El Mercurio
Rafael Díaz tiene nuevas teorías sobre la música kawesqar y las cofradías coloniales.
ROMINA DE LA SOTTA DONOSO
"Como chileno nacido en el siglo XX, no poseo la memoria del indígena. Solo dispongo de imágenes residuales. La composición y la etnomusicología son un intento de asir esa imagen residual por unos segundos más", reconoce Rafael Díaz (1965), compositor y etnomusicólogo, que lleva 25 años dedicado a reconstruir esta memoria a partir de las huellas de las culturas originarias.
En su faceta de creador inicia una nueva etapa, pues fue fichado por New Music Label. "Nunca me imaginé que un sello me distribuiría en todo Estados Unidos y Europa Central", reconoce Díaz. La alianza debuta con su sexto cedé: "Last Home" para el hemisferio norte y "En el fondo de mi lejanía", para el mundo hispanoparlante. Este incluye encargos de Luis José Recart para la Orquesta Marga Marga.
Como etnomusicólogo también tiene novedades. El año pasado descubrió que en América Latina había existido una flauta traversa precolombina y fue premiado por eso en la Otto Mayer Serra International Research Competition. Con ello, dio término a un mito de 200 años: "La flauta de Tiwanaku echó por tierra la teoría etnocéntrica europea. Sin embargo, esta flauta sigue estando en una bodega del museo Padre Le Paige", declara.
Ese paper es uno de los cinco que Díaz reúne en "La música originaria. Lecturas de Etnomusicología" (Ediciones UC, $7.900). También incluye un artículo premiado en el concurso Von Hornbostel del Archivo Etnográfico de Berlín: "En busca del espectro perdido del canto kawesqar".
Ese trabajo tiene una interesante historia: en 1987, una ayudante de Anne Chapman seleccionó a Díaz para una expedición en Puerto Edén. "Buscaba estudiantes con buen oído. Pude registrar y transcribir registros de cantos kawesqar", recuerda. Veinte años después, cuando hacía su doctorado, transcribió registros sonoros de expediciones de inicios de siglo a Tierra del Fuego en el Archivo Etnográfico de Berlín.
"El canto kawesqar contiene en sí mismo una estructura armónica que se desprende de su línea melódica", postula. Además, identificó el tipo de aerófonos acompañantes.
Otro paper se refiere a las cofradías de indígenas del Santiago colonial. "Acogían indígenas, chilenos trabajadores de la pequeña minería y agricultores mitimaes", detalla. De su sonoridad solo se conocía la descripción de Alonso de Ovalle: 'salvaje ruido de flautas'. Pero Díaz encontró el testamento del zapatero mapuche Tomás Robles, de 1666, donde lega "cuatro palos de patagua para hacer sonar y una docena de baras de canelo".
"La patagua para hacer sonar es la trutruca mapuche. Esta es la primera vez que se comprueba el uso de un instrumento de la cultura mapuche en un pasacalle colonial", apunta. Además, confirma que los bailes chinos son herederos de estas cofradías, con argumentos organológicos y porque ambos poseen un tempo pendular: "El tempo de una actividad performática es una huella dactilar musical".
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domingo, diciembre 01, 2013
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