La Tercera
La vida del músico que llevó Beethoven y Mahler al gran público y que compuso West Side Story llega al cine en dos filmes paralelos con Bradley Cooper y Jake Gyllenhaal. Contradictorio y genial, Bernstein se casó con una mujer de origen chileno, fue bisexual y su sueño era crear una ópera sobre el holocausto.
Por Rodrigo González
Setenta y dos años no bastaron. Tampoco hubieran sido suficientes 10 más. O 30. Como Mozart, muerto a los 35 en la cima de sus capacidades, Leonard Bernstein era más grande que la vida. O que los años que tuvo de vida. Compositor, conductor, pianista, pedagogo, escritor, políglota y hasta actor, el gran músico estadounidense sigue siendo hasta hoy el imbatible faro en la música clásica de su país. Es más, es probable que en términos puramente melódicos, Bernstein haya llegado a lo mejor del musical de Broadway a través de West Side Story, su obra más popular. Pero el tiempo no alcanzó para todo.
72 años de vida acabados de un plumazo por un infarto el 14 de octubre de 1990 fueron insuficientes para que el genio neoyorquino pudiera hacer todo lo que tenía que hacer en este mundo. Entre otras cosas, una ópera sobre el holocausto, en la que se encontraba trabajando cuando murió. Era su gran sueño, según recordaba su hijo Alexander Bernstein hace tres años en entrevista con La Tercera cuando participó en un homenaje que se le rindió en el Teatro del Lago.
Este año, por supuesto, hay muchos más tributos y conciertos. En Chile, en el mundo y, sobre todo, en Estados Unidos. La ocasión no es menor: el 25 de agosto se cumplen 100 años del nacimiento de Leonard Bernstein. Los sellos discográficos más importantes reeditan todas sus grabaciones, las editoriales publican libros antiguos y nuevos y, algo inédito, Hollywood prepara al mismo tiempo dos películas.
Una tiene todo el apoyo de la familia Bernstein y la producción de Martin Scorsese y Steven Spielberg. La otra, que no logró los derechos de utilización de su música y tendrá menos presupuesto, la tiene difícil. Sin embargo, para aprovechar los flancos del adversario empezó antes la preproducción y reclutó a Jake Gyllenhaal (Secreto en la montaña) como protagonista y al realizador Cary Fukunaga (True detective) en la dirección. Se llama The american.
La producción “grande” tiene un nombre más simple: Bernstein. La dirige y protagoniza Bradley Cooper y el guión es de Josh Singer, ganador de un Oscar por Spotlight y responsable del libreto de The Post, de Steven Spielberg. Ambas películas están en su fase inicial y es improbable que puedan estar terminadas durante el año, a menos que la presión por llegar a los Oscar 2019 barra con cualquier obstáculo.
Luces y sombras de Lenny
Hijo de una familia de origen ruso-judía de Massachusetts, Leonard Bernstein (Lenny para sus amigos) siempre buscó ir más allá de lo que todos esperaban de él. En esas coordenadas lo ubica la biografía Leonard Bernstein (1994) del inglés Humphrey Burton, quien además lo dirigió en 170 conciertos, lecturas y presentaciones durante 20 años. Son las coordenadas además de The american, el filme con Gyllenhaal que se basa en ese libro.
Su padre, un comerciante que a regañadientes lo dejó aprender piano en un instrumento de una prima, prefería para él una profesión liberal. Sus profesores del conservatorio pensaban que se dedicaría a la composición, pero el bicho de la dirección anidaba en él. A su vez, sus maestros en la conducción creían que su futuro en el podio sería absoluto, pero apenas se subió a uno, empezó a componer para los musicales. Insatisfecho con el género ligero, Bernstein se impuso crear sinfonías , serenatas y misas, entrando derecho al género docto.
No feliz con llevar a la Filarmónica de Nueva York a su mayor época de gloria entre 1958 y 1969 (aún insuperada), pasó a Europa y se transformó en uno de los conductores favoritos de la Filarmónica de Viena. Y en medio de todo esto, condujo el programa de televisión Young People’s Concerts de la cadena CBS, el más masivo de los espacios televisivos dedicados a la música clásica alguna vez realizado en Estados Unidos. Su carisma y su poder comunicativo lo tranformaron en el mejor representante de la música llamada “seria” ante la audiencia estadounidense.
La película de Cary Fukunaga con Jake Gyllenhaal estará dividida en cinco movimientos (como una sinfonía), tomando como pivote de acción el momento en que a los 25 años dirige por primera a la Filarmónica de Nueva York. “Como a muchos, Leonard Bernstein me legó al corazón y a la cabeza a través del musical West Side Story, que conocí cuando niño”, decía hace tres semanas Gyllenhaal a Variety a propósito de la película. “Pero a medida que crecía me di cuenta del incomparable alcance de su contribución a la música americana. Le debemos mucho. Como hombre fue un tipo fascinante, lleno de contradicción y genio”, agregaba.
Sus palabras dan a entender que la cinta escarbará en las luces y sombras de Bernstein. Al menos al no ser la cinta “oficial” y no contar con el apoyo de la familia, puede darse ese lujo.
Bernstein, por su parte, si cuenta con el respaldo de los herederos del músicos y las composiciones que creó se desplegarán en su banda sonoras. No se sabe si este apoyo significa menos libertad para abordar su vida, pero es difícil creer que Spielberg y Scorsese se hayan involucrado en la producción para contar una historia descafeinada, oficial y light.
Pero, ¿Quién era Leonard Bernstein? Por el sólo hecho de crear grandes musicales como On the Town y West Side Story (con canciones como Maria o Tonight) y al mismo tiempo ser referente en la conducción de Gustav Mahler, es fácilmente deducible que era un artista más allá de la norma.
Abrazaba lo profano y lo divino, lo popular y lo clásico, sin circunscribirse a nada previamente categorizado. Así fue como en sus programas para la televisión estadounidense de los años 50 y 60 solía hacer referencias al rock, a los Beatles o al jazz en medio del análisis de una sinfonía de Haydn. En la misma época grabó todas las sinfonías de Mahler por primera vez en el mundo e hizo accesible al gran público a un compositor que haste ese momento era sólo un placer vedado a los que podían pagar un concierto en el Carnegie Hall.
Ya en los años 70, registró otra vez (pero para la televisión europea y con la Filarmónica de Viena), las sinfonías de Mahler, las de Brahms y repitió las de Beethoven. Este último ciclo llegó a Chile a través de las pantalllas de Canal 13.
Su apetito omnívoro en la música y su contradicciones se reflejaron en su vida. A los 33 años se casó con la actriz de origen chileno Felicia Montealegre, con quien mantuvo un matrimonio durante 27 años, hasta que ella murió de cáncer en 1978. Tuvieron tres hijos y probablemente fue Felicia quien debió transar en todo, desde criar a los hijos en casa mientras él estaba de gira hasta convivir con su bisexualdiad. Entre las varias cartas rescatadas en el libro The Leonard Bernstein Letters (2013), editado por Nigel Simeone, sobresale la que Montealegre le dirige a su futuro esposo, concediendo que nunca logrará cambiar su orientación sexual, pero que aún así desea ser su esposa.
Se especula que durante toda su vida Bernstein tuvo amantes. Desde sus tempranos profesores musicales hasta colegas compositores. Por lo demás, algunos de los más grandes compositores estadounidenses de su época eran homosexuales, desde su amigo Aaron Copland hasta Samuel Barber. En Bernstein, probablemente, todo era aún más extremo y desatado. En su sed vital, las puertas del sexo eran infinitas. Pero también lo eran las de la música.
Expuesto como pocos a la vida pública, Bernstein fue blanco fácil cuando sus contradicciones se hacían evidentes. El episodio más conocido es cuando en 1970 ofreció una fiesta en su lujoso apartamento de Manhattan al grupo radical de los Panteras Negras. Sus inclinaciones políticas de izquierda le indicaron que aquello era lo correcto en ese momento, pero la sofisticada velada de los Bernstein resultó un irresistible bocadillo para el escritor Tom Wolfe, quien se burló ingeniosamente en un clásico artículo llamado Radical Chic. A través de este episodio, exprimía hasta la última gota la incongruencia del modo de vida caro y esnob de algunas celebridades que apoyaban las causas más radicales.
A estas alturas, aquella historia no basta para opacar el legado de Bernstein, como tampoco alcanzaron sus 72 años para dejar todo lo que tenía que dejar. También, es probable, ni dos ni tres películas serán suficiente para encauzar su personalidad única y compleja.
Juan Pablo Izquierdo, su asistente
El conductor chileno trabajó con Leonard Bernstein en Nueva York entre 1966 y 1968.
Durante dos años el director de orquesta chileno y Premio Nacional de Música Juan Pablo Izquierdo (1935) fue ayudante de Leonard Bernstein en la Orquesta Filarmónica de Nueva York. “Después de ganar el concurso de dirección de orquesta Mitropoulos en 1966 me tocó estar en el puesto de ayudante de dirección. No sólo de Leonard Bernstein, sino que de toda la Filarmónica”, recuerda Juan Pablo izquierdo.
“Es uno de los talentos más grandes que conocí en mi vida. No sólo tenía un gran conocimiento, casi enciclopédico, sino que además poseía un carisma único”, agrega quien fue conductor titular de la Filarmónica de Santiago y de la Orquesta de Cámara de Santiago.
“Me tocó estar justamente en aquellos programas para la televisión. Se grababan en la mañana y en la tarde y Bernstein siempre lucía muy espontáneo, a pesar de que estaba todo planificado y editado. Poseía el genio de la comunicación y era capaz de repetir hasta la última coma de lo que tenía que decir exactamente igual en todas las tomas que le hacían”, rememora Izquierdo.
Años después, el director chileno también lo acompañó en una gira con la Filarmónica de Nueva York a Oriente: “Fue muy interesante porque ahí combinó sus habilidades de compositor y también de pianista. Tocábamos Dybbuk, que era una creación de él bastante más compleja de las habituales, y también un concierto para piano de Mozart, donde Bernstein hacía gala de sus grandes habilidades en el instrumento”.
De personalidad abierta, Bernstein tuvo una especial relación con la Filarmónica de Nueva York. “Tenía un muy buen trato y era bastante amable con los músicos. Quizás demasiado amable para mi gusto, pues podía derivar en que a veces los instrumentistas abusaran. Aún así, le tenían un enorme respeto”.
Para el maestro Izquierdo, que se educó primero en Suiza con el director Hermann Scherchen, su paso por Nueva York fue fundamental. De cierta manera él repitió en el Chile de los años 80, lo que hizo Leonard Bernstein en Estados Unidos en los 60: “Hasta dónde entiendo, el tocó por primera vez todas las sinfonías de Gustav Mahler como ciclo completo en Estados Unidos. Me acuerdo claramente cuando ensayábamos la Sexta sinfonía de Mahler, que no se había hecho hace mucho tiempo. De cierta manera era como si estuviéramos experimentando con sonidos nuevos”.
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