lunes, septiembre 30, 2024

Dentro de la batalla legal de 621 millones de dólares por el 'alma de Internet'



 Rolling Stone

Las principales discográficas han demandado a la biblioteca en línea "Internet Archive" por miles de grabaciones antiguas, planteando la pregunta: ¿Quién es dueño del pasado?

Por Jon Blistein

Ilustración de Lars Leetaru


En la antigua capilla de una antigua iglesia de la Ciencia Cristiana en San Francisco, el sol de la tarde se cuela por las ventanas y varios servidores gigantes están trabajando arduamente. Las altas torres negras ocupan dos grandes nichos y sus ventiladores emiten un zumbido industrial sereno mientras las luces azules parpadean. Cada parpadeo, dice el hombre a cargo de esta operación, Brewster Kahle, es un mecenas virtual de la enorme biblioteca digital llamada Internet Archive .

Al otro lado de la sala, cerca de donde estaría el púlpito, se encuentra una escultura de monitores de computadora viejos, rojos y gruesos que muestran páginas web pasadas: una instantánea de la World Wide Web en 1997 y la entrada más antigua a la enorme colección digital del Internet Archive. 

Pero son las estatuas, alineadas contra las paredes y en los bancos, las que llaman la atención. Cientos de réplicas en miniatura de empleados pasados ​​y presentes de Internet Archive. Tres más llegaron ayer, me cuenta Kahle, de 63 años, el otoño pasado mientras señala la suya. Las gafas de montura metálica de la estatua hacen juego con las suyas; el pelo blanco, sin embargo, es más apretado y rizado que los mechones que rodean su cabeza real, lo que le da un aspecto un poco parecido al Doc Brown de Regreso al futuro . La estatua de Kahle lleva un libro en una mano y un ratón de ordenador en la otra, este último extendido como una ofrenda. 

“Aquí nadie gana dinero, ¿no?”, dice Kahle. “Así que uno hace esto por alguna otra razón. ¿Por qué lo hace? Porque quiere estar orgulloso de lo que hace”.

Me pregunto qué hay que hacer para ganar una estatua.

“Tienes que trabajar en el Archivo durante tres años”, responde Kahle, quien fundó el Archivo como una organización sin fines de lucro en 1996. “Tienes que dedicar tu tiempo a hacer un servicio público. Ah, ¿te lo dije?”, añade como comentario casual. “Las grandes discográficas están tratando de destruirnos”. 

Para muchos, Internet Archive es una especie de santuario: un vestigio de una Internet pasada de moda, construida sobre la apertura y el acceso, una destacada empresa de Silicon Valley interesada no en la financiación de series o en el valor para los accionistas, sino en la preservación de cualquier fragmento de registro cultural que pueda conseguir. Pero para las corporaciones y las personas que poseen los derechos de autor de grandes porciones de ese registro, Internet Archive es como un barco pirata repleto de botín digital. Dos demandas judiciales han llevado estas tensiones latentes desde hace tiempo a los tribunales y a la conciencia pública, con repercusiones financieras de cientos de millones que podrían hacer caer la mayor biblioteca de Internet.


“La Biblioteca de Alejandría para la era digital”

Antes de fundar Internet Archive, Kahle trabajó como científico informático y realizó importantes contribuciones a la informática personal y a los inicios de Internet durante los años ochenta y noventa.

En el caso del Archivo, afirma, “la idea era construir la Biblioteca de Alejandría para la era digital, para crear un acceso universal a todo el conocimiento”.

El Archivo es más conocido por su conservación de las extensiones efímeras de la World Wide Web, a las que se puede acceder a través de su motor de búsqueda y archivo único en su tipo, Wayback Machine. Pero ésta es sólo una faceta de su colección: en colaboración con museos, bibliotecas y donantes y colaboradores individuales, el Archivo ha reunido más de 145 petabytes de material (si usted tomara más de 4.000 fotografías digitales cada día durante el resto de su vida, podría acabar con 1 petabyte). Gran parte de este material está obsoleto o fuera de catálogo: libros, microfilmes y microfichas, software antiguo, videojuegos, cintas VHS poco conocidas, programas de noticias de televisión, programas de radio históricos y cientos de miles de grabaciones de conciertos. 

“Es una biblioteca de investigación. Está ahí para registrar y poner a disposición una versión precisa del pasado”, afirma Kahle. “De lo contrario, terminaremos con un mundo al estilo de George Orwell, donde el pasado puede ser manipulado y borrado”.

Pero esta obra ha irritado durante mucho tiempo a una de las fuerzas más poderosas de los Estados Unidos (los titulares de derechos) y la amenaza de demandas por derechos de autor siempre ha estado presente en el Archivo. Lawrence Lessig, el experto legal y aliado del Archivo, incluso predijo que Kahle terminaría en los tribunales en una entrevista con el New York Times en 2001 , días después del lanzamiento de Wayback Machine. 

Pasaron casi dos décadas, durante las cuales el Archivo enfrentó ocasionalmente desafíos legales menores, pero Lessig tenía razón. En junio de 2020, varias editoriales de libros demandaron al Archivo de Internet tras el lanzamiento de su Biblioteca Nacional de Emergencia en tiempos de pandemia, que puso su colección de libros escaneados a disposición para préstamo de forma gratuita y sin restricciones en medio de los cierres de escuelas, universidades y bibliotecas. Las editoriales alegaron una infracción masiva e intencionada de los derechos de autor y obtuvieron un juicio sumario en los tribunales inferiores en marzo pasado. (El Archivo apeló, pero perdió nuevamente a principios de este mes).

El mismo día en que se anunció el acuerdo del tribunal de distrito en agosto de 2023, un grupo de clientes de la industria musical, liderados por los principales sellos discográficos Universal Music Group y Sony Music, presentaron su propia demanda por infracción de derechos de autor por otro proyecto del Archivo, el Gran Proyecto 78 : un esfuerzo sin precedentes para digitalizar discos de 78 rpm, los obsoletos discos de goma laca que surgieron en la década de 1890 y siguieron siendo el formato dominante para grabaciones de audio hasta que el vinilo los superó en las décadas de 1940 y 1950.

El Great 78 Project se autodenomina un “proyecto comunitario para la preservación, investigación y descubrimiento de discos de 78 rpm”; las discográficas, en su demanda , lo llaman una “tienda de discos ilegal”. Afirman que la disponibilidad de estos discos de 78 rpm digitalizados constituye un “robo al por mayor de generaciones de música”, y que la “preservación y la investigación” se utilizan como una “cortina de humo”. Además, argumentan que el proyecto “socava el valor” de las grabaciones originales y “desplaza” las transmisiones autorizadas que realmente generan regalías e ingresos.

Los abogados de las discográficas enviaron solicitudes de entrevistas a la Asociación de la Industria Discográfica de Estados Unidos (RIAA), que se negó a hacer comentarios para este artículo. Ken Doroshow, director jurídico de la RIAA, dijo anteriormente que la demanda tenía como objetivo abordar "la infracción a escala industrial de algunas de las grabaciones más emblemáticas jamás realizadas". 

Si quieres explorar las antiguas y extrañas extensiones de la historia del sonido grabado, no hay mejor recurso que el Great 78 Project. Para construirlo, Internet Archive contrató los servicios del experto en conservación de audio George Blood, cuyo equipo ha digitalizado y subido (con metadatos detallados) más de 400.000 grabaciones desde 2017. Haz clic, filtra por año, género, idioma y encontrarás un rollo infinito de discos, la mayoría publicados por sellos discográficos que ya no existen, como Victor, Vocalion, Edison, Oriole, Okeh y Brunswick, con sus etiquetas frontales fotografiadas y dispuestas en una cuadrícula, cada una de las cuales conduce a una página web con una copia directa de la grabación. Una melodía folk, de blues o country, una joya perdida del jazz o un pequeño éxito de big band, un fragmento de comedia yiddish, una ópera húngara, un tango argentino, una polca, un foxtrot, un gospel, himnos o incluso simplemente el sonido de una persona riendo porque eso era lo que la gente quería oír cuando fue posible grabar una voz humana. 

Blood, que también aparece como acusado en la demanda, considera que esta “preservación del registro cultural” es uno de los “grandes logros” del Gran Proyecto 78. “Probablemente el 95 por ciento o más de este contenido no está disponible en ninguna parte”, le dice a Rolling Stone. “Ya sean sellos pequeños o ediciones oscuras, se han perdido en el tiempo”. 

De estos cientos de miles de grabaciones, las discográficas presentaron una demanda por la subida de 4.142 (una demanda enmendada de principios de este año añadió 1.393 grabaciones a las 2.749 iniciales). La mayoría son de artistas reconocidos cuya música todavía está ampliamente disponible: Billie Holiday, Louis Armstrong, Elvis Presley, Chuck Berry, Hank Williams, Frank Sinatra, Benny Goodman, Ernest Tubb y Peggy Lee (estas grabaciones ya no están disponibles en el Great 78 Project, según Kahle). Los posibles daños son asombrosos: 150.000 dólares por grabación (el máximo legal por un incidente de infracción), con un posible total de más de 621 millones de dólares. Si las discográficas ganan, con una sentencia lo suficientemente amplia, podría acabar con Internet Archive. (La acción más reciente en el caso fue una sesión de mediación privada entre las partes a principios de esta semana. En la actualidad, el caso está avanzando y la fase de descubrimiento está programada para durar hasta la mayor parte de 2025). 

Encima de la puerta de entrada a la oficina de Kahle hay un cartel en la calle: Librarian Place. Con un tono autocrítico, Kahle enumera algunos de los logros que cuelgan de su pared: “Estoy en el Salón de la Fama de Internet, en la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, en la Sociedad Estadounidense de Anticuarios”. Sin perder el ritmo, se maravilla ante la nueva distinción que parecen haberle impuesto estas demandas: “Y de repente estamos derribando al capitalismo”. 


“La apertura es el camino a seguir”

Kahle creció en Scarsdale, Nueva York, hijo de un ingeniero mecánico que le inculcó un espíritu de posguerra: “Puedes construir cosas , puedes intentar mejorarlas”, que más tarde se fusionó con el idealismo hippie cuando Kahle estudió ingeniería y ciencias de la computación en el MIT a fines de los años setenta y principios de los ochenta. Kahle reforzó sus estudios con cursos de historia, budismo y bibliotecología, incluso cuando muchos de sus compañeros del MIT trataban las humanidades como una clase de gimnasia.

Kahle estaba enamorado de las bibliotecas, y estas le sirvieron de base para sus dos principales contribuciones a la era temprana de Internet. En los años ochenta, se incorporó a la empresa de supercomputadoras Thinking Machines, donde ayudó a desarrollar el servidor de información de área amplia (WAIS), un sistema de publicación en línea y un motor de búsqueda que imitaban la forma en que la gente hacía preguntas a los bibliotecarios. Su siguiente empresa, Alexa Internet, fundada en 1996, recibió el nombre de la Biblioteca de Alejandría y rastreó la web en busca de información para crear un catálogo cuasi-fichero para Internet. 

Durante nuestras conversaciones, Kahle menciona una variedad de textos del siglo XX, como “Como podemos pensar”, Computer Lib/Dream Machines, Practical Digital Libraries, todos los cuales evocan visiones similares de un futuro donde la información y las personas se liberan a través de la tecnología y las bibliotecas. Kahle creía que Internet podía reemplazar el mundo en el que él creció, donde la información estaba confinada a unos pocos canales de televisión, libros de texto y periódicos. Ese era un “juego de muy pocos ganadores”, le gusta decir. Quería hacer un juego con muchos. 

Cuando WAIS se convirtió en una empresa independiente a principios de los años noventa, Kahle tuvo la oportunidad de desarrollarla más junto con Steve Jobs en NeXT, pero éste la rechazó. Jobs, dice Kahle, “no estaba interesado” en desarrollar WAIS con herramientas de búsqueda que estuvieran completamente abiertas al público. 

“La apertura es el camino a seguir”, dice Kahle, “aunque no me haga tan rico, porque ¿a quién le importa hacerse rico? ¿Cómo podemos lograr que haya muchos escritores, editores, libreros y bibliotecas que tengan sus propios nichos? ¿Cómo podemos lograr que haya una relación de muchos a muchos a muchos, sin ningún punto central de control?”

Kahle se hizo rico de todos modos. WAIS se vendió a AOL por 15 millones de dólares en 1995. Y Amazon, encantada con las capacidades de rastreo web de Alexa, la compró por 250 millones de dólares en acciones en 1999. (Como parte del acuerdo, Amazon acordó seguir donando esos rastreos web al Internet Archive para su conservación.) 

Aunque los ideales de Kahle nunca flaquearon, sus creaciones fueron absorbidas por un gigante de Silicon Valley que se alimentaba de todo lo que era antitético a su visión de una Internet abierta: modelos publicitarios, mercados de capitales demenciales y el “veneno” definitivo (como él lo llama), el poder monopólico. Así fue como se lograron controles estrictos sobre la información, encerrada tras muros de pago altísimos. Un juego de pocos ganadores. 

“Hemos tomado la promesa de Internet y la hemos defraudado”, dice Kahle. “Convencimos a la gente (yo era una de ellas) de que volcara sus pantallas para responder preguntas”.

Así, mientras Internet se movía sin rumbo, Kahle cogió sus millones y su brillantez y construyó su bastión. Y aunque desdeñó la sed de sangre hipercapitalista de Silicon Valley, siguió abrazando su búsqueda temeraria, a veces descuidada, de un objetivo. Para hacer crecer el Internet Archive, eso significó andar con rodeos y tocar los límites de la ley de derechos de autor, aunque para los detractores del Archivo, esto a menudo parecía una flagrante indiferencia.

En su demanda, las discográficas criticaron al Archivo por su “largo historial de oposición, lucha e ignorancia de la ley de derechos de autor, proclamando que su fanatismo sirve al bien público. En realidad, los demandados no son más que infractores masivos”.

Aun así, “servir al bien público” pareció otorgarle al Archivo cierta libertad de acción. Jessica Litman, profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y experta en derechos de autor, señala que Wayback Machine pudo sortear grandes obstáculos porque “se convirtió en un recurso muy bien aceptado” y nadie más (incluida la Biblioteca del Congreso) estaba dispuesto a invertir el dinero, o asumir el riesgo de los derechos de autor, para indexar la web. 

Cuando los titulares de derechos exigían que se eliminara algo, Internet Archive lo hacía: “Siempre con respeto y en diálogo”, dice Kahle. A veces se llegaba a un compromiso, como en 2005, cuando Internet Archive y Grateful Dead encontraron una solución para mantener disponibles las innumerables grabaciones de conciertos de la banda en el “Live Music Archive”.

En una conferencia de 2019, Kahle compartió una especie de filosofía de derechos de autor. “Intenten no hacer que otras personas sientan que se están aprovechando de ellas”, dijo a la multitud. “Si eso no sucede, no vendrán a por ustedes. Si sienten que se están aprovechando de ellas, les lanzarán cosas, como abogados… Creo que simplemente debemos proceder y hacer lo correcto. No hagan cosas que huelan mal”. 

Pero para muchos, Internet Archive siempre ha sido un mal lugar. “Ese es el problema con Brewster”, dice Neil Turkewitz, ex vicepresidente ejecutivo internacional de la RIAA. “Es la arrogancia que emana de Silicon Valley, y él la tiene a raudales: uno puede crear sus propias leyes que determinen sus normas de conducta si tiene un ideal superior”.

Dennis Spragg, director de los archivos de Glenn Miller y coordinador de licencias del patrimonio, dice pintorescamente que se abstendrá de utilizar la palabra “ladrón” para describir las actividades del Archivo, porque “es un término que implica un juicio de valor”. En su lugar, se decide por un descriptor legal ficticio en latín: “ Habeas grabus . En otras palabras: lo tengo, lo agarro”. 

“Han tocado la fibra sensible de mucha gente”, añade. “Y hay movimientos entre los titulares de derechos para ser más duros con ellos”.

Una demanda por 621 millones de dólares es complicada, y tanto Turkewitz como Christiane Kinney, abogada de la industria musical y especialista en derechos de autor, creen que las discográficas tienen un caso claro y cerrado. Apenas hay una “disputa fáctica”, sostiene Turkewitz. “Es un caso sencillo de derechos de autor sobre reproducción y distribución… centrado en los discos que están en el catálogo [de las discográficas], que se distribuyen y están disponibles comercialmente”. 

Kinney está de acuerdo: “Hablan mucho, pero la realidad es que, ¿cuándo no escuchamos “White Christmas” de Bing Crosby?”

En el caso de Internet Archive, la noción de uso justo (exenciones legales que permiten a las personas utilizar obras protegidas por derechos de autor si el propósito se considera suficientemente “transformador” o “educativo”) está sobre la mesa; pero ese argumento no logró convencer a los tribunales inferiores en el caso de las editoriales. La Ley de Derechos de Autor también otorga a las bibliotecas y archivos cierto margen de maniobra para reproducir y distribuir obras protegidas, pero hay debates sobre si Internet Archive, a pesar de sus afirmaciones, es una biblioteca o simplemente un centro de distribución en línea. (En el caso de las editoriales, el tribunal de apelaciones sostuvo que “la IA no cumple las funciones tradicionales de una biblioteca”).

Litman sugiere que las discográficas tendrán que demostrar que las grabaciones que alberga Internet Archive son las mismas que las discográficas están vendiendo actualmente. “Creo que es un argumento difícil de sostener”, dice. “Me sorprendería que no hubieran conseguido nuevos registros de derechos de autor para esas grabaciones. Lo que están explotando es una versión remasterizada de las grabaciones más antiguas. Y lo que está transmitiendo Internet Archive son las grabaciones originales, de muy baja fidelidad”. Por ejemplo, el registro de una recopilación de Count Basie de 1995, On the Upbeat, contiene dos canciones en la demanda (“Every Tub” y “One O'Clock Jump”) y afirma que la demanda es por “Nuevo material: recopilación y remezcla”.

Jennie Rose Halperin, bibliotecaria y directora del grupo de defensa Library Futures (que presentó un escrito amicus curiae en nombre del Archivo en el caso de los editores de libros), se hace eco de este sentimiento: “Asumir que escuchar un disco de 78 rpm en línea con todos esos rasguños y crujidos es lo mismo que ir a Spotify y escuchar una canción de Frank Sinatra es, francamente, un argumento engañoso”. 


“Demasiado importante para dejarlo en manos de estas corporaciones”

En el vestíbulo del Internet Archive, una vitrina muestra la historia de la palabra escrita en un lado (desde las tablillas cuneiformes hasta los ordenadores portátiles) y la historia del sonido grabado en el otro (desde los cilindros Edison hasta los MP3). En el medio hay una máquina parlante Victor de 1927. Kahle me pregunta si alguna vez he oído un disco de 78 rpm tocado en un fonógrafo mecánico. No lo he oído, así que coge un disco de una pequeña pila, lo coloca en el tocadiscos y fija una aguja nueva en la aguja. Me indica que gire la manivela del lateral hasta que empiece a ofrecer resistencia. Cuando lo hace, Kahle acciona un interruptor, el tocadiscos gira y la pequeña flecha del velocímetro de rpm avanza lentamente hacia el 78. La aguja toca la laca y empieza a bailar de un lado a otro en el surco, empujando el aire a través de un diafragma para amplificar el sonido. 

El disco, “Concerto Boogie” de 1947 del Tommy Edwards Trio, es una versión jazzera del Concierto para piano en la menor de Edvard Grieg de 1868. Después de una severa introducción de piano, el bajo y la guitarra se mueven hacia un ritmo exuberante, bobo y ebrio de gimlet. De pie frente a la icónica y floreciente trompa de Victor Talking Machine, muestro una sonrisa de alegría y estupefacción. No porque “Concerto Boogie” sea la mejor canción que jamás haya escuchado (sin ofender al Tommy Edwards Trio); simplemente nunca había escuchado música de esta manera, donde cada nota crujiente golpea tu cara con una ráfaga de aire. Me he parado frente a subwoofers mientras resoplaban y resoplaban; he sentido el bajo vibrando a través de mi cuerpo. Pero esto es diferente, un soplo del pasado. 

Los setenta y ocho han sido esenciales, si no invaluables, para la preservación del sonido de principios del siglo XX. En las mejores circunstancias, un proyecto de restauración o preservación de audio utiliza una grabación maestra (la cinta original, el archivo digital o, como era el caso a principios del siglo XX, una placa de metal) en la que se grabó por primera vez la canción. Pero pocas de esas placas de metal sobreviven hoy en día. (Paramount Records, el destacado sello de jazz y blues que publicó la música de Ma Rainey, Blind Lemon Jefferson y Charley Patton, cerró durante la Depresión y vendió muchos de sus masters como chatarra).

Durante los años cincuenta se fabricaron nuevos discos de 78 rpm, pero las discográficas solían evitar la tarea de preservar esos discos más antiguos y la asumían particulares. Cuando Columbia Records publicó la histórica colección de Robert Johnson de 1961, King of the Delta Blues Singers, no sacó las grabaciones de su propia bóveda meticulosamente cuidada: se encontraron algunas placas maestras de metal en una fábrica, pero la mayoría de las canciones procedían de discos de 78 rpm de las colecciones personales de dos empleados de Columbia.

Los coleccionistas individuales también fueron esenciales para el crecimiento del Gran Proyecto 78, desde los 70.000 discos donados por el coleccionista danés Leif Druedahl hasta los discos adicionales donados por varias instituciones y bibliotecas.

David Leonard, presidente de la Biblioteca Pública de Boston, que donó una gran parte de su colección de sonido fuera de circulación desde hacía mucho tiempo, recuerda los “elogios y comentarios” de los amantes de la música y los oyentes nostálgicos que llegaron cuando la colección se puso en marcha. 

Las discográficas se ocupan de gran parte de la música antigua, especialmente si sigue siendo rentable, como las 4.000 grabaciones por las que están demandando al Archivo. Pero Nathan Georgitis, director ejecutivo de la Asociación para las Colecciones de Sonidos Grabados, una organización sin fines de lucro dedicada al estudio y la preservación de grabaciones de sonido, sostiene que las compañías discográficas también tienen una forma de "dejar ir el contenido". Alude al infame incendio de 2008 en Universal Studios (un "gran percance con su bóveda"), que destruyó un almacén lleno de material audiovisual de archivo. Y señala que ARSC y algunas discográficas en ocasiones se han encontrado en desacuerdo sobre "cómo gestionar adecuadamente las colecciones de grabaciones de sonido, ya sea para el beneficio de la historia y la ilustración de la humanidad o, ya sabes, para obtener un beneficio económico". 

Lew Tucker, informático y colega de Kahle, entiende las repercusiones de esas consideraciones. Su padre, Tommy Tucker, fue un exitoso director de big band en los años treinta y cuarenta, que se ganaba la vida principalmente en la carretera, pero grabó cientos de canciones e incluso consiguió algunos éxitos menores en la radio. Es probable que la mayoría de esas grabaciones sean ahora propiedad de Universal y Sony, pero no es fácil encontrarlas en CD o en streaming. 

“No hay ningún interés comercial”, admite Tucker sobre la música de su padre. “Pero está todo bajo llave, nadie puede oírlo”.

Encontrará cientos de grabaciones de Tommy Tucker en el Great 78 Project, pero ninguna de ellas forma parte de la demanda. “Por eso la conservación y el archivo son demasiado importantes como para dejarlos en manos de estas corporaciones que no ven la manera de monetizarlos”, dice Tucker. “Brewster no los está monetizando”. 

El Gran Proyecto 78 fue diseñado, en última instancia, para Tommy Tuckers y los “Concerto Boogie”. Si bien los coleccionistas de 78 contribuyeron a su creación, es un contrapunto fundamental para su búsqueda frecuente de los discos más raros del mundo. “Es la cola larga lo que la gente quería”, dice Kahle. “Querían saber: ‘¿Cómo sonaba Estados Unidos?’ No solo buscamos las cosas que la gente escuchaba, sino la forma en que las escuchaba”.

Y el Internet Archive probablemente podría haber hecho exactamente esto y nunca haber enfrentado una demanda de 621 millones de dólares. Esto se debe a que la Ley de Modernización de la Música de 2018 estableció reglas que permiten a las personas compartir la plétora de grabaciones realizadas antes de 1972 que no están disponibles, para transmisión o venta, a través de canales oficiales. Reglas que, por ejemplo, una biblioteca de Internet sin fines de lucro podría seguir si quisiera digitalizar discos de 78 rpm que contuvieran pistas que nunca encontraría en Spotify. No se les permitiría monetizar esas grabaciones y tendrían que realizar una "búsqueda razonable y de buena fe" para asegurarse de que el titular original de los derechos no estuviera ganando dinero con ellas. Pero, si lo hicieran, luego presentaran una notificación ante la Oficina de Derechos de Autor, esperaran 90 días y nadie se opusiera, serían libres de compartir.

De hecho, Internet Archive se apresuró a utilizar estas reglas para añadir una gran cantidad de vinilos descatalogados a su biblioteca. Su colección “Unlocked Recordings” cuenta ahora con más de 23.000 artículos y afirma de forma destacada que se realizó una “búsqueda razonable” para determinar que no estaban disponibles comercialmente. 

Pero las discográficas, en su demanda, sostienen que no se realizó ninguna búsqueda similar para el Great 78 Project, lo que, en su opinión, es una prueba de que Internet Archive conocía las reglas y las ignoró deliberadamente. (También rechazaron la afirmación de Internet Archive sobre la “Colección desbloqueada”, diciendo que nunca presentó una notificación a la Oficina de Derechos de Autor para ninguna grabación, e incluso albergó grabaciones de Paul McCartney, Jimi Hendrix y Nina Simone en un momento dado; si esas grabaciones estaban disponibles, parece que fueron eliminadas).

Kahle insiste en que si las discográficas hubieran dicho: “Oye, es tan importante que nadie pueda conseguir ese Benny Goodman 78”, Internet Archive “habría trabajado con ellos”. La RIAA incluso se puso en contacto con él en 2020 sobre una posible infracción del Great 78 Project, y aunque Kahle defendió el esfuerzo en respuesta, también dijo que eliminarían cualquier título específico si las discográficas lo solicitaran. No se produjo tal solicitud, solo la demanda tres años después. 

Pero las discográficas argumentan que, esta vez, no era su responsabilidad entregar al Archivo esa lista ni los avisos de eliminación de derechos de autor. Incluso Litman, una gran admiradora del Internet Archive, cree que puede haber sido “negligente” al no seguir esas reglas. La Ley de Modernización de la Música “requería que [el Archivo] pasara por algunos obstáculos, y no lo hizo”, dice. 

Hablo de esto con Kahle por primera vez en el vestíbulo del Archivo, frente a la máquina parlante Victor, donde está introduciendo una moneda en una máquina de discos eléctrica roja de los años 40. Pulso un botón para poner una melodía de Benny Goodman, pero la máquina es quisquillosa y, en su lugar, pone “The Frim Fram Sauce” de Louis Armstrong y Ella Fitzgerald, una de las grabaciones supuestamente violadas del Great 78 Project.

Menciono una presentación en la que Kahle explicó cómo el Archivo comprobaba si las cintas VHS que estaba conservando estaban disponibles comercialmente en DVD. ¿Se tomaron medidas similares para los discos de 78 rpm?

“En el caso de los LP y los CD, eso es exactamente lo que hacemos”, afirma. “En el caso de los 78, preguntamos por ahí, tratamos con muchos coleccionistas y simplemente nos dijeron que no era un problema”. (En un correo electrónico, Kahle señala además que el Gran Proyecto 78 “es anterior a la MMA” y que “los sellos discográficos lo sabían”).

Pero hay una manera aún más directa y obvia de hacer esta pregunta que no requiere conocimiento de la bizantina ley de derechos de autor de Estados Unidos. ¿Por qué Internet Archive no se lo pensó dos veces antes de poner a disposición en línea de forma gratuita una canción como “The Frim Fram Sauce” o “White Christmas” de Bing Crosby (el sencillo más popular de todos los tiempos)? ¿No hubo ninguna preocupación ni siquiera por un éxito de Frank Sinatra en 78?

Por unos momentos, solo se escuchan los vigorosos instrumentos de viento de Bob Haggart y su orquesta. “No fue un problema”, dice Kahle después de un momento. “Hablamos con la gente, no fue un problema”.

Cuando lo menciono nuevamente más tarde, Kahle argumenta que los discos de 78 rpm están “obsoletos” y que hicieron “transcripciones fieles de discos de 78 rpm que no han estado a la venta durante 50 a 70 años… No tienen nada que ver con lo que obtendrías en Spotify. La gente va a Spotify para encontrar cosas que disfruta [escuchar]. Cuando quiero escuchar discos de 78 rpm, escucho el maravilloso trabajo de Jack White…” y ahora se ha levantado de su sillón reclinable, ha salido de su oficina, ha estado hurgando y ha regresado con la lujosa caja recopilatoria Rise and Fall of Paramount Records de Third Man , con sus pistas meticulosamente remasterizadas del catálogo de Paramount recién impresas en vinilo. 

“Si quieres disfrutar del sonido de los 78 rpm, compra esto”, insiste. 

Kahle dice que cree que las exenciones de MMA tienen más que ver con los LP de vinilo lanzados antes de 1972, que "todavía suenan como la música que escucharías" en streaming o CD.

Pero a las discográficas les digo que no importa si se trata de una transferencia directa de “White Christmas” desde un viejo disco de goma laca: sigue siendo “White Christmas” y la gente puede escucharlo en streaming de forma gratuita.

“¿Y la gente?”, replica Kahle.

Esta pregunta parece pertinente en una demanda de 621 millones de dólares. Y la demanda arroja algunas estadísticas (cantidades estimadas de reproducciones y descargas) para algunas grabaciones. “White Christmas” supuestamente tiene “decenas de miles” de descargas o reproducciones en el Great 78 Project; “Young at Heart” de Frank Sinatra tiene 2.300; “Monk's Dream” de Thelonious Monk tiene “cientos”. A modo de comparación, en Spotify, “Young at Heart” y “Monk's Dream” tienen más de 20 millones de reproducciones cada una; y las dos versiones de “White Christmas” que encontrará allí tienen más de mil millones de escuchas acumuladas. 

Kahle responde a su propia pregunta retórica con la risa aguda e incrédula que a menudo acompaña su exasperación: “Ya hemos realizado el experimento, y la respuesta es: ¡no!”. 


“No pidieron permiso a los titulares de los derechos”

Al igual que Lew Tucker, John Mills II también es hijo de un músico. Su padre, Donald Mills, fue uno de los miembros fundadores de los Mills Brothers, el grupo vocal negro pionero con décadas de éxitos que se remontan a la década de 1920. Mills creció inmerso en el mundo de los Mills Brothers, y para él era natural convertirse en músico. Siempre ha tenido sus propios proyectos, pero comenzó a cantar con su padre en 1982 y, después de la muerte de Donald en 1999, continuó con el legado de los Mills Brothers. 

“Siempre he admirado su talento, su hermosa voz, la relación que tenía con su público”, afirma Mills. “No voy a decir que no a eso, ¡traté de no arruinarlo!”

Los Mills Brothers grabaron más de 2.000 discos y, a diferencia del catálogo de Tommy Tucker, la gran mayoría de ellos están ampliamente disponibles. También se siguen licenciando regularmente para videojuegos, películas y programas de televisión. “La gente es más consciente de ello de lo que cree”, afirma Mills. 

La demanda del Gran Proyecto 78 incluye 39 grabaciones de los Mills Brothers, incluidas colaboraciones con Armstrong y Fitzgerald, y éxitos propios, como “Nevertheless (I'm in Love With You)” y “You Always Hurt the One You Love”, todas propiedad de Universal Music.

Mills, al igual que otros representantes de las propiedades con los que hablé, apoya firmemente a las discográficas. “Es un tesoro, en esencia”, reconoce Mills sobre el Gran Proyecto 78. “Pero no pidieron permiso a los artistas, creadores, editores, escritores y titulares de los derechos originales para distribuir nuestro trabajo de forma gratuita”.

Las frustraciones de los herederos reflejan una tensión que ha desconcertado durante mucho tiempo a Turkewitz, ex ejecutivo de la RIAA, sobre las actividades de Internet Archive. “¿Cómo se puede emprender una acción que es tan antitética a los intereses del creador, mientras se afirma que se ama el producto del creador?”

Pero lo mismo podría decirse de las discográficas. Fundamentalmente, los derechos de autor existen para proteger a los creadores e incentivarlos a crear; pero en Estados Unidos, como señala Litman, es fácil ceder esos derechos y mucho más difícil recuperarlos. Eso permite que “los editores y otros intermediarios intervengan, a menudo en desventaja del autor original”, añade Litman. Así es como ha funcionado la industria discográfica desde siempre. 

Doug Holloway, representante de los herederos de Thelonious Monk, apoya rotundamente la demanda de los sellos precisamente porque Monk, como tantos artistas negros de su época, recibió un salario muy inferior al que le correspondía por su trabajo cuando estaba vivo. “A Thelonious Monk lo estafaron”, dice Holloway. “Seamos francos: cualquier cosa que reduzca los ingresos de los herederos está mal. Punto”. 

En su demanda, las discográficas señalan que ni ellas ni sus artistas reciben un centavo por la supuesta infracción de Internet Archive. Pero para muchos, este gesto favorable a los artistas suena falso, ya que la industria musical recauda cantidades obscenas de dinero y la gran mayoría de los artistas o sus herederos reciben muy poco de ese dinero. Halperin lo califica de argumento de “mala fe” que “toma el manto de los derechos de los creadores y lo pervierte para perseguir a una biblioteca digital sin fines de lucro”.

Las discográficas, señala Litman, siguen siendo dueñas de la mayoría de estas grabaciones antiguas y pueden seguir beneficiándose de su explotación original con el respaldo de la ley federal. A partir de los años setenta, se concedió a los artistas un derecho de rescisión de la cesión que les permitió reclamar sus derechos de autor; la Ley de Modernización de la Música no extendió ese mismo derecho a los artistas tradicionales (ni a sus herederos) cuando las grabaciones anteriores a 1972 finalmente obtuvieron la protección de los derechos de autor federales.

“Este país no sólo les debe una disculpa a los artistas de mediados del siglo XX, sino también una gran cantidad de dinero”, afirma Litman. “No creo que el Great 78 Project vaya a sacar nada de ese dinero del bolsillo de ningún artista”.

Para alguien como Mills, estas contradicciones son profundamente personales. “Estos chicos trabajaron”, dice de los hermanos Mills. “Cumplieron con cada trabajo que se les pidió y fueron muy buenos… Para mí, lo importante es obtener un retorno sobre el esfuerzo realizado”. 

Pero Mills también reconoce que esos retornos se han visto obstaculizados por fuerzas mucho mayores que Internet Archive. Es parte de un litigio en curso contra Universal, acusando al sello de retener regalías para artistas tradicionales y sus patrimonios. (Universal ha negado las acusaciones y ha llegado a un acuerdo con algunos de los demandantes). También es muy consciente de que, como artistas negros, los hermanos Mills no tuvieron las mismas oportunidades financieras y de inversión que sus homólogos blancos. En la década de 1930, dice Mills, su padre se mudó a Los Ángeles para hacer películas y no pudo comprar una casa en el adinerado barrio de Hancock Park, exclusivamente blanco, aunque probablemente podría haber comprado tres. 

Recuerdo lo que me dijo Lew Tucker sobre el gran éxito radial de su padre: “Creo que eso pagó nuestra casa”.

Mills habla con pasión y reverencia sobre su familia, pero todo está enredado en años de frustración. Universal todavía posee gran parte del catálogo de los Mills Brothers, lo que deja a los herederos en deuda con el sello, ya sea trabajando en su nombre en el caso de la demanda del Great 78 Project o en su contra en las acusaciones de regalías retenidas. 

“Mis padres, mis tíos y mi abuelo probablemente financiaron los estudios universitarios de miles de hijos de ejecutivos de compañías discográficas mientras ellos esperaban poder cuidar de los suyos”, afirma Mills. 

Y con años de frustración vienen años de dolor. Hay tantas cosas en las que Mills preferiría centrarse: el centenario de los Mills Brothers (se formaron en 1925), los conciertos que sigue realizando bajo el estandarte familiar y su nueva banda, Orchids in Zoom . "Es como sacarse costras todo el tiempo", dice. "Y no quiero sufrir así". 


“¿Por qué intentan borrarnos?”

En la oficina de Kahle, mientras nuestra conversación y la tarde que pasamos juntos se acercaban al final, le leí algo de un libro que me recomendó titulado La biblioteca: una historia frágil. En el prólogo se afirma: “Aunque las bibliotecas sean muy queridas, los contenidos de estas colecciones requieren una conservación constante y, a menudo, decisiones dolorosas sobre qué tiene valor permanente y qué debe desecharse”. 

¿Cómo ha respondido a esta pregunta el Internet Archive, con su colección en constante crecimiento? Kahle, siempre evangelista, responde que la tecnología ha hecho que sea irrelevante. 

“Hemos sido capaces de construir una biblioteca no sólo de gente famosa, sino también de gente común”, afirma. “Eso es lo que van a destruir estas corporaciones: la historia de gente mucho más común. ¡Es obvio que no están haciendo ningún daño! ¿Por qué están haciendo esto?” 

Kahle vuelve a menudo a esta pregunta de por qué , buscando una respuesta que explique la posible destrucción no solo de un tesoro digital de grabaciones de 78 rpm, sino de todo lo demás que el Archivo ha preservado, su verdadera misión: el acceso universal a todo el conocimiento. “Sin nosotros, la gente no tendría un registro”, dice Kahle. “Entonces, ¿por qué intentan borrarnos?”

La respuesta a su "¿por qué?" es evidente en las acciones de aquellos que se alinean contra él: propietarios de derechos y corporaciones frustrados desde hace tiempo que ven poca diferencia entre Internet Archive y sitios de torrents ilegales como Pirate Bay, y no han gastado millones presionando por un sistema de derechos de autor que favorezca sus intereses por sobre el dominio público a cambio de nada.

“Uno esperaría que hubiera algún tipo de equilibrio, o que todos pudieran comportarse bien en el arenero y encontrar soluciones que beneficiaran a todos”, dice Kinney, el abogado y experto en derechos de autor. Shen luego agrega con una risa perspicaz: “Pero así no es como se hacen los negocios”.

Y, en realidad, se trata de negocios en todos sus aspectos. Por ejemplo, tanto Turkewitz como Halperin sugieren de forma independiente que estas demandas podrían estar sentando las bases para una lucha más apremiante por los derechos de autor contra las empresas de inteligencia artificial que utilizan trabajos bajo licencia sin permiso para entrenar modelos de lenguaje extenso para inteligencia artificial. 

“Una parte del litigio consiste en sentar precedentes y dejarle claro al mundo que no se puede salir y crear una empresa que dependa de nuestro producto sin acudir a nosotros para negociar”, afirma Turkewitz. 

Pero incluso si las discográficas ganan la demanda y protegen sus productos del Internet Archive, no hay garantía de que los verdaderos creadores (o sus herederos) obtengan algún beneficio. Las discográficas no reciben automáticamente 621 millones de dólares si ganan, y cómo se distribuirán los daños es una pregunta abierta. Sam Trust, un veterano de la publicación musical que supervisa el patrimonio de Doris Day, apoya la demanda, pero califica los posibles daños de "absolutamente absurdos" y añade: "Me sorprendería que fueran 41.000 dólares en daños". 

Y luego está el precedente reciente: cuando las editoriales anunciaron el año pasado su acuerdo con Internet Archive mediante sentencia sumaria, la Asociación de Editores Estadounidenses sólo dijo que los daños “confidenciales” eran suficientes para cubrir “los honorarios y costos significativos de los abogados”. No se mencionó cuánto dinero recibirían los autores, si es que recibirían alguno . (Cuando se les preguntó si los autores recibirían algo del acuerdo tras la victoria de las editoriales en la apelación, un representante de la AAP simplemente dijo: “Los términos del pago monetario son confidenciales”).

Tal vez, si las discográficas se marchan con un cheque gordo, harán algo más que pagar a los abogados, aumentar las primas o aumentar el valor de los accionistas. Tal vez crearán un fondo que vaya directamente a todos los artistas y patrimonios mencionados en la demanda, lo que permitiría a una organización sin fines de lucro pagar a los músicos y las familias a quienes esas mismas discográficas han sido acusadas de explotar durante décadas. 

El día que Kahle me muestra las oficinas de Internet Archive, la amenaza existencial de todos estos litigios se cierne sobre mí, pero su entusiasmo sigue siendo incontenible. Sigue siendo optimista respecto de Internet y la tecnología que hay detrás de ella, pero “no respecto de las entidades controladoras que se aprovechan de Internet y del auge de lo que esos monopolios han hecho para mantener a la gente en la ignorancia”.

En Internet Archive, Kahle y otros siguen intentando construir el futuro que él siempre imaginó. Me presenta con entusiasmo a un grupo de personas que trabajan en el sótano en proyectos web descentralizados: un nuevo sueño de Internet abierto, una web que funcione con conexiones directas entre individuos, no moderadas por plataformas dominantes y centralizadas. “Este lugar es como el alma de Internet”, dice un miembro del equipo.

En el vestíbulo, en el cursi resplandor de “Concerto Boogie”, Kahle comienza a reflexionar: “Una de las cosas de los discos de 78 rpm que es realmente maravillosa es que es la primera vez que la gente se escucha a sí misma”. 

Todavía hay mucho asombro en su voz, y se nota mientras toma de una pequeña pila un volante postal del Gran Proyecto 78, animando a la gente a donar discos y unirse a este nuevo esfuerzo por preservar el pasado. 

“El Gran Proyecto 78 fue un proyecto comunitario, un proyecto de colaboración colectiva, al estilo de Internet”, afirma Kahle. “No es el Archivo de Internet, sino cientos de coleccionistas e instituciones que trabajan todos juntos”. 

Y luego partimos de nuevo, nos trasladamos a otra sala de esta catedral, donde un pequeño equipo está inventando una nueva forma de digitalizar microfichas.


sábado, junio 22, 2024

Antonio Monasterio cierra en vivo el ciclo que lo llevó al premio Pulsar

 El Mercurio


El compositor y multiinstrumentista ganó con su disco “Las furias y el mar”, marcando un nuevo momento de altura en la fusión chilena.

IÑIGO DÍAZ

Nacido y criado en Panguipulli, a orillas del lago a donde acudía para reflexionar y tocar la guitarra siendo adolescente, Antonio Monasterio (1987) tuvo que pasar un año estudiando Historia en Temuco para darse cuenta de que su vida iba por otro camino. Hoy no solo es un nombre central en las escenas independientes surgidas desde Valparaíso, donde estudió Música y se hizo compositor y multiinstrumentista, sino que ha alcanzado un estatus mayor con el reciente premio Pulsar, distinción anual a la música chilena en distintas categorías.


Mañana, Monasterio volverá al Parque Cultural de Valparaíso (19:00 horas, de $3.000 a $12.000 en PortalTickets) para cerrar un ciclo que comenzó hace cinco años y que desembocó en su premiado disco “Las furias y el mar” (2023). En ese escenario presentará una música de tramas sonoras amplias y gran profundidad narrativa junto a su conjunto, un mecanismo de varios engranajes y que él denomina Antonio Monasterio Ensamble. “Todos los músicos tienen una importancia en el desarrollo de los temas. Yo no soy el líder del grupo, sino parte de él, por eso lo llamamos ensamble”, dice al teléfono en un viaje en micro desde Valparaíso a Quilpué, para hacer clases.


Alrededor del compositor hay músicos que provienen de la academia y del jazz, además de intérpretes de instrumentos del folclor chileno o de distintas culturas del mundo: ney turco, guitarra campesina traspuesta, guitarra eléctrica de jazz, saxo tenor, piano, contrabajo y batería. Pero en la obra, Monasterio también incorpora la electrónica al procesamiento de esos sonidos orgánicos, junto con registros del paisaje sonoro urbano.


Editado por el sello Mescalina, “Las furias y el mar” fue resultado de tiempos turbulentos tanto para él como para la sociedad chilena. El mismo 18 de octubre de 2019, tras su regreso por una gira de conciertos por las tres grandes capitales asiáticas —Beijing, Seúl y Tokio—, el ensamble se presentaba en Valparaíso, en el Edificio Cousiño, la sede porteña de Duoc UC. “Fue el momento inicial del proceso creativo, porque me conectó con una idea que luego se fue desarrollando en distintos niveles. Yo hice una pausa musical, me dediqué al activismo y en todo ese tiempo estuve en la dinámica de lo que estaba pasando en el país. Ahí generé una buena cantidad de material”, dice Monasterio.


La idea que rondó en la creación de “Las furias y el mar” fue la de “violencia”; o mejor dicho, “las distintas violencias” que rodean a los humanos. El proceso de creación de las siete obras, de largo y medio aliento, superó la sola composición musical: Monasterio también reflexionó sobre las violencias en lecturas de ensayos y novelas, como “Solaris” (Stanislaw Lem), además de películas. Incluso, en ese mismo proceso, sumó su mirada del paisaje humano de Valparaíso, a través de caminatas por los cerros, viajes en el metro porteño, observación de gente en el terminal de buses.


La obra cuenta con una estructura donde cada tema está sujeto a un guion. Comienza con el miedo y la ansiedad de enfrentarse a un espacio oscuro y denso, en “Confiar en el bosque”. “Luego, se habla de la violencia que vivimos durante la infancia y la sensación de vulnerabilidad; o una violencia que tiene que ver con Valparaíso, y por eso están las metáforas del mar o del cementerio de Playa Ancha”, refiere Monasterio. “También aparece una mirada a la violencia intrínseca de la especie humana y finalmente la más literal, en la composición ‘Las fieras'. Es la violencia social, la imagen que vivimos en las calles, de distintos lados, durante ese tiempo. La reflexión es sobre por qué estamos dispuestos a herir a otro: ‘Te puedo hacer daño, pero mejor no'”, cierra.

viernes, junio 21, 2024

Adiós a Silvia Infantas, la estrella chilena del folclor que vivió 101 años

 

Silvia Infantas en los inicios de la década de 1960, junto a Hernán Arenas, quien fuera su marido; Eugenio Moglia, y Alejandro González, integrantes de Los Cóndores, el segundo conjunto de la cantante. ZIG-ZAG


Un ícono en la era gloriosa de la industria discográfica, con su agraciada voz interpretó el cancionero tradicional, desde “Tonadas de Manuel Rodríguez” a la cueca “La consentida”.

IÑIGO DÍAZ


La semana pasada había cumplido los 101 años de edad. En 2023, cuando celebró su siglo de vida, fue visitada por jóvenes folcloristas como Pati Díaz Vilches o Claudio Constanzo, una generación de músicos que la ha visto como un referente en el canto de la tonada. Este miércoles falleció Silvia Elvira Infantas Soto, la última estrella chilena del folclor en la era de máximo esplendor de la industria.


La cantante se había retirado de la música paulatinamente desde los años 70, y debido a su avanzada edad se encontraba viviendo en una residencia para mayores en la comuna de Macul. En 2016, Infantas recibió el Premio a la Música Nacional Presidente de la República, en La Moneda, de manos de la Presidenta Bachelet. Fue su última aparición pública.


Voz de radioteatros y actriz del Teatro de la U. Católica, en su época gloriosa como cantante Silvia Infantas fue portada de revistas, figura en auditorios radiales e incluso en los sets de televisión, ya más entrada la década de los 60. También fue distinguida con los antiguos premios Caupolicán y Laurel de Oro, en los años en que ella fue aplaudida por el gran publico en escenarios históricos como el Goyescas, El Escorial, El Pollo Dorado o el Nuria, junto con otras estrellas del folclor como Ester Soré, Carmencita Ruiz, Margarita Alarcón y Mirtha Carrasco.


Su canto se escucha en muchas de las grabaciones de tonadas de autores chilenos que están instaladas en la memoria colectiva y que poblaron discos sencillos y LP: “Matecito de plata”, “Mi banderita chilena”, “La rosa y el clavel”, “Cantarito de greda”, “Bajando pa' Puerto Aysén”, “Rosita de Cachapoal”, “Si vas para Chile” o “La consentida”, grabadas con el conjunto Los Cóndores, que integró desde 1960.


Pero Silvia Infantas había entrado a la historia con el conjunto Los Baqueanos, el antecedente directo de Los Cóndores. En 1959 grabó el LP “Música para la historia de Chile”, que reunía obras de Neruda musicalizadas por el joven arreglador y director de orquesta Vicente Bianchi. Infantas puso la voz a la serie de canciones, hoy históricas en el repertorio típico, encabezadas por las “Tonadas de Manuel Rodríguez”, junto con “Canto a Bernardo O'Higgins”, “Romance de los Carrera” y “La Independencia de Chile”.


Junto con el citado Premio Presidente de la República, la SCD le entregó la investidura de Figura Fundamental de la Música Chilena. El musicólogo Juan Pablo González la sitúa en un espacio central en el denominado “folclor de masas” en el libro “Historia social de la música popular en Chile” (Ediciones UC), mientras que el periodista e investigador David Ponce escribió la biografía “Silvia Infantas. Voz y melodía de Chile” (Hueders).

sábado, junio 08, 2024

Humo blanco para el valioso legado de Nicanor Parra


 

El Mercurio


Finalmente, sus herederos han llegado a un acuerdo. Personaje clave en este acercamiento fue el rector de la UDP, Carlos Peña, abogado, profesor de Derecho, conocedor y admirador de la obra de Parra.

María Teresa Cárdenas Maturana

“De lo que no cabe duda, a mí me consta, y es bien importante decirlo, es que él tenía la firme voluntad de que parte de su quehacer, tanto de su obra material (artefactos) como de su obra poética, se preservara para las futuras generaciones”, asegura Carlos Peña sobre un punto clave del acuerdo al que llegaron los herederos directos de Nicanor Parra, sus hijos Catalina, Alberto, Francisca, Ricardo, Colombina y Juan de Dios. En ese sentido, el abogado y rector de la UDP remarca que “el tema de la fundación fue para él siempre un propósito; desde mucho antes de su muerte, persistentemente dijo que eso lo obsesionaba. Yo creo que había algo, ¿cómo decirlo?, en la estatura que Parra con toda justicia se autoatribuía, y que era ponerse a la altura de Neruda y de Huidobro, eso era muy fuerte en él. Solía asomarse a su casa de Las Cruces y te mostraba: ‘allá está la tumba de Huidobro, allá está Neruda'. Esa voluntad de permanencia se manifestaba en este anhelo de la fundación, que afortunadamente se va a cumplir”.


Esto, después de seis años del inicio de la disputa legal entre los herederos, en junio de 2018, tras la muerte de Nicanor Parra, el 23 enero de ese mismo año. Radicados en el extranjero, Catalina y Alberto Parra Troncoso impugnaron entonces el testamento de su padre, en el que favorecía a Colombina Parra Tuca y la nombraba albacea de sus bienes. En la contraparte se ubicaron los otros cuatro hijos, de tres madres distintas. “Yo creo que es bueno decir que no fue impugnado desconfiando de nadie, no hay desconfianzas personales en esto”, enfatiza Carlos Peña. Y hace un breve recuento: “Hubo un litigio muy largo, muy sostenido, y finalmente, como consecuencia de varias conversaciones, todos convinieron en ejecutar la voluntad de Nicanor, en el entendido de que esta era que existiera una fundación. Más bien la discrepancia era en cómo hacerlo, porque la fundación, que ahora se va a modificar, nació en medio de esto, y eso impedía que todos se sintieran acogidos y representados en ella. Eso ya se resolvió”.


Peña destaca, en ese sentido, la generosidad de Alberto y Catalina, y de la hija de esta, Isabel. Ellos actuaron a través del abogado Jorge Meneses, mientras que la abogada Claudia Sarmiento procedió por la otra parte. Finalmente, el avenimiento se firmó en mayo en una notaría de Santiago, pero decidieron que no fuera público. Carlos Peña, figura clave en todo este proceso y quien además actuará como árbitro arbitrador —“lo hago totalmente ad honorem, en homenaje a Nicanor, sobra decirlo”—, entrega los términos más relevantes del acuerdo.


Se abrirán las casas


Respecto de la Fundación Nicanor Parra, cuyo directorio pasará de nueve a siete integrantes, detalla: “Lo que se convino fue que los herederos van a nombrar a los directores. Cuatro por una parte y dos por la otra; luego se nombra al presidente o presidenta. De los herederos que están en Chile, uno de ellos podrá ser director, y lo mismo con los herederos que están fuera. Por la parte de Catalina y de Alberto está Isabel, que ha sido extremadamente generosa y colaboradora. Lo mismo Colombina. El resto de los directores habrá que nombrarlos satisfaciendo ciertos criterios que se enuncian y que se van a convenir. El proceso que viene ahora es la reforma de los estatutos sobre la base de estos principios”.


—¿En qué plazo?


“Debiera ser dentro de 60 o 30 días; los abogados ya están trabajando en eso, y si no hay acuerdo entre ellos, me mandataron a mí, de común acuerdo, para que yo resuelva. Va a ser rápido. La idea de todos es no excluir a quienes hoy día son directores. Ya los herederos decidirán quiénes se mantienen y quiénes no, pero todos están muy agradecidos de la labor que hicieron”.


Sin ocultar su satisfacción, Carlos Peña precisa: “Los herederos convinieron transferir en propiedad la casa de Las Cruces a la fundación, con el encargo de que sea un lugar público, de acceso abierto, con los muebles que la guarnecen, destinado a preservar la memoria y la obra de Nicanor. También se conviene aportar a la fundación, y esto no es menor, la casa de La Reina más un sitio circundante de hasta 2 mil metros en comodato indefinido, con el encargo de que se desarrolle ahí un proyecto para preservar la obra de Nicanor”.


En lo que resta del patrimonio, explica, decidieron mantener una regla de igualdad. “Cada heredero lleva una porción equivalente. Esas asignaciones ya están hechas. Ahora lo que viene son dos fases, que pueden ser paralelas: la reforma de los estatutos, para que toda la familia concurra en el tema de la fundación, y segundo, la distribución de los bienes en particular, que será de común acuerdo y donde no haya acuerdo voy a decidir yo, por encargo de ambas partes”.


—¿Y qué pasó con el testamento impugnado?


“Todo eso quedó sin efecto. Todos convinieron en que son herederos equivalentes y se reconocieron recíprocamente esta calidad, todos reconocieron tener la misma voluntad de preservar la voluntad de Nicanor, y todos se agradecieron recíprocamente los esfuerzos que hasta ahora han hecho, a pesar de los malentendidos. Sería bueno ponerlo así”.


La fundación quedará a cargo de “la administración de los bienes, los derechos de autor, la manera en que se exhibirán sus cuadernos, que es la obra secreta de Parra, y que es muy interesante”, detalla Peña. Muchos de esos cuadernos se perdieron, e incluso se realizó una campaña, en vida de Nicanor, para recuperarlos. “Muchos se perdieron, pero muchos se salvaron —enfatiza—. Los herederos no renuncian a la propiedad que tienen sobre ellos, evidentemente, pero los entregan a la fundación para su custodia y para que se vea si se divulgan o no, y cuándo”.


—¿Qué pasará con las obras de Violeta Parra que tenía Nicanor?


“Hay cosas de Violeta Parra que están en la casa de La Reina, que eran de Nicanor, en consecuencia, forman parte de su patrimonio”.


El espacio físico destinado a la fundación será la casa de La Reina, que empezó a ser restaurada cuando Nicanor Parra aún estaba vivo. “Estamos hablando de una familia que no es rica, pero que así y todo cede parte de su patrimonio a la cultura nacional. A mí esto me parece extraordinario. Esto yo lo pondría de manifiesto”, afirma Peña.


—¿Tendrá alguna participación el Estado en la fundación?


“Hasta ahora, ninguna. La fundación, con el patrimonio que tiene, va a empezar a desarrollar proyectos; por supuesto va a haber que presentarse a fondos concursables y solicitar a algunas personas que contribuyan. Pero la familia ha dado un ejemplo notable, realmente, en un país donde la filantropía se hace por fines ideológicos. Lo que se discutió fue cómo hacemos para respetar la voluntad de Nicanor Parra con nuestra propia fuerza”.


—Eso habla también de respetar la independencia de Parra.


“Por supuesto. Yo creo que es una figura que puede enseñarle mucho a Chile. En un país donde hay tanta tentación tribal, un tipo como Parra, que fue de una independencia insobornable toda su vida, hasta viejo, es un ejemplo. Un tipo que nunca pidió ayuda a nadie, de origen popular, una clase media rural, brillante, capaz de sostenerse a sí mismo, con un sentido de la individualidad tan radical. Es un ejemplo para las nuevas generaciones, realmente”.


—¿Cuándo podrá el público beneficiarse de este acuerdo, visitando por ejemplo las casas?


“Bueno, yo confío que de aquí a comienzos del próximo año esté todo funcionando. Gracias a este acuerdo, el público en general, que es a quien le hablaba Parra y cuya voz Parra intentaba reproducir en la poesía, va a poder visitar las casas, ver cómo era Parra, cómo vivía, las cosas que tenía”.


E incluso visitar su tumba, en el terreno de Las Cruces, donde él quiso ser enterrado. “Yo creo que esa voluntad tan porfiada de Parra de estar ahí tiene que ver con su autoconciencia, con el lugar que él tenía, entre Huidobro y Neruda. A mí me parece extraordinaria esa situación física. Siendo Parra quien era, un renovador de la poesía en castellano”.


Como rector de la UDP, Carlos Peña tuvo una larga relación con Nicanor Parra que también se traspasó al plano personal. Aquí, en 2007. José Alvújar


domingo, junio 02, 2024

El auspicioso panorama del piano en Chile

 El Mercurio


Hoy existe una notable generación de pianistas chilenos jóvenes que, después de formarse en el extranjero, han decidido radicarse en nuestro país y desplegar su talento en elogiados recitales. A ello se suma que el Teatro Municipal de Santiago estrenará con una visita estelar su nuevo piano Steinway & Sons; han nacido nuevas instancias de difusión como el Teatro Zoco, el Centro de Extensión de la Universidad de Chile; hay fundaciones que se dedican a donar instrumentos, y los profesores valoran el creciente número y entusiasmo de sus alumnos. Artistas, docentes y gestores culturales analizan el medio con optimismo, sin esconder los desafíos pendientes: la falta de concursos y la escasez de buenos pianos en las principales salas de conciertos.

Maureen Lennon Zaninovic


“Pasmosa versatilidad”.


Con estas palabras, Juan Antonio Muñoz, crítico de “El Mercurio”, se refirió a Sebastián Arredondo (36 años), quien el pasado lunes 22 de abril fue el encargado de abrir el primer Ciclo de Piano del Centro para las Artes Zoco.


“El concierto fue algo muy especial. Valoro la posibilidad de contar con estos espacios”, señala en un contacto telefónico este prometedor intérprete, quien estudió con las profesoras Frida Conn y Liza Chung, en el Instituto de Música UC (IMUC). Tras titularse, realizó un magíster en la Universidad de Indiana y un doctorado en la Universidad de Cincinnati (Estados Unidos).


Juan Antonio Muñoz también se deshizo en halagos a la hora de valorar el desempeño de Danor Quinteros (1983). “Un virtuoso que suma profusa imaginación”, escribió el crítico, a propósito de su actuación en el Municipal de Santiago con “Rhapsody in blue”, de George Gershwin, junto a la Orquesta Filarmónica y el director invitado Helmuth Reichel Silva, en mayo.


También en el histórico escenario de Agustinas, en abril, tuvo lugar el regreso de Gustavo Miranda (1991) con el Concierto para piano N° 1 de Johannes Brahms. El crítico de música Gonzalo Saavedra sentenció que este exbecado estrella de la Corporación Amigos del Municipal de Santiago se “lució desde el comienzo”.


Juan Antonio Muñoz señala a “Artes y Letras” que sin duda hoy “hay una camada de jóvenes que tienen mucho que decir. Pianistas como Danor Quinteros, Sebastián Arredondo y Gustavo Miranda están preparados para enfrentar un amplio repertorio con un respaldo técnico indudable y con ideas interpretativas interesantes. Sus últimas actuaciones así lo demuestran”.


Junto con ello, agrega que “espera que todos ellos puedan desarrollar una carrera internacional, y en ese sentido, es muy importante ayudarlos; no es cosa solo de los privados, sino del Estado, quien debiera invertir y redoblar esfuerzos en apoyar la creación”, concluye Muñoz.


La pianista María Iris Radrigán comenta “que para ella es un orgullo ver a sus exalumnos en los últimos conciertos y en teatros como el Municipal. Han avanzado mucho, pero hay que seguir abriendo más espacios para ellos”.


Danor Quinteros, por ejemplo, pasó por su cátedra en el IMUC. Hasta el 2021, el músico tuvo su domicilio en Austria (Salzburgo) e integró el equipo académico de la Universidad Mozarteum. El también exbecado estrella de la Corporación Amigos del Municipal de Santiago hoy cuenta con una agenda de conciertos impresionante. “En julio me tomaré vacaciones, porque no he parado de tocar desde agosto del año pasado. Es algo bien insólito para un intérprete. ¡Una bendición!”, dice. Danor Quinteros agrega que sus estudios con María Iris Radrigán dejaron huella en él. “Ella ha sido maestra de otros importantes pianistas, como Gustavo Miranda, Carla Sandoval, Christoph Scheffelt y Dafna Barenboim. Fue un sello de carrera y de generación, porque me tocó formar parte de una generación dorada que no sé si se vuelva a repetir y de donde salió, entre otros, el director Paolo Bortolameolli. Con Paolo tuvimos una competencia muy sana e increíble, y eso nos ayudó a crecer a ambos”. Quinteros reconoce que no fue un error regresar a Chile. “¡Todo lo contrario! Hay mucho que hacer aquí y hay muchos músicos que han vuelto después de la pandemia. Para mí, Marco Antonio Cuevas es el descubrimiento más grande. Lo ubicaba solo de nombre. Ya toqué con él y ahora volveremos a hacerlo a dos pianos, el próximo 10 de julio en el ciclo del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile (ver nota relacionada). ¡Un talentazo que merece ser más reconocido!”.


Este último nació en Temuco, en 1988, y es exalumno de Ximena Cabello, en la Universidad Austral. A los 19 años, Marco Antonio Cuevas se fue a vivir fuera de Chile y estudió, entre otros maestros, con el prestigioso músico español Joaquín Achúcarro.


“A los 10 años me escuchó Roberto Bravo. Habló con mis papás y les dijo que si este chico quiere ser pianista, tiene que irse de Temuco. Por temas económicos y familiares, no podía radicarme en Valdivia, así que estuve viajando en bus, dos veces a la ciudad y durante ocho años”, recuerda este intérprete.


Otro ejemplo notable en este esperanzador panorama es el de Mahani Teave (1983), quien el año pasado realizó su primera gira por Estados Unidos y el próximo 16 y 17 de agosto se presentará junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile.


“Yo me formé con Ximena Cabello en Valdivia, durante nueve años. Ella estaba todas las semanas enseñándome, llevándome a escuchar música, a intérpretes y compositores, y sobre todo, me ayudó a tomar contacto con mi ser interior rapanuí, en el sur de Chile”, recuerda la artista en un contacto desde Isla de Pascua.


Andrés Rodríguez Pérez, exdirector del Teatro Municipal de Santiago, aplaude los recientes conciertos en Teatro Zoco de los artistas chilenos Marco Antonio Cuevas y Sebastián Arredondo, quienes han dado, a su juicio, una “muestra de dominio absoluto. Es muy estimulante para el público ver a nuevos talentos con tanto nivel de virtuosismo”, dice. Junto con ello, expresa, en los últimos recitales ha visto “una muy buena convocatoria. Lo más impresionante ha sido el silencio y el respeto de los asistentes. ¡Mágico! Es una muestra de que en Chile el piano tiene muchos seguidores. Es tanta la literatura pianística que existe y, por otro lado, después de la pandemia la gente está volviendo a las salas”, cierra.


Cristóbal Giesen, presidente de la Sociedad Federico Chopin de Chile, hijo de la legendaria pianista Flora Guerra y productor de exitosos encuentros en torno a este instrumento —como el icónico Ciclo Grandes Pianistas del Teatro Municipal de Santiago y el reciente en el Teatro Zoco—, confirma una irrupción de notables instrumentistas nacionales, quienes hoy están cursando posgrados o forjándose un nombre en el exterior. “Estamos viviendo un momento auspicioso. El mismo ciclo de La Dehesa nos ha permitido presentar nuevos nombres y que la gente no había podido escuchar. Hay varios más que están fuera de Chile y que ojalá podamos oírlos en vivo”, apunta. Giesen destaca, entre una larga lista, a José Contreras, quien se formó con Elisa Alisa en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile; Martín Cruzat, exalumno del Instituto de Música de la UC y del maestro Mario Alarcón (ambos están en Austria). Pedro Robert, quien actualmente se está perfeccionando en Londres y que también pasó por el IMUC y por el profesor Alarcón; Álvaro Madariaga (hoy está en Alemania y en Chile estudió con Armands Abols); Montserrat Bravo (también exalumna UC), Felipe Verdugo (reside en Canadá) y Sten Ulloa, este último ganador del Certamen Flora Guerra, en 2018.


El productor profundiza en el buen momento de este instrumento en nuestro país. A su juicio, “una de las razones del éxito es que la música de piano es tremendamente versátil. No está circunscrita solo al Barroco o la música clásica. También está el repertorio popular, el jazz y el poder tocar para dos pianos. Eso la hace una experiencia muy entretenida para los auditores”, expresa Cristóbal Giesen, quien eso sí lamenta la desaparición de señeros concursos para este instrumento, entre otros, el Claudio Arrau de Quilpué y el “Toca el cielo” de la Radio Beethoven. “Yo mismo dejé de organizar el Flora Guerra. Una pena, porque, para que existan concursos, tiene que haber una infraestructura y un apoyo institucional importante. Hoy eso no existe”.


Hablan profesores de piano


La pianista coreana Liza Chung, además de una destacada carrera como solista, es académica del IMUC. En conversación con “Artes y Letras”, destaca la labor de Luis Alberto Latorre, miembro de la Orquesta Sinfónica Nacional e impulsor de un relevante ciclo de piano en el Teatro de la U. de Chile. “Él ha incluido en sus programas a la mayoría de los pianistas que hoy tocan en este país. Eso es un gran, gran mérito”.


Chung afirma que “en los últimos años he notado mayor interés por el instrumento y calidad en los alumnos de piano. Con mis colegas estamos recibiendo más interesados. Al final, los alumnos les terminan dando un prestigio a los profesores”.


Svetlana Kotova ejerce la docencia en la Facultad de Artes de la U. de Chile. La intérprete rusa dice que “estamos ante una nueva generación de pianistas que se está tomando las salas de conciertos con justa razón, porque son todos excelentes”. También destaca que la pandemia fue un aliciente. “El covid nos obligó a estar en casa, y eso llevó a muchas personas a comprar pianos para ocupar su tiempo de manera creativa. En mi universidad el único instrumento que no ha bajado su matrícula es el piano y tengo como alumna un talento que promete mucho: Bárbara Sanhueza (18)”.


María Teresa Sepúlveda es directora del Conservatorio de Música de la U. Mayor y concuerda con que el interés por el piano se ha mantenido. “Es un instrumento accesible, porque en muchas casas de nuestras abuelas hay un ejemplar. Nosotros también impartimos clases abiertas donde participan muchos profesionales mayores y es un aliciente para generar nuevas audiencias”, acota.


¿Falta de pianos?


“Siento que estamos en un muy buen momento. Es una gran noticia la donación de un nuevo Steinway & Sons de Hamburgo para el Teatro Municipal de Santiago, pero el gran problema en Chile es que siguen faltando pianos buenos, sobre todo en regiones”, denuncia Danor Quinteros. Una realidad que bien conoce el abogado Felipe Lecaros, quien motivado por uno de sus hijos que quería tocar comenzó a buscar los mejores ejemplares disponibles. Así nació la Fundación Notes for Growth, con sedes en Nueva York y en Chile, y de la cuál él es su presidente y fundador. “El objetivo es llevar pianos a todas las entidades, corporaciones o grupos que lo necesiten y que no cuentan con tantos medios. No es una donación, sino un comodato, y el único requisito que pedimos es que los cuiden bien”, expresa Lecaros. El presidente de Notes for Growth añade que también están organizando ciclos en la Galería Patricia Ready y que ya han entregado 35 pianos. “Los tenemos desde Antofagasta a Puerto Montt. En general, los instalamos en sitios donde sabemos que se les va a sacar mucho partido, como la Fundación Nocedal de La Pintana, la Fundación Papageno, Teatro del Lago, la Corporación Amigos de Panguipulli y la Fundación Misericordia en La Pincoya, por citar algunos ejemplos. Nuestro sueño es que así, como Gustavo Miranda se encontró con un piano por casualidad en una casa, pueda pasar lo mismo con otros talentos del país”, cierra Felipe Lecaros.


El pianista Alexandros Jusakos y su esposa, la violinista Yvanka Milosevic, lideran el exitoso proyecto “Pianos para Chile”. Jusakos comenta que, en 2024, están cumpliendo 10 años como fundación. “Todo ha sido a pulso y ya llevamos 260 pianos entregados a lo largo de todo el país. Formamos parte del Programa Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras del Ministerio de las Culturas, lo que nos permite realizar conciertos en las ciudades donde donamos instrumentos”.


El también académico del Conservatorio de la Universidad Mayor concluye que “la pandemia nos permitió parar en medio de la vorágine de la vida y descubrir la importancia de la música. Dentro de lo malo que fue, tenemos que agradecer que hoy existe un boom de grandes pianistas que volvieron a Chile, jóvenes y no tanto, y que están tocando en las principales salas”.

domingo, mayo 26, 2024

Violeta de mayo

 



El Mercurio


Antes de darse a conocer como cantante de su obra propia y difusora del folklore chileno, Violeta Parra tuvo un momento artístico español. Recién llegada a Santiago fue testigo en los años 40 de la moda de la música española, que copaba teatros y boites donde cantaban y bailaban los más populares exponentes del flamenco, la copla y el pasodoble. Ella quiso formar parte, como artista, de esta corriente y se presentó en los escenarios con un nombre que evocaba a España.

Juan Pablo González Universidad Alberto Hurtado


Terminada la guerra civil española, América Latina recibía una oleada de cantaores y bailaores de España, unos alejándose del régimen de Franco y otros promoviéndolo, aunque compartiendo los mismos géneros músicales. Varios de ellos se radicaron en Argentina y México, donde junto con participar en abundantes producciones cinematográficas difundidas por el continente, visitaron regularmente las naciones americanas ante un público ávido de españolismos. Es así como la actividad del exilio se fue superponiendo a las embajadas artísticas enviadas por el franquismo temprano como una forma de vencer su aislamiento luego de la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial. El primer destino fue Argentina, en 1948, y al año siguiente se repitió la experiencia con Chile y Perú, y con Colombia y Panamá, buscando países vecinos de distintas zonas de América. De este modo, las dos Españas confluían en el nuevo continente unidas por la misma música.


De todo esto fue testigo Violeta Parra en los inicios de su carrera en Santiago, encontrando en la música española una posibilidad de desarrollo artístico y de apertura al mundo. Su hermano Nicanor le había transmitido la fascinación por la generación española del 27, aquella integrada por Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre y varios más, que habría sido un factor importante para despertar en ella el interés por la cultura y la música española, según sus biógrafos. Esta música no solo estaba en boga en América, sino que también se relacionaba con el exilio republicano luego de la llegada a Valparaíso en 1939 de más de dos mil refugiados a bordo del “Winnipeg”, gracias a las gestiones realizadas por Pablo Neruda en el extranjero.


Violeta siempre tomó partido ante el acontecer político y social de su tiempo, aunque demostrando gran apertura en materias artísticas. Es interesante constatar que ni para ella ni para el mundo progresista del que formaba parte constituía una afrenta el hecho de que el flamenquismo y la copla, los dos géneros españoles que imperaban dentro y fuera de España desde los años treinta, fueran también promovidos por la diplomacia musical franquista. Dicho público los apreciaba igual que las canciones recogidas por García Lorca o entonadas por el bando republicano. Además, para la migración y el exilio, todo ese repertorio era una forma de reencontrarse con trozos de la España lejana.


Es en este contexto que Violeta Parra comenzó a integrar música española a su repertorio de cantante de bares a fines de los años treinta. Luego de llegar a Santiago a los diecinueve años de edad, había encontrado su primer trabajo estable en el restaurante El Popular, de la esquina de Matucana con Mapocho. Violeta combinaba canciones españolas con boleros, rancheras y corridos que ya aparecían en el cine mexicano exhibido en el país. Todo esto lo absorbió con prontitud, a lo que agregó algunos tangos y las infaltables cuecas como fin de fiesta. Al frente de El Popular estaba el Tordo Azul, que pronto se transformaría en su principal escenario y lugar de encuentro con su primer marido, padre de Isabel y Ángel.


El desembarco español


Por ese entonces, dos cantaores flamencos refugiados en Buenos Aires visitaban Chile en forma recurrente: Juan Mendoza –El Niño de Utrera– y Ángel Sampedro –Angelillo–. Fue el Teatro Baquedano el que albergó el debut de Angelillo en Santiago a mediados de 1944, quien cinco años más tarde regresaría para presentarse en la recién inaugurada boite Goyescas de la esquina de Estado con Huérfanos, escenario principal para la música española en la capital. Angelillo era el músico español con el mayor catálogo discográfico en el país, destacándose sus discos RCA Victor grabados en Santiago de bulerías, farrucas, zambras y pasodobles, géneros con los que Violeta Parra aprendería a cantar español.


El Niño de Utrera también vino varias veces a Chile desde los años cuarenta, al comienzo como parte del elenco del espectáculo de variedades selectas Cabalgata, del Teatro Lara de Madrid, que incluía canciones, poesía y baile a cargo de cancionistas, estilistas, bailarines gitanos y guitarristas flamencos. Algunas de sus canciones fueron publicadas en partituras para canto y piano por Casa Amarilla en Santiago, reflejando el interés que despertaba esta música en el público ilustrado. Estos espectáculos fueron coronados con la llegada en noviembre de 1945 de la diva mimada del franquismo: Concha Piquer, junto a su espectáculo Canciones y Bailes de España. La presencia en Valparaíso y Santiago de la Piquer con un elenco de veinte integrantes –más sus memorables baúles–, resultaba todo un acontecimiento artístico y social para el país. Luego de haber sido una cupletista de renombre, Concha Piquer hacía carrera con la copla, una canción narrativa de amor basada en géneros flamencos y folclóricos de gran despliegue escénico. La copla era popular desde antes de la guerra civil, les sirvió a los vencidos para sobrellevar la derrota, y también fue instrumentalizada por el franquismo como reflejo de la España profunda. Esta faceta artística o selecta de la música y el baile español es la que más le atraería a Violeta Parra y dentro de la cual desarrolló su propia carrera como Violeta de Mayo.


No cabe duda de que el fomento de la hispanidad propiciado por el franquismo en América, sumado al exilio republicano, contribuyó a estrechar lazos intelectuales, políticos y artísticos entre el mundo hispano con la música y sus industrias asociadas jugando un papel central. La continua presencia de artistas del cante flamenco y copla en México, Santiago o Buenos Aires puede haber contribuido tanto o más a revertir la “desunión espiritual de los pueblos hispánicos” como se quejaban en España, que la labor de embajadores, ministros e intelectuales afines y opositores al régimen. Las continuas visitas de artistas españoles a Chile y la permanente oferta de discos y de españoladas cinematográficas contribuyeron a formar un público especializado posible de alimentar localmente. De esto se encargarían varios artistas chilenos que construyeron personajes artísticos españoles. Junto a nuestra Violeta de Mayo, se destacaba Pepe Lucena, apodo con el que Francisco Gómez Ortiz se presentaba en Radio Minería y en El Goyescas como cantaor flamenco; el destacado bailarín y coreógrafo Paco Mairena, en su faceta de bailarín gitano; Manolita Reina, presentada como estilista andaluza, y el guitarrista Claudio Moral, entre muchos otros. Asimismo, las orquestas chilenas incluían habitualmente repertorio español en sus actuaciones, especialmente la dirigida por Don Roy, quien en los años cincuenta publicaría varios discos con arreglos de jotas y pasodobles.


La radio se sumaba con fuerza al auge de la música española en Chile no solo incluyendo repertorio español en su programación diaria, sino que también ofreciendo programas especializados en música española. Este era el caso del Colmao Llodrá, programa dominical transmitido por Radio Minería desde comienzos de los años cuarenta, que “se ha convertido en clásico dentro del ambiente”, señala la revista Ecran. Programas como estos le permitieron a Violeta Parra familiarizarse con el repertorio español mientras criaba a sus pequeños hijos en casa. Al poco tiempo, comenzaría a ser noticia por sus interpretaciones de canciones españolas por Radio del Pacífico. Su voz es “sumamente bien afiatada y firme, con algo de la de Imperio Argentina” señala Ecran. En efecto, luego de haber conocido cupletistas de circo cuando adolescente, Violeta encontró inspiración en la cupletista y actriz de cine Imperio Argentina, nacida en el país trasandino pero radicada en España, donde llegó a ser otra de las artistas favorecidas por Franco. Algo que Violeta Parra no tenía por qué saber.


El paso decisivo


En medio de la eclosión de giras de artistas españoles por América y de la aparición de artistas locales personificados como españoles, Violeta Parra daba el paso definitivo para entrar en gloria y majestad al mundo de la música española. Esto lo logró ganando un concurso de canto y baile organizado por exiliados españoles en el Teatro Baquedano en 1944, el mismo lugar y año en que debutaba Angelillo en Chile. Es allí donde se presentó como Violeta de Mayo, mes en que se conmemora en España el levantamiento contra la invasión napoleónica y la fiesta de San Isidro, patrono de Madrid. Al mismo tiempo, en Chile se celebra la Cruz de Mayo, de la cual Violeta era devota, celebración que provenía de España y, como en muchos lugares del mundo, se conmemora el Día del Trabajo. Gran parte de lo que era y de lo que quería ser Violeta se encarnaba en el mes de mayo.


Como siempre, Violeta Parra se preparaba muy bien para lo que hacía, y con la asesoría de Jesús López, profesor español de bailes regionales, había aprendido a cantar y bailar zambras, farrucas, pasodobles y sevillanas. Hasta habría aprendido a tocar castañuelas, adminículos indispensables para el baile y el cante flamenco. Premunida de todo este bagaje, ingresó a la compañía del actor melodramático valenciano Doroteo Martí, con quien realizó giras por el país, actuando, cantando, tocando y bailando música española junto a sus dos pequeños hijos. Además, madre e hija fueron contratadas en 1946 como número español en la recién inaugurada boite Casanova, de la calle Huérfanos de Santiago. Allí Violeta era presentada como una auténtica intérprete del folklore español, que ya cantaba con un logrado acento castizo.


Sin embargo, en sus primeros seis discos para RCA Victor, grabados con su hermana Hilda entre 1949 y 1952, Violeta Parra no incluyó el repertorio español al que la había conducido su hermano Nicanor, que por ese entonces estudiaba en Oxford. Al parecer, luego de haber visto a la espléndida bailaora, cantante y actriz española Carmen Amaya en el Teatro Municipal de Santiago en febrero de 1950, habría asumido que ella no era una española auténtica, como recuerda su hijo Ángel, poniendo fin a Violeta de Mayo. De todos modos, en sus años dedicada al repertorio español, Violeta Parra incrementó su experiencia escénica, se inició en la radio, se enfrentó al micrófono, realizó sus primeras giras nacionales y pudo integrar a su familia a su actividad artística. Todo esto marcará su carrera a partir de los años cincuenta, enfocada en la difusión del folklore chileno y de su propia obra por el mundo.

domingo, mayo 12, 2024

Quilapayún: “Siempre hemos estado angustiados con la repetición”


 

El Mercurio


Próximos a cumplir 60 años de historia, el conjunto prepara un concierto inédito en su carrera, con el atractivo de un sonido inmersivo y una selección especial de su repertorio.

José Vásquez

Lo de romper esquemas no es nuevo para Quilapayún, figuras capitales dentro del movimiento de la Nueva Canción Chilena, asociados primero al folclor, por sus reconocibles ponchos negros, pero por contrapartida, siempre atentos a la vanguardia. Es por esto que Eduardo Carrasco, director de la banda, llama a no sorprenderse con que ellos vayan a realizar, este 18 de mayo en el Centro Cultural Ceina, un inédito concierto con sonido inmersivo, porque lo del conjunto y la tecnología es una historia ya de larga data.


“Siempre nos ha interesado hacer ese tipo de experimentos”, señala Carrasco, quien recuerda que en 2003 realizaron un show en vivo y en directo, con músicos en Chile y en Europa, gracias a una incipiente versión de una videoconferencia. “Fue un concierto donde algunos miembros de Quilapayún estaban en Francia y otros acá en Santiago, en el auditorio de la Torre Telefónica y, al final, lo que escuchaba la gente era la suma de los dos lugares. Fue muy bonito; de hecho, eso salió en las páginas de Tecnología de ‘El Mercurio'”, recuerda el músico, quien hace 21 años ya visualizaba las posibilidades que iba a ofrecer el futuro.


“Las proyecciones son asombrosas, muy pronto asistiremos a conciertos donde la orquesta estará tocando en Chile, el solista en Japón y otra parte en Nueva York”, declaraba el director del grupo entonces, en agosto de 2003 a este diario y hoy también postula algo similar, antes de su show con este sonido en 360 grados: “Desde el punto de vista puramente musical, es un recurso artístico importante y es probable que después se vuelva más común hacer este tipo de cosas”, señala Carrasco.


La idea surgió luego de que Sergio Stecher le presentara al grupo las posibilidades que ofrecía el sonido inmersivo. “Él, que hace sonido a casi todos los grandes espectáculos que se realizan en Chile, nos mostró su sala donde lo tenía instalado y quedamos en utilizarlo en un concierto cuando tuviéramos un teatro adecuado, porque no se puede hacer en cualquier parte”, destaca el músico sobre la particularidad de esta propuesta, que se caracteriza porque se podrá oír el concierto desde todos los sectores del recinto, es por eso que al show lo titularon: “P´aquí, p´acá, p´allá, payún”.


“Los parlantes no están solo al frente dirigidos al público, como habitualmente se hace en los conciertos. Aquí estarán alrededor de la sala, donde se podrá oír una voz que llega de atrás, otra de adelante, de al lado, todo en un sonido envolvente”, describe Carrasco, que dice que utilizarán esta tecnología, “sin que se transforme en una cosa artificiosa” y “aprovechándola como una especie de instrumento más”, señala. “Será como escuchar nuestra música habitual, pero de otra manera”, explica.


Para Quilapayún, este concierto nació con la idea de hacer un espectáculo “con las canciones más logradas en nuestra historia y no necesariamente las más populares”, plantea el músico que cuenta que hicieron un listado que se cerró en 20 temas, que serán los que interpretarán.


“Una característica nuestra es siempre estar haciendo cosas nuevas, entonces con un repertorio enorme, de unas 400 o 500 canciones, donde se encuentra una gran variedad de estilos, damos cuenta que siempre entendimos al grupo como una especie de taller de creatividad porque siempre hemos estado angustiados con la repetición”, explica Carrasco.


“Nos gusta experimentar, estar atentos a cosas nuevas, por eso el grupo es una cosa difícil de definir en lo musical, porque hemos hecho cuecas, cantatas, música clásica, hasta trap con Pablo Chill-E”, sostiene el director de la banda y reafirma su compromiso de “romper con la monotonía, salir de la repetición y buscar la renovación”, como objetivo invariable del conjunto a lo largo de estos casi 60 años de trayectoria.

martes, abril 09, 2024

Consolidan el gran archivo de Juan Amenábar en la Biblioteca Nacional

El archivo resguarda 50 partituras del catálogo de Juan Amenábar, compositor e ingeniero hidráulico.


 El Mercurio


En 1957 compuso “Los peces”, una obra pionera en el campo de la electroacústica, y décadas después formó el Gabinete Electroacústico para la Música de Arte. Donado por su familia, un cuerpo de sus partituras, cintas magnetofónicas, manuscritos y documentos académicos llegará al Archivo de Música.

IÑIGO DÍAZ

El trajín doméstico en la casa de calle Domingo Bondi incluía todo lo que le puede ocurrir a una familia con niños, salvo que ahí los niños eran parte de una creación. En su estudio, el compositor Juan Amenábar tenía libros, documentos archivados, un piano y el chelo que le perteneció a su padre, y además altavoces, micrófonos y grabadoras. Con todo ello elaboraba su música.


“A veces nos pedía a nosotros que participáramos de sus experimentos con sonido. Hay obras que tienen la voz de mi mamá o de mi hermano Claudio. A mí una vez me pidió que tocara ese chelo. Nosotros ayudábamos a generar el sonido. Desde esa casa surgió absolutamente todo”, cuenta Juan Cristián Amenábar, uno de los cinco hijos del músico e ingeniero hidráulico fallecido en 1999, a los 76 años.


Junto con su hermana, la cantante lírica Magdalena Amenábar, son los impulsores de la donación que esta semana recibirá la Biblioteca Nacional: el archivo definitivo de Juan Amenábar. Consiste en una serie de documentos relacionados con su quehacer creativo, desde el ámbito académico y docente, hasta cartas, programas y recortes de prensa. Pero lo más significativo es un nuevo cuerpo de partituras, que se unirán a las 50 que fueron entregadas por su familia en 2013 como primera etapa de la consolidación del archivo. A ello se añaden los objetos que mejor representan a un músico electroacústico: las cintas magnetofónicas.


“Son unas 20 cintas en sus cajas, debidamente etiquetadas. Como ingeniero, mi papá era muy meticuloso. Hay cintas rotuladas como ‘material base' para tal obra y otras que dicen ‘original' de tal otra. Es material de los años 50, 60 y 70”, dice Juan Cristián Amenábar. “Existe un mundo en este archivo, lleno de apuntes y borradores. Nos ha tomado 25 años investigar ese contenido. La donación no termina aquí. Ya estamos pensando en una tercera etapa de entrega, que incluiría sus tres grabadoras”, agrega.


“Un archivo comprende toda la documentación generada por alguien en el transcurso de sus funciones y tiene un sentido privado. En el caso de Amenábar, este se construyó naturalmente y cuando murió pasó a ser un archivo histórico con acceso público”, señala Cecilia Astudillo, jefa del Archivo de Música, que custodia la documentación de compositores como Alfonso Letelier, Gustavo Becerra y Miguel Letelier, pero también de figuras como Valentín Trujillo, Eduardo Peralta y de los sellos discográficos Alerce y Raíces.


“Amenábar fue el primero que se percató de lo importante que eran estos archivos de los músicos. En 1970, él gestionó que en la biblioteca se creara el Archivo del Compositor, que hoy es nuestro Archivo de Música. A este conjunto de apuntes, cartas, manuscritos, fotografías los llamamos ‘expediente de obra', porque son el registro del proceso creativo de una obra y tienen el valor de la autentificación”, cierra.




Varias partituras, como “Divertimento cordovés” o “Los peces”, requerían papel de hojas desplegables. IÑIGO DÍAZ



El material en custodia incluye valiosos vinilos de época. BIBLIOTECA NACIONAL