El Mercurio
El cantautor asume la “apatía” con que abordó su carrera y que ahora dejará atrás con múltiples discos.
José Vásquez
Las cuentas no fueron las esperadas. Chinoy, una revelación subterránea que emergió justo antes de la masificación del streaming, un cantautor que se hacía reconocible a la primera escucha gracias a una voz sin género y una rebeldía poética que se escribía en base a una colección de historias con Valparaíso como telón de fondo, optó por evadir las expectativas y la atención mediática.
Luego de dos discos, “Que salgan los dragones” (2009) y “De loco medieval” (2015), anunció en 2018 que se iba de Chile, porque “adonde me vaya me irá mejor que acá”, decía entonces a “El Mercurio”. Decepcionado por los resultados, emigró a Córdoba (Argentina), pero la inestabilidad económica complejizó el plan, en un período que sin embargo, en lo artístico, fue positivo, cuenta ahora desde su hogar familiar en San Antonio.
Chinoy instaló un estudio de grabación casero y desde ahí ha multiplicado su cancionero exponencialmente. El viernes pasado lanzó su tercer álbum “Saliendo del otro”, donde experimenta con la electrónica en un trabajo grabado en Alemania con Rodrigo González y para los próximos meses anuncia un libro de poesía y una serie de discos que superarán, en muy poco tiempo, todo lo que ha publicado hasta ahora.
“La verdad es que era bien apático a la situación de meterme a un estudio y tener que luego hacer la publicidad. Me estresa eso, el trabajo de las expectativas, que tenga que ser el disco del año o que agarre un cierto público. Esa escenografía del glamour que implicaba el salir tan bello como Madonna en una portada”, dice ironizando con algunos de los factores que lo alejaron de concretar más álbumes.
“En este tiempo he ganado más plata vendiendo mis cuadros que con la papeleta que me llega de la SCD”, señala y agrega: “Fui un flojo, pero el tiempo me dio fortaleza para enfrentar mi trabajo. Cuando aparecí en Valparaíso no me sentí cómodo con la figura que se me estaba dando, fui un poco ingenuo y en algunas cosas muy sensible, pero ahora he sacado más voz”.
Ahora, para febrero próximo planifica un disco doble, con una antología de 20 canciones de sus primeras composiciones realizadas en Valparaíso, que nunca grabó. Además, tiene más proyectos de álbumes, que incluirían colaboraciones de colegas como Nano Stern; otro con el influjo del libro “Venusterio” y otro que trabaja junto a Lucero Van, su esposa y quien ha sido otro factor que impulsó este renacer artístico. “Me ha ayudado bastante a conseguir esta confianza que tengo ahora”, señala Chinoy.
A ella le coprodujo su álbum debut que saldrá también en los próximos meses y donde colabora en el sencillo “Almas saladas”, que acaban de estrenar.
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