La Tercera
El bajista nacional, que se presenta este viernes en Club Amanda, repasa con Culto su último trabajo de estudio, el que contó con la participación del histórico Ron Carter; habla de la obtención del Premio a la Música Nacional Presidente de la República; y tilda de "estrategia barata" la decisión de que el concurso de composición Luis Advis esté enfocado en el trap.
Por Felipe Rojas
Viajar por el mundo tocando y grabando, destacar en un instrumento algo omitido como el bajo y más aún, desarrollar de gran manera una técnica poco frecuente para este (llamada chordmelody). No muchos músicos pueden contar eso, aunque hay un chileno que sí: Christian Gálvez. Eso sí, al conversar con él queda la sensación de que su prioridad es seguir haciendo música más que los rótulos o las pretensiones.
El bajista tiene mucho que contar: acaba de publicar The art of chordmelody, su último trabajo de estudio, el cual grabó en Estados Unidos y contó con la participación del histórico Ron Carter, además de John Patitucci, Eddie Gómez, Dave Young y el chileno Pablo Menares, por mencionar algunos. “Es un gusto que me di. Poder hacer coincidir a estos siete contrabajistas tan capos, tan pesados, tan históricos en un mismo álbum es algo que, creo, no se va a repetir en otro disco chileno”, asegura Gálvez.
Sumado a lo anterior, a inicios de mes recibió el Premio a la Música Nacional Presidente de la República 2018 en la categoría música popular; y ya tiene agendadas algunas presentaciones, siendo la más cercana la de este viernes con el ensamble de cámara contemporáneo en el Club Amanda (más información al final de la nota). Además, tiene programado un show especial por el aniversario del “Concierto sinfónico n° 1 para bajo y orquesta” (2012) el 12 de julio en el Nescafé de las Artes, el cual también estará acompañado de una edición especial en vinilo del lanzamiento.
De todo ello y más habla el músico nacional con Culto a continuación.
The art of chordmelody
“Gálvez llegó a un nivel en que dejas de pensar que está tocando un bajo, el instrumento pasa a un segundo plano y lo único que importa es la música. Un clase mundial”, dice uno de los comentarios mejor valorados en el video de “Cinético” en YouTube.
Y esa precisamente es la estampa que tiene Christián internacionalmente. Por ello, antes de cualquier cosa, procede a detallar qué es el chordmelody. “Es una técnica que está hecha para el piano y para la guitarra, que es la técnica de autoacompañamiento en el jazz”, asegura, añadiendo que si bien no es para el bajo, él la emplea en su instrumento, el que tiene 6 cuerdas y, por tanto, maneja un rango de notas mayor al de un bajo tradicional. “Podríamos decir que mi bajo es barítono por el rango de extensión: llega muy agudo, cubriendo algunos lugares de la tesitura de la guitarra, y obviamente todos los del bajo y más, porque tiene una cuerda más grave que el bajo tradicional, entonces es mucho más grave que un bajo normal también”, detalla.
Con el término clarificado, ya podemos hablar de su nuevo disco, The art of chordmelody, en el cual toca junto a lo más selecto del mundo del contrabajo.
Christián junto a su mánager, Alejandro Orellana, estuvieron trabajando cerca de un año para poder coordinar el plan que tenía en mente el bajista, todo para además hacer coincidir a sus músicos predilectos para el caso en una semana. Y se dio. “Incluso, un día grabamos con John Patitucci en la mañana y estábamos en la tarde con Ron Carter”, cuenta el bajista.
“Mi proyecto de disco era ese y ese es el que llevamos a cabo. Eso me dejó totalmente feliz y contento también de haber hecho un equipo de trabajo muy grueso en el estudio”, complementa Gálvez.
Así llegó el momento de poner manos a la obra. El plantel de músicos para The art of chordmelody estuvo compuesto por los ya mencionados Ron Carter y John Patitucci, a quienes se sumaron Eddie Gómez, Dave Young, Pat O’Leary, Pablo Menares y Jorge Roeder.
Las grabaciones se llevaron a cabo en Studio Mozart, ubicado en Nueva York y propiedad de Kostadin Kamcev. “Necesitábamos tener sede en Nueva York para hacer este disco, porque con todos los músicos que grabamos viven ahí”, asegura Gálvez. En el apartado técnico, en tanto, Gálvez detalla que en Studio Mozart tienen “una consola Rupert Neve increíble, todos los preamplificadores a tubo y máquinas análogas que te puedas imaginar. La microfonía que usamos para el disco fue todo Neumann u87, puro filete, micrófonos alemanes de primera categoría”.
La mezcla del disco fue realizada por Fernando Bosch y Daniel Ruiz en Estudios del Sur; mientras la masterización corrió por cuenta de su hermano Rodrigo Gálvez. “Yo la verdad trabajo con Fernando Bosch porque él es especialista en jazz y él ha grabado y mezclado si no el 100%, el 90% de los discos de jazz que han salido estos últimos 20 años; y mi hermano me ha masterizado todos mis discos, del primer disco hasta ahora. Entonces está todo en manos de gente en que confío”, cuenta el bajista.
The art of chordmelody fue lanzado a fines de abril y, de acuerdo a Gálvez, estará en un mes más disponible en los distintos servicios de streaming.
El balance de Christian Gálvez
-¿Cómo fue para ti grabar con Ron Carter?
-Él es uno de los fundamentales del jazz mundial porque grabó y tocó con todo el mundo. La experiencia artística es maravillosa, no pensando en lo histórico que es o en el peso del currículum que tiene. Es maravilloso poder tocar con un tipo que toca increíble el contrabajo. Escuchar toda esa maravilla que sale de sus dedos, ufff, además que lo pasamos muy bien en la sesión de grabación.
-¿Qué puedes decir de los otros músicos que te acompañaron en The art of chordmelody?
-John Patitucci se va a convertir en un histórico muy pronto. Eddie Gómez fue músico de Bill Evans y también tocó con Chet Baker; grabamos con Dave Young, que es un contrabajista canadiense que fue bajista de la Ella Fitzgerald, imagínate, la súper cantante de jazz histórica; Pat O’Leary tocó con Lionel Hampton en su orquesta en los años 70. Todos tienen un currículum muy potente, muy grande. Entonces imagínate, pudimos conseguir puros históricos. A ellos súmales Pablo Menares y Jorge Roeder. Ellos dos son los contrabajistas jóvenes promesas de la escena mundial del jazz.
-¿Qué te decían en las sesiones de grabación?
-Estaban todos muy sorprendidos porque me parece que es un trabajo inédito. Primero grabar en dúo y luego grabar en dúo con otro bajista, era raro, y que además sonara tan completo con los acordes, con la melodía, con la armonía. Estaban todos súper cómodos y lo pasamos súper bien.
-¿Con qué sensación personal quedaste y qué análisis te dejó el disco?
Llegué a un punto de madurez donde pude expresar y plasmar todo lo que he trabajado durante estos años. Grabé mi álbum más importante en el mejor momento de mi carrera. Así como los deportistas, los músicos también tenemos una curva que va descendiendo en algún momento, y yo sé que durante esta década, de aquí hasta que cumpla los 50, voy a estar en un tope técnico muy bueno. Estoy pleno, me siento feliz, en el mejor momento de mi carrera y estoy disfrutándolo.
De premios y trap
El pasado 3 de mayo, Christian Gálvez recibió, de mano del Presidente Sebastián Piñera y la ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Consuelo Valdés, el Premio a la Música Nacional Presidente de la República, en su categoría de música popular. Junto a él, Pedro Messone (música de raíz folclórica) y Hanns Stein (música clásica) fueron condecorados.
Particularmente en la línea que ganó Gálvez, anteriormente fueron condecorados, salvo Valentín Trujillo y Vicente Bianchi, músicos más radiales, si es por situarlos dentro de un espectro. Manuel García, Jorge González y la Sonora Palacios son algunos de los que ganaron, siendo Christián el primero del jazz chileno en adjudicárselo.
-¿Cómo recibes simbólicamente el premio?
-Es raro, porque un reconocimiento generalmente se le entrega a la gente o cuando está muerta o cuando está por morirse (ríe). Primero, estoy muy contento porque además es un premio en plata también y no es menor, es una buena cantidad de dinero que a mí me sirve para poder seguir invirtiendo y haciendo más producciones. Y que por primera vez se le entregara a un jazzista me parece que es importante también, porque hasta ahora solo lo habían recibido músicos populares, ya que se abre el camino para allá.
-Hablando de concursos y el gobierno, el Ministerio de la Cultura anunció la versión 2019 del concurso Luis Advis, el cual estará enfocado en el trap. ¿Qué te parece esta decisión?
-Bueno, hay muchos desaciertos en la gestión cultural. Poniéndome en los zapatos del difunto Luis Advis, yo creo que él está revolcándose en su tumba en este momento. Creo que él nunca se imaginó que se haya abierto una categoría de un estilo que seguramente él nunca compartió. Es todo una estrategia. Y es una estrategia barata igual. Cuando tú haces las cuestiones por estrategia comercial, deja de ser arte.
-¿Eres de los que tiene reticencias al trap?
-Sabes qué, el problema no lo tiene el trap, ni el reggaeton, ni en sí los géneros musicales. El problema que yo podría tener es con el contenido de los géneros, en este caso la letra, y el contenido artístico. Pero ojo, no nos engañemos, porque las cuecas y el blues tienen el mismo ciclo armónico. Aunque, ¿sabes dónde está la diferencia entre la cueca, el blues y el reggaeton? Es que la cueca y el blues es folclor, música que nace desde la base del pueblo; el reggaeton con el trap son música que nace desde arriba, desde alguien que dijo “esta cuestión va a vender” y lo toman, lo comercializan y hacen videoclips con culos grandes. Por lo que yo veo en la tele, el trap y el reggaeton solamente representa a narcotraficantes y a tipos hampones que se sacan fotos con pistolas.
Christian Gálvez y ensamble de cámara contemporáneo.
Viernes 17 de mayo, 21:30 horas.
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