La voz de Saiko y exfuncionaria de la Dirección Sociocultural de la Presidencia durante el segundo gobierno de Bachelet analiza la polémica por sus comentarios sobre el legado musical de Benjamín Mackenna, el vocalista de Los Huasos Quincheros. Malebrán, quien ya ha sufrido amenazas de cancelación en las redes sociales, dice que la intolerancia y la intransigencia han aumentado. “Hay una generación que es muy delicada frente a lo que no le gusta”.
Por Juan Luis Salinas T. Fotografías: Macarena Pérez.
Denisse Malebrán estaba a punto de iniciar una presentación con Saiko —banda a la que se integró como vocalista en 1999— cuando se enteró de la muerte de Benjamín Mackenna, el vocalista de Los Huasos Quincheros. Eran las once de la noche del sábado 14 de enero. Ella leyó un tuit de Rodrigo Osorio —Don Rorro, vocalista de Sinergia y presidente de la Sociedad Chilena de Autores e Intérpretes Musicales (SCD)— donde lamentaba la partida del músico y lo describió “como uno de los sellos distintivos del folclor chileno”. Malebrán le puso un favorito a la publicación y subió al escenario del lugar donde actuaría en Coquimbo. No imaginó que se desataría una polémica en redes sociales.
—En la mañana leí los comentarios contra Don Rorro. Me parecieron injustos. Él cumplió con su deber como presidente de un gremio que reconoce a todos los artistas que fallecen. ¿Por qué no iba a publicar lo mismo que ha escrito sobre otros intérpretes, músicos o autores nacionales con una carrera destacada? —recuerda y agrega:
—Lo que vi en las redes sociales viene ocurriendo desde hace tiempo. Es un matonaje a la persona que opina distinto a lo que está instalado en ese espacio.
Ese domingo, antes de viajar a Santiago, Malebrán abrió un hilo en Twitter donde relató una situación que ocurrió en 2007, cuando la SCD decidió reconocer a Los Huasos Quincheros con el premio “Figura fundamental de la música chilena”. Entonces ella era secretaria general de la agrupación gremial y recuerda que cuando se debatió en una reunión de consejo quién les entregaría el premio nadie quiso hacerlo: les resultaba “conflictivo” porque el grupo folclórico estaba ligado a la dictadura (Mackenna fue secretario de Relaciones Culturales durante una etapa del régimen de Pinochet).
—Entendí los motivos porque los otros consejeros no podían entregar el premio. Algunos de ellos habían sido censurados o fueron dañados durante este periodo. Entonces, estando de acuerdo que había que entregárselos, les resultaba muy difícil hacerlo en una ceremonia. Los entendí plenamente y me ofrecí a hacerlo.
Ella recordó el episodio en Twitter: “Me sentí insignificante ante su trayectoria y pensaba en lo intransigentes que podemos llegar a ser con un legado incuestionable artísticamente”. Y agregó que Mackenna le parecía “una de las voces más lindas del canto tradicional chileno” y que otros lo dirían “pero se aterran de ser mal entendidos x un mundo estricto a la hora de juzgar al que no es como tú”.
—Lo escribí para contextualizar lo que publicó Don Rorro —comenta la vocalista de Saiko.
Pero de inmediato vino la segunda ola de esta polémica y los comentarios se focalizaron en ella. Muchos cuestionaron que se definiera como mujer de izquierda. La trataron de “amarilla”. La llamaron “negacionista” o la acusaron de “avalar a un grupo pinochetista”. Otros, en cambio, la felicitaron y aplaudieron “que supiera separar la obra de la persona”.
—La mayoría de los que responden en las redes sociales son personas que hacen un eco del odio, un eco de querer salir a pegarle a alguien porque traspasa el límite de lo que ellos consideran que es permitido… Me extraña que esto ocurra en un mundo progresista como la música o cualquier manifestación artística. Debiese ser al revés. Defender que cualquier persona tenga derecho a tener una opinión disidente.
—Pero aquí hay un factor político más que artístico. Usted escribió que se trata de un músico que participó de un régimen que instaló la anulación cultural.
—Es contradictorio que quien me dice que no es posible reconocerle el título de músico a Benjamín Mackenna, sea la misma persona que me dé una razón ligada al exilio y a la prohibición de hacer música impuesta a ciertos grupos. No estoy de acuerdo con que se prohibiera hacer música a quien fuera o negarle a una persona su oficio. Pero en lo musical, fuera de su posición política, creo que merece respeto. Porque veo a un tipo que vivió en un contexto político determinado. Uno elige tomar posiciones, pero no elige el momento que le toca (…) Veo a Benjamín Mackenna como un músico que nunca ocupó sus plataformas para hacer política. Tuvo muchos programas de televisión y trabajó con Valentín Trujillo que es comunista.
—Pero se burló de la viuda de Allende en el Patito chiquito…
—Hacer broma de eso me parece sumamente cruel. Jamás voy a estar de acuerdo con eso… Me parece muy respetable que personas que vivieron la desaparición de sus familiares o que fueron violentadas por la dictadura no quieran reconciliarse con alguien que participó en ella. Lo entiendo. Pero otros pinochetistas en nuestro entorno son bastante más virulentos. Comediantes, excantantes, actores que ocupan sus plataformas para defender la dictadura.
Han pasado tres semanas desde la polémica y Denisse Malebrán aún mantiene su postura. Dice que en el mundo real no ha sentido el maltrato de los comentarios en la RR.SS. Anoche animó el Festival de San Bernardo y se sintió bienvenida en un lugar que le trae recuerdos: estudió en un colegio del sector, sus primeras presentaciones musicales las hizo en la plaza de esa comuna y Ana Soto, su madre, que era folclorista e integrante del grupo Cucara, alguna vez tocó ahí.
—Ha dicho que respeta la música de Los Quincheros.
—Eran un conjunto excepcional. Ellos representaban un tipo de expresión cultural muy arraigada en el campo. Los que creen que solamente se escucha cueca chora, no es así. Hay todo tipo de expresiones folclóricas en el mundo rural que no pasan por la lectura política. Los Huasos Quincheros se escuchan mucho en el ambiente folclórico y negarlo porque sus integrantes son de derecha es absurdo… También relacionan su música con ciertas costumbres del mundo campesino que obviamente eran abusivas. Pero culpar a un conjunto folclórico por eso, sería ridículo
Denisse Malebrán detiene la conversación y recuerda a su madre, quien creció en Viluco, una localidad de la Provincia del Maipo, cerca de Santiago.
—Mi mamá fue mi primer farol a la música en el campo. Ella fue opositora a la dictadura, pero reconocía el valor de conjuntos como Los Cuatro Cuartos o Las Cuatro Brujas. Crecí escuchando de todo: Palmenia Pizarro, Cecilia, Los Quincheros, Violeta Parra y Víctor Jara. Me es difícil entender la intransigencia de quienes no aceptan que los artistas pueden tener una opinión política distinta.
Denisse Malebrán está convencida de que han aumentado la intolerancia y la intransigencia por el anonimato en redes sociales.
—Hay una generación que es muy delicada frente a lo que no le gusta. Estamos en una época en que la salida más fácil es la cancelación. Es como, “miren lo que dijo fulanito, no creen que es momento de castigarlo”. Eso opera de lado a lado, porque esto yo lo veo desde la extrema izquierda o de la extrema derecha, o de un mundo muy ultra progresista, donde hay un feminismo radical o un patriotismo descontrolado, entonces, llaman a sus pares a atacar y a perseguir a quien no los representa, lo cual me parece muy barbárico.
La cantante, que por estos días prepara una agenda de conciertos con Saiko y otros para presentar su tercer disco solista que debutó en pandemia, agrega:
—En eso algunos medios de comunicación tienen responsabilidad, porque de algo que uno dice en redes sociales hacen una noticia. Al masificarse, la gente se siente convocada a insultar y denostar porque no está de acuerdo con lo que alguien piensa.
Pero Malebrán aclara que existe diferencia entre alguien que cometa un delito.
—Es distinta la cancelación a partir de actos y de acciones. Por ejemplo de un tipo que se aprovechó de sus colegas actrices. Eso es repudiable y es normal que mucha gente diga: “Yo no quiero tener nada que ver con este personaje”, pero que te castiguen por lo que tú piensas no es justo. En eso no voy a claudicar. Aunque con muchos no estoy de acuerdo, voy a defender el derecho a que exista Natalia Valdebenito, Alberto Plaza, Claudio Narea, Óscar Andrade, o el que sea. Porque ellos, de alguna manera, representan la diversidad de pensamiento frente a un mismo hecho. Lo único que no estoy dispuesta a defender son los discursos de odio y el negacionismo.
Según la cantante, estamos en una época donde hay conflictos sin resolver y en un momento donde es muy fácil confundir cualquier tipo de opinión con un abanderamiento con ciertos movimientos.
—No hemos podido resolver qué pasa con la nueva Constitución, saliendo de un estallido que ha durado harto porque en el fondo una cosa fue el momento específico de 2019 y otra es lo que sigue ocurriendo y sigue ocurriendo. Entonces creo que hay que darle importancia al descontento, pero también entender que hay una generación de jóvenes que no quieren nada. Y también debe haber gente mayor que no quiere nada, pero en el fondo hay un mundo anarquista ahí que también tiene harta voz y que se amplifica ahora más que antes.
Está no es la primera vez que Malebrán se enfrenta a las polémicas en las RR.SS. Dice que “su primera cancelación” ocurrió a finales de 2006. Entonces anunció que dejaba Saiko —pero regresó en 2012— y recibió “un rechazo espantoso” de parte de los seguidores de la banda que “no eran capaces de comprender mi decisión de hacer una carrera solista”.
—De ahí salí fortalecida para entender que con la misma irracionalidad que alguien te puede amar, también existe una pasión negativa respecto a lo que tú eres o no eres.
Al año siguiente, cuando asumió como secretaría general de la SCD, vino otro momento complejo: debió defender una modificación de la propiedad intelectual.
—Significó enfrentarnos al populismo. Apareció la campaña “No soy delincuente” con artistas onderos, que hacían ver como que nosotros íbamos a cortar el internet a quienes descargaban música. No era eso, pero fue potente ver en YouTube un video de alguien con una máscara de mi cara que iba a cortar el internet a una casa.
Y luego vino la cancelación política por su trabajo como asesora de las actividades sociales y la producción de eventos de la Dirección Sociocultural de la Presidencia. Llegó al segundo piso de La Moneda en marzo de 2014, en el segundo mandato de Bachelet, para integrarse al equipo de Sebastián Dávalos. En febrero de 2015, explotó el caso Caval y el hijo de la Presidenta renunció al cargo. Aunque la mayoría de sus compañeros de equipo renunciaron, ella se mantuvo en su puesto por casi tres años.
—Caval para mí fue horrible. Lo viví cuando atravesaba uno de los momentos más tristes de mi vida. Esto fue el 6 de febrero y a la semana siguiente, mi madre —a quien cuidaba en su casa por un enfisema y una osteoporosis extrema— sufrió un accidente cerebrovascular y a los días murió. De ahí en adelante, puse el piloto automático y seguí trabajando por lo menos todo ese año…pero me debería haber ido. Pero no fui capaz, porque lo que me sostenía era la gente y el trabajo que hacíamos.
—¿Y cómo sintió la cancelación?
—Hubo acoso, seguimiento de la prensa, hubo sospechas y personas que siempre van a querer involucrarte. Pero el caso Caval era algo circunstancial en el trabajo de un equipo de profesionales que no tenían relación con lo que pasó.
—Se decía que Sebastián Dávalos y su mujer financiaron uno de sus discos
—Ellos solo aportaron, como tantas otras personas con una pequeña cantidad a un crowdfunding en 2013, mucho antes de que yo trabajara con él... Hace poco conocí, circunstancialmente, a uno de los encargados de prensa de la UDI. Pude decirle: “¿Con qué objetivo ustedes levantaron una polémica tan absurda?”. Porque era absurdo. Es como si empezaran a perseguir a un pintor, porque un comprador de sus cuadros está involucrado en un caso de corrupción.
—¿Qué le pareció el fin de la Coordinación Sociocultural, como la llamó el Gobierno?
—No comparto la idea que instaló el Gobierno de que abolir este cargo es un camino de movilización del Estado. Yo entendí cuando llegué a ese lugar que tenía un enorme valor, indiferente de si era o no era pareja del Presidente o la Presidenta, un familiar o alguien de confianza quien lo dirigía. Ahí se gestionaban actividades que el Estado no es capaz de ordenar, porque no llega a tiempo. Yo organicé las fiestas de la Presidencia, un espectáculo navideño familiar que creó la señora Leonor Oyarzún tras la recuperación de la democracia. Se hacía en el Estadio Nacional y se invitaba a la comunidad general a celebrar. Y muchas fiestas para niños con cáncer, y muchas en regiones. Además me tocó hacer cosas que requerían rapidez como el funeral de Margot Loyola… Desconozco cómo funciona ahora.
Denisse Malebrán medita y recalca su opinión.
—Funcionó con todas las primeras damas y las directoras socioculturales. Luisa Durán se abocó a una campaña hermosa que es “Sonrisa de mujer”. Cecilia Morel, desarrolló “Elige vivir sano”. Nosotros nos enfocamos en un programa que se llama “Chile cuida”. Hoy me alegra que este Gobierno lo recogió como un reconocimiento a los cuidadores. Pero partió con la Presidenta, digamos.
—Tras dejar La Moneda renunció al Partido Socialista.
—No es que dejara de creer, mi posición frente a lo que el partido representaba está intacta. Pero venía golpeada con lo que había pasado y sentí que no aportaba nada siendo militante. Mis grandes referentes en política son socialistas. Admiro a las personas que le devolvieron la democracia a Chile: el Presidente Aylwin, el Presidente Lagos, y qué decidir de la Presidenta Bachelet. Ella es mi referente.
—¿Qué pensó cuando Boric criticó a políticos que admira?
—Antes y cuando asumieron el Gobierno fueron muy críticos con la Concertación. Con lo que se logró durante estos 30 años y, por ende, es difícil sentirme representada por ellos. No me siento parte de esta generación política de izquierda, pertenezco a otra.
La otra gran cancelación de la época Twitter que enumera Denisse Malebrán ocurrió cuando criticó la violencia en la Zona Cero. Habían pasado once meses del 18 de octubre.
—Escribí que era suficiente, porque lo que estaban haciendo empoderaba para que la derecha ocupara esa violencia a su favor. Y así ocurrió. La campaña de Kast se basó en eso. Pero las respuestas fueron brutales, peores que ahora.
La cantante comenta que borró comentarios en redes sociales durante mucho tiempo.
—Lo que anunciara respecto a mi trabajo era replicado con un llamado a no consumir mi música o funarme. Incluso me sorprendió mucho una chica trans que llamaba a que no escucharan más a Saiko por esa crítica a la violencia. Uno imagina que alguien que ha enfrentado un proceso tan difícil como la transición quiere que nadie sea perseguido, que sea castigado por lo que piensa.
—Se dijo que era semaforista, por llamar a no destrozarlos.
—Me siento muy orgullosa de que me trataran de semáforo. Creo que de las brutalidades más grandes hoy es la justificación de la violencia. No hay nadie más perjudicado por actos de violencia que las personas que habitan en el espacio público y que tienen menos recursos. La gran mayoría de la población transita en locomoción colectiva. Cuando queman una micro, perjudican directamente a la persona que tú dices defender… No veo cómo alguien puede seguir justificando que, en honor a una lucha determinada, se siga destruyendo el centro de Santiago. Eso ya no tiene cabida.
—Al igual que ahora, la llamaron “amarilla”.
—Los colores no definen posturas. Estamos atrapados en una discusión arcaica. Creo que todos los que se han ido de la DC, los que han renunciado a sus distintas militancias, tienen derecho a hacerlo porque no hay nada más motivante que cambiar en la vida. No hay nada más lógico que buscar caminos de transformación. Todas las personas tenemos derecho a cambiar o a cuestionar lo que antes pensamos.
—Usted está trabajando con Rodolfo Carter, el alcalde de su comuna donde vive.
—En marzo de 2022 reclamé por una situación y llamó para juntarse conmigo. Fui y me explicó porque la municipalidad no podía resolver mi demanda, pero me invitó que le dijera cosas que me parecieran que no estaban bien en la comunidad. Independiente de su pertenencia política, construimos una relación muy cordial, porque yo sentí que teníamos la misma forma de ver las cosas. El problema más profundo en Chile es que no existe diversidad en los espacios de discusión. La gente convive en tribus, conversa entre ellas sin enfrentarse a opiniones distintas.
Hace unos meses Malebrán empezó a trabajar ad honorem, en la Corporación Cultural de la comuna.
—El sabe que soy muy crítica de las cosas de su sector político. Y sin embargo quiere tener cerca a una persona que piensa distinto. Es una forma también de no perder el foco. Pero yo, como defensora absoluta de la diversidad ideológica, nada de lo que diga me sorprende ni lo rechazo de plano.