La Tercera
El legendario cantante reside en México alejado de la vida pública y con un deterioro cognitivo que ha afectado su memoria. “Vive muy en paz”, dice su hija. En junio se levantará una estatua en su honor en su natal Rancagua, y se prepara un libro biográfico a cargo de la SCD y de la periodista Marisol García.
Por Claudio Vergara
Cristián Urrutia, director ejecutivo del Teatro Regional de Rancagua, ultima desde hace un par de semanas el emplazamiento de la primera estatua del país en honor a Lucho Gatica y, cuando le preguntan por sus dimensiones, apela a una comparación elemental: “Mide más de dos metros. Es como un 25% más grande que cualquier humano”.
En rigor, el cantante es desde mediados del siglo XX bastante más grande que la gran mayoría de los mortales. A partir de la década de los 50, revolucionó con su forma de interpretar un género tan universal como el bolero, se convirtió en la primera gran estrella chilena de la música hispanoamericana y hasta hoy recibe reverencias de colosos tan diversos como Julio Iglesias, Miguel Bosé o Ricky Martin, además de esos encuentros con Frank Sinatra y Elvis Presley donde los gestos de admiración fueron recíprocos.
Bajo esa leyenda, Gatica cumplirá 90 años este 11 de agosto, para lo que se alistan un puñado de proyectos y tributos que, como una suerte de paradoja para un hombre que hizo del canto su mayor identidad, tendrán a su protagonista en silencio: el artista reside hoy en México absolutamente retirado de la música y de la vida pública, aquejado de una diabetes de años que ha sabido mantener a raya y de un deterioro cognitivo que comenzó a afectar su memoria desde hace alrededor de tres años. De hecho, sus últimas entrevistas -hoy está imposibilitado de darlas- son de 2013, cuando promocionó su álbum de duetos Historia de un amor.
“Mi papá vive muy tranquilo, muy vigilado por los médicos, muy sano dentro de los 90 añitos que tendrá”, describe Aida Gatica, una de sus siete hijos y con quien el intérprete vive hoy en Ciudad de México. Luego profundiza: “Cognitivamente él está un poco… (suspira). Está muy sano dentro de su edad, pero su parte cognitiva ya no es la misma obviamente. Se le olvidan algunas cosas, pero bueno, tiene 90. Su vida hoy es muy casera, muy consentida, lejos de todo el éxito y de todo lo que fue en su momento, pero agradecido y lleno de recuerdos, de sus nietos y de sus hijos. Está muy en paz mi papi hoy”.
De alguna manera, Aida -fruto de la relación del bolerista con la fallecida actriz de origen puertorriqueño Mapita Cortés- es una de las principales partícipes en una de las iniciativas más importantes para conmemorar el hito: la elaboración de un minucioso libro que pretende detallar su trayectoria, su discografía y sus colaboraciones con músicos chilenos y extranjeros; en síntesis, ordenar por escrito una carrera que en su cúspide artística y comercial no contó con prensa especializada, sistematización de los sellos discográficos o la capacidad de registro que la industria disfrutó en años posteriores.
El texto fue idea de la destacada periodista Marisol García (Canción valiente; Llora, corazón), también cuenta con el impulso de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD) y tiene el apoyo del clan Gatica, el que ha suministrado fotografías inéditas y datos específicos del artista. “Lo estamos haciendo muy de la mano, porque es la primera vez que se hace algo autorizado de mi padre. Eso es lo importante. Habrán cosas íntimas de su carrera, porque él también fue un hombre muy de familia”, anticipa su hija en torno a un libro que se sumará a otros dos de las últimas décadas: Contigo en la distancia (1992), de Gonzalo Rojas; y El Rey Lucho cantaba boleros (2013), de Pablo Márquez.
Y a muchísimos kilómetros de México, en Rancagua, su ciudad natal, se prepara otro gran evento. Hace poco más de un año, el alcalde Eduardo Soto aprobó la fabricación de una escultura en homenaje a Lucho Gatica y de otra en recuerdo de su hermano mayor y mentor artístico, Arturo, fallecido en 1996. La faena quedó en manos de los escultores Fernanda Cerda y Sergio Urbina, quienes utilizaron el procedimiento llamado fundición a la cera perdida. Ambas figuras ya están listas y se instalarán durante junio en el pasillo central del teatro rancagüino, en una ceremonia a la que se ha invitado a parte de la familia del artista. “Queremos hacer un proceso de instalación que culmine con un show de la orquesta del teatro”, asegura Urrutia.
Pero la inauguración de las estatuas, revelarlas ante el ojo masivo, no tendrá a su festejado: por sus actuales condiciones de salud, el hombre de “El reloj” no puede viajar trayectos tan extensos en avión. A cambio, Gatica ha desplegado una rutina cotidiana que incluye salir a caminar todas las tardes, dormir siesta y oír su música cuando se acerca el anochecer, como una manera de ejercitar la memoria y de recuperar esos recuerdos que progresivamente se comienzan a diluir. Uno de los principales promotores de tal actividad es uno de sus nietos, Carlos, quien va frecuentemente a la casa a escuchar música junto a su abuelo, incitando a que se acuerde de los nombres, las fechas y las anécdotas tras las canciones.
Su hija Aida sigue: “Le ponemos música en las tardes y él canta plácidamente sus canciones. Eso lo conecta con su vida y su pasado. Pero le llegó el momento de descansar. Hoy está en otra etapa, feliz de haber llevado la vida que tuvo”.
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