domingo, octubre 01, 2017

Habla Alberto Zapicán sobre Violeta Parra: "Me amaba y yo también"


El Mercurio de Valparaíso

 "Ella está presente", dice el uruguayo, compañero de vida y de trabajo de la artista en los meses previos a su muerte. Desde Montevideo, cuenta que nunca vio otra mujer con su fuerza y magnitud.

Alberto Zapicán, tiene 90 años, es uruguayo y fue la última pareja que tuvo Violeta Parra.

Desde su país natal, habló con el suplemento de cultura de El Mercurio de Valparaíso, KU en los escenarios y en la vida los últimos meses antes de su muerte. En su casa de la ruta que va de Montevideo a Punta del Este, hecha con sus manos y muestra de un hombre que vive conectado con la naturaleza y los impulsos creativos, Zapicán se detiene en la mujer con mayúsculas, en su faceta humana y auténtica, generadora de conciencia, luchadora y plantada en su verdad.

Mucho se especuló sobre la relación entre ambos, muy probablemente el último amor de Violeta, aunque Alberto contesta con evasivas, tal vez dándole la razón a esa parte de la canción que ella compuso para él, “Albertío”, que dice: Discreto, fino y sencillo/ son joyas resplandecientes/ con las que el hombre que es hombre/ se luce decentemente.

-Pasó medio siglo de la muerte de Violeta. ¿Está presente de algún modo en su vida cotidiana?
-El símbolo más gráfico y más imponente de mujer continental es Violeta Parra. Y está presente porque yo siempre he estado y estoy en conexión con los valores de la nación indígena, con la gente de la tierra, y veo que el nivel al que llegó a honrar a la mujer Violeta, es único. ¿Cómo no tenerla presente si hay una constante actividad alrededor los derechos de la mujer? Por el machismo de Uruguay, el machismo de Chile, el machismo en general. Veo que las mujeres que se organizan y luchan, pero sin ánimo descalificador, sí quizás crítico, la magnitud de la actitud que ha tenido Violeta en la vida, yo no la veo y no la he visto en ninguna mujer. Seguir la huella de sí misma. Tener una actitud de lucha que signifique la entrega total de la vida… En este aniversario, en esta fiesta de sus 100 años, no veo mujeres que tengan ese derrotero de lucha, desligadas de partidos, de filosofías o religiones, ese camino con un propósito, que es lo que mostró por todos los ángulos Violeta.

-Si le pido una imagen cotidiana que ilustre esta autenticidad de la que habla, ¿qué me contaría?
-La primera imagen que se me viene es la de esa mujer chica, desprolija, no con esa atención de la feminidad que tiene la sociedad occidental, esa pulcritud para el mercado, para la venta, si no esa mujer de campo, natural, descuidada de sus medias, de sus zapatos. Esa mujer chica, con una guitarra en la mano, que entró al Louvre, un espacio sagrado universal. Entró sola, sin padrinos y mostró dentro del Louvre, durante mucho tiempo, la cultura de una nación, de Chile, mostró la danza, la artesanía, la escultura, el tejido, la poesía, el canto, llevando a sus hijos, a una nieta. Esa envergadura, esa magnitud de mujer, no la he viso en nadie, jamás. Ese símbolo, ¿cómo no va a estar presente todos los días? Pero yo no veo que tomen a la Violeta como un referente social, sino ilustrativo para hacer anecdótica la vida y tener algún dividendo. Un escritor hace una novela y lucra. No veo el seguimiento de su magnitud humana.

-¿Cuál era su relación con Violeta?
-Ella me amaba, y yo también, como amo a amigos y amigas que tengo por acá.

-Pero hay distintas clases de amor.
-Mi amor era ese, el amor a un ser que era maravilloso. Pero no una ilusión de pasión.

-Ella estaba triste cuando se conocieron, ¿cierto?
-Estaba recontra quebrada. Cuando la conozco es cuando el gringo Gilbert Favré (su ex pareja) se había ido hacía pocos meses, como tres o cuatro meses. Antes de eso había estado en Europa. Estando en Chile se dio la hecatombe con él y Gilbert se fue.

-Y con usted tuvieron mucha complicidad.
-Claro. Una relación en la que estás conviviendo en una habitación, también confunde a cualquiera, incluso hoy. En la misma pieza, yo dormía en una cama y ella en la otra. El que nosotros nos conectásemos fue por la actitud que teníamos frente a la vida. Si bien yo sabía lo que era ella, me enamoró la actitud. Concordaba lo que decía con lo que hacía, no andaba con un discurso para los escenarios. Y se encontró con un tipo que tenía la misma condición, que no se dejaba manejar. Ahí se produjo un idioma común. Yo ya venía con una historia en Uruguay, había participado en la primera marcha de los peludos, estaba en la directiva, hacía cosas dentro de la cultura, fui de los primeros en estar preso acá, y al llegar allá nos encontramos dos seres con un propósito de vida. Un encuentro importante, salvando las grandes diferencias, porque ella tuvo una calidad y una producción literaria y musical brutal.

-A usted le dedicó dos canciones.
-Sí, nosotros cantábamos muchas cosas. Hay temas que ha hecho por mí y también yo he hecho algún tema por ella que grabamos juntos y que quedaron con nombre de ella.

-¿Cómo era su manera de expresarse, de escribir?
-Ella era muy compulsiva, no contenía. Tenía mucha rabia o mucha alegría, pescaba el lápiz y en un minuto expresaba todo. El domingo que se suicidó escribió un mamotrete de papeles que fue infernal, cincuenta o cien hojas. Esas hojas las tenía a recaudo Nicanor Parra, creo que algo se filtró después. Tengo entendido que algunas cosas se publicaron, no todas. Fue muy ácida con lo que decía y las críticas que hacía.

-¿Qué dolor cree que la llevó a una decisión tan drástica?
-Violeta tenía la condición de angustiarse por las cosas sociales y no se quedaba con esa angustia: la expresaba con rabia o creatividad benefactora. Pero lo que es el amor personal, iba de fracaso en fracaso, porque un temperamento tan fuerte era muy difícil que una pareja lo soportase. Tendría que haber tenido una persona igual que ella para soportar esa magnitud de poder. Siempre tenía conflictos con las parejas y terminaban yéndose. Además, había cosas familiares. En lo social, no sentía que estuviese siendo comprendida ni aceptada. Tenía mucha popularidad, tocábamos en lugares donde había miles de personas, pero no estaba la aceptación de un sistema. Ella tenía muchos proyectos sociales y nadie le daba una mano. Cuando se suicidó tenía 80 escudos, ¿qué hacía con eso? Era todo su capital. Se hacían los encuentros de la peña y había que pedir la harina fiada para las empanadas. No había mucho público, estaba en un lugar inaccesible, lejos de Santiago, solo se podía llegar en taxi, en un entorno de una clase media alta que tenía resistencia hacia esa carpa, por los ruidos que generaba. Todo eso frustra, angustia, y la suma de situaciones emocionales fue minando su ánimo.

-En una fecha como ésta, ¿qué le parece importante remarcar?
-La magnitud de mujer luchadora, que tuvo un propósito de vida de defender los valores del pueblo de Chile y llevarlo a costa de su propia vida, sin contradicciones, las 24 horas. La gente consume o se regodea con el conocimiento de Violeta, eso les da un lugar en la vida, pero no muestra lo que deberían seguir: su real envergadura de luchadora. El pueblo, en el caso de Chile, es un matriarcado y es poderoso, es el dominio de la mujer en el hogar. La mujer tiene poder, pero no lo usa hacia una proyección social. Podrían tener a Violeta más como referente, tener presente la integridad de este ser que se la jugó. Ella no estaba para hacer un poema y que la aplaudieran. Estaba dando un mensaje por los cuatro ángulos de la vida. –

Violeta Parra y Alberto Zapicán

4 comentarios:

Unknown dijo...

Dios como no enamorarse de Zapicán si era y aùn diendo anciano es hermoso

Guga Ulloa dijo...

Anciano por fuera... tal vez... pero su fuerza interior y el brillo celeste de su mirada, y su maravilloso humor, gritan su Juventud inmortal...

Unknown dijo...

Q verdad dice Alberto, aun no se valora a Violeta, es un referente entre comillas, ver su calidad, su lucha diaria, su proyección, no se han logrado

Erika dijo...

Valioso testimonio como la describe Alberto, gracias Albertio por tu entrega aún