sábado, noviembre 27, 2021

La desconocida historia del hijo de Patricio Manns

 

Revista El Sábado - El Mercurio

La desconocida historia del hijo de Patricio Manns

Ian Manns tiene 53 años, síndrome de Down y es uno de los seis hijos que el músico Patricio Manns tuvo con diferentes mujeres. Nació de la relación con la folclorista Silvia Urbina, solo vivió cinco años con su padre, pero creció admirando su figura y su música, desde la lejanía. Poco antes de la muerte de Manns en 2021, tuvo un reencuentro con él. “Yo creo que me faltó estar con él, vivir con él, pero en mi corazón y en mi cabeza siento que era un hombre realmente bueno”, dice.


Por Leo Riquelme

Eran pasadas las ocho de la noche del sábado 31 de octubre de 2015 y Patricio Manns, de camisa manga corta y pelo largo, está sentado sobre una silla frente a un atril con su repertorio. Ya había interpretado La exiliada del sur y Vuelvo.


El video del pequeño concierto que brindó en la Estación Mapocho en un conversatorio de la Feria del Libro de Santiago lo muestra leyendo sus canciones y desacoplándose de los tonos de la banda. Pero a su público le daba lo mismo y ovacionaba cada uno de sus gestos.


Entre los asistentes, sentados en primera fila, estaban dos personas a quienes el cantante saludó en la mitad de su show: la folclorista Silvia Urbina, quien fue pareja de Manns durante cinco años a fines de los sesenta y principios de los setenta, y el hijo de ambos: Ian, entonces de 47 años.


“Hoy es una noche especial para mí, porque en el público está mi hijo”, dijo Patricio Manns desde el escenario.


Al oírlo, Ian y su madre se pusieron de pie, le agradecieron y saludaron a los asistentes.


Hoy, sentado junto a una mesa de mantel blanco en una casa de Cerrillos, Ian recuerda el momento y agrega que su madre lo arreglaba y llevaba a todos los eventos en que su padre se presentaba.


“Yo con él siempre me encontraba en las Ferias del Libro. Ahí conversábamos”, dice.


Es lunes post elecciones e Ian se expresa molesto por el resultado presidencial. Viste una polera negra que lleva el rostro de su padre tocando guitarra, que Manns le regaló el último día en que se vieron.


A su lado está Patricia Rojas, dueña de casa y una de las grandes amigas de Silvia Urbina, quien falleció de un infarto en 2016. Él, debido a su condición de persona con síndrome de Down, necesitaba ante la ley que alguien oficiara como su tutora legal y la familia de Patty asumió esa función sin dudarlo.


—Esta es mi casa —dice él dando un golpe sobre la mesa—. Yo venía acá con mis padres cuando guagua y mi mamá me contó que mi primera palabra fue “papá” y se la dije al papá de la Patty.


Patricia conoció a Silvia Urbina cuando era niña. Silvia era profesora de párvulos y tras haber participado en los años cincuenta en la formación del afamado grupo Cuncumén —que integraron Margot Loyola, Rolando Alarcón y Víctor Jara, entre otros próceres de la música chilena—, en los sesenta creó una agrupación infantil llamada Cuncumenitos.


La enfermedad de una de sus voces y guitarrista principal le permitieron a Patty incorporarse al grupo antes de iniciar una gira por el norte, en la que también participó Manns.


“De repente los chiquillos empezaron a cuchichear que habían visto a la ‘Mami' (que es como le decíamos a la Silvia) besándose con el Pato”, confidencia la tutora, hoy de 69 años.


Quienes conocieron a la pareja coinciden en que ambos tenían un enorme fiato personal y musical. De hecho, una de las grandes canciones de Manns, El cautivo de Tiltil, fue escrita por él e interpretada por Urbina, según consta en el disco ¡El folclore no ha muerto, mierda!, grabado en 1968.


Ese mismo año, de siete meses, en la Clínica Santa María nació Ian.


Ian, de hablar lento, afirma que aún guarda recuerdos de ese tiempo en que vivieron los tres juntos. Cuenta que en el hogar siempre había música y artistas, y que hasta tomó once en las faldas de Víctor Jara cuando los iba a visitar.


Su madre también lo llevaba a sus actuaciones y mientras ella tocaba la guitarra, él se aventuraba con un instrumento de cuerdas de origen venezolano, llamado cuatro. Incluso creó una agrupación de nombre Trigal, para cultivar habilidades artísticas en niños con síndrome de Down, como él. Hoy, Ian toca flauta, piano, guitarra y está aprendiendo a tocar saxofón. Admite que su madre fue quien lo guió en su curiosidad artística.


“Ella es una de las grandes. Está a la altura de Margot Loyola. Eso me da orgullo”, dice sobre Silvia, quien en 2013 fue galardonada con el Premio a la Música Nacional.


Nadie de los consultados por “Sábado” tiene claro cómo se rompió la relación entre Urbina y Manns, pero todos coinciden en que Silvia le fomentó a su hijo una admiración por su padre y su obra que llega al borde de la devoción.


“Para él, su padre no estaba porque estaba haciendo poco menos que la revolución”, dice un folclorista conocedor de la vida de la familia.


Patricio Manns en 1973 partió al exilio y regresó esporádicamente a Chile a partir de 1990. Ian dice que en todo ese tiempo solo se comunicaron ocasionalmente por teléfono y que tomaron once “seis veces”.


Desde fines de los 70, Patricio Manns estaba emparejado con la psicóloga argentina Alejandra Lastra, a quien en el medio artístico reconocen como una “mujer de carácter fuerte” que, en la práctica, le administró la carrera y la vida a su marido hasta que ella falleció, en 2020.


Silvia Urbina murió en enero 2016 de un cáncer de mama. Patricia cuidó de ella hasta el final. El mismo día de su muerte, Ian se fue a vivir a la casa de los padres de Patty.


Sentada en el comedor, la mujer prefiere reírse al contar los problemas que hasta hoy le genera lo porfiado que puede ser Ian con las tareas domésticas. Admite que al principio ella le hacía hasta la cama, pero por consejo de su familia y de especialistas se ha esforzado en ponerle límites, como hacía su madre.


Decidida a buscarle actividades para aumentar su autonomía, Patricia lo integró al Pequeño Cottolengo, donde ingresó a talleres musicales y a trabajar en los huertos. Él cuenta que le resultó fantástico porque su mamá amaba las plantas y porque podía compartir con personas de su misma condición.


Un sacerdote que trabajaba entonces en la institución notó que tenía capacidades artísticas sobresalientes y le recomendó a Patricia que lo llevara a la Universidad Católica, donde funciona el Centro UC Síndrome de Down junto a la compañía de música y teatro de la fundación Mawen.


Audicionó en el Campus Oriente y Patty le aconsejó que interpretara en flauta El derecho de vivir en paz, de Víctor Jara.


“La primera vez que se la escuché fue cuando su mamá recién se había muerto. Fue en un homenaje que le hicieron a ella en el Museo de Violeta Parra y no pude parar de llorar”, comenta.


La elección resultó, Ian fue integrado a la compañía y en junio de 2019 la fundación fue invitada a participar en un congreso internacional de científicos especialistas en síndrome de Down en Barcelona, lo que incluía la presentación de la agrupación artística con la obra Cactus, solo muere lo que se olvida, una pieza inspirada en la vida, obra y arte de Violeta Parra y en uno de los clásicos de William Shakespeare: Romeo y Julieta. En la obra, Ian Manns tocaba la flauta, instrumento que le regaló su abuela paterna, que también era artista.


Ian confidencia que el día del vuelo estaba muy nervioso porque jamás había viajado al extranjero y desde el aeropuerto quiso llamar a su papá por teléfono. Un libro que retrata la vivencia lo muestra justamente hablando por celular.


“Mi padre me deseó que me fuera bien, me contó que junto a mi madre ellos habían ido a Europa y me dijo que me iba a ir bien porque yo era parte de ellos. Me pidió que me portara bien con los compañeros y con el maestro”.


Ian dice que se acordó de esas palabras cuando terminó la presentación en Barcelona y los cerca de 800 asistentes al teatro se pusieron de pie a aplaudir el espectáculo.


“Me vino un ataque de llanto que no podía parar. Me calmaron los maestros, que me decían ‘¡tranquilo Ian!'. Nunca voy a olvidar la voz de Víctor Romero (el director) diciendo: ‘¡Buena Ian, te pasaste cabro!'”, dice llevándose las manos a los ojos emocionado.


Patricia le toma el antebrazo y le acaricia. Sus ojos brillan mientras le mira. Él le responde con una sonrisa y se calma.


Patricio Manns tuvo seis hijos con diferentes mujeres, de los cuales cuatro están vivos. Ian habla con predilección de Liselotte Manns, la hija que tuvo con Amatista Sanhueza, que cuidó del cantautor en su última etapa.


Una fotografía tomada en 1988 inmortalizó el instante en que Ian se conoció con Liselotte. Fue captada en el Hotel Hyatt y en ella aparece una mujer rubia de ojos azules y un joven de barba incipiente y corte de pelo en melena.


—Cuando yo era adolescente me contaron que tenía un hermano con discapacidad y un día viajé a Santiago y llamé a Silvia Urbina, nos encontramos y ahí me lo presentó. Estuvimos un par de horas, conversamos, nos abrazamos. Fue un encuentro muy rico —recuerda Liselotte


Liselotte nació en 1961 en Lota y cuenta que vivió tres años con su padre, hasta que él “salió a buscar su sueño americano y desapareció de mi vida”. El exilio de Patricio tras el golpe de Estado acrecentó aún más la distancia, pero sostiene que jamás le guardó rencor y dice que entiende que los problemas que pudieron existir fueron un asunto de su madre con él, no de ella. En 1990, cuando él regresó a Chile, la contactó e invitó a su primer concierto en Concepción en 17 años.


“Estamos felices de que haya conocido a sus nietos, que se haya reencontrado con sus hijos”, declaró ella en esa ocasión, según publicó en un artículo el diario El Sur.


Con su padre, añade, en los años siguientes se verían esporádicamente en conciertos o cuando ella iba de vacaciones a la Quinta Región y pasaba a tomar té con él en su casa en Concón. La ultima vez, dice, fue en febrero de 2020, cuando notó extraña a la mujer de su papá, por lo que al irse le dejó su número telefónico al conserje para que le avisara si algo raro sucedía. El 1 de septiembre el trabajador la llamó para contarle que Alejandra Lastra se encontraba grave. Liselotte dice que ese mismo día llegó con su maleta, trasladó a Alejandra y a su padre, que tenía diabetes y estaba descompensado, a una clínica. Poco tiempo después, ella falleció de cáncer al colon.


La muerte devastó al artista.


“Ahí mi papá me pidió que me quedara”, cuenta Liselotte desde el teléfono.


Patricia Rojas cree que el ingreso de Liselotte en la vida de Patricio Manns transformó su relación con Ian. Ella realizó gestiones para reactivar los pagos de pensiones que estaban frenados y las llamadas telefónicas entre padre e hijo se hicieron fluidas y constantes. Ian agrega que su papá le regaló incluso un teclado.


Pero ninguno olvida lo que ocurrió el 11 de agosto de este año. Ese día Patty, su papá e Ian fueron a Concón a reunirse con Patricio, Liselotte y su marido.


“Mi hermano y mi padre estuvieron mucho rato solos porque le dimos intimidad, se fueron a un rinconcito y conversaron de hombre a hombre, se tomaron de la mano, se abrazaron. Yo los dejé tranquilos para que se dijeran lo que tuvieran que decirse”, relata Liselotte


Ian cuenta que esa tarde él le agradeció por la llamada que se hicieron cuando él fue a Barcelona, dice que hablaron de Silvio Rodríguez, de música y que él le regaló una polera con su rostro, un disco con sus últimas canciones y un libro sobre el comunismo.


Las fotografías de la velada muestran a los tres Manns sonrientes posando abrigados bajo un sol invernal, en tanto que en un video aparecen Ian y Patricio tocando el teclado. Él mira atentamente los dedos mientras asiente con el ceño fruncido.


Esa noche, coinciden todos, se fueron felices a dormir.


El 25 de septiembre de este año, un mes y medio después de la inédita reunión familiar, Patricio Manns murió.


Patty cuenta que días antes Liselotte la llamó y le indicó que su padre, que padecía diabetes, se encontraba internado producto de una descompensación severa y los médicos le habían advertido que era difícil que viviera.


“Ella me pidió que preparara a Ian”, confidencia.


Ian dice que se lo tomó con calma y explica que con Patty acordaron que ensayaría El derecho de vivir en paz para tocarlo en el funeral.


Liselotte confidencia que antes de morir, su padre le pidió que cuidara a su hijo. “Y aunque no me lo hubiera pedido, yo igual habría estado con él porque es mi hermano, es mi sangre”, agrega ella.


Los funerales de Patricio Manns fueron masivos y avivaron los reclamos porque nunca le dieron el Premio Nacional. Otros folcloristas, en cambio, alegaron por redes sociales por los años de distancia que guardó con sus hijos, especialmente con Ian.


—Mi papá no era un papá presente porque primero estaba enfocado en su trabajo. Y no es que no nos quisiera ni que nos abandonara, sino que nos mantenía alejados para no exponernos por su condición política—asegura la hija—.Pero en el ocaso de su vida ya no le importaba nada.


Ian también se resigna:


“Yo creo que me faltó estar con él, vivir con él, pero en mi corazón y en mi cabeza siento que era un hombre realmente bueno. Para mí, es el hombre más grande de los grandes junto con mi madre”.


En el velorio, Ian tocó su flauta y su padre fue despedido bajo homenajes y canciones de protesta. A los medios, Liselotte les dijo que él se había ido tranquilo y con la sensación de que en último año había logrado sanar heridas pendientes, como consolidar una familia.


Hoy, su hija dice sentirse satisfecha porque cree que aportó a esa felicidad de su padre y se emociona al recordar un momento que compartió con Ian en el funeral.


“Él me dijo: ‘Hermana, no te preocupes. Mi padre no está, pero yo te voy a cuidar. Tú no estás sola'”.


La madre de Ian murió en 2016 . Desde entonces, Patricia Rojas, gran amiga de Silvia Urbina, es su tutora legal. CRISTIAN CARVALLO



“Mi papá no era un papá presente ” , reconoce Liselotte Manns. En la foto, ella con Ian en 1988. Liselotte Manns

Silvia Urbina, Ian y Patricio Manns . Fue a través de la música que sus padres se conocieron. Patricia Rojas