sábado, junio 08, 2024

Humo blanco para el valioso legado de Nicanor Parra


 

El Mercurio


Finalmente, sus herederos han llegado a un acuerdo. Personaje clave en este acercamiento fue el rector de la UDP, Carlos Peña, abogado, profesor de Derecho, conocedor y admirador de la obra de Parra.

María Teresa Cárdenas Maturana

“De lo que no cabe duda, a mí me consta, y es bien importante decirlo, es que él tenía la firme voluntad de que parte de su quehacer, tanto de su obra material (artefactos) como de su obra poética, se preservara para las futuras generaciones”, asegura Carlos Peña sobre un punto clave del acuerdo al que llegaron los herederos directos de Nicanor Parra, sus hijos Catalina, Alberto, Francisca, Ricardo, Colombina y Juan de Dios. En ese sentido, el abogado y rector de la UDP remarca que “el tema de la fundación fue para él siempre un propósito; desde mucho antes de su muerte, persistentemente dijo que eso lo obsesionaba. Yo creo que había algo, ¿cómo decirlo?, en la estatura que Parra con toda justicia se autoatribuía, y que era ponerse a la altura de Neruda y de Huidobro, eso era muy fuerte en él. Solía asomarse a su casa de Las Cruces y te mostraba: ‘allá está la tumba de Huidobro, allá está Neruda'. Esa voluntad de permanencia se manifestaba en este anhelo de la fundación, que afortunadamente se va a cumplir”.


Esto, después de seis años del inicio de la disputa legal entre los herederos, en junio de 2018, tras la muerte de Nicanor Parra, el 23 enero de ese mismo año. Radicados en el extranjero, Catalina y Alberto Parra Troncoso impugnaron entonces el testamento de su padre, en el que favorecía a Colombina Parra Tuca y la nombraba albacea de sus bienes. En la contraparte se ubicaron los otros cuatro hijos, de tres madres distintas. “Yo creo que es bueno decir que no fue impugnado desconfiando de nadie, no hay desconfianzas personales en esto”, enfatiza Carlos Peña. Y hace un breve recuento: “Hubo un litigio muy largo, muy sostenido, y finalmente, como consecuencia de varias conversaciones, todos convinieron en ejecutar la voluntad de Nicanor, en el entendido de que esta era que existiera una fundación. Más bien la discrepancia era en cómo hacerlo, porque la fundación, que ahora se va a modificar, nació en medio de esto, y eso impedía que todos se sintieran acogidos y representados en ella. Eso ya se resolvió”.


Peña destaca, en ese sentido, la generosidad de Alberto y Catalina, y de la hija de esta, Isabel. Ellos actuaron a través del abogado Jorge Meneses, mientras que la abogada Claudia Sarmiento procedió por la otra parte. Finalmente, el avenimiento se firmó en mayo en una notaría de Santiago, pero decidieron que no fuera público. Carlos Peña, figura clave en todo este proceso y quien además actuará como árbitro arbitrador —“lo hago totalmente ad honorem, en homenaje a Nicanor, sobra decirlo”—, entrega los términos más relevantes del acuerdo.


Se abrirán las casas


Respecto de la Fundación Nicanor Parra, cuyo directorio pasará de nueve a siete integrantes, detalla: “Lo que se convino fue que los herederos van a nombrar a los directores. Cuatro por una parte y dos por la otra; luego se nombra al presidente o presidenta. De los herederos que están en Chile, uno de ellos podrá ser director, y lo mismo con los herederos que están fuera. Por la parte de Catalina y de Alberto está Isabel, que ha sido extremadamente generosa y colaboradora. Lo mismo Colombina. El resto de los directores habrá que nombrarlos satisfaciendo ciertos criterios que se enuncian y que se van a convenir. El proceso que viene ahora es la reforma de los estatutos sobre la base de estos principios”.


—¿En qué plazo?


“Debiera ser dentro de 60 o 30 días; los abogados ya están trabajando en eso, y si no hay acuerdo entre ellos, me mandataron a mí, de común acuerdo, para que yo resuelva. Va a ser rápido. La idea de todos es no excluir a quienes hoy día son directores. Ya los herederos decidirán quiénes se mantienen y quiénes no, pero todos están muy agradecidos de la labor que hicieron”.


Sin ocultar su satisfacción, Carlos Peña precisa: “Los herederos convinieron transferir en propiedad la casa de Las Cruces a la fundación, con el encargo de que sea un lugar público, de acceso abierto, con los muebles que la guarnecen, destinado a preservar la memoria y la obra de Nicanor. También se conviene aportar a la fundación, y esto no es menor, la casa de La Reina más un sitio circundante de hasta 2 mil metros en comodato indefinido, con el encargo de que se desarrolle ahí un proyecto para preservar la obra de Nicanor”.


En lo que resta del patrimonio, explica, decidieron mantener una regla de igualdad. “Cada heredero lleva una porción equivalente. Esas asignaciones ya están hechas. Ahora lo que viene son dos fases, que pueden ser paralelas: la reforma de los estatutos, para que toda la familia concurra en el tema de la fundación, y segundo, la distribución de los bienes en particular, que será de común acuerdo y donde no haya acuerdo voy a decidir yo, por encargo de ambas partes”.


—¿Y qué pasó con el testamento impugnado?


“Todo eso quedó sin efecto. Todos convinieron en que son herederos equivalentes y se reconocieron recíprocamente esta calidad, todos reconocieron tener la misma voluntad de preservar la voluntad de Nicanor, y todos se agradecieron recíprocamente los esfuerzos que hasta ahora han hecho, a pesar de los malentendidos. Sería bueno ponerlo así”.


La fundación quedará a cargo de “la administración de los bienes, los derechos de autor, la manera en que se exhibirán sus cuadernos, que es la obra secreta de Parra, y que es muy interesante”, detalla Peña. Muchos de esos cuadernos se perdieron, e incluso se realizó una campaña, en vida de Nicanor, para recuperarlos. “Muchos se perdieron, pero muchos se salvaron —enfatiza—. Los herederos no renuncian a la propiedad que tienen sobre ellos, evidentemente, pero los entregan a la fundación para su custodia y para que se vea si se divulgan o no, y cuándo”.


—¿Qué pasará con las obras de Violeta Parra que tenía Nicanor?


“Hay cosas de Violeta Parra que están en la casa de La Reina, que eran de Nicanor, en consecuencia, forman parte de su patrimonio”.


El espacio físico destinado a la fundación será la casa de La Reina, que empezó a ser restaurada cuando Nicanor Parra aún estaba vivo. “Estamos hablando de una familia que no es rica, pero que así y todo cede parte de su patrimonio a la cultura nacional. A mí esto me parece extraordinario. Esto yo lo pondría de manifiesto”, afirma Peña.


—¿Tendrá alguna participación el Estado en la fundación?


“Hasta ahora, ninguna. La fundación, con el patrimonio que tiene, va a empezar a desarrollar proyectos; por supuesto va a haber que presentarse a fondos concursables y solicitar a algunas personas que contribuyan. Pero la familia ha dado un ejemplo notable, realmente, en un país donde la filantropía se hace por fines ideológicos. Lo que se discutió fue cómo hacemos para respetar la voluntad de Nicanor Parra con nuestra propia fuerza”.


—Eso habla también de respetar la independencia de Parra.


“Por supuesto. Yo creo que es una figura que puede enseñarle mucho a Chile. En un país donde hay tanta tentación tribal, un tipo como Parra, que fue de una independencia insobornable toda su vida, hasta viejo, es un ejemplo. Un tipo que nunca pidió ayuda a nadie, de origen popular, una clase media rural, brillante, capaz de sostenerse a sí mismo, con un sentido de la individualidad tan radical. Es un ejemplo para las nuevas generaciones, realmente”.


—¿Cuándo podrá el público beneficiarse de este acuerdo, visitando por ejemplo las casas?


“Bueno, yo confío que de aquí a comienzos del próximo año esté todo funcionando. Gracias a este acuerdo, el público en general, que es a quien le hablaba Parra y cuya voz Parra intentaba reproducir en la poesía, va a poder visitar las casas, ver cómo era Parra, cómo vivía, las cosas que tenía”.


E incluso visitar su tumba, en el terreno de Las Cruces, donde él quiso ser enterrado. “Yo creo que esa voluntad tan porfiada de Parra de estar ahí tiene que ver con su autoconciencia, con el lugar que él tenía, entre Huidobro y Neruda. A mí me parece extraordinaria esa situación física. Siendo Parra quien era, un renovador de la poesía en castellano”.


Como rector de la UDP, Carlos Peña tuvo una larga relación con Nicanor Parra que también se traspasó al plano personal. Aquí, en 2007. José Alvújar


domingo, junio 02, 2024

El auspicioso panorama del piano en Chile

 El Mercurio


Hoy existe una notable generación de pianistas chilenos jóvenes que, después de formarse en el extranjero, han decidido radicarse en nuestro país y desplegar su talento en elogiados recitales. A ello se suma que el Teatro Municipal de Santiago estrenará con una visita estelar su nuevo piano Steinway & Sons; han nacido nuevas instancias de difusión como el Teatro Zoco, el Centro de Extensión de la Universidad de Chile; hay fundaciones que se dedican a donar instrumentos, y los profesores valoran el creciente número y entusiasmo de sus alumnos. Artistas, docentes y gestores culturales analizan el medio con optimismo, sin esconder los desafíos pendientes: la falta de concursos y la escasez de buenos pianos en las principales salas de conciertos.

Maureen Lennon Zaninovic


“Pasmosa versatilidad”.


Con estas palabras, Juan Antonio Muñoz, crítico de “El Mercurio”, se refirió a Sebastián Arredondo (36 años), quien el pasado lunes 22 de abril fue el encargado de abrir el primer Ciclo de Piano del Centro para las Artes Zoco.


“El concierto fue algo muy especial. Valoro la posibilidad de contar con estos espacios”, señala en un contacto telefónico este prometedor intérprete, quien estudió con las profesoras Frida Conn y Liza Chung, en el Instituto de Música UC (IMUC). Tras titularse, realizó un magíster en la Universidad de Indiana y un doctorado en la Universidad de Cincinnati (Estados Unidos).


Juan Antonio Muñoz también se deshizo en halagos a la hora de valorar el desempeño de Danor Quinteros (1983). “Un virtuoso que suma profusa imaginación”, escribió el crítico, a propósito de su actuación en el Municipal de Santiago con “Rhapsody in blue”, de George Gershwin, junto a la Orquesta Filarmónica y el director invitado Helmuth Reichel Silva, en mayo.


También en el histórico escenario de Agustinas, en abril, tuvo lugar el regreso de Gustavo Miranda (1991) con el Concierto para piano N° 1 de Johannes Brahms. El crítico de música Gonzalo Saavedra sentenció que este exbecado estrella de la Corporación Amigos del Municipal de Santiago se “lució desde el comienzo”.


Juan Antonio Muñoz señala a “Artes y Letras” que sin duda hoy “hay una camada de jóvenes que tienen mucho que decir. Pianistas como Danor Quinteros, Sebastián Arredondo y Gustavo Miranda están preparados para enfrentar un amplio repertorio con un respaldo técnico indudable y con ideas interpretativas interesantes. Sus últimas actuaciones así lo demuestran”.


Junto con ello, agrega que “espera que todos ellos puedan desarrollar una carrera internacional, y en ese sentido, es muy importante ayudarlos; no es cosa solo de los privados, sino del Estado, quien debiera invertir y redoblar esfuerzos en apoyar la creación”, concluye Muñoz.


La pianista María Iris Radrigán comenta “que para ella es un orgullo ver a sus exalumnos en los últimos conciertos y en teatros como el Municipal. Han avanzado mucho, pero hay que seguir abriendo más espacios para ellos”.


Danor Quinteros, por ejemplo, pasó por su cátedra en el IMUC. Hasta el 2021, el músico tuvo su domicilio en Austria (Salzburgo) e integró el equipo académico de la Universidad Mozarteum. El también exbecado estrella de la Corporación Amigos del Municipal de Santiago hoy cuenta con una agenda de conciertos impresionante. “En julio me tomaré vacaciones, porque no he parado de tocar desde agosto del año pasado. Es algo bien insólito para un intérprete. ¡Una bendición!”, dice. Danor Quinteros agrega que sus estudios con María Iris Radrigán dejaron huella en él. “Ella ha sido maestra de otros importantes pianistas, como Gustavo Miranda, Carla Sandoval, Christoph Scheffelt y Dafna Barenboim. Fue un sello de carrera y de generación, porque me tocó formar parte de una generación dorada que no sé si se vuelva a repetir y de donde salió, entre otros, el director Paolo Bortolameolli. Con Paolo tuvimos una competencia muy sana e increíble, y eso nos ayudó a crecer a ambos”. Quinteros reconoce que no fue un error regresar a Chile. “¡Todo lo contrario! Hay mucho que hacer aquí y hay muchos músicos que han vuelto después de la pandemia. Para mí, Marco Antonio Cuevas es el descubrimiento más grande. Lo ubicaba solo de nombre. Ya toqué con él y ahora volveremos a hacerlo a dos pianos, el próximo 10 de julio en el ciclo del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile (ver nota relacionada). ¡Un talentazo que merece ser más reconocido!”.


Este último nació en Temuco, en 1988, y es exalumno de Ximena Cabello, en la Universidad Austral. A los 19 años, Marco Antonio Cuevas se fue a vivir fuera de Chile y estudió, entre otros maestros, con el prestigioso músico español Joaquín Achúcarro.


“A los 10 años me escuchó Roberto Bravo. Habló con mis papás y les dijo que si este chico quiere ser pianista, tiene que irse de Temuco. Por temas económicos y familiares, no podía radicarme en Valdivia, así que estuve viajando en bus, dos veces a la ciudad y durante ocho años”, recuerda este intérprete.


Otro ejemplo notable en este esperanzador panorama es el de Mahani Teave (1983), quien el año pasado realizó su primera gira por Estados Unidos y el próximo 16 y 17 de agosto se presentará junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile.


“Yo me formé con Ximena Cabello en Valdivia, durante nueve años. Ella estaba todas las semanas enseñándome, llevándome a escuchar música, a intérpretes y compositores, y sobre todo, me ayudó a tomar contacto con mi ser interior rapanuí, en el sur de Chile”, recuerda la artista en un contacto desde Isla de Pascua.


Andrés Rodríguez Pérez, exdirector del Teatro Municipal de Santiago, aplaude los recientes conciertos en Teatro Zoco de los artistas chilenos Marco Antonio Cuevas y Sebastián Arredondo, quienes han dado, a su juicio, una “muestra de dominio absoluto. Es muy estimulante para el público ver a nuevos talentos con tanto nivel de virtuosismo”, dice. Junto con ello, expresa, en los últimos recitales ha visto “una muy buena convocatoria. Lo más impresionante ha sido el silencio y el respeto de los asistentes. ¡Mágico! Es una muestra de que en Chile el piano tiene muchos seguidores. Es tanta la literatura pianística que existe y, por otro lado, después de la pandemia la gente está volviendo a las salas”, cierra.


Cristóbal Giesen, presidente de la Sociedad Federico Chopin de Chile, hijo de la legendaria pianista Flora Guerra y productor de exitosos encuentros en torno a este instrumento —como el icónico Ciclo Grandes Pianistas del Teatro Municipal de Santiago y el reciente en el Teatro Zoco—, confirma una irrupción de notables instrumentistas nacionales, quienes hoy están cursando posgrados o forjándose un nombre en el exterior. “Estamos viviendo un momento auspicioso. El mismo ciclo de La Dehesa nos ha permitido presentar nuevos nombres y que la gente no había podido escuchar. Hay varios más que están fuera de Chile y que ojalá podamos oírlos en vivo”, apunta. Giesen destaca, entre una larga lista, a José Contreras, quien se formó con Elisa Alisa en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile; Martín Cruzat, exalumno del Instituto de Música de la UC y del maestro Mario Alarcón (ambos están en Austria). Pedro Robert, quien actualmente se está perfeccionando en Londres y que también pasó por el IMUC y por el profesor Alarcón; Álvaro Madariaga (hoy está en Alemania y en Chile estudió con Armands Abols); Montserrat Bravo (también exalumna UC), Felipe Verdugo (reside en Canadá) y Sten Ulloa, este último ganador del Certamen Flora Guerra, en 2018.


El productor profundiza en el buen momento de este instrumento en nuestro país. A su juicio, “una de las razones del éxito es que la música de piano es tremendamente versátil. No está circunscrita solo al Barroco o la música clásica. También está el repertorio popular, el jazz y el poder tocar para dos pianos. Eso la hace una experiencia muy entretenida para los auditores”, expresa Cristóbal Giesen, quien eso sí lamenta la desaparición de señeros concursos para este instrumento, entre otros, el Claudio Arrau de Quilpué y el “Toca el cielo” de la Radio Beethoven. “Yo mismo dejé de organizar el Flora Guerra. Una pena, porque, para que existan concursos, tiene que haber una infraestructura y un apoyo institucional importante. Hoy eso no existe”.


Hablan profesores de piano


La pianista coreana Liza Chung, además de una destacada carrera como solista, es académica del IMUC. En conversación con “Artes y Letras”, destaca la labor de Luis Alberto Latorre, miembro de la Orquesta Sinfónica Nacional e impulsor de un relevante ciclo de piano en el Teatro de la U. de Chile. “Él ha incluido en sus programas a la mayoría de los pianistas que hoy tocan en este país. Eso es un gran, gran mérito”.


Chung afirma que “en los últimos años he notado mayor interés por el instrumento y calidad en los alumnos de piano. Con mis colegas estamos recibiendo más interesados. Al final, los alumnos les terminan dando un prestigio a los profesores”.


Svetlana Kotova ejerce la docencia en la Facultad de Artes de la U. de Chile. La intérprete rusa dice que “estamos ante una nueva generación de pianistas que se está tomando las salas de conciertos con justa razón, porque son todos excelentes”. También destaca que la pandemia fue un aliciente. “El covid nos obligó a estar en casa, y eso llevó a muchas personas a comprar pianos para ocupar su tiempo de manera creativa. En mi universidad el único instrumento que no ha bajado su matrícula es el piano y tengo como alumna un talento que promete mucho: Bárbara Sanhueza (18)”.


María Teresa Sepúlveda es directora del Conservatorio de Música de la U. Mayor y concuerda con que el interés por el piano se ha mantenido. “Es un instrumento accesible, porque en muchas casas de nuestras abuelas hay un ejemplar. Nosotros también impartimos clases abiertas donde participan muchos profesionales mayores y es un aliciente para generar nuevas audiencias”, acota.


¿Falta de pianos?


“Siento que estamos en un muy buen momento. Es una gran noticia la donación de un nuevo Steinway & Sons de Hamburgo para el Teatro Municipal de Santiago, pero el gran problema en Chile es que siguen faltando pianos buenos, sobre todo en regiones”, denuncia Danor Quinteros. Una realidad que bien conoce el abogado Felipe Lecaros, quien motivado por uno de sus hijos que quería tocar comenzó a buscar los mejores ejemplares disponibles. Así nació la Fundación Notes for Growth, con sedes en Nueva York y en Chile, y de la cuál él es su presidente y fundador. “El objetivo es llevar pianos a todas las entidades, corporaciones o grupos que lo necesiten y que no cuentan con tantos medios. No es una donación, sino un comodato, y el único requisito que pedimos es que los cuiden bien”, expresa Lecaros. El presidente de Notes for Growth añade que también están organizando ciclos en la Galería Patricia Ready y que ya han entregado 35 pianos. “Los tenemos desde Antofagasta a Puerto Montt. En general, los instalamos en sitios donde sabemos que se les va a sacar mucho partido, como la Fundación Nocedal de La Pintana, la Fundación Papageno, Teatro del Lago, la Corporación Amigos de Panguipulli y la Fundación Misericordia en La Pincoya, por citar algunos ejemplos. Nuestro sueño es que así, como Gustavo Miranda se encontró con un piano por casualidad en una casa, pueda pasar lo mismo con otros talentos del país”, cierra Felipe Lecaros.


El pianista Alexandros Jusakos y su esposa, la violinista Yvanka Milosevic, lideran el exitoso proyecto “Pianos para Chile”. Jusakos comenta que, en 2024, están cumpliendo 10 años como fundación. “Todo ha sido a pulso y ya llevamos 260 pianos entregados a lo largo de todo el país. Formamos parte del Programa Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras del Ministerio de las Culturas, lo que nos permite realizar conciertos en las ciudades donde donamos instrumentos”.


El también académico del Conservatorio de la Universidad Mayor concluye que “la pandemia nos permitió parar en medio de la vorágine de la vida y descubrir la importancia de la música. Dentro de lo malo que fue, tenemos que agradecer que hoy existe un boom de grandes pianistas que volvieron a Chile, jóvenes y no tanto, y que están tocando en las principales salas”.

domingo, mayo 26, 2024

Violeta de mayo

 



El Mercurio


Antes de darse a conocer como cantante de su obra propia y difusora del folklore chileno, Violeta Parra tuvo un momento artístico español. Recién llegada a Santiago fue testigo en los años 40 de la moda de la música española, que copaba teatros y boites donde cantaban y bailaban los más populares exponentes del flamenco, la copla y el pasodoble. Ella quiso formar parte, como artista, de esta corriente y se presentó en los escenarios con un nombre que evocaba a España.

Juan Pablo González Universidad Alberto Hurtado


Terminada la guerra civil española, América Latina recibía una oleada de cantaores y bailaores de España, unos alejándose del régimen de Franco y otros promoviéndolo, aunque compartiendo los mismos géneros músicales. Varios de ellos se radicaron en Argentina y México, donde junto con participar en abundantes producciones cinematográficas difundidas por el continente, visitaron regularmente las naciones americanas ante un público ávido de españolismos. Es así como la actividad del exilio se fue superponiendo a las embajadas artísticas enviadas por el franquismo temprano como una forma de vencer su aislamiento luego de la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial. El primer destino fue Argentina, en 1948, y al año siguiente se repitió la experiencia con Chile y Perú, y con Colombia y Panamá, buscando países vecinos de distintas zonas de América. De este modo, las dos Españas confluían en el nuevo continente unidas por la misma música.


De todo esto fue testigo Violeta Parra en los inicios de su carrera en Santiago, encontrando en la música española una posibilidad de desarrollo artístico y de apertura al mundo. Su hermano Nicanor le había transmitido la fascinación por la generación española del 27, aquella integrada por Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre y varios más, que habría sido un factor importante para despertar en ella el interés por la cultura y la música española, según sus biógrafos. Esta música no solo estaba en boga en América, sino que también se relacionaba con el exilio republicano luego de la llegada a Valparaíso en 1939 de más de dos mil refugiados a bordo del “Winnipeg”, gracias a las gestiones realizadas por Pablo Neruda en el extranjero.


Violeta siempre tomó partido ante el acontecer político y social de su tiempo, aunque demostrando gran apertura en materias artísticas. Es interesante constatar que ni para ella ni para el mundo progresista del que formaba parte constituía una afrenta el hecho de que el flamenquismo y la copla, los dos géneros españoles que imperaban dentro y fuera de España desde los años treinta, fueran también promovidos por la diplomacia musical franquista. Dicho público los apreciaba igual que las canciones recogidas por García Lorca o entonadas por el bando republicano. Además, para la migración y el exilio, todo ese repertorio era una forma de reencontrarse con trozos de la España lejana.


Es en este contexto que Violeta Parra comenzó a integrar música española a su repertorio de cantante de bares a fines de los años treinta. Luego de llegar a Santiago a los diecinueve años de edad, había encontrado su primer trabajo estable en el restaurante El Popular, de la esquina de Matucana con Mapocho. Violeta combinaba canciones españolas con boleros, rancheras y corridos que ya aparecían en el cine mexicano exhibido en el país. Todo esto lo absorbió con prontitud, a lo que agregó algunos tangos y las infaltables cuecas como fin de fiesta. Al frente de El Popular estaba el Tordo Azul, que pronto se transformaría en su principal escenario y lugar de encuentro con su primer marido, padre de Isabel y Ángel.


El desembarco español


Por ese entonces, dos cantaores flamencos refugiados en Buenos Aires visitaban Chile en forma recurrente: Juan Mendoza –El Niño de Utrera– y Ángel Sampedro –Angelillo–. Fue el Teatro Baquedano el que albergó el debut de Angelillo en Santiago a mediados de 1944, quien cinco años más tarde regresaría para presentarse en la recién inaugurada boite Goyescas de la esquina de Estado con Huérfanos, escenario principal para la música española en la capital. Angelillo era el músico español con el mayor catálogo discográfico en el país, destacándose sus discos RCA Victor grabados en Santiago de bulerías, farrucas, zambras y pasodobles, géneros con los que Violeta Parra aprendería a cantar español.


El Niño de Utrera también vino varias veces a Chile desde los años cuarenta, al comienzo como parte del elenco del espectáculo de variedades selectas Cabalgata, del Teatro Lara de Madrid, que incluía canciones, poesía y baile a cargo de cancionistas, estilistas, bailarines gitanos y guitarristas flamencos. Algunas de sus canciones fueron publicadas en partituras para canto y piano por Casa Amarilla en Santiago, reflejando el interés que despertaba esta música en el público ilustrado. Estos espectáculos fueron coronados con la llegada en noviembre de 1945 de la diva mimada del franquismo: Concha Piquer, junto a su espectáculo Canciones y Bailes de España. La presencia en Valparaíso y Santiago de la Piquer con un elenco de veinte integrantes –más sus memorables baúles–, resultaba todo un acontecimiento artístico y social para el país. Luego de haber sido una cupletista de renombre, Concha Piquer hacía carrera con la copla, una canción narrativa de amor basada en géneros flamencos y folclóricos de gran despliegue escénico. La copla era popular desde antes de la guerra civil, les sirvió a los vencidos para sobrellevar la derrota, y también fue instrumentalizada por el franquismo como reflejo de la España profunda. Esta faceta artística o selecta de la música y el baile español es la que más le atraería a Violeta Parra y dentro de la cual desarrolló su propia carrera como Violeta de Mayo.


No cabe duda de que el fomento de la hispanidad propiciado por el franquismo en América, sumado al exilio republicano, contribuyó a estrechar lazos intelectuales, políticos y artísticos entre el mundo hispano con la música y sus industrias asociadas jugando un papel central. La continua presencia de artistas del cante flamenco y copla en México, Santiago o Buenos Aires puede haber contribuido tanto o más a revertir la “desunión espiritual de los pueblos hispánicos” como se quejaban en España, que la labor de embajadores, ministros e intelectuales afines y opositores al régimen. Las continuas visitas de artistas españoles a Chile y la permanente oferta de discos y de españoladas cinematográficas contribuyeron a formar un público especializado posible de alimentar localmente. De esto se encargarían varios artistas chilenos que construyeron personajes artísticos españoles. Junto a nuestra Violeta de Mayo, se destacaba Pepe Lucena, apodo con el que Francisco Gómez Ortiz se presentaba en Radio Minería y en El Goyescas como cantaor flamenco; el destacado bailarín y coreógrafo Paco Mairena, en su faceta de bailarín gitano; Manolita Reina, presentada como estilista andaluza, y el guitarrista Claudio Moral, entre muchos otros. Asimismo, las orquestas chilenas incluían habitualmente repertorio español en sus actuaciones, especialmente la dirigida por Don Roy, quien en los años cincuenta publicaría varios discos con arreglos de jotas y pasodobles.


La radio se sumaba con fuerza al auge de la música española en Chile no solo incluyendo repertorio español en su programación diaria, sino que también ofreciendo programas especializados en música española. Este era el caso del Colmao Llodrá, programa dominical transmitido por Radio Minería desde comienzos de los años cuarenta, que “se ha convertido en clásico dentro del ambiente”, señala la revista Ecran. Programas como estos le permitieron a Violeta Parra familiarizarse con el repertorio español mientras criaba a sus pequeños hijos en casa. Al poco tiempo, comenzaría a ser noticia por sus interpretaciones de canciones españolas por Radio del Pacífico. Su voz es “sumamente bien afiatada y firme, con algo de la de Imperio Argentina” señala Ecran. En efecto, luego de haber conocido cupletistas de circo cuando adolescente, Violeta encontró inspiración en la cupletista y actriz de cine Imperio Argentina, nacida en el país trasandino pero radicada en España, donde llegó a ser otra de las artistas favorecidas por Franco. Algo que Violeta Parra no tenía por qué saber.


El paso decisivo


En medio de la eclosión de giras de artistas españoles por América y de la aparición de artistas locales personificados como españoles, Violeta Parra daba el paso definitivo para entrar en gloria y majestad al mundo de la música española. Esto lo logró ganando un concurso de canto y baile organizado por exiliados españoles en el Teatro Baquedano en 1944, el mismo lugar y año en que debutaba Angelillo en Chile. Es allí donde se presentó como Violeta de Mayo, mes en que se conmemora en España el levantamiento contra la invasión napoleónica y la fiesta de San Isidro, patrono de Madrid. Al mismo tiempo, en Chile se celebra la Cruz de Mayo, de la cual Violeta era devota, celebración que provenía de España y, como en muchos lugares del mundo, se conmemora el Día del Trabajo. Gran parte de lo que era y de lo que quería ser Violeta se encarnaba en el mes de mayo.


Como siempre, Violeta Parra se preparaba muy bien para lo que hacía, y con la asesoría de Jesús López, profesor español de bailes regionales, había aprendido a cantar y bailar zambras, farrucas, pasodobles y sevillanas. Hasta habría aprendido a tocar castañuelas, adminículos indispensables para el baile y el cante flamenco. Premunida de todo este bagaje, ingresó a la compañía del actor melodramático valenciano Doroteo Martí, con quien realizó giras por el país, actuando, cantando, tocando y bailando música española junto a sus dos pequeños hijos. Además, madre e hija fueron contratadas en 1946 como número español en la recién inaugurada boite Casanova, de la calle Huérfanos de Santiago. Allí Violeta era presentada como una auténtica intérprete del folklore español, que ya cantaba con un logrado acento castizo.


Sin embargo, en sus primeros seis discos para RCA Victor, grabados con su hermana Hilda entre 1949 y 1952, Violeta Parra no incluyó el repertorio español al que la había conducido su hermano Nicanor, que por ese entonces estudiaba en Oxford. Al parecer, luego de haber visto a la espléndida bailaora, cantante y actriz española Carmen Amaya en el Teatro Municipal de Santiago en febrero de 1950, habría asumido que ella no era una española auténtica, como recuerda su hijo Ángel, poniendo fin a Violeta de Mayo. De todos modos, en sus años dedicada al repertorio español, Violeta Parra incrementó su experiencia escénica, se inició en la radio, se enfrentó al micrófono, realizó sus primeras giras nacionales y pudo integrar a su familia a su actividad artística. Todo esto marcará su carrera a partir de los años cincuenta, enfocada en la difusión del folklore chileno y de su propia obra por el mundo.

domingo, mayo 12, 2024

Quilapayún: “Siempre hemos estado angustiados con la repetición”


 

El Mercurio


Próximos a cumplir 60 años de historia, el conjunto prepara un concierto inédito en su carrera, con el atractivo de un sonido inmersivo y una selección especial de su repertorio.

José Vásquez

Lo de romper esquemas no es nuevo para Quilapayún, figuras capitales dentro del movimiento de la Nueva Canción Chilena, asociados primero al folclor, por sus reconocibles ponchos negros, pero por contrapartida, siempre atentos a la vanguardia. Es por esto que Eduardo Carrasco, director de la banda, llama a no sorprenderse con que ellos vayan a realizar, este 18 de mayo en el Centro Cultural Ceina, un inédito concierto con sonido inmersivo, porque lo del conjunto y la tecnología es una historia ya de larga data.


“Siempre nos ha interesado hacer ese tipo de experimentos”, señala Carrasco, quien recuerda que en 2003 realizaron un show en vivo y en directo, con músicos en Chile y en Europa, gracias a una incipiente versión de una videoconferencia. “Fue un concierto donde algunos miembros de Quilapayún estaban en Francia y otros acá en Santiago, en el auditorio de la Torre Telefónica y, al final, lo que escuchaba la gente era la suma de los dos lugares. Fue muy bonito; de hecho, eso salió en las páginas de Tecnología de ‘El Mercurio'”, recuerda el músico, quien hace 21 años ya visualizaba las posibilidades que iba a ofrecer el futuro.


“Las proyecciones son asombrosas, muy pronto asistiremos a conciertos donde la orquesta estará tocando en Chile, el solista en Japón y otra parte en Nueva York”, declaraba el director del grupo entonces, en agosto de 2003 a este diario y hoy también postula algo similar, antes de su show con este sonido en 360 grados: “Desde el punto de vista puramente musical, es un recurso artístico importante y es probable que después se vuelva más común hacer este tipo de cosas”, señala Carrasco.


La idea surgió luego de que Sergio Stecher le presentara al grupo las posibilidades que ofrecía el sonido inmersivo. “Él, que hace sonido a casi todos los grandes espectáculos que se realizan en Chile, nos mostró su sala donde lo tenía instalado y quedamos en utilizarlo en un concierto cuando tuviéramos un teatro adecuado, porque no se puede hacer en cualquier parte”, destaca el músico sobre la particularidad de esta propuesta, que se caracteriza porque se podrá oír el concierto desde todos los sectores del recinto, es por eso que al show lo titularon: “P´aquí, p´acá, p´allá, payún”.


“Los parlantes no están solo al frente dirigidos al público, como habitualmente se hace en los conciertos. Aquí estarán alrededor de la sala, donde se podrá oír una voz que llega de atrás, otra de adelante, de al lado, todo en un sonido envolvente”, describe Carrasco, que dice que utilizarán esta tecnología, “sin que se transforme en una cosa artificiosa” y “aprovechándola como una especie de instrumento más”, señala. “Será como escuchar nuestra música habitual, pero de otra manera”, explica.


Para Quilapayún, este concierto nació con la idea de hacer un espectáculo “con las canciones más logradas en nuestra historia y no necesariamente las más populares”, plantea el músico que cuenta que hicieron un listado que se cerró en 20 temas, que serán los que interpretarán.


“Una característica nuestra es siempre estar haciendo cosas nuevas, entonces con un repertorio enorme, de unas 400 o 500 canciones, donde se encuentra una gran variedad de estilos, damos cuenta que siempre entendimos al grupo como una especie de taller de creatividad porque siempre hemos estado angustiados con la repetición”, explica Carrasco.


“Nos gusta experimentar, estar atentos a cosas nuevas, por eso el grupo es una cosa difícil de definir en lo musical, porque hemos hecho cuecas, cantatas, música clásica, hasta trap con Pablo Chill-E”, sostiene el director de la banda y reafirma su compromiso de “romper con la monotonía, salir de la repetición y buscar la renovación”, como objetivo invariable del conjunto a lo largo de estos casi 60 años de trayectoria.

martes, abril 09, 2024

Consolidan el gran archivo de Juan Amenábar en la Biblioteca Nacional

El archivo resguarda 50 partituras del catálogo de Juan Amenábar, compositor e ingeniero hidráulico.


 El Mercurio


En 1957 compuso “Los peces”, una obra pionera en el campo de la electroacústica, y décadas después formó el Gabinete Electroacústico para la Música de Arte. Donado por su familia, un cuerpo de sus partituras, cintas magnetofónicas, manuscritos y documentos académicos llegará al Archivo de Música.

IÑIGO DÍAZ

El trajín doméstico en la casa de calle Domingo Bondi incluía todo lo que le puede ocurrir a una familia con niños, salvo que ahí los niños eran parte de una creación. En su estudio, el compositor Juan Amenábar tenía libros, documentos archivados, un piano y el chelo que le perteneció a su padre, y además altavoces, micrófonos y grabadoras. Con todo ello elaboraba su música.


“A veces nos pedía a nosotros que participáramos de sus experimentos con sonido. Hay obras que tienen la voz de mi mamá o de mi hermano Claudio. A mí una vez me pidió que tocara ese chelo. Nosotros ayudábamos a generar el sonido. Desde esa casa surgió absolutamente todo”, cuenta Juan Cristián Amenábar, uno de los cinco hijos del músico e ingeniero hidráulico fallecido en 1999, a los 76 años.


Junto con su hermana, la cantante lírica Magdalena Amenábar, son los impulsores de la donación que esta semana recibirá la Biblioteca Nacional: el archivo definitivo de Juan Amenábar. Consiste en una serie de documentos relacionados con su quehacer creativo, desde el ámbito académico y docente, hasta cartas, programas y recortes de prensa. Pero lo más significativo es un nuevo cuerpo de partituras, que se unirán a las 50 que fueron entregadas por su familia en 2013 como primera etapa de la consolidación del archivo. A ello se añaden los objetos que mejor representan a un músico electroacústico: las cintas magnetofónicas.


“Son unas 20 cintas en sus cajas, debidamente etiquetadas. Como ingeniero, mi papá era muy meticuloso. Hay cintas rotuladas como ‘material base' para tal obra y otras que dicen ‘original' de tal otra. Es material de los años 50, 60 y 70”, dice Juan Cristián Amenábar. “Existe un mundo en este archivo, lleno de apuntes y borradores. Nos ha tomado 25 años investigar ese contenido. La donación no termina aquí. Ya estamos pensando en una tercera etapa de entrega, que incluiría sus tres grabadoras”, agrega.


“Un archivo comprende toda la documentación generada por alguien en el transcurso de sus funciones y tiene un sentido privado. En el caso de Amenábar, este se construyó naturalmente y cuando murió pasó a ser un archivo histórico con acceso público”, señala Cecilia Astudillo, jefa del Archivo de Música, que custodia la documentación de compositores como Alfonso Letelier, Gustavo Becerra y Miguel Letelier, pero también de figuras como Valentín Trujillo, Eduardo Peralta y de los sellos discográficos Alerce y Raíces.


“Amenábar fue el primero que se percató de lo importante que eran estos archivos de los músicos. En 1970, él gestionó que en la biblioteca se creara el Archivo del Compositor, que hoy es nuestro Archivo de Música. A este conjunto de apuntes, cartas, manuscritos, fotografías los llamamos ‘expediente de obra', porque son el registro del proceso creativo de una obra y tienen el valor de la autentificación”, cierra.




Varias partituras, como “Divertimento cordovés” o “Los peces”, requerían papel de hojas desplegables. IÑIGO DÍAZ



El material en custodia incluye valiosos vinilos de época. BIBLIOTECA NACIONAL


viernes, marzo 01, 2024

Marcela Parra y una música hacia el silencio y la palabra



29-02-2024

El Mercurio


“Poetas de Chile” es una serie de seis documentales que cuenta con música de la compositora, cantautora, profesora y también poeta.

IÑIGO DÍAZ

La Marcela Parra (1981) de hace una década es distinta a la actual. En su primer disco, “Astronautas en la playa” (2015), abundaba la palabra poética escrita y cantada a la manera de un trovador. Hoy, esa palabra reaparece en diversas formas, incluso la palabra en completo silencio, algo que ella ya había esbozado en su segundo trabajo, “El sonido no coincide con la imagen” (2019).


“Las metodologías y las herramientas musicales cambiaron para mí porque pasé del canto y la guitarra al trabajo con medios digitales. Es una experimentación que ahora se profundiza en esta obra de cinco partes, una música para imagen, la banda sonora de documentales”, dice Marcela Parra, compositora, autora, profesora universitaria de arte y también poeta: el año pasado publicó el poemario visual “La pescadora de estrellas” (Pez Espiral).


Acaba de lanzar su tercer disco, “Poetas de Chile”, esa obra de varias secciones a la que se refiere y que opera no solo como música incidental, sino como un relato simultáneo y con vida propia. Con composiciones en la estética de la electrónica ambient, acompaña los documentales del mismo nombre producidos por Archipiélago Films y dirigidos por Gerardo Quezada, próximos a estrenarse en canales culturales de TV y plataformas digitales. Son capítulos de 25 minutos, que recorren el imaginario y pensamiento poético de autores como Lionel Lienlaf, Carlos Cociña, Carmen Berenguer o Rosabetty Muñoz, situados en sus propios espacios de vida: la costa lafkenche, la ciudad de Los Ángeles, el corazón de Plaza Italia o un bosque chilote de cielos cubiertos.


“Quise representar esos territorios con collages sonoros, creados por distintos elementos de mi banco de sonido y su modulación a partir de sintetizadores digitales que emulan antiguos aparatos análogos: el Pigment, el Jup-8 o el Buchla. Me he inspirado en compositoras que han utilizado estos sintetizadores de los años 80, como la estadounidense Suzanne Ciani o la italiana Caterina Barbieri”, dice Marcela. “Es interesante representar el silencio, la poesía y la naturaleza a través de las herramientas digitales, porque a la nota y su duración añade la posibilidad de transformación”, agrega.


Marcela Parra integra la Orquesta de Poetas, y su voz aparece en el reciente álbum “Todas voces”, del sello Discos PM, que también edita “Poetas de Chile”. Además de componer, dar clases y ser mediadora en el Palacio Pereira, aparece en otra saga de documentales transmitidos por 13C, “Ellas en la palabra”, donde comparte espacio con mujeres poetas: Verónica Zondek, Margarita Bustos y Roxana Miranda, entre otras.