La Tercera
El conductor inglés, titular de la Filarmónica de Berlín durante 16 años y actual maestro de la más importante orquesta británica, dirigirá dos conciertos con ella en CorpArtes, el 22 y el 23 de mayo.
Por Rodrigo González
Cada ciudad tiene su orgullo. Si alguien pensó que en Gran Bretaña las batallas entre Londres y Liverpool se agotan con el Arsenal y el Liverpool F.C., o con los Rolling Stones y los Beatles, puede contar hasta diez y encontrar al menos dos representantes más en la música clásica: Leopold Stokowski (1882-1977), probablemente el más recordado de los conductores británicos, y Simon Rattle (1955), el director de ese país que ha llegado más lejos en el mundo. Partió en su Liverpool natal, le dio categoría mundial a la provinciana Orquesta Sinfónica de Birmingham, y estuvo 16 años al frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín, el Mercedes Benz de la música selecta.
Ahora lleva dos años como director musical de la Orquesta Sinfónica de Londres (London Symphony Orchestra o, simplemente, LSO), considerada la agrupación docta más importante de su país. Es un regreso con gloria, después de haber manejado el conjunto alemán que Herbert von Karajan dirigió 30 años y, antes de él, Wilhelm Furtwängler durante 25. Ha expandido el repertorio de la Sinfónica a los períodos barroco y clásico, y le ha dado más alas para desplazarse por todo el mundo.
En su nueva gira transcontinental, Simon Rattle y la Sinfónica incluyeron Sudamérica por primera vez, con paradas en Chile, el miércoles 22 y el jueves 23 de mayo en el Teatro CorpArtes. “Somos unos tipos muy afortunados por estar en Santiago. Definitivamente, es ridículo que no hayamos ido nunca a Sudamérica”, comenta Rattle, al teléfono desde Londres, donde dispone de algunos minutos antes de dirigir en una hora más la Quinta sinfonía de Gustav Mahler (1860-1911) y la Sinfonia de réquiem, de Benjamin Britten (1913-1976), en el Barbican Centre.
Es exactamente el mismo programa que presentará en el segundo de sus conciertos en Chile. En el primero de ellos dirigirá la Sinfonía fantástica, de Hector Berlioz (1803-1869), y Cinco danzas eslavas, de Antonin Dvorák (1841-1904).
Pero no todo será conciertos para Sir Simon Rattle. Educador por vocación, difusor por naturaleza y de personalidad expansiva por genética, es el de los maestros del primer mundo que de manera más evidente entienden la música como un arma artística y social. Antes de establecerse en Berlín (donde sigue conservando su residencia), Rattle rompió el récord del concierto con la mayor orquesta del mundo: reunió en 1998 a 4 mil niños músicos en una presentación en el Birmingham’s National Indoor Arena.
–¿Por qué es tan importante para usted la difusión musical?
-Es muy simple. Siempre he creído que todo el mundo nace con el derecho a escuchar esta música y, por lo tanto, la difundimos a la mayor cantidad de gente posible en el país. De hecho, la Orquesta Sinfónica de Londres fue pionera en esto: empezó hace casi 40 años tocando en los diez barrios más pobres de Londres, yendo a las escuelas, ayudando a músicos empobrecidos, apoyando a los chicos en el complicado paso de la pubertad a la adolescencia. Cuando llegué a Berlín, los persuadí de hacer algo similar y lo que lograron fue magnífico. Sin embargo, en Londres esto siempre ha sido parte de sus vidas. No están los tiempos para ser sumos sacerdotes de la música, sino para ser evangelistas. Si no somos nosotros los que introducimos al público a la música, probablemente ellos nunca la encuentren.
–¿Cómo eligió las obras que presentarán en Chile?
-Se trata de composiciones que, de cierta manera, son el alma de la orquesta. Es difícil, pero creo que lo logramos en este programa. La Sinfonía fantástica es, como ninguna otra, la más afín a la Sinfónica. De cierta manera, la Fantástica es la orquesta. Hay que recordar que Sir Colin Davis, que fue director de la agrupación por muchos años, fue tal vez el mejor conductor de Berlioz. Este compositor francés está en el ADN de la Sinfónica. Por otro lado, la Sinfónica hizo la primera grabación comercial en Gran Bretaña de la Quinta sinfonía de Mahler, bajo la conducción de Rudolf Schwarz. Fue en la posguerra. A su vez, la Sinfonia de réquiem, de Benjamin Britten, es una obra maestra absoluta del siglo XX, y el propio compositor la grabó con la orquesta. De las obras que tocaremos en Chile, probablemente las menos interpretadas por la LSO sean las Danzas eslavas, de Antonín Dvořák, que están entre mis composiciones favoritas.
–¿Cómo decribiría el sonido de la Sinfónica de Londres?
-El sonido de la Orquesta Sinfónica de Londres es muy especial, y tiene que ver con la personalidad de los propios músicos. Siempre ha sido muy vivo, alerta y rítmicamente intenso. Es la sensación que al menos yo tengo cuando los dirijo. Tienen esa música en sus cuerpos y siempre ha estado ahí. Es una intensidad única. Si alguien desea preservar una postal del típico carácter inglés, me temo que no tendrá que escuchar muchos compases de la Sinfónica de Londres para darse cuenta de que acá no se aplica aquello. Es una agrupación más bien joven, con muchos intérpretes bajo los 50 años, y muy internacional, como ha sido siempre su tradición. Hay músicos de más de 20 países en su interior. Me he encontrado con un instrumento muy vivo, muy flexible y listo para emprender cualquier aventura. No les gusta hacer lo de siempre y eso, para un conductor, es un gran regalo. Donde quiera que indique el mapa, siempre vamos juntos.
–Usted es conocido por su estilo democrático y abierto en la dirección, opuesto al de los antiguos conductores, como Arturo Toscanini o Herbert von Karajan…
-La relación de los directores con las orquestas está cambiando mucho, aunque no siempre fue así. Vivimos en tiempos más democráticos en el mundo musical, aunque por otro lado hay un ascenso del autoritarismo en el planeta. Sin embargo, aún hay estilos autocráticos, muy de la vieja escuela. Algunos ejemplos son Riccardo Muti y Christian Thielemann. Son diferentes y maravillosos en su particular manera. Pero de mí, ¿qué puedo decir? Me parece que siempre he estado más cerca de Wilhelm Furtwängler que de Arturo Toscanini en términos de carácter. O de Rafael Kubelik que de Herbert von Karajan. De todos los grandes directores que he nombrado, lo que me interesa es escuchar la humanidad [Rattle usa el término alemán mensch] en la música. Ahora bien, con una orquesta como la Sinfónica de Londres, tan viva y al mismo tiempo tan disciplinada, no hay necesidad alguna de ser autocrático. No ayuda en nada. Lo que siempre deberíamos hacer es estar, por el contrario, en una búsqueda conjunta. Es lo que prefiero, y me odiaría a mí mismo si me alejara de los músicos. Sería llevar una vida demasiado solitaria. Hay muchos que piensan como yo en la orquesta y están contentos si algún día salimos y nos tomamos un trago juntos. Esta actitud es una cuestión de nuestros tiempos, y con seguridad la generación de directores que viene será aún más abierta. Me refiero a conductores como Andris Nelsons (titular de la Sinfónica de Boston y la Gewandhaus de Leipzig) y Yannick Nézet-Séguin (director del Metropolitan Opera House y la Orquesta de Filadelfia). Con ellos compartimos el mismo barco.
–Hace unos días, Daniel Barenboim fue acusado por músicos de la Orquesta Staatskapelle de Berlín de ser demasiado rudo en el trato. ¿Qué opina?
-Tenemos diferentes estilos. Pero Daniel Barenboim siempre me dice, “oh, querido, como lo haces para ser tan buen chico” (risas). Somos amigos, pero, claro, Barenboim es una persona de carácter fuerte, realmente exigente. Todo el mundo lo sabe. Es lo que es. Cada quien tiene su propio temperamento, aunque yo siempre he ido en una dirección diferente.
-Usted menciona al gran director Wilhelm Furtwängler, que tocó varias veces ante Hitler con la Filarmónica de Berlín y de quien el sello discográfico de la misma orquesta acaba de publicar un boxset de grabaciones del período de la Segunda Guerra.
-Es un asunto realmente importante para discutir. Hace un momento hablaba sobre el director de orquesta austríaco Rudolf Schwarz, quien hizo la primera grabación de la Quinta sinfonía de Mahler con la Sinfónica de Londres. Pues bien, Schwarz estuvo en los campos de concentración de Auschwitz y Bergen-Belsen, y desde el primero de ellos fue rescatado gracias a los esfuerzos de Wilhelm Furtwängler. Estoy seguro de que Rudy defendería a Furtwängler si estuviera vivo. Y lo mismo harían muchos otros músicos de origen judío. Quizás Furtwängler cometió errores en su vida o en ciertas declaraciones, pero estoy seguro de que hizo todo lo que estuvo a su alcance para ayudar a varios músicos. Ahora no vivimos en el régimen de terror en el que habitó Furtwängler, y es difícil saber cómo habríamos reaccionado en una situación así. Lo que sí tengo claro es que él tenía el sentimiento de que la grandeza de su arte ayudaría a disolver lo que estaba pasando en ese momento en Europa, y que el espíritu humano brillaría sobre los acontecimientos de su época. Puede sonar naif ahora, pero, como el mismo Rudolf Schwarz lo recordaría años después, muchos músicos judíos se quedaron en Viena porque pensaron que Adolf Hitler nunca marcharía sobre la ciudad. Schwarz nos decía que para nosotros, los más jóvenes, era complicado entender cuán ingenuos y poco preparados estaban ellos ante lo que se venía. Nos decía que no se dieron cuenta de los pocos pasos que les tomó al fascismo y a la tiranía para crecer en Europa. Es una lección de la que nunca me olvido. Ahora bien, quizás músicos y directores judíos de la época, como Kurt Sanderling, Berthold Goldschmidt o el mismo Rudolf Schwarz, tendrían más clara la relación de Furtwängler o Karajan con los nazis. Sería interesante determinar quién era el que realmente hacía el saludo nazi de los tres dedos y quién no, aunque, por otro lado, nunca realmente sabremos cómo era todo en ese momento. Me refiero a los compromisos o concesiones que se hacían en la época.
Los conciertos
22 y 23 de mayo
Rattle y Sinfónica de Londres
Simon Rattle conducirá obras de Dvořák y Berlioz, el 22 de mayo, y composiciones de Mahler y Britten, el día 23. Ambos conciertos son a las 20 hrs. Más información y venta de entradas, en corpartes.cl
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