La localidad portuguesa, inspiradora del himno de la Revolución de los Claveles, ‘Grândola, vila morena’, de José Afonso, conserva muy viva su aura revolucionaria y organiza el Encontro da Canção de Protesto, que este fin de semana acogió conciertos y charlas con figuras como Estravagarios (miembros históricos de Quilapayún), Vitorino, A Garota Não, Bernardo Fuster y Luís Cília
Grândola es ese lugar de Europa donde, un caluroso sábado por la tarde, un centenar de vecinos se levantan del sofá para acudir a una charla sobre el papel de los cantautores en tiempos de las dictaduras latinoamericanas. Y donde la etiqueta de ‘canción protesta’ sigue tan o más viva que cuando, cinco décadas atrás, el trovador José Afonso dedicó a una batalladora institución local, la Sociedade Musical Fraternidade Operária Grândolense, la composición que, el 25 de abril de 1974, devendría himno popular de la Revolución de los Claveles, ‘Grândola, vila morena’.
Las credenciales imprimen carácter a esta localidad del Alentejo, a una hora de Lisboa, que luce no solo un aura simbólica: es aquí, en este municipio de consistorio comunista, donde cinco años atrás surgió el Encontro da Canção de Protesto, inspirado en el Encuentro que acogió La Habana en 1967 (germen de la Nueva Trova). Un ciclo de conciertos y actividades culturales, todas de acceso gratuito, con presupuesto público (ayuntamiento, Associação José Afonso y tres institutos lisboetas) que, muy a contracorriente, rechaza la noción de ‘festival’. “No es un evento festivo sino un espacio para la concienciación y la reflexión”, un lugar de encuentro de “artistas ajenos al entretenimiento, con una dimensión social”, explica José Abreu, el joven y entusiasta (30 años) representante municipal en el Observatório da Canção de Protesto, que en estos últimos años ha traído a figuras como Paco Ibáñez, Pi de la Serra y Maria del Mar Bonet.
Aquella primavera
Su sexta edición, este fin de semana, ha apuntado en buena parte a los trovadores en las dictaduras de España y Latinoamérica, ahora que se acerca a el 50º aniversario del asesinato de Víctor Jara (el 16 de septiembre). El pase del documental ‘El derecho de vivir en paz’, de la chilena Carmen Luz Parot, se sumó a una parrilla de actividades que no resultó oceánica, sino selecta y muy mimada, con conciertos, una exposición y sendas mesas redondas.
Actuó un grupo de leyenda, Estravagarios, veteranos de Quilapayún como son Rodolfo Parada y Patricio Wang, que recordaron “la ilusión y la esperanza” que les transmitió aquella primavera portuguesa de 1974. Fue paradójico, hizo notar Parada, que en aquel tiempo “unos militares derribaran una dictadura mientras otros levantaban otra”, deslizó comparando a Portugal y Chile. Estravagarios lucieron sus poderosas voces y sus minuciosas instrumentaciones, con guitarras, charango, flautas y percusiones, evocando tanto a Víctor Jara como a Violeta Parra, y citando la ‘Cantata de Santa María de Iquique’ (creada a partir de la matanza de un millar de obreros en una protesta en 1907), ‘La muralla’ y el himno de himnos ‘El pueblo unido jamás será vencido’.
Sentimiento fraternal
En cada butaca del Cine Granadeiro habían colocado un clavel. El Encontro cuida los detalles y propaga un ambiente de camaradería entre organizadores, creadores y público. Lo percibió Rodolfo Parada, yendo más allá si cabe, cuando en su mesa redonda (donde tomó parte el histórico cantautor portugués Luís Cília) señaló que en Grândola, “sin ser una capital, existe un sentimiento fuerte, solidario, fraternal, que nutre a todo aquel que la visita”. Otros dos veteranos ofrecieron conciertos, el portugués Vitorino y el gallego Miro Casabella (miembro, en los 60, de Voces Ceibes), así como una atractiva voz de nueva planta, A Garota Não, reflejo de que esta ‘canção protesta’ no es cosa de melancólicos provectos.
La plática sustanciosa la desató también Bernardo Fuster, que recordó cuando operaba como cantautor clandestino, en la órbita del FRAP, bajo el nombre de Pedro Faura (antes de unirse a Luis Mendo en Suburbano), y confesó que, escuchando a José Mário Branco, descubrió “que era posible hacer canción política con un nivel altísimo de calidad”. Tema de eterna discusión, este, ante el que José defiende la exigencia artística, si bien observa que, en ocasiones, “una canción sencilla, panfletaria, puede ser muy importante”.
Quizá sea el momento de crear algunas de ellas, nuevas y, si es posible, muy buenas, ahora que la extrema derecha no solo enseña las fauces a escala europea, sino que merodea por el Alentejo y el conjunto de Portugal, asentada en la marca Chega! (es decir, ‘basta’). “Nos preocupa la perspectiva nacional, que esto se contagie como un virus”, cavila José Abreu. Mientras llega, o no, un nuevo himno, el culto a José Afonso sigue resonando en estas calles y, con él, la melodía de “Grândola, vila morena, terra da fraternidade”.
Rodolfo Parada y Patricio Wang (de Estravagarios), con Luís Cília y Nuno Pacheco./MUNICIPIO DE GRÂNDOLA |
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