El pianista , que vuelve al Teatro Municipal el 7 de agosto y que el día 9 actúa en el Caupolicán, desclasifica episodios de su trayectoria.
Romina de la Sotta Donoso
Cuando Roberto Bravo debutó en el Teatro Municipal de Santiago, hace 50 años, tenía 18. "Aprendí el significado de la palabra protocolo, porque me contaron que el Presidente Alessandri había esperado diez minutos en el palco, y se había ido enojado porque se suponía que yo debía subir a agradecerle su presencia. Pero nadie me había avisado", recuerda, entre risas.
Interpretó, con la Filarmónica, el Concierto en Mi menor de Chopin. "Ahora lo toco más lento, y hago mucho más reflexivo el segundo movimiento. Con los años uno modera los tempi ", cuenta el pianista, quien celebrará sus 50 años de carrera con dos conciertos gratuitos: en el mismo Teatro Municipal el 7 de agosto, y el 9 en el Caupolicán.
Ese mismo Concierto de Chopin, Bravo lo había preparado con Claudio Arrau, en Nueva York. "Él nos recibía para escucharnos tocar cada vez que tenía un rato libre, su generosidad era extraordinaria. Nunca buscó el aplauso fácil y me enseñó a luchar contra las zancadillas del ego y la vanidad", asegura.
Cuando Rudolf Lehmann, su profesor en el Conservatorio, lo llevó ante Arrau, Bravo tenía 15 años. "Yo era un adolescente rebelde, y Lehmann tenía razón cuando decía que esa rebeldía era producto de la ignorancia y del provincialismo de ser 'un niño ñuñoíno dedicado al fútbol y a perseguir a las niñas'. Jugaba de arquero, porque me parecía romántico, pero me metían entre tres y cuatro goles por partido", confiesa.
La primera vez que tocó en público tenía cuatro años: "Mi mamá me llevó a un concurso de talentos en la Radio Minería, con Raúl Matas (ríe). Y tenía ocho para mi primer concierto solidario. Mi abuela sacó el piano de la casa, lo instaló en un cine donde había una gala a beneficio de los trabajadores, y me dijo que tocara".
Catalizador musical
Bravo recuerda que Gabriel Valdés lo apoyó para que se fuera a estudiar a Europa. Y empezaron las competencias: "Fue divertido. Iba a un concurso y me eliminaban en la primera prueba; me inscribía en otro, y ganaba el primer premio. Siempre era igual. Hice doce concursos internacionales y perdí la mitad".
En uno de los que fue eliminado, les pidió consejo a los ganadores, Martha Argerich y Arturo Moreira Lima. "Me dijeron: 'Los latinoamericanos tenemos mucho talento y poca disciplina. Ándate a Moscú. Allá, o te haces o te quiebras'. Y fue tal cual: encontré una gran tradición pianística y un ambiente muy competitivo. Había 20 que eran como tú, y 40 mejores que tú", reconoce.
"Acá no queremos turistas", le advirtieron. "Tuve que ponerme al ritmo. La profesora no me trató muy bien y los compañeros de clase tampoco, porque estaba a destiempo de lo que allá se esperaba de alguien de 22 años. 'Usted tiene corazón de artista, pero en los dedos tiene espaguetis', me dijo la profesora. Me corrían las lágrimas, pero decidí demostrarle que era capaz. En dos meses y medio, me saqué la nota máxima".
Y empezó su éxito como concertista: grabó con la Royal Philharmonic de Londres y para la Radio France, se presentó en espacios como el Carnegie Hall, y actuó con orquestas de primer nivel.
"Pero yo no encajé mucho con la carrera. Más o menos todos los pianistas actuamos en salas prestigiosas, pero haber tocado en la mina San José o en ciudades devastadas por un terremoto, ésas son las cosas que me emocionaron", asume.
"El switch lo hice en 1981, cuando visité la tumba de Gabriela Mistral. 'Lo que el alma hace por el cuerpo es lo que el artista hace por su pueblo', decía en la lápida. En ese momento empecé a grabar música popular", rememora. Los arreglos de Violeta Parra y Silvio Rodríguez, de Tomás Lefever, y los que el propio Bravo hizo de Víctor Jara se volvieron famosos, y Bravo llevó esa música -y su propio piano- a centenares de plazas y gimnasios de poblaciones.
"Los conciertos que te marcan son esos en que tú funcionas como un catalizador para aliviar el alma en un momento difícil. Por ejemplo, cuando toqué ante diez mil personas en la Quinta Vergara y compartimos escenario con Nicanor Parra, en 1983", confiesa.
"¿Para qué iba a grabar otra versión más de la 'Appassionata' de Beethoven, si hay tantas, y tan buenas? Una vez, en el Municipal, una señora muy empingorotada, me dijo: 'Señor Bravo, me encantó su versión de la 'Appassionata', pero prefiero la del maestro Arrau'. Yo le respondí: 'Yo también, señora, yo también'".
Todos sus amigos
Roberto Bravo celebrará sus 50 años de carrera a las 19:00 horas del 7 de agosto en el Teatro Municipal de Santiago, y a las 19:30 horas del 9 de agosto en el Teatro Caupolicán. "Esto se inserta en el Mes de la Minería de Codelco, a cuyos trabajadores ya se han distribuido entradas, igual que en los municipios. Desde este miércoles habrá invitaciones gratuitas disponibles para estos conciertos en la boletería del Caupolicán", anuncia Bravo. En ambos eventos, él interpretará obras de Chopin y música barroca. Además, recorrerá su trayectoria con artistas como Victoria Foust, Tito Beltrán, Daniel Lencina y Marta Contreras.
"También invité a Natalia Brzovic, pianista de nueve años que fue finalista en el concurso 'Toca con Lang Lang en Berlín', y al Cuarteto Calama Mi Sol", agrega.
Se sumarán Joakín Bello, Patricia May, Luis Vera y Roberto Bravo Graubin, y el pianista abordará a Piazzolla con Rodolfo Jorquera, Nelson Arriagada y Katy Campos.
En el Teatro Caupolicán, además, la apertura estará a cargo de la Orquesta Juvenil de Los Andes, y se harán presentes Luis Advis, Víctor Jara y Silvio Rodríguez, en el piano de Bravo.
CONCIERTOS GRATUITOS
Retirar invitaciones para ambos conciertos en TEATRO CAUPOLICÁN a partir del 01 de Agosto de Lunes a Viernes de 11:00 a 18:00 hrs. Hasta agotar stock.
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