El Mercurio
Ya está en Chile el nuevo ensayo del intelectual estadounidense, que analiza los efectos del movimiento woke en la cultura y las humanidades. Hijo de Susan Sontag y de Philip Rieff y autor del “Elogio del olvido” (2017), al reportero de guerra y ensayista le inquieta la primacía de la autorreferencia en la cultura y también la ruptura del diálogo entre el presente y el pasado. “Deseo y destino” es un libro inteligente y provocador, al igual que su autor, que conversó con “El Mercurio”.
Elena Irarrázabal Sánchez
Voz ronca — ¿mucho tabaco?—, pelo cortado al rape, muy delgado. Veterano corresponsal de guerra y escritor, David Rieff (Boston, 1952) es un reconocido ensayista, colaborador de medios como el New York Times, Washington Post, Foreign Affairs y Letras Libres. Rieff estudió Historia en la Universidad de Princeton y ha escrito sobre duros conflictos a través del mundo, como el sitio de Sarajevo, el genocidio de Ruanda y la invasión de Afganistán. No es hombre de eufemismos y está en las antípodas de la corrección política, pero sí devela, a través de la entrevista, una gran erudición en historia, literatura y artes.
Nacido en un entorno marcado por la palabra y el humanismo, Rieff es hijo de la célebre intelectual estadounidense Susan Sontag y fue el editor de los diarios de su madre. Su padre fue el destacado sociólogo Philip Rieff, una figura menos conocida, pero no por ello menos interesante, gran analista de la obra de Freud y estudioso de temas como la importancia de la represión de los impulsos y del rol de la sacralidad en la sociedad.
En 2017 David Rieff presentó su contundente —y no exento de controversia— ensayo “Elogio del olvido” (2017), en el que cuestionaba el excesivo culto a la memoria histórica y advertía que la instrumentalización de un pasado puede ser una forma de profundizar en el odio. Ahora publica “Deseo y destino: lo woke, el ocaso de la cultura y la victoria de lo kitsch” (Debate), sobre el pensamiento woke y su comprensión de la cultura. La obra, que ya va en su segunda edición en español y está disponible en librerías chilenas, cuenta con un excelente prólogo de John Banville, quien define el ensayo de Rieff como “un ataque convincente y brillantemente argumentado contra las ortodoxias actuales que dominan sobre todo al mundo académico, a los patronos de las artes y a Silicon Valley”.
Desde Barcelona, Rieff conversó con “El Mercurio” por Zoom. “Casi toda mi vida he sido un nómade, es casi mi profesión. Vivo entre Europa y Nueva York, pero viajo unas seis semanas al año a Buenos Aires, y ahora vine a España por la publicación del nuevo ensayo. Luego iré a Varsovia y de ahí a Kiev, donde paso temporadas y hago clases en la universidad. Estoy preparando un libro sobre la guerra de Ucrania, es una vuelta a mis raíces”.
—Ha vivido varias guerras. Y dice que allí ha aprendido que víctima y victimario son roles que cambian con el tiempo. ¿Esta reflexión influye en su nuevo ensayo?
“Bueno, para empezar, el movimiento woke, en general, suele borrar la diferencia entre la violencia metafórica —digamos, verbal— y la violencia física. Para mí eso es una distorsión de la realidad. Decir que la violencia retórica es la misma cosa que una bala en la pierna, me parece ridículo. La gran mayoría de los wokistas no entienden nada de la violencia y los jóvenes en las facultades en Estados Unidos, el Reino Unido y Australia hoy tienen un nivel de autocentrismo e ingenuidad, que para mí es casi inédito”.
—Le inquieta la primacía de la sensación subjetiva por sobre la realidad.
“La subjetividad ha pasado a ser lo más importante, se transforma en ‘la' realidad. Es my truth, mi verdad. En las universidades estadounidenses, los alumnos se quejan de que algunos profesores los ofenden y se sienten ‘psicológicamente amenazados'. Y si alguien da una opinión y piensa que hay dos sexos, la retórica woke lo acusa de estar borrando, matando espiritual y sexualmente a las personas trans. Desde hace 40 o 50 años, hay tratamientos para el cambio de sexo, pero el movimiento trans, en su gran mayoría, expresa una insistencia absoluta en que la identidad la eliges, poco importa que hayas cambiado de género o no. La realidad biológica es mucho menos importante que tu realidad imaginaria o subjetiva”.
Shakespeare imperialista
Una expresión de hipocondría moral y social, que está demoliendo la tradición cultural occidental y el cultivo de las humanidades. Así describe Rieff los efectos del pensamiento woke en la cultura. “Para ellos no existe un pasado interesante, solo el pasado victimario o el pasado racista. Y hay que expurgar ese pasado con el celo de un nuevo puritanismo”, comenta el autor. Su libro combina con amenidad textos cortos y otros más extensos, con referencias a acontecimientos actuales. No falta la ironía —uno no sabe si reír o llorar— cuando cita al libro “Marx para gatos”, editado por la Universidad de Duke, que critica “la exclusión de los gatos del abrazo revolucionario”. O cuando cita la canción “Todos somos especiales” del dinosaurio Barney, como “la expresión más radical de la convulsión woke”.
A juicio de Rieff, la mirada woke —en su opinión, de mayor penetración en el mundo anglosajón que en el latino— sataniza el pasado y con ello a la tradición cultural occidental. Se considera a Shakespeare como parte del canon imperialista y se prefiere a un escritor de Guinea Ecuatorial antes que a Cervantes. El movimiento woke, para el ensayista, “es un conjunto de fantasías occidentales sobre la autenticidad y nobleza de lo tribal y lo premoderno”, con una mirada identitaria justo cuando el mestizaje es más intenso que nunca. El ensayista percibe en el wokismo una intensa dimensión moral o pseudorreligiosa. “Aunque no sea completa, la analogía con la religión me parece correcta, pues es un movimiento de reforma emancipatoria y moral, como pueden haber sido la reforma evangélica o, en el mundo laico, la revolución cultural china”, señala.
—Su mirada se focaliza en los efectos culturales del movimiento.
“El woke no va a destruir el mundo, pero sí puede destruir la cultura occidental en nombre de la justicia, de la igualdad, de la representación de ciertos grupos. ¿Es un peligro al mismo nivel que el cambio climático? No, pero tampoco me parece que tenga que disculparme por focalizar en la cultura y en las artes. Es posible imaginar un mundo sin gran cultura y todas las culturas son mortales, como nosotros. Pero me parece que no había que adelantar la muerte de la cultura occidental, ese es uno de mis reproches fundamentales. En todas las grandes culturas, sean occidentales u orientales, el pasado es más importante que el presente. El woke es el revés. Está solo el presente, y el pasado es una forma de prefacio a nosotros mismos. Como el concepto maoísta del año cero o la frase guevarista del hombre nuevo”.
El pasado y Beyoncé
—En el libro dice que se ha perdido el diálogo con el pasado.
“Los grandes artistas de toda la historia han entendido bien aquella frase del poeta ruso Ósip Mandelshtam, que dice que la cultura es una conversación continua entre artistas del pasado, presente y futuro. Algo que trasciende las generaciones. Pero el woke es lo contrario y uno puede ver cómo destruye la cultura más selecta, solo hay que mirar las universidades y las humanidades. También el mundo de los museos y las filantropías culturales. Ya ha destruido mucho”.
— ¿Cree de verdad que las humanidades están muriendo?
“Creo que hoy vivimos un universo de las humanidades que es totalmente autorreferencial. En las universidades se estudia a Beyoncé o la propia experiencia de vida de los alumnos. ¿Para qué? Si estás ahí para estudiar, no para cantar de ti mismo. No tengo que tomar clases para tener un diploma en mi propia vida, eso puedes hacerlo en un bar con tus amigos. Esto se conjuga con una vulgarización de las ideas psicoanalíticas y una visión autosatisfecha y narcisista. Cuántas novelas y poemas describen con minucia hoy cuán alienado se siente el autor en su barrio burgués de los suburbios. El panorama es bien desolador”.
—El “yo” como temática casi única.
“Todos hablan de sí mismos. También hablan de la importancia de la diversidad, pero dicen las mismas cosas. Y proclaman el multiculturalismo, pero siempre en inglés. El reclamo fundamental del wokismo es que la cultura debe hablar de tu raza, tu género, tu minoría, tu grupo excluido. Y la otra responsabilidad del artista es ser buena persona. Algo que excluye al 99% de los buenos artistas de la historia. La gran mayoría de buenos artistas han sido hijos de puta o han tenido vínculos con sistemas de opresión”.
—Esta depreciación cultural termina en el kitsh, según su perspectiva.
“Creo que finalmente el pensamiento woke no va a producir un gran arte, sino que abre camino al kitsch, que es el subtítulo de mi libro. La cultura popular es más fácil de abordar. Hay que trabajar un poco para entender la gran cultura, pero no a Taylor Swift o Beyoncé”.
La liturgia
—David, usted plantea que el pensamiento woke tiene débiles fundamentos culturales y que les interesa más Taylor Swift que Cervantes. ¿Por qué lo considera un movimiento preocupante si tiene cimientos precarios?
“Los movimientos débiles han destruido mucho en la historia. No veo que haya una contradicción entre un movimiento intelectualmente débil —o aún idiota— y su capacidad de destrucción. Muchos movimientos destructores han sido intelectualmente débiles, incluso el fascismo y el estalinismo. Y yo diría que el neoliberalismo también es intelectualmente débil”.
—También plantea las simplificaciones culturales propias del pensamiento woke, pero sus autores suelen usar un lenguaje difícil. .
“Es que no es un lenguaje, es una liturgia. Escriben como los sacerdotes de la religión woke. Y, obviamente, cada liturgia debe tener un idioma. Además, ¿qué pasaría si escribieran de manera normal? Todos se burlarían de sus propuestas, pero en un lenguaje oculto y esotérico es más fácil decir tonterías”.
— ¿La atracción del woke no ha disminuido en el último tiempo? El último libro de Judith Butler recibió críticas.
“No sé, no la sigo tanto a estas alturas. Ya he leído demasiado a Butler en mi vida. Tal vez en mi reencarnación pueda leer más”.
— ¿Por qué considera que Butler es un fraude?
“En pocas palabras, creo que su idea de la realidad como presentación —tu propio teatro— me parece un asalto a la realidad”.
Trump y las universidades
A juicio de Rieff, el concepto de democracia se está vaciando y se tornará cada vez más impreciso. Lo mismo que el espacio del centro en la política. “Los jóvenes, en su gran mayoría, o están en la derecha o en la izquierda. El centro para ellos no existe. Y las autocracias irrumpen porque los partidos de centro no plantean soluciones para los temores y prioridades de la población. La solución autocrática aparece más persuasiva, se presenta como si tuviera esas respuestas”.
— ¿Y cuál es su perspectiva actual de Donald Trump?
“Bueno, hay que reconocer que es un mago de la política, sería muy idiota negar esto. Las personas que lo subestimaron terminaron llorando. El 6 de enero del 2021, nadie hubiese podido pensar que Trump iba a retornar al poder. Ahora es el Presidente y un presidente en sus propios términos. Es posible que fracase, no sé, mi bola de cristal se rompió hace tiempo. Pero el equipo de Trump está armando una contrarrevolución en casi la totalidad de la sociedad norteamericana”.
—Un elemento de esta contrarrevolución es la presión a las universidades para que cambien contenidos o profesores.
“Es obvio que Trump tiene una visión fundamentalmente antidemocrática y quiere presionar con todo a las universidades para que cambien sus perspectivas. Pero, entre tantos temas, diría que me preocupa más la política migratoria de Trump, que sea muy indulgente con Putin o que tenga una política nefasta en el Medio Oriente. Esto me perturba más”.
— ¿El de Trump no es un ataque a la libertad de expresión en las universidades?
“Es un asalto contra la libertad de expresión, no me cabe duda. Ahora, tampoco creo que en las universidades haya existido libertad de expresión en los últimos 20 años. Durante toda la época de Obama y Biden, identificarse como alguien de centroderecha, para no hablar de la derecha, era una sentencia de muerte dentro de las facultades. Las presiones de la administración de Trump son absolutamente reales y también lo fue la represión a la derecha en las últimas décadas. Desafortunadamente, quienes hoy se quejan se sintieron muy confortables durante la represión a la derecha y hoy viven una cosecha amarga”.
— ¿Y existe un wokismo de derecha?
“Bueno, creo que hay una versión woke de la derecha, sobre todo en términos de Palestina. Muchas personas de la derecha proisraelí usan ese vocabulario de sentirse inseguros u ofendidos. Han establecido su propia versión del wokismo, pero creo que es menos relevante y ha tenido mucho menos efectos nefastos”.
Disidencia y consumo
“Al capitalismo le conviene la infinita segmentación del mercado. El capitalista prefiere a Taylor Swift y el woke, también. En este sentido, el sistema dominante y el movimiento woke tienen los mismos intereses. Ambos consideran que la tradición es un impedimento para la rentabilidad”, reflexiona Rieff, quien se ha referido a una “mercantilización de la disidencia”. También ha señalado que la izquierda woke tiene una visión negativa de la clase trabajadora, a quienes percibe como bárbaros, xenófobos y sexistas.
—Las grandes figuras del movimiento woke dicen ser anticapitalistas, pero usted dice que es una falacia.
“Los intelectuales, profesores universitarios y artistas woke se imaginan como revolucionarios y anticapitalistas. Y se lo creen. Es perfecto, ellos tienen su fantasía, sus victorias simbólicas, mientras el negocio sigue funcionando, sin cambiar en nada. Finalmente, ¿cuál es la idea del capitalismo del mercado? Que el acceso a los mercados sea sencillo, que el acto de consumir o de comprar sea lo más fácil posible. Puedes comprar en la tienda trans o en una tienda heterosexual, no importa, así tienes más oportunidades para el consumo. El Banco Santander o el Repsol pueden aceptar el Día del Trans, sin cambiar en nada en su manera de hacer su negocio. Los woke no piden cambios fundamentales en el sistema capitalista, piden representación. Y la representación puede ser una idea revolucionaria en términos psicológicos, pero no es revolucionaria en materia económica. Y una izquierda sin análisis económico no presenta un desafío al capitalismo”.
Mis deseos son mi destino
“Deseo y destino” constituye uno de los temas del nuevo ensayo de Rieff, que además le da el título al libro. En su opinión, “el movimiento woke tiene una visión muy ingenua del destino. Sus deseos son más importantes que la realidad, sobre todo la realidad material”. El “tú puedes lograrlo” se convierte, para Rieff, en una promesa fraudulenta que suele terminar en victimismo y denuncias por trauma .
—Usted relaciona esa promesa de que “tu deseo va a ser tu destino”, con una cierta derivación de la ética protestante.
“Bueno, hoy es una idea global y existe aún en países de cultura católica, yo lo atribuyo a la continuidad de la hegemonía cultural estadounidense. Pero hablando de las raíces culturales, sí, creo que hay diferencia. ¿Cuál es la distinción fundamental entre la cultura protestante, aún en su identidad posprotestante y la esencia católica o poscatólica? Diría que en el catolicismo el sacerdote tiene que interpretar la realidad. En el protestantismo eres tú y Dios. Entonces, tu interpretación es lo más importante, es tu realidad, tu fe”.
Chile y Argentina, en la mirada de Rieff
Rieff habla bien castellano —a veces se le cuela alguna palabra en inglés—, pero su español tiene un marcado acento argentino. “Aprendí mi español en México, pero he pasado muchas temporadas en Argentina, tengo una aculturación bonaerense”. Dice que le fascina Argentina. “Es un país extraordinario tanto en sus logros como en sus frustraciones, sus debilidades. Tengo muy buenos amigos argentinos”. También ha visitado nuestro país varias veces, pero no por períodos largos y por eso da su perspectiva con prudencia. “A pesar de esa época trágica de la dictadura, creo que Chile no tiene desafíos de la misma gravedad que países como Argentina o Colombia. Hay retos serios, por cierto, como la crisis migratoria, problemas en la juventud, la educación. Y si vos me permitís, el problema de qué hacer con el arruinado centro de Santiago. Nunca he visto una ciudad donde no había existido verdadera guerra, tan destruida en su parte céntrica”.
El ensayista piensa que la izquierda chilena aún no tiene claro cómo reconstituirse. “Estuve en Santiago para el referéndum constitucional en que triunfó el Rechazo. Lo viví en casa de un gran escritor de izquierda. Él y su entorno de otros escritores y artistas estaban totalmente destruidos por los resultados. Creo que la izquierda chilena ha estado secuestrada por sus propias fantasías, pensó que Chile había cambiado y me parece no ha cambiado tanto”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario