El Mercurio
Este viernes se lanza su nuevo disco, en el que el británico grabó todos los instrumentos. Una pieza que completa una trilogía iniciada hace ya 50 años.
José Vásquez
La pandemia, el aislamiento y a componer. Tal como en 1970, con el terremoto que significó entonces el quiebre de Los Beatles, la vida, en ciertos aspectos, se lee cíclica para Paul McCartney (78). Si esa vez se refugió en una granja escocesa para vivir la crisis y luego, regresar a Londres para grabar su primer álbum solista titulado, “McCartney”, ahora con el encierro obligado que llevó por el coronavirus en su hogar en Sussex, al sur de Inglaterra, repitió el camino solitario de creación, pero desde su estudio casero.
Son varias las similitudes que unen esta trilogía homónima que se completa tras 50 años con el disco que lanza el próximo viernes “McCartney III”. Que lleve su apellido, supone que todas estas canciones han sido parte de su obra más personal, más allá de que hayan sido compuestas, grabadas en todos sus instrumentos y producidas por él mismo.
Y también rupturistas con su catálogo, porque el segundo volumen, lanzado en 1980, significó romper su molde estilístico introduciéndose en la electrónica y los sintetizadores fusionados con el rock. “Maybe I'm Amazed” fue la gema del primero sin sus históricos compañeros de Liverpool; “Coming Up” del que vino 10 años más tarde y “Deep Deep Feeling”, que se podrá escuchar desde este viernes, que aparece como una de las canciones más relevantes de su último álbum.
El tema es un viaje que supera los ocho minutos, con quiebres de ritmo, pasajes instrumentales, armonías vocales y una guitarra virtuosa. Una pieza inspirada en la que el músico fluye libre mientras el mundo sigue cautivo.
Paul McCartney no había planeado hacer un disco este año, pero las circunstancias lo llevaron a eso, contó en un comunicado en el que señaló que retomó algunas composiciones que nunca había completado y otras que surgieron durante las semanas de incertidumbre que aparecieron a inicios de este 2020.
Lo nuevo del exintegrante de Los Beatles no responde a expectativas ni ambiciones de nadie, más que la motivación propia por hacer música, explicó el británico, quien señaló que se estaba divirtiendo en el estudio y que de pronto se dio cuenta de que tenía un álbum.
Sin un aparente plan maestro, lo nuevo de McCartney ha logrado consenso en la crítica británica. The Guardian le dio cuatro de cinco de sus estrellas y sostuvo que este “disco realizado durante el confinamiento tiene sus mejores canciones en años”; el periódico The Telegraph le dio la misma puntuación, señalando que “era el antídoto caprichoso para un año miserable”, y la revista NME repitió también la calificación y lo describió como “un regreso estelar”.
Este tercer capítulo del músico abre con la instrumental y acústica “Long Tailed Winter Bird” y sigue con el pop con letras de tiempo presente de “Find My Way” (“No solías temer a días como este y ahora estás abrumado por tu ansiedad, déjame ayudarte”). Hay folk en “The Kiss Of Venus” y rock en “Lavatory Lil”, que sube la intensidad en la filosa guitarra de “Slidin'”, donde alza la voz en el tema más intenso que ha grabado en años. “Sé que debe haber otras formas de sentirme libre, pero esto es lo que quiero hacer y quién quiero ser”, canta ahí, en una frase que funciona como línea editorial al impulso de lo nuevo, un trabajo sin pretensiones, ecléctico y que entusiasma.
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