso, se revela ante nosotros —se nos ofrece— si sabemos entender los símbolos y leer las señales. El pensamiento “soublettiano” siempre tuvo ese eje central.


Cuando nos preguntamos qué hacía él analizando a Mahler y sus sinfonías, lo que transmiten los símbolos de la alfarería mapuche y el libro chino de los cambios —el I Ching—, o las primeras banderas de la República de Chile, en todo encontramos la misma actitud vital, el mismo propósito de oír los mensajes que se ocultan detrás de la realidad aparente.


Como se ha recordado en estos días, tras su muerte reciente, su madre lo golpeó psíquicamente, cuando él era un niño, al decirle que ella no era su verdadera madre. Esa frase, que podría haber sido simplemente traumática, a él, providencialmente, le abrió una puerta amplia; pudo así descubrir que hay realidades muy diferentes, las que no aparecen a simple vista.


Esa familia suya, viñamarina, culta y melómana, refinada y de buen pasar, tan perfecta en sus expresiones, podía ser una apariencia que apenas recubría algo mucho más complejo. Un tema recurrente en la literatura y, lo que tanto le interesaba, en el cine.


Podíamos ir a ver “2001, Odisea del espacio”, y salir comentando la película, su imagen del futuro. Eso, para él, no era suficiente. Tenía que sumergirse en las ideas de su director, Stanley Kubrick, y encontrar detalles significativos que ofrecían otra perspectiva de su autor. Uno que, al igual que Soublette, tenía un complejo mundo interior y, de niño, sufrió la educación formal; asimismo, no siguió una formación académica regular, sino sus propias intuiciones… ¿Sincronía?


También hay constancia en su amor a la humanidad, amor extenso y sin fronteras. Si podía sumergirse en Japón, China y la India, en los mitos celtas y escandinavos, en las cosmovisiones mapuche y maya, es porque le fascinaba ver cómo el ser humano enfrenta el silencio de lo desconocido, con qué conexiones místicas o elaboraciones intelectuales busca el sentido de la vida. Encantado con esa diversidad que, en lo profundo, veía conectada por vasos comunicantes esenciales. En ello se explayó en su libro “El Cristo preexistente” (Ediciones UC, 2016), sobre el Evangelio cristiano y el Camino del Tao, de maravillosas sincronías.


Después de todo, y estaba muy consciente de ello, el ser humano se había abierto a lo desconocido al advertir que la espiral de la galaxia, en lo profundo de la bóveda celeste, era idéntica a la de la caparazón del pequeño caracol, lo que no parecía simple coincidencia. Y eso fue vivencia de todos los continentes.


Creer o saber


Aunque Soublette fue un gran conservador espiritual, en diálogo abierto a todas las tradiciones, también le interesaba el mundo de los agnósticos y los ateos. En el pensamiento de Jung descubrió un gran aporte porque, justamente, aunque este analista, de familia protestante, se había alejado de lo institucional para vivir su espiritualidad desde adentro hacia fuera, desde su ser interior: “No me interesa creer, yo sé”, llegó a escribir. Era una ruta apta para no creyentes, fundada en los arquetipos psíquicos de nuestra especie, compartidos por todos los pueblos. Se podía acceder a una búsqueda espiritual desde la fe, o sin ella. Y dialogar unos con otros.


Partió decepcionado de su cultura occidental y cristiana, proceso en el que comenzó a calibrar y valorar otras tradiciones, pero luego se reencontró con sus raíces. Percibió que era su portador, aun sin darse cuenta. Es por eso que se alejó de la India y sus gurúes —en tránsito hacia la iluminación, individual— y se concentró en la sabiduría china, que ofrece una búsqueda compartida con la comunidad. Por lo mismo, exactamente, siguió de largo en relación con Freud y sus exploraciones de la psiquis individual, y se sumergió en las teorías de Jung, quien, a través de los arquetipos, estudia lo que compartimos los seres humanos.


Si el cristiano cree en un orden, en el que se le aparece la Divina Providencia, y el junguiano puede observar la sincronía con que se relacionan los hechos exteriores con el mundo interior, Soublette buscó idear una alternativa transversal. De cómo el sujeto y el objeto, lo conocido y lo desconocido, la materia y el espíritu, se andan buscando en una suerte de danza universal, que los acerca y vincula, gracias a que hay una relación de “analogía” que relaciona al que busca con lo buscado.


Más cercano al arte que a la intelectualidad formal —finalmente, su formación fue esa, en el Conservatorio de París—, sus trabajos reflejan una radical convicción en el poder comunicativo de las artes, en especial, en su caso, de la poesía y la música, las que conoció y cultivó desde su infancia.


A través de ellas se conectaba, gozosamente, con el esplendor del mundo y con la armonía universal. En el primer caso, llegó a ser un activista ecológico, dolido —e indignado— ante el maltrato a una naturaleza que, bella y sobrecogedora —por analogía—, comunicaba el interior del ser humano con la admirable belleza del cosmos y sus misterios. Una naturaleza que es o puede ser un contacto con lo trascendente, lo que hizo de él un gran caminante por los cerros de la cordillera de la Costa, la cercana a su casaquinta de Limache. Esas percepciones, por lo demás, las vería compartidas por los sabios populares de los campos chilenos, y también por los sabios de pueblos originarios de América, todos hermanados por el mismo psiquismo y las mismas inquietudes espirituales de todas las culturas humanas.


En su libro “Poética del acontecer” (Editorial Universitaria, 2018) ahonda en las artes y sus revelaciones. La poesía puede ser reveladora de la esencia del acontecer, tal como la música, con sus epifanías, puede abrirnos a espacios interiores antes insospechados.


Como intelectual público, sus reacciones iban en esa línea; la pobreza, la mala educación, las indignidades que padecen los marginales, más allá de sí mismas, le parecían una violación al compromiso tácito que compartimos como humanidad. Si cada ser humano es portador de un misterio original y único, el que no pueda acceder a su plenitud —por condicionantes económicas y/o políticas— viene a ser una suerte de crimen espiritual.


La tierra justa


Orientalistas hay muchos, también junguianos y cinéfilos amantes de teorías que escudriñan los símbolos que aparecen en las películas. En todo eso, Gastón Soublette estaba acompañado. En lo que siguió una ruta menos transitada fue en la inmersión que hizo después en la sabiduría tradicional chilena.


Una vez más, la casualidad —Divina Providencia, sincronía, analogía— lo puso en el lugar correcto y en el momento preciso. En realidad, en dos de esas situaciones, complementarias. La primera, en 1956, cuando llegó una joven Violeta Parra a golpear su puerta en la Radio Chilena, propiedad de la Iglesia Católica —donde él dirigía la programación—, para pedirle ayuda; había memorizado cerca de tres mil canciones tradicionales chilenas, y no sabía cómo llevarlas a partituras. La segunda, cuando él fue a golpear la puerta del Instituto de Estética de la Universidad Católica, donde Fidel Sepúlveda Llanos —que pronto asumiría su dirección, en 1971— era un reconocido experto en saberes tradicionales de Chile; tanto así que tras su muerte, el año 2006, la Dirección de Archivos, Bibliotecas y Museos de Chile creó el premio anual que lleva su nombre para distinguir a personas o grupos que aporten al “patrimonio inmaterial de nuestro país”. El instituto sería el hogar intelectual de Soublette por casi medio siglo.


Violeta Parra le abrió la puerta para que él conociera esos saberes —“sapienciales”, le gustaba decir—, que, a través de canciones, cuentos, refranes o mitos, se transmiten de generación en generación. Una cultura de fuentes orales, de vida aparte de la oficial. Por ella conoció cultores, “sabios populares”, los que, como fue descubriendo, transmitían patrones éticos y estéticos, conductas e ideales humanos, caminos para quienes buscan su plenitud. Gente bien puesta en el mundo, capaz de dar gracias a la vida.


Fidel también le abrió una puerta a ese mundo que ya venía estudiando. Soublette, entonces, le hizo una propuesta. Tal como Confucio y Lao Tsé, que en China habían rescatado esos saberes superiores, de valores tradicionales que se veían amenazados por la centralista cultura imperial, ellos podrían emularlos en Chile, y también crear una serie de libros para rescatar esa sabiduría indo- hispana del siglo XVIII, de espíritu barroco, que los chilenos del siglo XIX habían descartado por anglofilia, francofilia, germanofilia. Por buscar el conocimiento moderno, habían dejado atrás la sabiduría espiritual.


De acuerdo los dos, dieron vida a una seguidilla notable, dedicados a los Cantos a lo humano y lo divino, a refranes y cuentos, a la cultura tradicional chilena.


Tal vez, en el caso del filósofo, ese es el aporte más relevante en su larga y compleja trayectoria, y no habría podido hacerlo en profundidad de no haber conocido antes las filosofías orientales y las teorías de Jung. Fue algo providencial —una vez más— porque fue ese bagaje el que le permitió aquilatar la profundidad de lo sapiencial chileno, distinto al pensamiento occidental preponderante.


No era un folclore sencillo y casi ingenuo, como se percibía desde la cultura oficial, sino alta sabiduría para humanizar el mundo. Algo necesario, antes y siempre, porque ofrecía pautas de conducta y un sentido de vida trascendente y pleno, acompasado con nuestra geografía. En sintonía, según él, con el mensaje que trajera el hijo de un carpintero, quien, también desde un entorno sencillo y rural, se transformó, como le gustaba decir, en quien cambió el paisaje cultural de toda Europa y América. Y cuyas enseñanzas fluían mucho más en la cultura tradicional que en la oficial.


El autor es director de Revista Universitaria.

lunes, mayo 26, 2025

Adiós, maestro: Gastón Soublette muere a los 98 años

Alrededor de 40 años tenía cuando fue retratado por Jorge Aravena Llanca, músico y fotógrafo hoy radicado en Alemania. Jorge Aravena Llanca


 Ganador del Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2023, sobresalió en distintos ámbitos, como la música, la docencia, la sabiduría ancestral, la religión cristiana, el mundo de los símbolos y de la cultura popular.

Maureen Lennon y Equipo Cultura

La frase se la lanzó Violeta Parra cuando lo conoció en Radio Chilena, en 1958: “Eres un pituco de mierda”. “Quería decirme que yo vivía en un mundo de absoluta inconsciencia de lo que sufría su pueblo”, señaló Gastón Soublette Asmussen en una entrevista concedida a “El Mercurio” en 2012, en los jardines del Campus Oriente de la Universidad Católica, donde dictó numerosos cursos de simbología del cine, sabiduría popular chilena, espiritualidad y arquitectura, entre otros tópicos. Fue, a nivel mundial, uno de los mayores expertos sobre la Catedral de Notre Dame de París.


No le gustaba que lo llamaran “gurú”, pero sin duda fue un maestro que marcó a fuego a numerosas generaciones. El sábado, alrededor de las 11:00 de la noche, falleció a raíz de una insuficiencia respiratoria, provocando un vacío y desazón enorme entre sus numerosos alumnos, seguidores y admiradores durante más de medio siglo. Un intelectual transversal que, pese a la frase intimidante de la autora de “Gracias a la vida”, terminó convertido en uno de sus más cercanos y fieles colaboradores artísticos.


“Mi atracción por la cultura popular se la debo a ella. Su arte, lo que ella cantaba, me interesó tremendamente y no hice el menor esfuerzo para que fuéramos amigos”, rememoraba en “Artes y Letras” en 2021, a propósito del lanzamiento de su libro “Marginales y marginados. Ensayo autobiográfico” (Ediciones UC). Entre otras anécdotas, destacó que la propia Violeta Parra se presentó cuando él dirigía la programación de Radio Chilena. “Ella apareció en mi oficina a pedirme que pusiera por escrito las melodías y las entonaciones de todo lo que ella había recopilado a lo largo de Chile, y ahí empezó nuestra amistad. Violeta es un ícono de la cultura popular chilena que vino a mi encuentro”.


Gonzalo Saavedra, crítico de música de “El Mercurio” y quien lo entrevistó para su programa “La música que cambió mi vida”, en Radio Beethoven, habla del trabajo musical de Gastón Soublette como “de amplio espectro” y pone en valor su asociación con Violeta Parra, entre 1958 y 1959, en la preparación de un libro que recién se publicaría veinte años después: “Cantos folklóricos chilenos”. Al respecto, señala: “Violeta, que nunca aprendió a escribir ni leer música, buscó a Soublette para cantarle de memoria las canciones que había recogido en su incesante investigación etnomusicológica por decenas de pueblos y él transcribió esas melodías a partituras”. Soublette, añade el crítico, recordaría después esa relación bonita y difícil, y declararía que Violeta fue su maestra y que “ella le mostró la cultura popular chilena, y especialmente su música, de ahí nacieron sus piezas que integran ‘Chile en cuatro cuerdas', y también su pensamiento político de izquierda, que, decía, no era otra cosa que estar del lado de los perdedores”.


Por su parte, la cantautora Isabel Parra, hija de Violeta, dice que “hemos tenido mucha suerte de que Gastón haya nacido por aquí, que sea nuestro y consciente de quiénes somos, de nuestros pueblos y continentes. Nos acerca y nos invita a reflexionar y a compartir su pensamiento con belleza y confianza en tiempos mejores”.


Sin cuello y corbata


Soublette se reconoció como una persona muy mal orientada en su juventud. Creyó que podía ser abogado o arquitecto, pero finalmente, dice, cometió un error. Estudió la carrera de Derecho, aunque no la ejerció. Luego, tras una beca, pudo estudiar en el Conservatorio de París, con maestros notables como Nadia Boulanger. “Ahí comenzó mi realización y, luego, la Universidad Católica me contrató como profesor en Filosofía y en el Instituto de Estética. Eso ha sido realmente mi oficio: soy un educador, un intelectual apto para la academia”, sostuvo. La verdadera vocación, decía, le llegó con retardo, “ya que antes fui diplomático, fui director artístico de Canal 13, cargos muy bien pagados, pero no me sentía muy bien vestido de cuello y corbata todos los días, con palabras de buena crianza o tener que asistir a grandes recepciones”.


Casado con la artista francesa Bernadette de Saint Luc, quien falleció en 2019 y con quien tuvo tres hijos (Violaine, Isabelle y Francisco), Gastón Soublette nació en Antofagasta el 29 de enero de 1927 y la música llegó a su vida como herencia familiar. Como él mismo señaló en diversas entrevistas, su abuela paterna, Rosa García-Vidaurre, fue compositora y sus obras fueron publicadas en Francia. Por el lado materno, su tío Julio Asmussen Urrutia fue un conocido dramaturgo y dirigió, hacia 1907, una orquesta sinfónica en Antofagasta. “Mi hermana Sylvia y mi hija Violaine tomaron el camino musical. También el director de orquesta Maximiano Valdés, uno de los pocos sobrinos que tengo que desertó de la política”, afirmó.


Autor, además, de una contundente bibliografía, gran parte de ella bajo ediciones UC, publicó, entre otros títulos, “Rostro de hombre”, “Sabiduría chilena de tradición oral”, “El Cristo preexistente”, “Tao Te King” (su versión castellana del texto del pensador chino Lao Tse) y “El I Ching y la sabiduría prehistórica”. En 2024 presentó la reedición de uno de los mayores clásicos de su carrera literaria, “Mahler. Música para las personas”, donde exploró la obra sinfónica de este compositor buscando las claves en el inconsciente del músico vienés. Soublette situaba a este creador, fallecido en Viena en 1911, como el continuador de Anton Bruckner (1824-1896), a quien Mahler consideraba su maestro. Para él, ambos músicos expresaron lo que él definió como “la religión cósmica”, ya que expresaron la inmensidad de la naturaleza en la música.


Gonzalo Saavedra afirma que Soublette se adentró con gran profundidad en la obra de Gustav Mahler y, entre otros hitos, emprendió la compleja tarea de transcribir para piano el primer y extenso movimiento de la Novena Sinfonía, que luego interpretaría Luis Alberto Latorre. Sobre su libro “Mahler. Música para las personas” (Ediciones UC, 2005 y 2024), sostiene que repasó “con una mirada tan erudita como personalísima las sinfonías del compositor bohemio, incluida la Décima, de la que solo quedó completo el Adagio inicial”. Saavedra también destaca que fue un excelente intérprete de los cientos de canciones de George e Ira Gershwin, “a los que admiraba muchísimo y tocaba ante la menor provocación”.


Un sabio necesario


Sin duda, un punto de inflexión en su extensa y dilatada carrera ocurrió el año 2023, cuando obtuvo el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales. “Por unanimidad, hemos tomado la decisión considerando la condición de filósofo y esteta de la cultura tradicional chilena”, dijo el ministro de Educación, Nicolás Cataldo, al informar del máximo galardón a Soublette, y lo describió como “un sabio necesario en los tiempos que vivimos, un inspirador que reúne distintas actividades como pocos tienen”.


Javiera Blanco Herrera considera “un privilegio” haber sido una estrecha colaboradora de este destacado investigador, filósofo y músico. Fue su última ayudante en el Instituto de Estética de la UC, en los cursos “Simbología del cine” y “Poética del acontecer”. Recuerda con emoción que lideró en tres oportunidades su postulación al Premio Nacional, en 2019, 2021 y, finalmente, lo consiguió en 2023. Aclara que, hasta sus últimos años, tuvo el cargo de profesor asistente de la UC, “pero el compromiso no era dar clases, sino escribir. Gastón fue muy correcto y se comprometió a publicar dos o tres textos al año, bajo Ediciones UC”.


Blanco cuenta que dejó listo su último libro, “Miradas sobre el siervo de Dios”, y que se presentará próximamente. Su tesis, según explica la politóloga y gestora cultural, es que Jesús es el líder espiritual de Occidente. “Él fue un fiel seguidor de Jesús y acá está todo lo que no alcanzó a decir en ‘Rostro de hombre'. Lo aborda desde un punto de vista social, desde la justicia y su contacto con los pobres. Esas son las características que lo enamoraron de Jesús”. Destaca su impresionante convocatoria. “Cada vez que lo acompañaba a una clase o evento, era impresionante ver cómo lo seguían. Me imagino que, como en su época, también debieron seguir a Sócrates o a Aristóteles”.


En los últimos años, Gastón Soublette donó a la Universidad Católica más de 300 piezas elaboradas por pueblos originarios y recopiladas por él mismo, entre ellas, textiles, cerámica, líticos y platería, las que se exhiben en el Aula de Arte y Artesanía del Campus Oriente. En 2018, en tanto, junto a su hermana, la compositora Sylvia Soublette (quien falleció en 2020), donó su legado musical al Archivo de Música de la Biblioteca Nacional y, recientemente, entregó a la Universidad Alberto Hurtado (UAH) su piano de conciertos Blüthner. Juan Carlos Poveda, director del Instituto de Música de la UAH, señala que “hace un par de semanas tuvimos el honor de que don Gastón se acordara de nosotros, a través de nuestra académica, su hija Violaine Soublette, y nos donó un ejemplar precioso y que ahora está en el Aula Magna. Va a ser una manera de tenerlo siempre presente”, apunta.


Además, fue el creador del Grupo de los Veintiuno, que reunió a figuras de distintas disciplinas, como el director de orquesta Juan Pablo Izquierdo, el psiquiatra Otto Dörr, la arquitecta Cazú Zegers y el experto en patrimonio Miguel Laborde, para reflexionar en torno a la cultura.


Ayer, durante toda la jornada, decenas de vecinos y cercanos a la familia del académico se acercaron hasta su casa quinta, donde estaban siendo velados sus restos. También concurrieron representantes de diversas organizaciones del ámbito social y cultural.


Según informaron sus hijos, hoy al mediodía se realizará una misa fúnebre en la parroquia Nuestra Señora Purísima de las 40 Horas (Camilo Henríquez 35, Limache), y será sepultado en el Cementerio Uno de Valparaíso.


La Municipalidad de Limache decretó dos días de duelo comunal en su memoria y el alcalde Luciano Valenzuela señaló que “su legado no solo se refleja en el Premio Nacional de Humanidades, sino también en la obra que desarrolló a lo largo de toda su vida. Este duelo sobrepasa las barreras de Limache y es una pérdida a nivel nacional. Por lo mismo, nos sumamos también a todos los homenajes y expresiones de dolor por su partida”.


Gabriel Boric

Presidente de la República

a través de su Instagram

“Nos deja un grande. Gracias a Gastón Soublette entendemos mejor el saber, el decir y el contar de Chile. Nos acercó la cosmovisión del pueblo mapuche, el valor de lo rural y también la filosofía oriental. Abrió un diálogo intergeneracional tremendamente valioso para redescubrir desde el humanismo nuestra identidad y desde ahí enfrentar los desafíos de nuestro tiempo”.


Juan Carlos de la Llera

Rector Universidad Católica

“Él mismo nos recordaba recientemente que llegó a la UC con la convicción de abrir un espacio para las filosofías orientales, desde su vocación católica, buscando generar un verdadero diálogo de saberes, sin improvisaciones ni superficialidades. Ese mismo espíritu lo llevó a tender puentes entre la teología, la filosofía y la cultura tradicional chilena. Nunca olvidó —como él mismo decía— que fue Violeta Parra quien le enseñó a conocer y valorar la sabiduría del pueblo chileno, esa memoria oral tejida de cuentos, refranes y cantos a lo humano y a lo divino”.


Rosa Devés

Rectora Universidad de Chile

“El legado del profesor Gastón Soublette es un profundo mensaje de paz. Buscó y encontró verdades donde nadie más miraba, respetó y aprendió de culturas que no eran la suya, demostró lo que es ser maestro. Nos enseñó que la autoridad se ejerce desde la humildad, desde la apertura a lo distinto, sin miedo a los otros, sino amando aun antes de conocer”.


Ignacio Sánchez

Exrector Universidad Católica

“Fue una persona imprescindible en nuestra cultura y en el desarrollo de la universidad. Publicó gran cantidad de libros y artículos con ensayos breves, dando a conocer su pensamiento sobre diversas materias de alto nivel intelectual y académico, con gran acogida de la crítica y del público, lo que significó que varios de sus libros han sido reeditados. Los temas de historia y teoría del arte, el pensamiento filosófico de Oriente, la literatura y el cine lo atraían de manera especial. Tuve una gran relación de amistad con Gastón Soublette, lo admiré mucho. Se ha ido un amigo, un maestro, un profesor y una persona excepcional para la cultura chilena y para todos quienes pudimos aprender de él”.


Maximiano Valdés

Director de orquesta

“Luis Gastón Soublette, nuestro tío, emprendió su último viaje y seguramente llevó consigo el crepuscular Adagio de la Novena Sinfonía de Mahler, la música que él más amaba. Hombre bueno y sabio, fue guía de jóvenes y mayores que lo admiraron por la fuerza de sus ideas y por la coherencia de su vida esencial. Sus libros son testimonio de su fe en el Cristo histórico, ‘el ungido', como él lo llamaba, que fue centro y guía de toda su vida. Se le echará mucho de menos”.


Juan Pablo Izquierdo

Premio Nacional de Artes Musicales 2012

“Recuerdo a Gastón Soublette como un ser humano que encarnaba múltiples disciplinas de la cultura universal y de nuestra cultura chilena. Entregado por entero a compartir sus múltiples conocimientos e inquietudes. Tuvo una vasta y dedicada influencia en nuestro medio cultural y será para siempre recordado por su vocación por contribuir a la unidad y paz en nuestro mundo”.


Carmen Luisa Letelier

Premio Nacional de Artes Musicales 2010

“Era un hombre múltiple. Escribía, componía, era filósofo, folclorista. ¡De todo! Superdotado, y creció en una familia excepcional”.


Miguel Laborde

Director Revista Universitaria UC

“Gastón Soublette no fue abogado a pesar de sus estudios de Derecho, aunque agradecía haber aprendido a escribir memorizando textos de Andrés Bello. Ni fue la arquitectura su camino, aunque también le dedicó años, pero si uno observa su obra total, levantó un edificio completo. Se sumergió en mundos variados, desde las raíces indígenas hasta Jesús como gran héroe cultural además de divino —a quien dedicó un libro luminoso—, pasando por Mahler y la música como conexión para sentir el pulso y el sentido de la vida; también navegó en el I Ching y en Confucio, además del cine como portador de símbolos que tocan lo profundo de nuestra psiquis. Siguió un camino que no se parece a ningún otro, pero detrás de todo latía su mismo amor a la vida y sus misterios, los que enfrentaba desde una espiritualidad capaz de valorar a todas las demás. Era, como la obra de Robert Bolt, ‘Un hombre para la eternidad'”.


Cecilia García-Huidobro M.

Exdirectora Museo Violeta Parra

“En el mundo patrimonial, Gastón Soublette comprendió la voz del Chile profundo, en todas sus dimensiones. Defendió la preservación de barrios, pueblos y ciudades, los vestigios arqueológicos, las formas intangibles de vida. Su mirada fue la de un poeta y un esteta que vio en todas las manifestaciones culturales el plan de Dios”.


Clara Budnik

Directora de la Dibam (2000-2006)

“Fue un hombre clave para la cultura chilena. Esto que haya fallecido justo para el Día de los Patrimonios significa que no lo podemos olvidar: ¡Soublette es parte de nuestro patrimonio! Ha hecho tantas cosas. Fue un musicólogo fantástico, ensayista, estudioso del mundo popular, alguien que pensó muy bien Chile. Se introdujo. Eso debemos valorarlo. Patrimonio es el pasado, el presente y lo que queda para el futuro. ¡Soublette deja mucho para nuestro futuro!”.


Jorge Acevedo

Filósofo de la U. de Chile

“Tuve el agrado y el honor de conocer a Gastón Soublette dentro de las reuniones que mantenía hace algunos años el que denominamos Grupo de los Veintiuno. Me llamó la atención su atenta actitud hacia los otros integrantes del grupo, así como sus meditadas palabras, fruto de la experiencia de la vida y de un inmenso saber. También fue significativo presenciar sus extensos diálogos con el director de orquesta Juan Pablo Izquierdo, miembro destacado de esas reuniones. En cuanto a sus escritos, he sido asiduo lector de su excelente versión castellana comentada del Tao Te King, Libro del Tao y de su Virtud, de Lao Tse, felizmente publicada por la editorial Cuatro Vientos, obra que llama a ser leída y releída a través del tiempo”.


La faceta medioambientalista:

Su última lucha para salvar el patrimonio: un triunfo para Limache

Gastón Soublette habló de la naturaleza y su importancia muchos antes de que el cambio climático se considerara una amenaza.

Equipo Cultura

Gastón Soublette dio una larga lucha en temas medioambientales, mucho antes de que el cambio climático se tomará las tribunas públicas y de gobierno. Ya en los años 90 reflexionaba sobre el polémico proyecto de la represa Ralco en el Biobío, y en los últimos años se comprometió con la defensa de Limache, donde vivía desde hace décadas.


A inicios de este mes, recibió un resultado positivo. El cuestionado proyecto inmobiliario del Grupo San Isidro S.A., en la avenida Urmeneta, tuvo un revés en la Corte Suprema. El tribunal acogió la reclamación presentada por Soublette y un grupo de vecinos contra la Superintendencia de Medio Ambiente (SMA), obligándola a emitir un nuevo pronunciamiento respecto de la denuncia de elusión al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA). Se determinó que la SMA incurrió en ilegalidad al no considerar, a la hora de evaluar su impacto ambiental, que el edificio proyectado se emplazaría en la zona de transición de la Reserva Mundial de la Biosfera La Campana-Peñuelas. La sentencia de la Suprema anula la dictada por el Segundo Tribunal Ambiental de Santiago, en 2022, que desestimó las alegaciones de Soublette y de la comunidad.


En esa ocasión, Soublette comentó: “Le habría dicho (al tribunal): según Confucio, lo que está en la forma se llama el objeto; sobre ella está el sentido. Acá la forma es la trama legal, pero el sentido es que esto es una aberración cultural. Los jueces deben moverse en estos planos. No solo sacar cuentas jurídicas, sino darse cuenta que están destruyendo el patrimonio de Limache”.


No fue la única pelea del académico. Antes del problema con la construcción de este edificio, Soublette había sido crítico con la instalación de la termoeléctrica Los Rulos en la zona, que había recibido una evaluación ambiental positiva en 2017. Un movimiento ciudadano interpuso recursos en la justicia, lo que recibió el apoyo del filósofo, quien participó en marchas y protestas en esos años. En 2022, la empresa dueña del proyecto Los Rulos, renunció a construirla.

jueves, mayo 15, 2025

Tríos hermanos: Ángel Parra y Pancho Molina se reúnen para un show en conjunto

 

Ángel Parra y Pancho Molina vuelven a coincidir en un mismo escenario con sus proyectos de jazz , tal como lo hicieron en los años 90. Mariana Soledad

El Mercurio

Los músicos presentarán sus proyectos paralelos a Los Tres. Acá anticipan cómo será su noche de jazz , este 1 de junio, en el Teatro Oriente.

José Vásquez


Como en los años 90, los nombres de Ángel Parra y Pancho Molina se volverán a cruzar en los escenarios más allá de su rol de compañeros en Los Tres. Ambos músicos están viviendo, de manera paralela, su propia “revuelta” —el título que tuvo la gira de reunión del grupo penquista con sus miembros originales— y ahora harán un show en conjunto, este 1 de junio, en el Teatro Oriente, cada uno con su trío, aunque eso solo estará en el cartel, porque ahora anticipan que se presentarán con formación de cuarteto para desatar ese día toda su libertad jazzística.


“En esa época (los 90) tuvimos harta interacción con el Ángel. Yo toqué en Ángel Parra Trío y él tocó algunas veces con Los Titulares (la otra banda de Pancho Molina). Tocábamos en universidades, estábamos con toda la energía de esa generación, así que esto que vamos a hacer ahora me suena súper familiar, por eso cuando me plantearon la idea de este show, no había cómo decir que no”, señala entusiasmado Pancho Molina.


En días de arduos ensayos para los nuevos proyectos de Los Tres, ambos músicos compatibilizan su estrecha agenda para preparar también este espectáculo en conjunto de Ángel Parra Trío y Pancho Molina Trío, para una noche de jazz, donde cada uno desarrollará su propio repertorio, aunque no descartan algún tipo de interacción juntos. “No tenemos muy claro qué es lo que va a pasar, pero por lo menos la intención está”, dice Ángel Parra.


El guitarrista cuenta que el presente de su proyecto va de la mano con su último álbum, “Desde el alma”, lanzado en 2024. “Nos atrevimos a entrar al estudio en agosto del año pasado para renovar la cosa, todos los músicos sacan sencillos y eso no debe detenerse nunca. Mientras trabajaba con Los Tres, sentí las ganas de componer y hay un repertorio nuevo”, señala Parra, quien estará acompañado de Mauricio Ruz en el piano, Eduardo Crespo, en el contrabajo, y Andy Baeza, en la batería.


Con ellos tocará desde música de Violeta Parra, “pero interpretada desde un ángulo más jazzístico, algunos otros temas con más swing, temas míos y otros de música popular, como The Beatles, pero al estilo nuestro”, agrega el músico.


Para Pancho Molina, su conjunto aún está “en desarrollo”, señala, y su trío, “representa la posibilidad de hacer música en Concepción”, dice. “Me encuentro con una ciudad que me está dando de nuevo la posibilidad de vivir y de rodearme con músicos. Eso lo valoro mucho, porque me ayuda a poder desarrollarme también como compositor”, plantea Molina, quien sigue trabajando, además, en su otro proyecto paralelo, Jodelase, de corte hip hop.


Su trío estará conformado en guitarra por Felipe Duhart; en bajo, Rodrigo Álvarez, y a ellos se les sumarán, por ahora, otros dos músicos invitados. Con ellos, y con Claudia Arriagada en voces, se estará presentando, también, mañana y pasado en The Jazz Corner, en el Barrio Italia.


“Nosotros vamos a tocar una mayoría de composiciones originales, somos bien rockeros, pero también somos bien free jazz y nos gusta la música pop”, define su propuesta el baterista.


“Cuando me dijeron que íbamos a tocar un domingo (1 de junio), yo dije: ‘Excelente', porque generalmente los domingos es cuando la gente está más dispuesta a apreciar la música que es, digamos, ‘alternativa', que no es la más popular, siendo que tenemos todo ese bagaje, con todos los géneros, popular y lo que quieran, rock, etcétera, está todo mezclado ahí, pero con una música un poquito más intensa, que requiere sentirse bien y tener una comunicación con el público, y creo que el domingo es el mejor día para esa música”, afirma Molina.


Ángel Parra, en tanto, se entusiasma y también mira al futuro: “Quiero destacar que la unión con el Pancho, después de no vernos en mucho tiempo, es muy fresca, muy especial, y reencontrarse en este momento es una nueva oportunidad de hacer muchas cosas juntos. Este es el punto de partida para terminar haciendo quizás muchas otras colaboraciones”.


domingo, mayo 11, 2025

Inti-Illimani Histórico alista un especial reencuentro

 El Mercurio

El conjunto tendrá el 26 de diciembre en el Caupolicán la vuelta como invitados de cuatro viejos conocidos: Jorge Ball, Pedro Villagra, Cristóbal Berrú y Cristián Mancilla.

JOSÉ VÁSQUEZ

Horacio Salinas cuenta que cada vez que se dispone a preparar un nuevo espectáculo con Inti-Illimani Histórico aparecen algunas preocupaciones “no musicales”, remarca, “porque esas cosas (las musicales) las resolvemos, es lo que sabemos hacer”, señala sobre una búsqueda artística que siempre muestra una propuesta distinta a lo que ya han presentado antes, revisando entre su enorme repertorio un cancionero que entregue otra perspectiva del conjunto.


“Para darles sentido a los shows”, dice, aunque, al final, las expectativas de la gente, reflexiona, casi siempre van por otro carril.


“Hemos descubierto que el público es tremendamente conservador, siempre nos pide las mismas canciones”, apunta Salinas sobre un ejercicio en el que siguen siendo complacientes en los conciertos, tocando una serie de imperdibles del grupo, aunque en equilibrio con sus propios intereses de revisitar otros temas menos habituales en sus presentaciones.


Un objetivo que ahora tomará una nueva fuerza para su próxima presentación del 26 de diciembre en el Teatro Caupolicán, una fecha que ya trabajan de manera especial con la invitación de cuatro músicos con historia en el conjunto y que les permitirá expandir sus opciones musicales. “Relacionado con esta búsqueda, sin duda hemos tenido la suerte de contar con músicos muy destacados”, señala José Seves, sobre una serie de nombres que han pasado por el conjunto y que ahora aceptaron la propuesta de volver a tocar con ellos en este concierto: se trata de Jorge Ball, Pedro Villagra, Cristóbal Berrú y Cristián Mancilla.


“A Jorge lo conocimos en Italia cuando estudiaba luthería en Cremona. Ya era flautista y, como venezolano, tenía una cultura profunda sobre la música llanera. Es multiinstrumentista, él participó en un período muy interesante nuestro, de comienzos de los 80, en situaciones más orquestadas, y a Pedro lo conocimos por Santiago del Nuevo Extremo y por sus cualidades en los instrumentos de viento”, relata Seves.


También está Cristián Mancilla, figura más habitual en las actuaciones de la agrupación, y Cristóbal Berrú, que llega con un apellido demasiado familiar para el conjunto. “Él nos trae el recuerdo de una persona muy importante para el grupo, que es Max Berrú; para mí fue una experiencia muy bella compartir cantos con él, con voces que se fundían muy bien, en términos de volumen, color, etcétera. Max ya nos dejó, pero también nos entregó, como regalo, a su hijo Cristóbal, que es realmente impresionante escucharlo. Él toca instrumentos de viento y canta como si fuera la voz de Max”, destaca Seves.


Los músicos han revisitado temas de su disco “Travesura” —cuya carátula hizo Federica Matta, hija de Roberto Matta—, con la intención de recordar ese período. “Es importante para nosotros recuperar, dado el vastísimo repertorio que hay, las diferentes etapas que hemos vivido. Este en particular tenía esta característica de que se refería a un público infantil”, dice Seves, una búsqueda que se ampliará mucho más en su cancionero, pensando en el show del Caupolicán.


martes, mayo 06, 2025

Se profundiza la crisis en el Parque Cultural de Valparaíso

 

El Parque Cultural de Valparaíso tiene unas 1,8 hectáreas, en las que se desarrollan conciertos, teatro, danza y exposiciones. Jonathan Mancilla

El Mercurio

Desde su fundación, en 2012, el centro Ex Cárcel ha enfrentado numerosos conflictos. Hoy se suma la renuncia de la presidenta del directorio.

María Soledad Ramírez R.


La renuncia de Gianina Figueroa a la presidencia del directorio del Parque Cultural de Valparaíso (PCdV), este fin de semana, se suma a un largo historial de conflictos que ha enfrentado el centro Ex Cárcel del puerto, inaugurado en 2012.


En una entrevista aparecida este domingo en El Mercurio de Valparaíso, la ahora exdirectora del PCdV señala que su salida “no solo es un acto ético y político, sino también un llamado urgente a asumir los problemas estructurales que amenazan la continuidad de este espacio vital para Valparaíso y para Chile”.


La situación a la que se refiere Figueroa es la retención de $167 millones de la cuenta corriente del PCdV, en medio de demandas judiciales por las que el Consejo de Defensa del Estado, CDE, exige la devolución de $200 millones traspasados en 2017 por el Consejo Nacional de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (hoy ministerio), durante la gestión de la entonces directora ejecutiva del Parque Cultural, Nélida Pozo (desde noviembre de 2017 a enero 2023), actual directora del Servicio Nacional del Patrimonio (desde enero de 2023). El CDE objeta que fueran usados en “contrataciones directas y renovaciones de contrato sin un proceso previo de cotización”, lo que no armoniza con el principio de eficacia en el uso de recursos públicos, plantea en la demanda.


En la práctica, con esta medida del CDE no se podrían pagar los sueldos de los funcionarios. Figueroa también denuncia que el directorio no está conformado en su totalidad —“por la desidia de algunas instituciones públicas al no designar representantes”—, por lo que no se han podido tomar decisiones estructurales.


La exautoridad apunta a que “la mala administración financiera y la fragilidad institucional han sido transversales”.


En el historial de conflictos, el más reciente fue en febrero, cuando la muestra visual de la cantante Mon Laferte se extendió un mes más de lo previsto y obligó a reprogramar las exhibiciones ya comprometidas, lo que perjudicó a esos artistas. Pero la decisión tuvo otra consecuencia aún más polémica: la desvinculación, después de 14 años en el cargo, del jefe de programación del PCdV, Alonso Yáñez. Más de 600 firmas de personas vinculadas a las artes visuales se reunieron para protestar por esta medida.


Pero otros despidos ya habían enrarecido el ambiente desde noviembre de 2023, cuando se desvinculó a nueve personas que trabajaban a honorarios. En marzo de 2024, en tanto, fue el turno de siete trabajadores sindicalizados y con contrato indefinido.


El PCd V es una asociación privada que recibe financiamiento público a través de la Subsecretaría de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. En 2025 fueron $1.567 millones, con un leve incremento respecto del año anterior, cuando se le entregaron $1.406 millones.


A comienzos de 2018, el PCdV enfrentaba una grave crisis económica, que motivó la paralización de los trabajadores. Fue en la época en que asumió Pozo, tras la salida del músico Jorge Coulon, director ejecutivo entre 2015 y 2017.


Sobre el tema, Nélida Pozo señaló ayer a “El Mercurio” que “el parque cultural viene con déficit desde el primer año. Cuando asumí, tenía un déficit de más de 300 y tantos millones, más un préstamo de 210 millones que encontré cuando llegué”. Al igual que Figueroa, cree que el problema es transversal a cualquier administración anterior de este espacio cultural y según su punto de vista “hay que revisar el modelo de gestión de los centros culturales, sobre todo en una ciudad como Valparaíso; creo que los centros culturales son el reflejo de lo que son las ciudades... Tengo una crítica grande a la condición en que está Valparaíso hoy día, pero siempre tengo esperanza de que puede surgir”.


Para Pozo, el PCdV es un espacio con mucho público y que la comunidad lo siente propio, pero que no tiene como producir ganancias. “Se requeriría aporte desde la empresa privada, porque no solo el Estado central lo puede sostener, habría que involucrar al gobierno regional, los gobiernos locales, no lo sé. Otros modelos, donaciones culturales”, señala.


En su entrevista, Gianina Figueroa también apunta a la falta de conformación del directorio. De acuerdo a sus estatutos, este debería tener un presidente, nombrado por el o la ministra de las Culturas; tres consejeros designados por la intendencia; uno por el Consejo de Rectores de Valparaíso y otro por el municipio, y tres elegidos por la asamblea de socias y socios.


Tras la renuncia de Figueroa, solo quedan en el directorio el designado por el consejo de rectores y dos elegidos por la asamblea de socios. Tanto el actual municipio como la delegación presidencial, correspondiente a la antigua intendencia, no han designado a sus representantes.


El delegado presidencial en Valparaíso, Yanino Riquelme, señaló a la prensa regional que están trabajando “en conjunto con la alcaldesa de Valparaíso y la ministra en la articulación de una nueva propuesta que contemple nuevos criterios y estándares institucionales importantes para el futuro desarrollo del parque”.

domingo, abril 06, 2025

Hagamos un trencito: Chile, país de cumbias



 El Mercurio

La partida de Tommy Rey desató múltiples expresiones de pesar en el medio artístico nacional y masivas muestras de cariño popular. Su propia trayectoria de casi 60 años en el ámbito de la cumbia sintetiza toda la evolución musical y social de este baile desde que se tornó dominante en los gustos del público. Gracias a Tommy Rey y otros grupos, la cumbia desarrolló numerosas variantes propias de Chile, un baile popular que se ha hecho totalmente transversal.


Juan Pablo González 

Universidad Alberto Hurtado


La partida de Tommy Rey, nombre artístico de Patricio Zúñiga (1944-2025), ha dejado en Chile una sensación de orfandad. Es como si la cumbia perdiera a un padre muy querido que nos acompañó por muchos años en momentos cruciales de nuestras vidas. Las múltiples manifestaciones de pesar del medio artístico nacional y las masivas muestras de cariño del público dejan a Tommy Rey en un lugar muy alto en la historia de la música popular en el país. Incluso se ha llegado a pedir que el 26 de marzo, día de su partida, sea declarado el Día Nacional de la Cumbia. ¿Porqué tanto fervor y durante tanto tiempo por Tommy Rey y por la cumbia en nuestro medio?

Siendo justos, al hablar de cumbia estamos hablando de una variedad de ritmos de la costa atlántica colombiana como el porro, el fandango, la puya, o el paseo, que junto con la propia cumbia y sus derivaciones fueron denominados simplemente “cumbia” por la industria discográfica internacional. Es así como estas músicas colombianas se han proyectado hacia Centroamérica, México, Venezuela, Ecuador, Perú, Uruguay, Argentina y Chile, demostrando su adaptación a distintas sensibilidades locales. De hecho, el primer grupo de “cumbia” de impacto internacional, Los Wawancó (1956), fue formado en Argentina por un costarricense, un peruano, un chileno, un argentino y dos colombianos, expresando muy bien la capacidad de la música costeña de adquirir distintos acentos y ropajes.

Parece un misterio la capacidad de lo que llamamos cumbia de constituirse en música de tantas naciones y de desarrollar sus propias variantes locales a la vez. ¿A qué se puede deber eso? ¿Tal vez a la simplicidad de su baile? ¿A la estrategia de la industria de ofrecer distintos ritmos bajo una misma etiqueta? ¿A su vínculo con el imaginario de García Márquez, que la promovió ante la élite política e intelectual bogotana que tanto la despreciaba?


Explosión de cumbias

Lo que tenemos claro es que la explosión de la cumbia en América Latina fue un fenómeno que se produjo en la década del sesenta, justamente cuando Cuba dejaba de exportar nuevos bailes tropicales a la región como lo venía haciendo desde los años treinta con la ayuda de la industria musical y cinematográfica mexicana y estadounidense. Primero fue la rumba, luego vino la conga, y después llegaron el mambo y el chachachá. Entonces, el triunfo de la revolución interrumpió el vínculo cubano con la industria internacional y nos quedamos sin un nuevo baile tropical de moda para los movidos años sesenta. Ese es el vacío que fue ocupado por la cumbia hasta el día de hoy, pues ha sabido compartir espacios con la salsa desde los años setenta, con el merengue desde los ochenta y con el reguetón desde los noventa.

Los bailes costeños colombianos ya eran conocidos fuera de Colombia a mediados de los años cuarenta, en pleno reinado de la conga, especialmente por las giras de Lucho Bermúdez y su Orquesta del Caribe, quien los vistió de frac y logró imponerlos ante la sociedad blanca de Bogotá. La necesidad de grabar en Buenos Aires expuso a la orquesta de Bermúdez al desarrollo instrumental del tango, mejorando el sonido de su agrupación. Esto de algún modo marca el destino de la cumbia, que es su capacidad de adaptación, lo que en gran medida explicaría su dispersión y longevidad. Entonces, a lo largo del tiempo y de la geografía, la cumbia se ha adaptado a distintos estilos y formatos instrumentales, casi todos practicados, sorprendentemente, en Chile.

En efecto, no resulta fácil encontrar un país donde se practiquen hasta nueve variedades de cumbia, como ocurre en el nuestro. En esta larga y angosta faja de tierra podemos encontrar la cumbia orquestal de la colombiana Amparito Jiménez y del venezolano Luisín Landáez; la adaptada al formato de la sonora cubana (con trompetas y percusión latina) de La Sonora Palacios y de La Sonora de Tommy Rey; el chucu-chucu con guitarras eléctricas de Los Viking 5; la cumbia norteña mexicana de Los Luceros del Valle; la cumbia tecno de Amerikan Sound; la cumbia romántica de Américo, y la nueva cumbia de Chico Trujillo, a las que se suman la cumbia villera argentina y la chicha peruana, derivaciones de la cumbia también bailadas en el país.

Sin embargo, estimado lector, es muy probable que usted no haya bailado ninguna de estas cumbias en sus fiestas o bailoteos de adolescente en el siglo pasado, pero que se haya encontrado con alguna de ellas durante la celebración de un Año Nuevo o de un matrimonio en el presente siglo. Como nadie ha tomado clases para bailar cumbia, quizás se haya animado a ingresar a la pista y hasta se haya sumado a un trencito. ¿Qué sucedió, entonces, para que la cumbia se hiciera tan transversal en Chile?


Hagamos un trencito

La respuesta nos remonta a los años noventa, que fue una década revisionista en el campo de la música popular. Bandas que se habían separado en los setenta se volvían a juntar, canciones olvidadas se grababan nuevamente, estilos del pasado volvían a estar en boga, el sonido analógico se ponía de moda en plena era digital, y géneros asociados a otras épocas o sectores sociales ampliaban su alcance. Todo esto promovido por una industria discográfica que no paraba de crecer.

Es así como la cumbia empezó a ser valorada por sectores que en el pasado la ignoraban o simplemente la despreciaban. Entonces, estrellas juveniles de entonces como Joe Vasconcellos encontraron en La Sonora de Tommy Rey una nueva fuente de inspiración, produciendo un cruce de estilos que la industria no tardaría en apoyar. Esto permitió legitimar la cumbia ante sectores más expuestos a músicas de autor, pero también señaló el camino de una cumbia de fusión que se cristalizaría en los años dos mil con la nueva cumbia chilena, apelando a públicos que en el pasado la rechazaban. Tal como había ocurrido con la música costeña para la élite bogotana en los cuarenta, pero también con el tango en Buenos Aires en los años diez y con la samba en Río de Janeiro y el son en La Habana en los años veinte.

Es que en forma recurrente se han blanqueado en América Latina manifestaciones culturales que permanecían al margen de los imaginarios hegemónicos de nación por haber surgido de clases y razas subalternas. Sin embargo, en el caso de la cumbia, también se trata de la tendencia posmoderna del “gusto por el mal gusto”, expresada en el cine de Almodóvar, por ejemplo, o en el auge de la llamada música cebolla en Chile, donde la cumbia comparte espacios con el bolero de Los Panchos o el vals peruano de Lucho Barrios. Es así como el siglo XX terminaba con toda la música de baile a nuestra entera disposición, y con una industria musical que solo acumulaba ganancias.


El papá de la cumbia

La longeva carrera de Tommy Rey, primero como vocalista de la orquesta de música tropical Los Peniques (1953), luego de La Sonora Palacios (1962), y finalmente independizándose con su propia agrupación, La Sonora de Tommy Rey (1982), lo mantuvo vigente en los escenarios chilenos por más de seis décadas. Si bien el comienzo de los años ochenta no era el mejor momento para que un cantante iniciara una carrera independiente debido a las restricciones a la industria y la vida nocturna imperantes en el país, hubo dos factores que ayudaron al despegue de Tommy Rey: el auge del casete, que reducía los costos de producción, favoreciendo la masificación de la música grabada, y el auge de la televisión abierta y en color. En efecto, fueron dos los programas de televisión que contribuyeron a popularizar a Tommy Rey y su sonora: “Sábados Gigantes” de Canal 13 y, en especial, “El Festival de la Una” de TVN, que le permitió a la nueva agrupación aparecer a diario en las pantallas de las familias chilenas tocando cumbia a mediodía, en una época de enorme consumo de televisión abierta.

El modo de cantar pausado de Tommy Rey, con una voz redonda y suave, similar a la de un baladista, dignificaba la cumbia y la hacía propicia para el ambiente familiar de celebración. Entonces, más que el padre de la cumbia en Chile, como se le ha llamado, Tommy Rey sería el papá de la cumbia chilena: el que nos canta en familia en momentos cruciales de nuestras vidas, que lo hace sin estridencias ni gestos extraños, bien vestido, con respeto, discreto, todo un caballero. Curiosamente, en su canto se percibe algo de nostalgia, quizás porque el “año más” que celebramos sea también un año menos; porque está pensando “dejar a Daniela” mientras bailamos con aparente felicidad; porque canta “Cumbia para adormecerte” cuando debemos mantenernos despiertos, o sencillamente, porque en sus cumbias impera la tonalidad menor asociada a la tristeza.

En este país de gustos tan diversos, la cumbia ha contribuido a amalgamarnos como sociedad, desempeñado un papel central en nuestros modos de celebración y permitiéndonos experimentar nuestros cuerpos. La liberación que sentimos al bailar cumbia nos puede llevar a usar la corbata de cintillo o hacer girar a nuestra pareja como si fuera la reina de la pista. Además, la cumbia nos entrega la única coreografía grupal que podemos practicar, sumándonos al famoso trencito en el clímax de la celebración. Todos nos sentimos bien bailando cumbia, así que la próxima vez que la toquen en una fiesta, estimado lector, anímese y báilela con fervor. Esa sea tal vez la única forma de mantener a raya el reguetón.


El grupo de nueva cumbia chilena Chico Trujillo.

La Banda Viking 5, en el Festival de Viña del Mar. TOMAS FERNANDEZ

La Sonora de Tommy Rey , formada en 1982, luego de independizarse su titular de la Sonora Palacios Sonora Tommy Rey

Funerales de Tommy Rey el 26 de marzo pasado, a la salida de la Catedral. Metropolitana. Aton


sábado, abril 05, 2025

Las notas de vida de Gastón Lafourcade

 

Gastón fundó en los años 70 la Asociación de organistas y clavecinistas de Chile. Hoy, a sus 89 años, ya no fabrica clavecines. Gentileza Andrea Lafourcade

El Mercurio

Desconocido para muchos chilenos, el destacado músico, hermano de Enrique y padre de Natalia Lafourcade —con la que fueron nominados a un Grammy Latino— tiene su propia historia: una larga que incluye haber fabricado el primer clavecín en nuestro país y haber partido al exilio en México, que se convirtió en su lugar de residencia.

Por Josemaría Ruy-Pérez

“El primer teclado que hice no sirvió para nada. Nada más de leña”, recuerda el músico, profesor y ebanista Gastón Lafourcade, al contar cómo llegó a construir su primer clavecín. Fue, además, el primero de estos instrumentos construido a partir de cero en nuestro país. Dos años de aciertos y errores le tomaron terminar su intento, en agosto de 1973. “Lafourcade [...] proyecta formar un grupo de cámara y dar comienzo, con el clavecín a cuestas, a una serie de conciertos de difusión cultural”, reza una entrevista que le hicieron en “El Mercurio”, el 12 de ese mismo mes. Y el 13 de septiembre, con “un cepillo de dientes, una flauta y una pipa”, se iba a la Embajada de México, al igual que su entonces esposa, Rosa Bracho, desde donde gestionarían la salida hacia el país azteca, por el golpe de Estado, en el mismo avión que la familia de Salvador Allende.

Con dificultad, ya que anda “medio peleado con la tecnología”, el hombre de ahora 89 años, radicado en Querétaro, atiende una videollamada junto a su señora de hace más de 30 años, Susana Avendaño, y aprovecha de mostrar su casa: los barcos a escala que construye, los cuadros que su hijo menor pinta, el piano en la sala de estar. Y cuando empieza a entrar en detalles de la entrevista, él mismo se interrumpe. “Bueno, aquí está mi nieto, que va a tocar. Tiene nueve y lo estamos poniendo en contacto con la gran música, con música clásica. ¿Qué vas a tocar, Damián?”. A lo que el talentoso joven contesta: “Polonesa, en sol menor, de Anna Magdalena Bach”. La historia se posterga: que pase la música.

“Nací en Angol, pero llegué a Santiago a los uno o dos años”, dice el músico padre de cuatro hijos: Catherine, Andrea (chilenas), Natalia —la cantante— y Gastón (mexicanos); y hermano de cuatro: Raquel, Enrique —el escritor—, Eliana y Ximena. Gastón era el menor de todos, por lo que asegura “le tocaban menos atenciones, y tenía que procurarme mis diversiones con gente del barrio, de todos los pelajes”, comenta. Ximena fue la primera en morir, cuando en 1949 una tuberculosis afectó a las tres hermanas y ella no logró recuperarse. Gastón no sabe si es el único que queda de los hermanos, ya que quizás Eliana esté viva en Perú. “Ella vivió una vida un poco aparte de nosotros”.

La familia vivía en el barrio Santa Isabel, cerca de donde pasaba el ferrocarril a Puente Alto. Su padre, inspector en Impuestos Internos, solía complementar su renta con otras actividades, como cuando fabricaban frazadas o cuando pusieron una lavandería. Ahí en casa, a Gastón le llamaba la atención un piano antiguo. “Mi hermana mayor, Raquel —‘Quety'—, tomaba clases y me gustaba mucho escuchar”, dice Gastón y recuerda: “El programa ‘La música por sus hombres', de Radio Chilena, tenía de cortina una obra de Johann Sebastian Bach, la ‘Tocata y Fuga en re menor', que a mí me fascinaba mucho y trataba de sacarla en el piano, así más o menos. Tendría unos cinco o seis años”.

En los años 50, la familia se cambiaría a Paula Jaraquemada 115, en La Reina, casona que perteneció al antipoeta Nicanor Parra y que fue epicentro de grandes veladas artísticas, que contaron con la presencia de Neruda, Violeta, entre otros. También fue lugar de reunión de los Lafourcade, como en una celebración en 2013, en que Gastón compartió por última vez con su hermano Enrique. Sentados ambos al piano, estando el autor de Palomita Blanca ya con un alzhéimer avanzado, cantaron juntos “Volver” de Carlos Gardel, con toda la familia coreando.

Gastón refiere escuetamente que no le gustó nada una novela de Enrique, Salvador Allende, terminada en diciembre de 1973. “La hizo tratando de quedar bien con la junta, ¿no? Creo que el gran error de Enrique fue haber escrito ese libro. Habla mal de Allende, en un momento en que el golpe militar era una noticia mundial y un golpe a la democracia”.

El músico, que según personas de su familia tiene un carácter muy diferente al de su hermano escritor, fue muy cercano a los hijos de Enrique: Dominique, con quien aún mantiene contacto; y Octavio, que falleció en 2019. Ambos tenían una relación complicada con su padre. Según cuenta Dominique a Sábado, se refugiaron a menudo donde Gastón.

“Era uno de los nuestros. (…) Cuando nos acompañaba, su mirada se suavizaba, se le relajaba el cuerpo y su risa adquiría un sonido agradable y genuino que no se parecía en nada al que emitía de forma convencional. Nosotros nunca lo consideramos un adulto”, escribe Dominique Lafourcade sobre su tío en el libro Una infancia para toda la vida, en el que reconstruye la historia familiar —con una segunda parte: Florecer—.

“Dominique ha resultado ser una chica excelente. Yo creo que mejor que su papá”, dice Gastón con una amplia sonrisa.

“En Chile alcancé a dar un concierto de inauguración el 24 de agosto del 73, en el Liceo Manuel de Salas. Y después tuve que salir y se quedó allá el clavecín”, dice Gastón. Había conocido a gente que había llegado de México por la persecución política del 68. Se hicieron amigos y vivían prácticamente en su casa. “Y ellos me dijeron ‘tienes que irte porque tú ya nos recibiste en tu casa. La dictadura está enterada y te van a venir a buscar'. Y así fue. Llegó la policía de Pinochet a mi casa y yo ya no estaba”.

Ya separado de la madre de sus dos hijas chilenas, la modelo alemana Madeleine Arnold, no tuvo oportunidad de despedirse. Recordando esa época, reflexiona: “En realidad, la gente lo que quería era vivir mejor. Tenemos testimonios de todos los regímenes dictatoriales que ha habido en Cuba, en Haití, en Venezuela, en fin, y el problema es la corrupción que ha existido en los gobiernos. Yo no era de ningún partido, pero sí mis tendencias eran hacia otro tipo de vida. Y eso bastó para marcarme”. Gastón no volvería a Chile hasta el retorno de la democracia, y fueron pocas las veces que lo hizo. Además, recuerda con mal sabor cuando se interesó en las Semanas Musicales de Frutillar, en los 2000, instancia a la que donó un clavecín —el único de los suyos que está en nuestro país— y desde la que, según dice, le negaron una invitación para presentarse.

En la videollamada, Gastón ojea documentos del pasado, que dan cuenta de las múltiples veces que se ha tenido que recomponer ante la adversidad. Entre medio, su pasaporte de asilado político, la entrevista con “El Mercurio” en el 73, un certificado del Conservatorio Tchaikovsky de Rusia, un afiche sobre un concierto en homenaje a su maestro, Julio Perceval, en 1963, y otro del 13 de octubre del 56: “Este es el primer concierto que di, en la Casa de la Cultura de Ñuñoa”. Volvamos atrás.

Después de mostrar interés en el coro de su colegio y en insistir en que lo suyo era la música instrumental, comenzó con clases de piano en el año 1951, cuando ya era adolescente. “Hubiera querido ingresar al conservatorio o algo. Pero superaba el límite de edad para ingresar”. Tomó clases en una escuela en la calle Pedro de Valdivia, con el maestro Armando Moraga.

Terminada la educación escolar, Gastón estudió Psicología en el Instituto Pedagógico. Pero solo un año, pues pronto se dio cuenta de que quería dedicar todo su tiempo a la música. “Mi padre no estaba muy de acuerdo con eso, me dijo ‘vas a tener que arreglártelas solo'. Y así lo hice. Empecé a dar clases a muy temprana edad con lo poco que yo sabía, a otros alumnos que sabían menos que yo”, comenta con humor.

Con el tiempo se fue acentuando su gusto por la docencia, que lo llevaría a ser profesor en la prestigiosa Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) mucho más adelante. Con Susana, su esposa, además, abrieron en Querétaro, frente a su casa, la Academia de Música Santa Cecilia, en donde han formado músicos destacados nacional e internacionalmente —como Juan Salvador Zurutuza—.

El maestro que lo marcó, a inicios de los 60, fue Julio Perceval. Él era belga y venía de Argentina, donde había formado la Escuela de Órgano en Buenos Aires. El 59 llegó a Chile, contratado por la Universidad de Chile, para crear la cátedra de Órgano.

Gastón audicionó y quedó en esa cátedra. Coincidió en que conoció al cantante de la Basílica de la Merced, Boris Subiabre, quien lo invitó a tomar el cargo de organista de la iglesia debido a la muerte del músico titular. “Entonces, hablé con el maestro Perceval, quien me dijo: ‘Acepte inmediatamente. Porque ahí va a tener usted un instrumento donde estudiar'”. El de La Merced era un órgano de tres teclados y 42 registros, uno de los más completos que había en Santiago. “Nos juntábamos en la iglesia con Perceval a la hora en que no había misas, y estábamos hasta que comenzaban las señoras a ronronear el rosario”. De ahí surgió no solo una relación profesor-alumno, sino una amistad con don Julio. Amistad con un abrupto desenlace.

“Me llamaron para organizar una misa de difuntos del cuerpo presente. Entonces fui y hablé con Boris, que iba a estar también”, recuerda el músico. Era el 7 de septiembre de 1963 y alguien había sido atropellado. “Y yo no sabía quién era el difunto. Era mi maestro”. Julio Perceval falleció, dejando tras de sí un legado de músicos en nuestro país.

—¿Cómo empezó la fabricación de instrumentos?

—En Chile, cerca del 65, asistí a un curso donde se explicaba la pedagogía del método Orff, creado por Carl Orff (Carmina Burana) y Gunild Keetman. Me gustó muchísimo, para la formación sobre todo en niños, y se trabajaba con xilófonos que no existían en Santiago. No tenía yo la menor idea de cómo hacer para que un trozo de madera pudiera dar una nota determinada al hacerlo vibrar, pero empecé a ver si podía construirlo

Con esta metodología y el estudio de la luthería, Gastón consiguió un trabajo en el colegio The Grange School, donde trabajaba un carpintero que le ayudó a optimizar el trabajo. Pero después de un par de años, dejó ese trabajo y los xilófonos. “Ya no tenían ningún misterio para mí. Y ya en esa época yo tenía inquietud por el clavecín. Entonces creamos la Asociación de organistas y clavecinistas de Chile. Si bien no teníamos clavecín, había algunas personas que sí lo tenían y que lo facilitaban. Ahí fue naciendo la idea de fabricar. Lo peor que podía pasar es que no resultara y ya”.

Buscando contar con un clavecín y, a partir de una espineta que le llevaron para reparar a principios de los 70, empezó a armar un plano para el que sería el primer clavecín construido enteramente en nuestro país. “Pude conseguir algunas herramientas elementales e instalarme en un gallinero abandonado en la casa de mi mamá. Y empecé a trabajar, con muy poca información. El desafío principal en la construcción de un buen instrumento es combinar fortaleza con ligereza. Después de unos dos años de trabajo, surgió un clavecín. No sonaba tan bien como me hubiera querido. Pero poco a poco lo fui mejorando”.

Gastón recuerda vivamente el discurso de Salvador Allende del 11 de septiembre. Pasado un primer momento paralizante, pensaron en que la bailarina Rosa Bracho, esposa de Gastón, fuera a la embajada de su país, México. “Rosa se fue con mucho riesgo y se pudo refugiar en la embajada. El día 13 conseguí que un amigo con auto me llevara también”.

De su partida improvisada, Gastón extraña dos objetos: un piano de cola entera, que hubiera querido dejarles a sus hijas, pero que desapareció. Y un cuadro: “un retrato que me hizo Claudio Bravo, pintor extraordinario. Yo apreciaba mucho ese cuadro”.

Becado para ir al Conservatorio de Moscú a estudiar un posgrado en órgano y dirección orquestal en el 73, gestionó en la embajada soviética para que se pospusiera dos años. Mientras, tanto él como Rosa entraron a trabajar en una escuela de danza en México, en que él daba clases de música y ella de danza.

Fueron a Moscú en 1975 y regresaron a México dos años después, donde Gastón no podía trabajar por su situación migratoria. “No había entradas de dinero, salvo lo que tenía Rosa, que era muy poco. En Ciudad de México buscamos dónde vivir, pero no había nada que se ajustara a nuestro presupuesto. Entonces tuvimos que irnos a vivir a un pueblito de las afueras, a 30 kilómetros de la ciudad, llamado Atlapulco”.

Viajando para allá, a su nuevo hogar en la sierra, tuvieron un accidente en la carretera. “Una camioneta se salió de su carril y nos chocó. Estuve dos días inconsciente, sin saber qué había pasado. Cuando desperté supe que Rosa había fallecido”. Estuvo 40 días en el hospital recuperándose. “Un tiempo sí tuve que andar con muletas, porque tuve una fractura expuesta de fémur y muchas fracturas en la cara”. En Ciudad de México, la familia de José Ibarra, un asilado chileno amigo suyo, lo acogió y lo cuidó.

Se fueron arreglando poco a poco las cosas. Pudo ingresar a la UNAM a trabajar. “No alcanzaba para mucho, pero pude rentar un departamento muy chiquito donde vivir. Me fui reponiendo de las heridas, de las secuelas”. ¿Y de qué forma un músico puede empezar a rearmar su vida? Pues tocando. “Me gusta, como dicen en inglés, to play. Yo juego”, dice Gastón Lafourcade.

En ese 1977, necesitaba como el agua volver a ser un músico activo. Y recibió una invitación para dar un par de conciertos de clavecín. “Fue muy bueno eso, me reconfortó haber podido cumplir. Este concierto lo hice con el clavecín que había hecho en Chile”, recuerda. Se lo había llevado un amigo que trabajaba en la Cepal, que tuvo la oportunidad de traerlo con su menaje de casa.

Con ese clavecín alcanzó a dar muchos conciertos en distintas partes de México, su hogar definitivo. Luego conocería a la madre de Natalia, María del Carmen Silva, y, por último, a Susana, su esposa y madre de su hijo menor, Gastón —padre de Damián, el nuevo pianista—.

Hoy ya ha dejado la construcción de clavecines: una producción de aproximadamente una docena, siendo los últimos de 186 cuerdas. Puede jactarse de haber sido condecorado con una medalla de honor por la Legislatura de Querétaro, de una nominación a Grammy Latino por un video musical extendido, Quien me tañe escucha mis voces, que grabó junto a su hija Natalia, la famosa cantante mexicana ganadora de 4 Grammys y 18 Grammys Latinos —de quien no le gusta mucho hablar, aunque se llevan muy bien—, que muestra el proceso de grabación de su único disco, Qui me tangit avdit vocem meam, en el que Gastón interpreta principalmente a Bach y Brahms.

Gastón descansa algo ofuscado. No hay más entrevista.

—¿Y qué pasó con ese clavecín?

—Se lo regalé a Natalia. No lo usa, pero bueno, lo tiene.



Gastón en brazos de su madre , junto a sus cuatro hermanos. De izquierda a derecha: Enrique, Eliana, Raquel y Ximena. GENTILEZA DOMINIQUE LAFOURCADE

En la foto, la última vez que Gastón y Enrique compartieron en 2013. Junto a ellos, su hermana mayor, Raquel. GENTILEZA DOMINIQUE LAFOURCADE

Natalia Lafourcade


sábado, enero 11, 2025

Con la “magia” de lo digital, Violeta Parra se subirá al escenario en Congreso Futuro

 

Con un traje con sensores, una actriz encarna a Violeta Parra. A su lado, la cantante Javiera Parra ensaya para el homenaje que se verá en directo pasado mañana. Wise



El Mercurio

Cantará a dúo con su nieta Javiera Parra en la ceremonia de obertura.

Tres meses de trabajo que incluyeron capturar los movimientos de una actriz y el uso de inteligencia artificial, además de coordinar cada paso y trabajar las pistas de audios originales, permitirán traer del vuelta a la gran artista nacional a través de un holograma.

Alexis Ibarra O.


Hace tres meses que la empresa chilena Wise se ha impregnado del espíritu de Violeta Parra. Por eso han revisado videos e imágenes de la artista. Además han estado captando los movimientos de una actriz mediante un traje con sensores, registrando los movimientos de su rostro con dispositivos para luego de ese trabajo, realizar un modelo en computador. Todo para lograr la magia de que la compositora reconocida a nivel mundial, fallecida en 1967, vuelva a subirse a un escenario, esta vez de manera digital.

Esa será la gran sorpresa de la ceremonia de obertura de Congreso Futuro.

Al mismo tiempo, la cantante y compositora Javiera Parra —nieta de Violeta— trabajó con una pléyade de músicos y técnicos para armar un espectáculo de homenaje a su abuela. “Ha sido muy emocionante que me hayan convocado a armar este homenaje que tiene tantas aristas. Es muy espiritual por una parte, pero también es muy moderno y tecnológico”, cuenta la artista.

Dice que es todo un desafío: “En el escenario voy a cantar a dúo con una versión digital de Violeta, entonces hay que hacer convivir esos dos mundos: por una parte interpretar y estar muy conectada con ella, pero al mismo tiempo tengo que estar preocupada de muchas cosas técnicas para que resulte perfecto”, explica sobre el show que se verá en la mañana del lunes.

Del proceso creativo cuenta algunos detalles. “Es como estar en Hollywood donde te graban con un croma de color verde donde todos están haciendo cosas que en realidad no existen”.

Y añade: “Es un proceso largo, con una gran cantidad de gente involucrada. He ido varias veces a ver el trabajo de la actriz que está con los sensores para ver en qué momentos entra ella, qué gestos hace, cómo se mueve”.

En paralelo, ha trabajado con un equipo de músicos, entre ellos Camilo Salinas, Miguel Molina, Cuarteto Austral, Las Corraleras, entre otros.

La tecnología también ayudó en el procesamiento del audio y obtener la pista de voz. “En la grabación de Las Últimas Composiciones está todo metido en una sola pista: la voz y los instrumentos. Trabajamos con Claudio Reed, gran ingeniero que nos ayudó en eso”.

Se trata de un trabajo similar al que se hizo con una grabación de John Lennon para lograr aislar su voz para la última canción inédita de Los Beatles.

Desde el punto de vista musical también había desafíos: “La Violeta canta con una métrica que es marciana, es muy difícil de seguir porque se va acompañando sola de su charango. Y no ha sido nada fácil trabajar la sincronía, el lipsing y la cadencia y es en lo que estoy esforzándome más. Ha significado volver a estudiarla, ya que su forma de ejecutar en términos musicales es muy sincopado y difícil de igualar. Es algo muy profundo y muy genuino”, dice Javiera.

“Toda esta experiencia tiene muchas capas de tecnología: la captura de movimiento, el face tracking en el que se usa IA, el modelamiento 3D”, detalla Igal Weitzman, CEO y fundador de Wise Innovation Studios.


Caminar y sonreír

Y agrega: “Es toda una experiencia ver a la versión digital tocar el charango, caminar, sonreír, saludar. En esencia es un holograma de un ícono de Chile y con el cual estamos reconectando con nuestra cultura”.

Weitzman tiene planes de hacer un pequeño documental para redes sociales con todo el proceso de creación.

“Violeta Parra es tal vez una de las artistas esenciales de las artes en Chile. Ella representa una de las dimensiones más profundas de nuestra identidad. Su trayectoria es multidisciplinar, recorre casi todas las disciplinas artísticas, desde la composición musical hasta las artes visuales. Una mujer de provincia que con su talento se abre espacio en la escena nacional e internacional, contra viento y marea fue impulsada por una búsqueda minuciosa y constante de nuestras raíces”, dice Guido Girardi, vicepresidente ejecutivo de la Fundación Encuentros del Futuro, organizadora del congreso.

“A la gente que vea el espectáculo les diría que tomen este momento como una invocación a Violeta Parra”, concluye Javiera Parra.


Se usó tecnología de face tracking y el modelado computacional en 3D para generar el holograma de Violeta Parra. Wise